Si hay un autor que trabaje en USA y que merezca tan malgastado término de visionario, ese es Warren Ellis. Dejando de lado la indiscutible calidad del cuerpo que menciona su obra, la pasión que el autor siente por el progreso científico. Es una afición que el autor no duda en hacer patente en sus newsletters. Ahora prácticamente todos los autores tienen la suya, pero cuando el comenzó no era tan habitual. Es un autor que no ha dudado en alejarse del cómic para lanzarse a escribir la serie de Castlevania para Netflix. No es el primer guionista que siente interés en dar el salto al audiovisual, pero son pocos los casos precedentes de los que saltan a adaptar material que no es el suyo. Normalmente los fichajes estrellas son del cine o las series al cómic, con lo que tal vez, de nuevo, esté encabezando una vanguardia. Y si se centra el objetivo en su obra, casi todas las aportaciones han mirado con mirada tan cariñosa como cínica a los misterios que pueden estar esperando en el futuro y cómo afectará a lo que nos hace humanos. Salvo sus trabajos con un marcado y claro carácter político, encabezados por Transmetropolitan, se ha molestado en tratar de transmitir su reverencia a la ciencia y/o a lanzar preguntas.
Por ese motivo, resulta interesante recuperar (o descubrir) el Manifiesto de un Viejo Bastardo que él mismo publicó en su columna Come in Alone, para CBR el 31 de marzo de 2000. En este texto se producirá la osadía de comentar impresiones personales acerca de sus puntos.
1. Este es el momento. La industria Occidental de los cómics está dispersa, desenfocada, gravemente confundida. Periodos tales son óptimos para revolución violenta. El Viejo Bastardo dice que afilen sus hachas, arreglen sus asuntos y empaquen sus Rypnhols; salimos de un viaje para reclamar la industria y rehacerla a otra imagen. Específicamente, la mía.
The Authority comenzó a publicarse en 1999. Se desconoce si Warren Ellis por aquel entonces podría llegar a imaginarse del impacto que terminaría teniendo, pero esas palabras se hacen muy epatantes teniendo en cuenta como mucha industria del mainstream de los principios del siglo XXI deben a las invenciones del inglés barbudo (con permiso del bardo de Northampton).
El contexto del principio del siglo es completamente distinto respecto al que nos hemos sumergido. El llamamiento revolucionario lo han escuchado los distintos representantes sociales que a base de desafecciones y decepciones se ha provocado una sociedad fragmentada y compleja. Sin embargo, a la industria del cómic le ha sucedido lo contrario. La conexión cerebral más parecida se puede encontrar a cuando el nacimiento de los blockbusters mató a los excesos creativos libres del Nuevo Hollywood. Al igual que cuando los cineastas hippies tomaron el control de unos estudios que no lograban conectar con el público joven, la industria del cómic necesitaba experimentar para renovarse y lograr captar la atención de nuevos lectores. Se lanzaron obras superheroicas que rompían con la tradición previa en busca de crear o hablar en un nuevo lenguaje. Era el paso necesario si se buscaba la pervivencia en un nuevo contexto muy veloz y difícil de seguir.
¿Qué ha quedado de esa revolución? Pues como suele ser habitual los revolucionarios han tomado el poder, y se han “aburguesado”. Están en una posición que, probablemente era la que criticaban en sus inicios. Y la rueda ha terminado girando a un ritmo, incluso, más ágil. Los cómics han retornado a cierto clasicismo y a hacer jugadas empresariales. Al fin y al cabo, los dos grandes pertenecen a grupos mediáticos cuyos ingresos principales no son los cómics.
2. La cultura pop se está oscureciendo de nuevo. Acéptalo y deja de quejarte, o quédate en tu casa y sigue intentando convencer a tu anciana madre de que en realidad no estás sentado en tu cama oxidada y crujiente fantaseando con Betty y Verónica. Las personas que se niegan a ver en qué tiempos estamos son un exceso de equipaje. Deja de quejarte acerca de lo que te estoy diciendo el tiempo suficiente como para escuchar lo que te estoy diciendo. Sé un adulto.
