Guionista de Barrio es la columna de opinión semanal de Fernando Llor (@FernandoLlor). Llor, que cuenta con el poder de la omnipresencia, es autor de obras como El espíritu del escorpión, Teluria 108, Ojos Grises o más recientemente Subnormal, entre otras muchas, así como miembro en activo de la Asociación Profesional de Guionistas de Cómic (ARGH!) y vocal de la Sectorial del Comic
A estas alturas ya debe ser conocido por todos los lectores de la Sala de Peligro lo que ha ocurrido en las últimas semanas con una supuesta editorial que hacía cosas muy supuestas referidas a unos saldos que supuestamente no deberían hacerse. Si todavía no está claro os invito que os paséis por aquí o por aquí para que quede todo lo más claro posible.
La verdad es que esta vez escribo esta columna con una mezcla de emociones. Por un lado siento rabia, por otro vergüenza y ya al final bastante tristeza.
La rabia me nace al comprobar que un grupo editorial que aglutina hasta seis sellos diferentes y que está constantemente subido a la montaña rusa del escándalo por impagos, trampas y triquiñuelas, sigue actuando como si las leyes no fuesen con ellos o pudiesen interpretarse a su gusto.
La vergüenza asoma cuando después de que se les señale y se ponga de manifiesto su falta total de escrúpulos reaccionan victimizándose y pretenden tratarnos a los demás como auténticos idiotas por no “ilusionarnos” ante sus grandes ideas que solo pretendían dar una “nueva vida” a libros que según ellos ya habían agotado todas sus posibilidades comerciales.
Y todo ello me lleva a la tristeza: existe una impunidad repugnante y encima, si te metes en el embolao de denunciar esto en los juzgados, tienes que dedicarle muchas horas y mucha salud porque un día tuviste la mala suerte de confiar en una banda de trileros.
A pesar de todo este estado emocional me gustaría intentar aportar algo constructivo en todo esto, así que voy a lanzar una serie de preguntas para ver si la reflexión puede ayudar.
¿Es imprescindible que todos los contratos de edición se firmen por tantos años?
Entre los contratos de cesión de derechos con editoriales españolas que han llegado a mis manos he podido encontrar duraciones que van desde los cinco años hasta que la obra entre en el dominio público (algo que es ilegal, ya que la ley marca un período máximo de 15 años para todo lo que salga editado en forma de libro).
Sin embargo ¿cuánto se alarga la vida comercial de un libro? Pues en muchos (muchísimos) casos es algo que no va más allá de los (siendo generosos) 18 meses. En un mercado que ronda las 4000 novedades al año y en el que parece haber cierta ansiedad por comentar, exponer, mostrar, promocionar y dar visibilidad a las obras durante períodos cada vez más cortos desde que ven la luz, ¿qué hacemos con todos esos cómics que tras año y medio nadie va a hablar de ellos, muy pocas librerías van a tenerlos en stock y no se van a hacer más esfuerzos de redistribución? ¿Asistimos en silencio a un funeral de 42 meses?
Hacer un tebeo es una tarea, por lo general, larga, que requiere mucho esfuerzo y que, además, cuando los hacemos para el mercado nacional es habitual que haya que compaginarla con otra actividad que pague las facturas.
Muchas veces se tardan años y se pueden atravesar profundas crisis creativas durante el proceso. Después de todo eso ¿os imagináis cómo se te queda el cuerpo al ver que a los pocos meses de que se lance tu tebeo ya sea difícil encontrarlo?
Me encantaría intentar arrojar algo de luz sobre cómo funciona la rueda de la distribución o cómo esa rueda “obliga” a marcar el calendario de algunas editoriales para que no deje de girar ni baje la velocidad, pero no soy el más indicado para hablar de ello, así que voy por otro lado: puedo llegar a comprender que las editoriales necesiten firmar contratos por períodos de cinco años.
Un lustro es tiempo suficiente para sacar la obra, promocionarla e intentar negociar con ella en otros mercados, ferias internacionales y demás. Sin embargo quizás sería bueno empezar a manejar cláusulas que de manera automática rescindan los contratos de aquellos libros que están congelados a todos los niveles.
¿Para qué mantener vigentes acuerdos si no se está haciendo una explotación real de las obras? ¿No evitaría eso situaciones desagradables como la de encontrarte de repente tus obras saldadas en una web cualquiera?
¿Volvemos al mismo punto de siempre?
La semana pasada, como quien no quiere la cosa, hacía referencia a un informe que muestra el incremento de las ventas de tebeos en Francia durante la pandemia. Esa radiografía bastante sorprendente de la realidad del mercado comiquero en el país vecino arroja, mirándola en detalle, datos muy curiosos acerca de cómo se está moviendo esa industria.
¿Dónde está nuestra radiografía? O mejor aún ¿Qué impide exactamente hacerla? ¿Por qué existe esa reticencia a mostrar los números?
Muchas veces, hablando con autores y autoras en eventos, charlas, saraos o reuniones, sale a relucir el tema de las liquidaciones y siempre hay dos premisas que se repiten.
La primera es “no me han pasado la liquidación, me mandaron la primera y ya nunca más”. ¿Es habitual? Pues creo que no, gracias al cielo, pero siempre hay alguien a quien le pasa. Es más, yo tengo dos títulos de los que jamás me las han enviado y otro del que me llegó el primer informe y ya no se supo más.
La segunda premisa es “se han vendido más ejemplares de los que pone en el informe”. ¿Esta es más frecuente? La he escuchado mucho, eso es así. No han sido ni dos ni tres ni diez los autores y autoras que me han dicho que le llegaron informes que hablaban de 150 copias vendidas y ellos, solo en eventos y presentaciones, habían firmado más.
Más allá de si esto ocurre mucho o es anecdótico, insisto, ¿qué mal puede hacer aportar transparencia a un sistema que es tan opaco?
Yo no soy un gran informático, pero me aventuro a afirmar que se puede generar sin demasiada complicación un sistema mediante el cual cada vez que se venda un libro utilizando un código de barras ese libro sume un dígito en una hoja a la que tengan acceso el editor de ese libro y sus autores.
¿Sería un follón enorme implementar un sistema así en la inmensa red de librerías que tenemos? Seguro y se tardarían años, pero (y a pesar de resultar excesivamente cansino) ¿a quién perjudicaría? Porque los beneficiados serían las editoriales que tendrían un control a tiempo real de sus cifras de ventas y los autores por lo mismo.
Además, manejar cifras reales con inmediatez ¿no permite reaccionar mucho más rápido?
Quizás ya me he vuelto a dejar llevar por las utopías…
En definitiva, lo que ha ocurrido estos días con esa supuesta editorial no solo es un escándalo, es una vergüenza absoluta porque nos muestra que alguien sin escrúpulos puede retorcer las leyes y sentirse totalmente impune para hacerlo. En unos días sacarán novedad y “aquí no ha pasado nada”. Mientras tanto quizás deberíamos diseñar entre todos sistemas para que estas cosas ocurran cada vez menos.