Editado inicialmente en nuestro país por Norma editorial en 2009, Reservoir Books reedita Bordados en este 2021 con una nueva traducción a cargo de Carlos Mayor, una nueva imagen para la cubierta, nueva rotulación y un nuevo diseño. El sello de Penguin Random House Mondadori ya reeditó en estos mismos parámetros en 2020 Persépolis, año en que se cumplía el 20 aniversario de la publicación del primer tomo en L’Association. Tras Bordados, le tocará el turno a Pollo con ciruelas. De esta forma, Reservoir Books acoge en su catálogo en castellano las obras de dos de los creadores más notorios en la historia de la historieta: Marjane Satrapi y Art Spiegelman.
Marjane Satrapi es la autora de uno de esos cómics que cualquier lector no habitual de cómics conoce o ha leído, títulos que han contribuido a cambiar la percepción que del medio tenía la sociedad y la opinión pública en estas últimas décadas. Así, junto al universal Maus o al Arrugas de Paco Roca, popularísimo e imprescindible en este territorio, se encuentra Persépolis, un personal e íntimo relato construido desde la autobiografía a partir de la llamada Revolución Islámica de 1979 en Irán.
Casi tanto como se ha leído, se ha escrito y reflexionado sobre la forma y el fondo de la opera prima de la historietista iraní afincada en Francia, pues supone una de las obras más interesantes del género autobiográfico dentro de la novela gráfica, movimiento de carácter global transnacional que había venido gestándose desde los años 60. Aunque Persépolis adoptó la forma de tomo recopilatorio en 2007, fue publicada originalmente en cuatro volúmenes entre 2000 y 2003. La responsable de que viera la luz fue la rompedora L’Association, editorial constituida a partir del colectivo homónimo surgido en los 90 al calor de la Nouvelle Bande Dessinée, un movimiento autoral de la industria franco-belga que buscaba la ruptura con ese mercado tradicional nacional precisamente en cuanto a temas, dinámicas, géneros y formatos.
Justamente en 2003, año en el que se concluye esa seminal obra, ve la luz Bordados, un cómic que transita por unos derroteros muy similares. Satrapi abandona en este cómic el relato de un hecho histórico para centrarse en la intimidad de un colectivo, abordándolo desde esos mismos valores histórico, cultural y testimonial, así como desde esas mismas premisas gráficas y autobiográficas.
Sin más dilación, pongámonos en situación. Al acabar la comida familiar, los hombres de la familia Satrapi se levantan de la mesa y se retiran a echar la siesta, mientras que las mujeres se ocupan de recoger y fregar la vajilla. A esa costumbre le sucede inmediatamente la de la sobremesa en torno al té, un ritual que calienta motores con la cocción en el samovar mientras se van acometiendo esas tareas domésticas y que arranca cuando ya despachado ese trabajo, las nueve mujeres se sientan con el té en sus manos para, como apunta la abuela de Marjane Satrapi, ventilar el corazón. Los lectores damos rienda suelta a nuestro vouyerismo colándonos en un espacio privado de plena confianza para ese grupo de mujeres en el que las tertulianas se relajan, compartiendo cuitas o confidencias, buscando desahogo o comprensión, y deleitándose mutuamente con anécdotas o chismes que despiertan una sonrisa. Ponen en práctica aquello de que las penas compartidas no son tan pesadas y de que los testimonios ajenos son píldoras de aprendizaje para quien los recibe.
Se puede hacer una lectura de Bordados sin miedo a equivocarse calificándolo de divertimento delicioso y bien urdido presentado como una entretenida comedia de situación de tan solo un capítulo de duración. Pero tras ese planteamiento de cotidianidad y de confidencias compartidas en una tarde en forma de conversaciones robadas, se revela la verdadera profundidad de este retrato transgeneracional de las mujeres de Irán que incorpora al espacio público las cuestiones del ámbito privado de las mujeres como colectivo y del que se extrae una interesante lectura feminista.
En Bordados aparece de nuevo esa coincidencia en la identidad entre autora, narradora y personaje que la creadora ya utilizó en Persépolis. Es la propia Satrapi desde el autorretrato con el que se autorrepresenta y por el que está presente en las viñetas, la que nos introduce sutilmente en el relato y nos conduce a través de él. Encargada de preparar el samovar y de tener a punto el té, llevará al lector a la salita en la que las mujeres de la familia se disponen a iniciar la tertulia.
