Cuando Gerry Conway continuó con el Cuarto Mundo de Jack Kirby

Entre 1975 y 1976, DC Comics publicó una curiosa cabecera titulada 1st Issue Special. Cada una de sus entregas era una propuesta para el número uno de una posible nueva serie, una jugada de Carmine Infantino, el Publisher de por aquel entonces, que pese a lo extravagante que suene, tenía dos ventajas comerciales. Por un lado, la editorial podía sondear previamente el interés de los lectores por comprar una hipotética y futura serie centrada en uno u otro de los conceptos allí presentados. Además, estaba comprobado que los números uno de cualquier publicación solían vender más que los siguientes, así que lanzar una cabecera compuesta solo de ellos parecía una apuesta ganadora. Pero, aunque alguno de los personajes presentados allí efectivamente consiguió colección propia (como el Warlord de Mike Grell, que unos años después llegó a ser la más vendida de DC) resultó que 1st Issue Special no tuvo demasiado éxito, y cerró a principios de 1976 en su número 13.

En esa última entrega, no se presentaban personajes nuevos, sino que se retomaba una cabecera cuya publicación había cesado cuatro años antes. Había sido  creada nada menos que por Jack Kirby, y formaba parte de su más ambicioso y personal proyecto, aquel en el que volcó todo su talento y pasión cuando desembarcó en DC en 1970. Sí, hablamos por supuesto de aquello que se vino en llamar El Cuarto Mundo, y en concreto de The New Gods. El guionista Gerry Conway, con la ayuda de Denny O’Neil en los diálogos, retomó a los personajes con la esperanza de poner más adelante punto y seguido a la interrumpida historia de Kirby. Y aunque no era lo mismo disfrutar de los colosales lápices del Rey de los cómics que de los de, vaya, Mike Vosburg, y cambiaron el traje de Orion de modo que parecía un superhéroe totalmente genérico, pues algo era algo. Por aquellos entonces Carmine Infantino fue sustituido por Jenette Khan en la dirección de DC, y un año después, en 1977, ésta le encargó a Conway que siguiese adelante con la idea. Para ello, la serie de Los Nuevos Dioses, se reanudó desde el último número de Kirby, alterando ligeramente el título para que fuese precedido por las palabras “Return of”. Piensen en ello cuando recuerden cuál fue el título final de la conclusión de otra épica saga galáctica en la que un héroe se enfrentaba a su malvado padre del lado oscuro unos años después, y que iba a ser llamada originalmente Revenge of the Jedi.

Total, que Conway contó en esa nueva andadura con un artista bastante más eficaz que Vosburg. Nos referimos a Don Newton, un ya fallecido maestro del dibujo nunca suficientemente reivindicado, que mostraba en todas sus páginas su dominio de los claroscuros sobre las bellas figuras que trazaban sus lápices. Estilizado, realista, preciosista, Newton era un fan que se había labrado cierta reputación ilustrando fanzines de ciencia ficción, alguna tira de periódicos, y los comic-books publicados por Charlton de The Phantom (el Hombre Enmascarado de Lee Falk), antes de saltar a las majors. Probablemente la decisión de otorgarle ese trabajo en New Gods tuviese que ver con que había colaborado un tiempo antes con Vosburg acabando sus bocetos (a pesar de no estar acreditado por ello) en el magazine de Marvel llamado Deadly Hands of Kung Fu, aunque ¿Quién sabe? El caso es que, en ese aspecto, los lectores salimos ganando, máxime cuando el arte de Newton se benefició además de las tintas de Dan Adkins, que tiene el honor (y lo decimos sin ninguna ironía) de ser el único cuya labor sobre el dibujo de Barry Smith en Conan no enfurecía a este meticuloso británico.

Conway, Newton y Adkins retoman New Gods en el número #12, cinco años después de que se hubiese publicado el undécimo, al que Kirby tuvo que dar un brusco final lamentablemente por falta de ventas. Y lo cierto es que la premisa de esta continuación coincide un poco con la de los primeros episodios que realizó el cocreador del universo Marvel. Darkseid ha descubierto que su ansiada Ecuación de la Anti-vida, con la que logrará destruir el mismo concepto de pensamiento libre en todo el universo, está repartida en el inconsciente de seis seres humanos que residen en La Tierra. Un grupo de héroes procedentes de Nueva Génesis protegerá a estos mortales para evitar que los secuaces del oscuro señor de Apokolips les secuestren y extraigan esa información de sus mentes. Y con ese hilo conductor, los autores irán elaborando su andadura en el título, continuando la trama a través de los números, entre enfrentamiento y enfrentamiento de esos poderosos dioses galácticos.