Ellis pegando tirones de orejas a los fans que quieren que todo siga igual sin existir todavía las redes sociales. Juego, set y partido. Por otro lado, cabría distinguir entre oscuridad y adultez. Los cómics del principio de siglo, sí que optaron por una mayor intensidad dramática de las historias. Pero, de nuevo, era un contexto distinto. La cultura pop se ha infantilizado a niveles que nuestros antepasados no podrían imaginarse.
3. La novela gráfica o álbum (u otra nomenclatura más adecuada aún por acuñar) es la forma óptima para los “cómics”. La forma intermedia es la serialización a través de una colección, lo que solía llamarse “miniserie”. DC Comics no se convirtió en la editorial nº1 en términos de ventas gracias a sus títulos regulares. Se convirtió en nº1 gracias a los masivos y crecientes ingresos generados por sus novelas gráficas y álbumes. Los cómics no son “entretenimiento habitual” que necesita permanecer estático y requiere ser difundido regularmente hasta que la muerte nos separe. Esas son las tiras de prensa, e incluso ellas a veces se les permiten finales dignos. A los cómics, como a sus medios relacionados, las novelas y el cine, se les debe permitir contar historias completas. Si no puedes manejar eso, entonces realmente necesitas estar en otro negocio. Aquellos que nos apoyen serán recompensados con un incremento en las ventas y les será dado un regalo del futuro. Las personas que intenten detenernos serán pisoteadas.
La serialidad es un tema bastante complejo. Lo que está claro es que el cómic es el único medio que necesitan sacar historias mes a mes de forma ininterrumpida, cual cadena de montaje. ¿Cómo hubiese evolucionado personajes como Spiderman o Batman si se publicasen solo cuando el autor decidiese que es necesario publicar una historia específica y concreta? Nunca habrá respuesta.
Esa serialidad es completamente propia del medio. Desde el principio, este ha estado ligado a las tiras de prensa y, por tanto, a la idea de que se tiene que publicar de forma fragmentada con una nueva creación cada X tiempo. Hay un pacto implícito con el lector de que así es cómo ha sido siempre y así es como funciona. Eso conduce, por tanto, a la importancia del producto por encima del autor detrás de él, como sucede en el modelo de negocio de las empresas no artísticas o en el Hollywood clásico, que bebía del fordismo.
¿Es la novela gráfica superior a la serialidad? No hay una respuesta categórica. El arte es lo contrario a matemático. Y hay una calidad evidente y una porquería infecta en ambos casos, también. La novela gráfica es, por definición, solo un formato. Pero también supone un modo de creación más libre. Y, eso, trae consigo, como sucede en todos los artes, un modo más complicado de lucrarse y más aún en un periodo temporal en duro como es este en el que el público mayoritario busca arte de evasión y entretenimiento. Más en un contexto en que las grandes empresas están ultrafortalecidas y es complicado que se te haga oír comercialmente, porque el lector busca lo que conoce y que le dé garantías de ajustarse a sus intereses.
Ojalá no fuera así, pero la realidad está yendo en camino contrario al de “las personas que intenten “detenernos, serán pisoteadas”. Será por casos de personas pisoteadas por industrias culturales despiadadas (como si hubiese alguna industria que no lo fuera…). El Invierno del Dibujante, por poner un ejemplo, da testimonio de ello.
4. Una vez los personajes fueron la parte más importante de una revista para su audiencia. Luego, la marca de la editorial se volvió el capital. Después emergió un cisma, donde cada persona que se alineaba detrás de una editorial, otras se alineaban detrás de una familia en particular de revistas de una editorial. Todos esos sistemas de identificación se están yendo por la senda del dodo en el nuevo siglo. Pero una nueva alineación está emergiendo. Más y más tiendas están acomodando sus revistas no por editorial, no alfabéticamente por título, si no por creador. Lo cual tiene sentido. ¿Vas a la disquería y buscas el nuevo long-play grabado por tu grupo popular favorito por compañía discográfica? ¿Vas a buscar el single de Eels en la sección de Dreamworks de Tower Records? Por supuesto que no, carajo. Nadie quiere que los creadores parezcan más grandes que los personajes. Los editores odian la noción de que Grant Morrison pudo haber sido algo más importante para Action Comics que la presencia de Superman – tal vez que los personajes no se vendan a sí mismos y los creadores sí pueda que tenga algo que ver con eso. La gente responde a las reseñas y las apariciones en los medios masivos y los recuerdos entrañables cuando entra a las tiendas en busca de lo nuevo de Neil Gaiman, o lo nuevo de Alan Moore, o lo nuevo de Frank Miller. Así que acomoda de acuerdo a eso. Deja que la gente tenga una sección de Neil Gaiman en las tiendas, o de Alex Ross, o de Will Eisner, o de Grant Morrison. Puede que no seamos un medio adulto todavía, pero si nos vestimos como tal, podríamos acércanos más a serlo.
