Hulk de John Byrne y Ron Garney, la frenética etapa del Gigante Esmeralda

Aunque últimamente se está optando por unas vías narrativas diferentes e innovadoras para Hulk, hubo un momento en el que el personaje estaba definido por dos cuestiones fundamentales: ser un nómada y estar torturado psicológicamente. Bruce Banner era un sinónimo de traumas más o menos introspectivos. Y Hulk era la parte de su personalidad absolutamente desinhibida. Es muy difícil que vaya a descubrir la pólvora, pero es la versión de Marvel del paradigma de Jekyll y Hyde.

Este ¿superhéroe?, por tanto, se movía en cierta ambigüedad moral propia del enfermo mental que no está en control de sus acciones. Es alguien que puede obrar bien o ser un brazo absolutamente ejecutor e implacable. Y más fue así gracias a la serie televisiva protagonizada al personaje, que, en buena medida, caló en gran público y forjó una imagen determinada de lo que es o no es este personaje.

Pero de algún modo, el personaje quedaría modificado de raíz tras pasar por un punto de inflexión.  En 1985, ya finalizada la serie protagonizada por Bill Bixby y Lou Ferrigno, el controvertido Jonh Byrne hizo sus primeras aportaciones al universo de Hulk. Y es que ya antes del arranque de la etapa de Peter David, Byrne realizó allí unos pocos episodios como autor completo. Son números que se sintieron como revolucionarios y que sirvieron de trampolín de la etapa más importante del personaje, la de David. Y cuando, muchos años después, éste último dejó la serie, fue precisamente Byrne quien le sucedió, volviendo a ella  en su faceta exclusivamente de guionista, y dejando el apartado gráfico en manos de Ron Garney. Sin embargo, esta vez sus números no podrían haber sido más clásicos en  ejecución: ofrecían todo lo que el lector de este personaje espera, principalmente. Los cambios fueron introducidos de manera muy sutil.

En cualquier caso, no es de extrañar que La Casa de las Ideas hiciera una evaluación y decidiese que la línea a seguir fuese más convencional, retrocediendo en determinados progresos en favor de unos cómics del personaje más fácilmente identificables. Los esquemas más habituales sirven de punto de partida. Y Byrne, que ya había demostrado sobradamente su saber hacer elaborando backs to the basics para otros personajes, pues quizás era el autor adecuado para ello, tras los doce años de David agitando los cimientos del Goliat verde.

Portada del tomo de Panini Cómics.

La premisa parte de un Bruce Banner que, bajo seudónimo, llega a un pueblo en medio de ninguna parte con la esperanza de quedarse oculto y tranquilo. A pesar de ello, su verde alter ego no tardará en hacer acto de aparición para complicarle todavía más la existencia al protagonista. Desde ese momento, durante los 11 números que se incluyen en esta etapa no dejará de haber un crescendo y una huida hacia adelante con más de un duelo con otros personajes de Marvel de primera fila.

Si algo es el tomo es frenético. Tiene un gran ritmo y una serie de giros en los primeros números que, por lo menos, dejaban intuir un potencial interesante. No se puede decir que pierda el interés del lector en ningún momento, aunque resulte fácil no hacerlo con narrativas tan grandilocuentes como esta. Este libro es un porn-destruction con algo de alma que, sencillamente, es una lectura ligera y sin mayores pretensiones.

Cada seña de una mayor sofisticación queda en tierra de nadie. El guionista acostumbra a introducir determinadas cuestiones metalingüísticas en su trabajo, convirtiéndose en una especie de firma. Sin embargo, aquí se ha introducido de una forma un tanto burda en una cosa que no tuvo más recorrido que la anécdota. Aun así, no deja de ser un modo de decir que este es un cómic inequívocamente suyo.

En cambio, mayor peso tiene y mayor poso deja el Annual que dejó este escritor. En él se propone una cara B y una mayor indagación en los orígenes de Hulk. Su aproximación narrativa es bastante chocante con el canon y propone que se tenga una visión complementaria y divergente acerca de los condicionantes que llevaron a Bruce a irradiarse con los rayos gamma. Y también tiene la osadía de plantear unas situaciones posteriores de lo más interesantes. Desde luego, su visión es más estimulante e imaginativa que la que se planteó en ese arranque de esta franquicia.

Estos números tienen un problema fundamental: el abandono de John Byrne tras el séptimo número. Fue entonces cuando Ron Garney tomó el control narrativo hasta el número once. Ese extra de trabajo, supuso que entrasen a colaborar en el argumento escritores tan dispares como Erik Larsen o Jerry Ordway. Guste o no, eso supone que una historia que nace en un punto finalizó de una manera más esquemática hasta llegar al anticlimático final. Es una verdadera lástima, porque da la sensación de que se fue en el momento en el que se sentía más cómodo y se comenzaba a atrever a tomar algunas decisiones más osadas.

¿Quién puede matar a una niña?

El aspecto gráfico, es probablemente, aquello que hace de este recorrido algo verdaderamente digno. El cómic parte con un primer número de un Garney que es capaz de transmitir todo el caos generado por el monstruo. Además de dar una visión totalmente terrorífica de este. Sus números de arranque son muy vistosos y pone en relieve las capacidades de las que dispone este autor. No es el único en hacer acto de aparición en este tomo. Y es que aquí se cuenta con las aportaciones de otros dibujantes del nivel de Ron Frenz, el legendario Sal Buscema (quien ha estado presente durante buena parte de esta etapa haciendo los entintados), Mark Texeira, Dan Jurgens, el siempre divertido Fred Hembeck y Lee Weeks. Si bien en algunos números el salto de estilos es bastante acusado, no se puede decir que no ha sido una etapa a un gran nivel visual.

El color ha recaído en Steve Buccelato y este ha optado por hacer un trabajo muy colorista y vivo. Aunque también ha sabido generar atmosfera de terror y desasosiego cuando la historia lo ha recorrido a través de unos negros muy marcados o de propuestas estéticas más emocionales como el hacer rojos los ojos de Hulk en determinadas escenas.  

Panini Cómics edita este tomo que recupera esta etapa semiolvidada en un único volumen que, además, incluye algunos extras de interés.

El Hulk de John Byrne y Ron Garney es un cómic clásico del Goliat Esmeralda visualmente potente. Si no se tiene mayor pretensión que esa, este cómic contentará al lector. Una historia de un personaje roto por el remordimiento con una fuerza que le supera y chocando constantemente con oponentes no menos poderosos.

Título: Marvel Omnibus. Hulk de John Byrne y Ron Garney
Guión: John Byrne, Erik Larsen, Jerry Ordway, Ron Garney y Fred Hembeck
Dibujo:  Ron Garney, Ron Frenz, Lee Weeks, John Byrne, Dan Jurgens, Sal Buscema, Mark Teixeira, Mike Miller, Fred Hembeck
Color: Steve Buccelatto, Tom Smith y Mark Bernardo
Edición Nacional: Panini Comics
Edición original: Marvel Comics
Formato:   Tomo cartoné de 336 páginas a color
Precio: 35  €