Si algo ha aprendido la ficción televisiva con el paso de los años es que no hay familias idílicamente felices. Detrás de cada impecable fachada hay una realidad más truculenta. Lejos quedan la época de las sitcoms multicámara grabadas en directo con público. La televisión ha alcanzado un estatus de madurez y parece haberse convertido en el refugio para contar historias que el cine a gran escala no está dispuesto a dar.
Bruja Escarlata y Visión (Wandavision) es un claro ejemplo de ese cambio de paradigma. Se trata, en sus dos primeros episodios, de una serie en blanco y negro, en formato de 4:3 que funciona perfectamente como sitcom y con un mayor presupuesto del que jamás podrían haber aspirado sus referentes. Y está totalmente aislada de cualquier elemento del UCM. De hecho, no se los echa de menos en un solo instante.
Del mismo modo que las series de la época mostraban una realidad que, tal vez, nunca existió, esta serie parte de la base de la construcción de la fantasía (casi) perfecta de una Wanda rota. Una de las cosas que hace que una buena comedia toque las teclas adecuadas es que detrás de cada risa haya dolor. Y eso aquí no se deja tener en mente viendo la serie: se está ante una majestuosa muralla de cristal, detrás de la cual, cuando se rompa, solo habrá tragedia.
Estos primeros episodios de la serie se grabaron a la vieja usanzas: en directo con público. Las risas que se escuchan no son enlatadas, sino que son las del propio público asistente. Y formalmente, toma un tipo de realización similar a las series de las épocas en las que se ambientan. Salvo por la excepción de determinados planos dramáticos en los que se rompe la linealidad estética de forma muy marcada. Es en esos momentos en los que es inevitable pensar en los episodios más insólitos de La Dimensión Desconocida, en la que se cuestionaba en clave de ciencia ficción la construcción social del momento. Curioso que se haya producido esta serie en la que se habla de falsos deseos en la época de la nostalgia reinante…
Ese cuidado estético no es aleatorio, puesto que tiene que ver con el tono. A pesar de que todo parezca perfecto, no deja de intuirse un fondo en el que algo no va bien. Tiene un tono muy peculiar que tiene como referencia clara el cómic revisionista La Visión de Tom King y Gabriel Hernández Walta (que, a su vez, bebió claramente de otra serie televisiva: Mad Men). Aunque no es la única, para indagar de una manera más profunda, mejor visitar listas de lecturas de calidad.
Salvando las distancias, lo más parecido fue el experimento que llevó a cabo David Lynch con Rabbits, en la que imaginó la sitcom más pesadillesca posible. En cualquier caso, hay un discurso que antepone, por encima de todo, el género y la estética antes que la cuestión superheroica. Eso es algo que sólo ha sido posible en la televisión y Bruja Escarlata y Visión (Wandavision) tiene, en estos primeros pasos, la ambición de mirar cara a cara los productos más extremos que han dado las franquicias de Marvel y DC.
El ritmo es pausado. Se nota que han buscado que los personajes respiren y tomen una entidad propia. Lejos quedan los aires de espectacularidad del Universo Marvel (aunque no es de locos apostar que se irá volviendo más formulaico a medida que avancen los episodios). El ritmo de las tramas horizontales es pausado en favor de ver una cotidianeidad de unos personajes que son peces fuera del agua.
Los conflictos externos, sobre los que se construyen las tramas de estos dos primeros episodios, son un reflejo de los internos de los personajes. El guión de Jac Schaeffer, debutante en el UCM (aunque también ha escrito el guión de Viuda Negra), y se salda con sobresaliente. Los gags son ingeniosos y evocan a tiempos más felices, sabe manejar la información que se debe dar en cada momento y cómo darla y tiene unos diálogos sencillamente perfectos.
Este arranque de fase del UCM es chocante por diversos motivos. El primero es que es la primera serie integrada dentro del universo. Y ha terminado emitiéndose en una plataforma de VOD. Y Marvel ha optado por hacer algo que no lo propio: alejarse de sus fórmulas y caminos comunes y tratar de lanzar un discurso metalingüístico alrededor de la tradición televisiva estadounidense. Es una jugada arriesgada en la que, a juzgar los dos primeros episodios disponibles, se ha explotado de una forma profundamente satisfactoria.
Paul Bettany y Elizabeth Olsen están brillantes. Ambos manejan una química más creíble de lo que ha sido nunca. La pareja demuestra tener una vis cómica maravillosa. Y logran que te encariñes con ellos casi sin esfuerzo. Además, consiguen clavar los ritmos cómicos de las sitcoms clásicas a las que referencian: I Love Lucy, The Dick Van Dyke Show, Embrujada… En cada episodio se produce un salto temporal y ellos también modifican algunos de sus recursos actorales en función a ello. Son cambios sutiles, pero palpables. Además, tienen tomada ya las medidas a sus personajes y se permiten disfrutarlos. Un trabajo impecable de los dos intérpretes, los cuales consiguen levantar el show en todo momento.
Aunque están bien acompañados. En el reparto hay otros nombres no menos destacables como una carismática Kathryn Hahn que, seguramente, esconde más de lo que parece a simple vista o Teyonah Parris, que parece tan desubicada como lo está el espectador. Y aun quedan grandes personalidades por aparecer.
Bruja Escarlata y Visión (Wandavision) no es lo que cabe esperar de Marvel Studios. Y, precisamente por ese motivo, es un acierto. Esta es la serie más extraña que se está emitiendo en estos momentos. Y parece que no va a dejar de serlo más a cada episodio. ¿Quién iba a decir que una bruja con problemas emocionales y un androide sensible iban a ser tan encantadores? (risas enlatadas).