Con esto y los lectores deberían guiarse por los autores. Solo así se conseguirá el cambio del paradigma. Pero para conocer a los autores y por qué tienen un sello concreto, deben haber leído. La industria nunca promocionará a un autor por encima de sus personajes o su marca, porque perderían poder y, teniendo en cuenta de que su negocio ya está cimentado y que no tienen necesidad particular de innovar, resulta difícil concebir esa posibilidad.
El cómic y el videojuego son los medios más jóvenes y, por ende, los menos adultos. Pero no está lejano a otros medios, teniendo en cuenta que, por un lado, hay deriva de infantilización generalizada y, por otro, el estado de madurez y reivindicación artística que tiene el cómic. Hay una intersección.
El mayor mal, endémico a cualquier profesión cultural, pero, especialmente en el cómic, es la incapacidad de muchos autores consagrados de vivir exclusivamente de crear para este medio. Por ello hay un serísimo problema que solo puede solucionarse con implicación de los lectores, en primer lugar, y luego del resto de ámbitos que participan en esta actividad. Solo así, se alcanzará un pico en el que no habrá nada que envidiar a nadie. Por talento y potencial no será.
5. Que se jodan los superhéroes, francamente. La noción de que esas cosas dominan un género es absurda. Es como si cada librería del planeta tuviera en el noventa por ciento de sus estanterías repletas por novelas de enfermeras. Imagínate eso. Quieres una novela nueva, pero tiene que vadear entre trescientos libros nuevos acerca de romances en los pabellones antes de poder encontrar cualquier otro género. Un medio donde la relación de ficciones acerca de enfermeras sobrepasa a la ficción literaria mainstream en proporción de cien a uno. Los cómics de superhéroes son como un maldito hongo asqueroso y asfixian a todo lo demás.
Ha estado de moda o se ha hecho una tendencia, recientemente, a decir que los superhéroes están, ya sabes, bien. Y, si están bien hechos, estoy de acuerdo contigo. Hay espacio para toda clase de buenas obras, no importa en qué género estén. Pero eso no es excusa de salir e incendiar todas las malas obras hasta las putas raíces con antorchas. Eso no es excusa para toda la basura innombrable que DC, Marvel, Image y todas las demás arrojan a la calle cada mes. Si quieres leer trescientos cómics de superhéroes por mes, entonces estás enfermo y necesitas ayuda médica. Arranca de sus cadáveres humeantes las cosas que llevaron a los cómics de superhéroes a dominar el medio – la loca energía, las imágenes asombrosas, el fetichismo, lo que sea – y aplícalas al relato de otras historias en otros géneros. Eso es todo lo que hizo The Matrix, después de todo.
Este punto, tal vez, sea el más polémico. El fan prototípico de superhéroe que describe aquí, existe. Se debe tener amplitud y voracidad en el consumo cultural y el tiempo es un bien verdaderamente limitado. Partiendo de esa premisa, es muy problemática la carencia de referentes culturales que tiene la juventud. Id a una clase literatura. Muchos no habrán leído a Edgar Allan Poe o a Patricia Highsmith, pero conocerán el árbol genealógico de Tony Stark. Por no hablar de los estudiantes de comunicación que dan mil y un maratones del UCM, pero que no han visto una sola vez Toy Story (una de las poquísimas excepciones en el cine con anterioridad a diez años). Con ello, que esa epidemia ha alcanzado un punto irreversible.
La cultura mainstream domina el discurso hegemónico más que nunca y no deja de generar contenido para afianzarlo más y más. Las consecuencias de ello, están todavía por ver, pero es preocupante.
Con ello no se pretende señalar a que no haya una efervescencia de talento. Pero el componente de kill your heroes e intentar aportar algo nuevo con ese “cadáver humeante”, brilla en su ausencia. Entre replicar una referente letra a letra/plano a plano, que, además, es un producto nacido de un momento temporal concreto, e ignorarlo hay un espectro bastante ignorado.