Conway establece un reparto coral siguiendo las mismas pautas de la etapa de Kirby: a pesar de que se puede decir que de nuevo el protagonista es Orion, tenemos también a viejos conocidos de la etapa Kirby, como Lightray, Forager, Metron (que curiosamente pasa de ser observador neutral a parte activa del grupo), Lonar (procedente de otro título del Cuarto Mundo, Forever People) y a un personaje femenino de nuevo cuño, Jezebel. También están los humanos a los que cada uno deberá proteger, entre los cuales se encuentra un oficial del ejército estadounidense algo paranoico, un drogadicto hippie, un esquimal, o una cantante de cabaret de Nueva Orleans. Se oponen a ellos en primera instancia Darkseid (orquestándolo todo desde Apokolips) y sus esbirros: desde los habituales Parademonios que constituyen el grueso de la carne de cañón de sus tropas, a otros más destacados y poderosos. Por ejemplo, Kalibak, que había fallecido en el último episodio de Kirby, pero al que Conway y Vosburg resucitaron en aquel número #13 de 1st Issue Special mediante una vaga explicación. Resulta curioso que al principio Darkseid tiene un nuevo visir llamado Gargon, pero de repente éste deja de aparecer y en su lugar figura como si tal cosa de nuevo Desaad, al que su amo y señor había ejecutado en la misma entrega de la muerte de Kalibak. Por especular, quizás el aspecto de Gargon se juzgó demasiado parecido (bueno, era idéntico) al del enemigo de la Legión de Superhéroes llamado Time Trapper, y se decidió no crear confusión entre los lectores.

Don Newton, desplegando su arte y recapitulando

También aparecen, con toda la lógica del mundo, además de Lonar, algunos conceptos de otras series del Cuarto Mundo como Big Barda, La Abuelita Bondad, el Doctor Bedlam, o aquel Proyecto de investigación genética que más adelante sería llamado Cadmus. Y alguno más, que no desvelaremos por si los consabidos spoilers. Sin duda, se pensaba que este relanzamiento gozaría de gran popularidad, y por ejemplo, Conway y Newton nos contaron también la historia de la infancia de Lightray y por qué tiene poderes de los que carecen el resto de sus congéneres en el número #10 de la serie DC Special Series: Secret Origins of Superheroes. Además, Darkseid y sus secuaces tuvieron por aquella época un papel fundamental en los cinco números que constituyeron el primer arco argumental de la colección Secret Society of Super-Villains, en la que Conway era el editor, y para la que realizaba los argumentos que luego David Anthony Kraft pasaba a guiones desglosados.

Sin embargo, la nueva andadura de la colección solo duró seis números antes de volver a ser cancelada en el #19 de 1978, así que el relanzamiento quedó en agua de borrajas. No es que New Gods vendiese muy mal, pero la editorial estaba preparando una expansión de su línea editorial sin precedentes, y para hacer sitio de cara a aquella iniciativa que iba a ser llamada la DC Explosion se decidió cerrar series que eran rentables, pero que tampoco daban mucho dinero. Se había elaborado una entrega más que ponía fin a las tramas, que fue publicada en dos partes en los números #459 y #460 de las páginas de Adventure Comics. En medio, los personajes se encontraron con Flash en el número #15 de la serie Super Team Family mediante una historia de Conway con Arvell Jones y Romeo Thangal en el apartado visual. La idea tras la conclusión ofrecida en Adventure Comics era continuar con los Nuevos Dioses en las páginas de un serial dedicado a Big Barda, pero aquel ambicioso plan global salió mal, muy mal: la supuesta explosión se tornó implosión, y así que DC cerró una enorme cantidad de colecciones, inmersa en una crisis que a punto estuvo a acabar con la editorial, y de aquello nunca más se supo. 

