Por encima de todo, lo que más importa a cualquier persona es su familia. Puede ser tanto la perdición del individuo como aquello que le motiva a seguir luchando día a día. Dictamina la identidad y la búsqueda de supervivencia diaria. En buena medida, todos los miembros de una familia son partes de lo que es el individuo.
La última propuesta de Jeff Lemire sabe a un compendio de algunos de los temas habituales en la carrera de este autor. Se siente cómodo contando un determinado tipo de historias y ha depurado el estilo de una forma en la que se atreve a mezclar géneros y caminos recorridos previamente. Family Tree se ubica en un punto equidistante de trabajos como Sweet Tooth y Royal City.
Esto es así porque el contexto y el género son viejos conocidos. Pero también ha sabido combinarlo todo perfectamente y hacerlo accesible a todos los lectores ajenos a su obra y que funcione sin tener en cuenta todos estos factores. El guion, además, abraza un ritmo muy ágil que termina provocando que los momentos emocionales dejen un poso menor que en obras previas.
Lo que articula este cómic es un misterio que configura todos los conflictos externos. Aparece una extraña epidemia, una versión extrema de epidermodisplasia verruciforme, la patología cutánea que hace que la piel tome el aspecto y una textura semejante a las de la corteza de un árbol. Sin embargo, aquí se convierte en un proceso inexorable de metamorfosis completa de la persona en árbol. Este fenómeno causa el surgimiento de una secta que considera que esta es una transformación ocasionada por poderes sobrenaturales y que no se debe evitar bajo ningún concepto.
En medio de todo esto, está una madre de dos hijos. Todo se altera cuando la pequeña comienza a sufrir la afección. Es en ese momento en el que arranca un viaje en búsqueda de la sanación de la niña.
La historia posee una estructura persecutoria en forma de viaje. Es una especie de road movie en la que se van desvelando las sorpresas. Ese es el método principal que tiene el autor para mantener la atención del lector. Lo cierto es que están muy bien depositadas y todo fluye con una cadencia natural. Este narrador tiene experiencia y en ningún momento de ven los hilos.
Los conflictos internos tienen que ver con la cuestión de la ascendencia biológica y de la lucha de una familia por permanecer unida y sobreviviendo a los avatares en ese ambiente hostil. Los momentos pequeños son aquellos a los que quiere llegar el escritor. Se aprecia una intencionalidad de reflexionar alrededor de la predestinación y del legado familiar, a la par que se trata de sacar a relucir aquello que debe unir a las personas con aquellos con los que comparten información genética. No logra dar con respuestas sencillas. Eso lo deja a cada lector. Por incómodas que puedan llegar a ser.
Aquí se marcan unos objetivos claros desde el primer momento. No traiciona la premisa en ningún momento. Tiene el recorrido exacto que se requiere y la obra es bastante satisfactoria.
Family Tree es una obra de madurez. Una revisión a aquello por lo que ha transitado. Un trabajo que tiene mucho de contenido. Sabe medir exactamente las dosis necesarias para causar un impacto. A pesar de ello, todo lo que ofrece ya ha sido aportado con anterioridad. Y no opta salirse de una delimitada zona de confort.
El arte ha sido desarrollado entre Phil Hester y Eric Gapstur. Ambos alcanzan un punto en el que es prácticamente imposible distinguir donde empieza uno y termina el otro. En cualquier caso, se opta por un tipo de dibujo muy estilizado y caricaturesco. Es una decisión un tanto disonante respecto al fondo de la historia pero que logra no ser chocante en ningún instante. Por el contrario, esta aproximación al género se percibe como algo fresco y se lee con cierta ligereza, a pesar de lo denso y abstracto que puede llegar a ser el fondo. Las decisiones estéticas son arriesgadas que hace que el cómic tenga la capacidad de transmitir tanto energía cinética como emocional.
Ryan Cody aporta el color y opta por una selección cromática muy variada, viva e icónica. Se aleja considerablemente de otras aproximaciones al subgénero de supervivencia postapocalíptica y consigue darle una identidad propia a este cómic.
En cualquier caso, en los créditos constan los tres como responsables artísticos, sin distinción alguna. Eso es indicativo de que la obra ha sido trabajada de forma orgánica y no como compartimentos estancos.
Astiberri trae esta propuesta con un tomo de las características habituales y a un precio igual de competitivo al que nos tiene acostumbrados. Además, lo hace en un contexto que podría tanto impulsarlo como jugar en su contra. En cualquier caso, no podría haber llegado en un momento más adecuado.
Family Tree no es la obra más innovadora de este autor. Ni tampoco contiene pasos que no se hayan recorrido con anterioridad. Pero sí que consigue despertar una profunda curiosidad por todo lo que pone sobre la mesa.