De su mano, pues, los lectores somos unos convidados más a esa sobremesa y asistimos a través de la subjetividad con la que evoca ese encuentro, de su voz de narradora no omnisciente y de su mirada en primera persona al entretenido intercambio de opiniones, reflexiones y testimonios personales a propósito de cuestiones como el sexo, los desengaños amorosos, la sintomática machista de una sociedad o los matrimonios por conveniencia asumidos desde la tradición. Satrapi pone en boca de sus personajes una serie de temas tan personales como universales, que aunque traídos desde la actualización de una geolocalización muy concreta, pueden ser comunes desde la perspectiva de género de cualquier latitud y naturaleza. Como historietista, pues, Satrapi se sirve del medio para hablar sobre su condición de mujer, sus preocupaciones y aquellas cuestiones que le tocan de lleno en el momento y lugar en los que le ha tocado vivir. Sigue así la estela de aquellas creadoras que desde el comix underground norteamericano de los 70 utilizaban el cómic para tratar cuestiones que hasta aquel momento habían resultado tabús como la sexualidad, la menstruación o el aborto. A las historietas contraculturales de autoras como Trina Robbins, Aline Kominsky o Joyce Farmer o a las de las reivindicativas francesas de finales de los 70 Chantal Montellier, Claire Bretécher o Nicole Claveloux, se han ido sumando en décadas posteriores y en diferentes industrias otras en las que las autoras han ido volcando desde la diversidad sus experiencias, testimonios íntimos más o menos ficcionados, relatos de episodios traumáticos, voces críticas o su militancia feminista: desde Julie Doucet, pasando por Alison Bechdel, hasta Phoebe Gloekner, Ulli Lust, Maliki, Power Paola, Tillie Walden o Fumettibrutti.
La comicidad es una constante en el relato, presentándose tanto en el lenguaje empleado (ironías, dobles sentidos, frases o vocablos en boca de los personajes, ingeniosas referencias a cuestiones vulgares o tono de las conversaciones) como en la caracterización de las diversas protagonistas y secundarios (caricaturizadas en su representación gráfica o desde la construcción del personaje). Con ello Satrapi demuestra que se maneja estupendamente en la introducción y los tiempos de una herramienta como el humor, tradicionalmente empleada para abordar cuestiones complejas y de intenso calado.
Las composiciones de página reflejan la fluidez del conversatorio, una sensación que se refuerza al no existir delimitación como tal entre viñetas. La elección de los planos y de los ángulos, así como la expresividad y la intensa carga emocional del trazo de la autora, no hacen sino incidir en el excelente ritmo narrativo y la continuidad del relato. De esa línea breve, sencilla y rápida se desprende, además, la espontaneidad y sinceridad de quien parece haber presenciado el hecho del que está dando cuenta. Satrapi nos da a entender, pues, que tanto el encuentro como lo que allí se trata es cierto. Por otra parte, el blanco y negro, esa aparente simplicidad y la absoluta efectividad del apartado gráfico remite directamente a David B., su mentor en L’Association.
Quizá sea ese sentido de la justicia tan presente en su carácter y al que Satrapi ha hecho referencia en diversas manifestaciones públicas el que le haya llevado a brindar espacio y voz a las mujeres de su país de origen, dándoles la posibilidad de expresarse libre y públicamente a través de una suerte de memoria familiar ficcionada. Y de paso, sirviéndose de esas mismas viñetas, contribuye a romper una serie de estereotipos erróneamente construidos desde la mentalidad occidental en torno a la identidad, cultura y pensamiento de Irán. Así, con Bordados, Satrapi seguía sumando en las tesis que planeaban en Persépolis del cómic como válido vehículo de expresión personal por un lado, y como artefacto capaz y eficaz a la hora de mostrar realidades nacionales ajenas a la nuestra que han trascendido mercados tradicionales, por otro. Cuestiones que han sido confirmadas posteriormente y con creces en otras obras con marcado acento autobiográfico, ambientadas en Oriente Próximo y Medio y que lejos de encuadrarse en una industria concreta, se consideran internacionales, como es el caso de La propiedad de Rutu Modan, El árabe del futuro de Raid Sattouf, El piano oriental de Zeina Abirached o Las amapolas de Irak de Lewis Trondeheim y Brigitte Findalky.
Bordados es un interesante título que, por la magnitud y significado de su predecesora, ha quedado a la sombra de Persépolis. Suculento bocado de intenso sabor y profundos y variados matices, esta nueva edición es una oportunidad para (re)descubrirla.
Título: Bordados
Guion y dibujo: Marjane Satrapi
Edición Nacional: Reservoir Books
Edición original: L’Association
Formato: Cartoné de 144 páginas.
Precio: 16,90 €