Durante un par de años, a los Nuevos Dioses ni se les ve ni se les espera. Pero en 1980, Conway aprovechó que estaba guionizando la serie de la Liga de la Justicia, y que tocaba su evento de encuentro anual con la Sociedad de la Justicia de Tierra-2, para sumergir a ambos grupos en el conflicto entre Nueva Génesis y Apokolips mediante una saga de tres entregas. La primera, la #183, la dibujó el artista fijo de la serie, Dick Dillin, pero éste murió repentinamente de un infarto, con lo que los dos siguientes tuvo que elaborarlos un sustituto. Le tocó nada menos que a George Perez, que veía así cómo su sueño cumplido de encargarse de esa colección quedaba empañado por las amargas circunstancias.

Después, y más allá de los materiales contenidos en el tomo que este texto pretende reseñar, los Nuevos Dioses aparecieron en la Saga de la Gran Oscuridad de la Legión de Superhéroes de Paul Levitz y Keith Giffen en 1982. En 1984 DC reeditó la andadura de Kirby, y el rey volvió al tablero de dibujo para dotar a esa reedición de un episodio final ausente en el original. Kirby obvió del todo estas historias contadas por Conway, y siguió en 1985 con su propia narrativa para ese mundo, primero en su novela gráfica Los Perros Hambrientos y luego en la miniserie Super Powers. Luego vino Crisis en Tierras Infinitas, y el canon quedó definitivamente adjudicado a esas obras de Kirby, quedando extirpados de continuidad los relatos de Conway, Newton, Vosburg, Buckler, Jones, Dillin y Perez. En Odisea Cósmica, eso sí, el guion de Jim Starlin parecía tener algún aspecto inspirado en esa andadura, como aquello de la personificación de la Anti-Vida o la inclusión de Forager y Lonar. Pero honestamente, aquello puede ser perfectamente debido a una coincidencia, y que Starlin, como muchísima gente, ni fuese consciente en ese momento de lo relatado en la etapa de Conway.

¿Cuán reivindicable es todo este material incluido en el volumen que ECC ha publicado recientemente? ¿Es una joya desconocida que debe por fuerza figurar en las bibliotecas de los aficionados? Pues haciendo balance, al final la respuesta es que sí, pero con ciertas reservas. Lo cierto es que los guiones de Gerry Conway eran aquí un tanto planos, y aunque se hacía algún esbozo de caracterización, aquello al final era más que nada una pelea tras otra avanzando la trama, casi sin pausa. No nos malentiendan: disfrutamos como el que más con ese aspecto, el de las luchas superheroicas, y opinamos activamente que en sí y en la dosis certera, éstas son fundamentales en el género. Pero aquí, en la manera un tanto desmedida que aparecen, a la larga terminan mermando un poco el gran valor de la etapa: el arte de Newton.

Porque las escenas de acción se suceden casi sin dejar espacio a que respire la narrativa, y plasmando coreografías de mamporros, quizás el artista no era tan absolutamente colosal y espectacular como lo era ese precedente con el que era inevitable compararle.  Y es que los zapatos de Jack Kirby son demasiado holgados para llenar en ese aspecto, por mucho que la elegancia de la línea de Newton y Adkins deje boquiabierto, página sí y página también.

No es un problema de que Newton sea malo con la narrativa, para nada: cuando se le permite y tiene espacio para ello, como en la página previa a que Orion y su padre tengan su encuentro definitivo en Adventure Comics, las viñetas tienen sus pausas, y se demuestra que sabía crear ritmo perfectamente. Pero el libreto de Conway no debía dejarle mucho sitio para ello. El formato condicionaba, y la epopeya que el guionista tiene en mente debe ser fragmentada en historias de tan solo 18 páginas. Al tener que aprovechar cada centímetro cuadrado de cada viñeta, Newton no consigue lucirse como sería deseable considerando lo plasmado y hacerlo no solo bello, sino espectacular, como Kirby hacía. Clama al cielo que fuese justo cuando por fin DC iba a dar 25 páginas a sus series cuando esta fue cancelada, y se nota que la que iba a ser la vigésima entrega, aquella publicada como complemento en dos entregas de Adventure Comics, estaba pensada para ese formato originalmente, desglosando mucho mejor la intensidad dramática de las escenas. Bueno, excepto por las últimas páginas: Conway y Newton debieron ser avisados del abrupto cierre y de que había acabar las tramas a mitad de estar elaborándolas, así que también resultan algo atropelladas.