6. Lo que dices en la red no importa. Lo que solías decir en las páginas de correo no importa. Nadie te está escuchando. Porque siempre alguien te pregunta que piensas, le pides que traigan de regreso a los putos Micronautas. La moneda de tu desinformada opinión está completamente arruinada. Vuelve cuando tengas algo valioso que decir.
Y lo dijo antes de toda la ebullición de opiniones, de grupos personas tóxicas y de explotación de ideales un tanto cuestionables que se han producido gracias a las redes sociales. A ese punto, cabría añadir que se ha alcanzado un límite en el que los creadores (o las empresas detrás de ellos, más bien) deciden darles siempre la razón a los fans, siendo el caso de re-diseño de Sonic el caso más reciente. No hay libertad para el creador. Se ha sustituido por productos que, según un algoritmo, dejará a los clientes potenciales con una sonrisa de oreja a oreja.
Ha envejecido mal este punto. Afortunada o desgraciadamente, los fans, informados o no, tienen más control del que han tenido jamás. Las redes se han convertido en el estudio de mercado gratuito de las productoras y de las editoriales.
7. Demasiada energía de la industria está focalizada en crear cómic para niños que los niños o no leen o no encuentran. La cultura de distribución de cómic es casi exclusivamente un medioambiente para varones adolescentes de todas las edades. Trina Robbins tiene una devoción fanática por producir cómics para chicas, lo cual es genial. Necesitamos más fanáticos genuinos. Pero Trina Robbins produciendo cómics para chicas que después son vendidos exclusivamente en la red directa para tiendas especializadas no es nada menos que retardado. Porque las chicas no saben que está ahí. A Mark Waid se lo oye frecuentemente quejarse de que en Impulse, estaba escribiendo una serie infantil que era leída solo por hombres de cuarenta años. Porque, aquí van las noticias: los niños ya no van más a las tiendas de cómics. Incluso los niños más frikis van al Virgin Megastore a alquilar juegos de Playstation, si no están en su casa descargando porno. A los niños no les importa una puta mierda tus movidas. Si los niños consiguen cómics es porque los compran, o hacen que se los compren en el kiosco. Y las editoriales abandonaron los kioscos hace mucho, mucho tiempo. Demonios, abandonaron los cómics infantiles hace mucho tiempo. Quiero decir, ¿viste alguna campaña dedicada a contarle a los padres que hay un cómic de Las Supernenas que pueden conseguirse en las comiquerías? Una de las ventajas de mi trabajo es que obtengo copias de gentileza de todas las revistas DC. Mi hija de cuatro años prácticamente me arranca el brazo para conseguir el nuevo cómic de Las Supernenas. Si alguien se preocupara lo suficiente, las muchedumbres podrían reunirse mañana en las comiquerías buscando estas obras. Pero no lo hacen. Evidentemente, los cómics de Pokémon estuvieron oscilando entre algo así como un millón de unidades por mes en cierto punto. ¿Viste esos lectores en tu tienda de cómics local? ¿Vistes esas revistas en el ranking de ventas del 2000? No.
Así que date por vencido. Abandona. Trabaja para hacer que las tiendas de cómics sean lugares a los que los adultos quieran entrar. Los adultos son buenos. Muchos de ellos tienen trabajos y, por lo tanto, tienen dinero para gastar. Dales obras adultas que comprar, el equivalente a novelas o películas. Entiende que cuando escribes Cape Girl o Zap Boy, no estás escribiendo para tu entrañablemente imaginado público infantil. Eso no existe. Estás escribiendo para un varón soltero de cuarenta y cinco años que vive en un piso de una habitación, que escucha a Madonna y probablemente se está masturbando sobre tu obra. Quiero que tengas esa imagen en tu cabeza la próxima vez que te sientes a crear una de esas obras. El peor fan de las ferias de cómic, el de tus pesadillas, bañándose sudor mientras fuerza su mirada a través de gruesas lentes para ver tu dibujo de Zoom Woman. Entonces, ve y haz algo mejor con tu tiempo. Porque te lo estoy diciendo ahora, se me acabó la paciencia y si no eres parte de la solución, eres parte del problema. ¿Y quién sabe? En unos pocos años, cuando hayamos alcanzado el punto en el que la mayoría de obras dentro de una tienda de cómics sean adecuadas para lectores de mayores de 10 años, entonces quizás podamos hacer la movida de establecer secciones infantiles, como se ve en las librerías de todo el mundo. Tiene sentido. El material infantil es uno de los sectores más lucrativos de la edición. Una vez que hayas creado un espacio donde los adultos que no tengan esta afición, estén contentos de entrar, puede que ellos traigan a sus hijos un día. Y entonces podremos empezar.