En el número#15, Newton se tomó un respiró, así que está dibujado por Rich Buckler. Éste dejó pasar la oportunidad de hacer lo que solía en Marvel, mimetizar el estilo de Jack Kirby, cosa que quizás aquí hubiese sido bastante adecuada. Tampoco nos vamos a quejar: optó por su otra dinámica, la habitual con la que trabajaba en DC, imitando a Neal Adams, y el resultado es rotundamente sólido y agradable.

Es complicado sin embargo defender la porción inicial que Mike Vosburg dibuja; por decir algo, es verdad que parece tener más interiorizado que Newton el espíritu explosivo de las peleas de Kirby. Con todo, es breve y no llega a molestar, por mucho que desentone al lado de las páginas de Newton. Algo parecido pasa con el encuentro con Flash dibujado por Arvell Jones: a pesar de que de que la historia en sí sea tan anodina como innecesaria, visualmente el espectáculo es un punto más intenso que el de Newton, a pesar de tratarse de un artista de menor nivel. También es verdad que le benefician mucho las tintas de Romeo Thangal, que disipan esa esencia genuina pero cruda, casi grotesca, habitual de Jones, y dejan unos acabados bastante bellos. Y, además, de nuevo, es una parte de escasas páginas. Tampoco ocupa mucho espacio en el tomo el episodio del que se encargó Dick Dillin, de trazo tan solvente y estilizado como anodino. Rezuma de buen hacer e iconicidad para con los héroes de La Liga y Sociedad de Justicia, pero aunque sepa mal decirlo, quizás le falte algo de garra para ese encuentro con los personajes y situaciones de Kirby.

El contraste es grande, porque a continuación vienen los números de George Perez. Hay cierto continuismo gráfico con Dillin debido a los acabados del que era el entintador habitual de éste, Frank McLaughlin. Pero, aunque con su trazo grueso y algo tosco no resulte el colaborador más idóneo para el artista de origen portorriqueño, no empaña la potencia de sus lápices. Y es que Perez ofrece un trabajo magnífico, que parece mentira que no fuese escrito pensando en que iba a ser él quien iba dibujarlo sino Dilllin, porque todo le sienta como anillo al dedo y le da ocasión de lucirse en lo que mejor sabe hacer: acción superhumana, explosiva y multitudinaria, con despliegues de exóticas energías plasmadas mediante nubes de kirby dots; y todo ello en opresivos escenarios de Apokolips, a los que llena de sus características grietas en la piedra. Una fiesta estética, vaya.

Por tanto, estamos ante un tomo en el que los “peros” que se le puedan muy justificadamente poner, al final pesan menos que sus virtudes. Visualmente es una gozada por mucho que sea cierto que podría haberlo sido aún más. Con el guion pasa tres cuartos de lo mismo, aunque el diagnóstico finalmente favorable sea menos rotundo que en el aspecto gráfico: a pesar de que es patente que su ejecución fue mejorable, no se puede decir en justicia que se trate de malas historias. Además, está el factor afición neta a los personajes, y el interés o morbo de ver una etapa que pasó a ser apócrifa. Sí, duele un poco ver a Orion sin su iconografía clásica y con su uso de la Astrofuerza representado como si se tratase de poderes de vuelo y lanzar rayos convencionales. Pero por lo demás, estamos ante un tebeo de Los Nuevos Dioses que se recrea en toda su idiosincrasia. Y es que, al final, fue aquí donde se escribieron las reglas de cómo continuar el titánico legado de Kirby con el Cuarto Mundo, y solo eso, ya le da un valor al tomo. Quizás el resultado fueron unos relatos algo crudos y previsibles dada la perspectiva de hoy, 35 años después; pero esta fue la primera vez que alguien aceptó lo que debía ser un intimidante reto, y realizó el meritorio esfuerzo creativo de ser respetuoso con lo que el Rey de los Cómics había dejado detrás de sí, pero tratando al tiempo de contar nuevas historias con ello.