Se han dado las suficientes convenciones de cómic para saber que esto es del modo en el que lo ha descrito. Igual de tóxico y campo nabos. Pero esto se escribió en el 2000. Y el contexto, de nuevo, ha cambiado. El cine manda ahora y eso ha hecho que estos personajes hayan trascendido el cómic. Hay una legión de fans de las películas que no han cogido ni, seguramente, cogerán un cómic en su vida. Y eso no lo hacen menos fans que ese núcleo duro que se cree con una pertenencia sobre los personajes que nunca tuvo. Por muy extraño que parezca
A su vez, Warren Ellis ha subestimado las capacidades de procrear de esos pajilleros de cuarenta años. Muchos, por lo que sea, han logrado formar familias y están atrayendo a sus hijos a aquello que les apasiona. Es un debate distinto los efectos de ese “adoctrinamiento”, pero en lo que aquí atañe, el autor no supo predecir este nuevo fenómeno fan.
Uno de los acontecimientos más interesantes es el surgimiento de un movimiento feminista muy potente y enriquecedor que saca los colores al modo en el que han estado funcionando las cosas hasta el momento. Y si un arte necesitaba desesperadamente esto, es el noveno (entiéndase que todos tienen un gran margen de mejoría y que en todos tienen problemas vergonzantes. Pero el ambiente del cómic, muchas veces, es el más irrespirable con diferencia).
El aperturismo que tanto desea, se ha dado. El cómic se expone en museos, y estos colaboran en la edición de cómics. Han llegado a librerías y a grandes superficies. Se venden en lugares en los que no deberían, a priori, estar. Aunque las tiendas de cómics siguen sin tener el material dividido en secciones. Ni mucho menos, por autores.
8. Yo soy parte del problema. Jódete.
Este punto legitima todo lo anterior. Porque la crítica la hace como si él no hubiese formado parte del sistema. Y a dónde quiere llegar es a que sí, ha ganado dinero con ello, pero que eso no es impedimento para poder expresar aquellas cosas que tienen un amplio margen de mejoría. Con vehemencia.
9. Esta es la oportunidad perfecta para empezar a construir un medio adulto. La industria fluctúa, el mercado directo tiene problemas. Nosotros aprovechamos los tiempos de cambio y torcemos las cosas siguiendo nuestra poderosa voluntad. Provoca el cambio.
Ellis en este punto me recuerda a los hippies fracasando en su intento de remodelar el sistema. ¿Es más adulta la industria del cómic o se ha estancado? Se debería apostar por lo segundo. Se han producido muchos cambios y muy positivos gracias a su hermanamiento definitivo con el cine. Sin embargo, en el mainstream están en un punto en el que echo de menos un tratamiento profundo a algunos temas. Sin embargo, siempre hay obras que llegan a ese punto o guionistas como Mark Russell, Matt Fraction, Kieron Gillen o Tom King que se lanzan a tratar de ampliar las posibilidades del género.
Aún con todo esto, se ha alcanzado un punto moderado en el que no se ha producido ninguna revolución. Aunque pudiera parecerlo al principio de siglo.
10. Comienza
Este punto es tan directo y claro que no hay nada que comentar.
Ellis es un autor resabiado que en su manifiesto expresa tanto su cinismo respecto a la industria como una enfervorizada necesidad de cambios. En algunas cuestiones, podría sustituir al pitoniso timador de la esquina de la calle en la que vives y, en otros, no ha estado tan afinado. Donde no cabe discusión posible es en su capacidad prodigiosa para detectar los síntomas de los que aqueja la industria que, siguen siendo los mismos, por desgracia.
Lo ideal sería que lanzase una versión 2.0 de este manifiesto. Los jóvenes bastardos estarán esperando.
Fuente: Frog2000