Seis años después de sus primeros trabajos profesionales en el terreno de la ilustración. Cuatro años después de su debut en formato de novela gráfica, “Estamos todas bien” (Salamandra Graphic, 2017). Tres años después de ser distinguida con el Premio Nacional de Cómic por el Ministerio de Cultura, Educación y Deporte. Es 2021 y Ana Penyas sigue con paso firme en una carrera que puede parecer fulgurante a ojos ajenos, pero que está esculpida a golpe de compromiso y esfuerzo. El penúltimo martillazo es “Todo bajo el sol” (Salamandra Graphic, 2021), una nueva obra larga en la que la autora valenciana explora temas de gran angular haciendo zoom en unas particularidades que, bien expuestas, resultan un punto de encuentro ejemplar entre la ficción y el análisis histórico-social.
En su nuevo cómic, Penyas atraviesa varias décadas y generaciones de una familia de la Comunidad Valenciana para mostrarnos los cambios que experimenta su hábitat y cómo les afectan estos. En total, la autora recorre casi medio siglo de cambios en unas vidas y un territorio que se transforman hasta ser casi irreconocibles.
En “Estamos todas bien” recorría una cantidad similar de tiempo para reconstruir, a través de anécdotas y recuerdos, las vidas de sus propias abuelas y, a partir de ellas, mostrar la jaula que supuso la dictadura franquista para los anhelos, posibilidades y aspiraciones de ellas y de tantas otras mujeres. El franquismo, claro, se encargó durante cuarenta años de meter debajo de una alfombra con mullido tapizado mortuorio un montón de ideas, personas y símbolos, todo bien apretadito para que se quedase ahí, para que no volviese asomar. Como casi siempre, las mujeres se llevaron gran parte de lo peor y han sido -y son- las últimas en ver cómo se cuenta la historia.
En “Todo bajo el sol”, Ana Penyas no puede recurrir a la grabadora y la charla con protagonistas directos para utilizar el resultado como base documental, porque los personajes que desfilan por las páginas de su nuevo cómic son realistas, pero no reales. Sin embargo, eso no impide que la autora asuma una labor documental que se puede apreciar, literalmente, en las propia obra.
La propia Penyas ha contado cómo trabajar con sociólogos e historiadores en el proyecto “Los días rojos de la memoria”, donde ilustró el diario del republicano Longinos Pérez durante el final de la Guerra Civil y los años de represión franquista, le sirvió para asumir unas labores de investigación y documentación ajenas al entorno de las Bellas Artes que ya no ha abandonado. Así, una guía de la dictadura sobre el turismo, el fragmento de un programa de sobremesa de la televisión autonómica valenciana, un documental alternativo o un reportaje de TVE le sirven para articular una serie de momentos e impresiones que impulsan la historia real y visible de cómo el desarrollismo de los sesenta fue enlazando con los sucesivos pelotazos urbanísticos y burbujas inmobiliarias.
Pero hay más: la autora utiliza este mar de fondo para repasar los cambios en usos y costumbres no solo de las ciudades y las playas, sino de las propias personas. Somos testigos de migraciones laborales, cambios de jerarquías familiares y distintas maneras de concebir el ocio, de cómo los horizontes laborales y humanos cambian para, finalmente mantenerse en una posición similar para aquellos y aquellas que parten desde una determinada casilla social y económica en la carrera hacia el éxito y la ocupación. Los protagonistas de «Todo bajo el sol» son, al final, personas rendidas ante la evidencia de que la parte del pastel que les ha tocado es diminuta, resignadas ante una vida que les arrastra y en la que se conforman con mantenerse a flote.
Ana Penyas hace cómic y, para ello, conjuga una mirada militante con una ejecución y estética que no vienen de sus lecturas infantiles y juveniles, que no han macerado en barrica de tienda especializada. Pese a ello o, quizás, gracias a ello, la autora ofrece un ejercicio puro y sin adulterar de cómic. Su estilo mutante, su técnica elástica y su inteligente aplicación de técnicas mixtas es tebeo de alto octanaje, nada más que sin vasallajes y vicios. Es, a fin de cuentas, la asunción más pura e inmaculada de la narrativa secuencial como medio desacomplejado que mira de tú a tú al documental, el cine o la novela.
A partir de ahí, cada uno puede tomar sus decisiones. Es legítimo admirar que héroes norteamericanos vestidos de licra aborden temáticas pretendidamente sociales, y subrayar ese supuesto compromiso social como síntoma inequívoco de calidad. También que no interese un autor o autora que aborda desde aquí problemas de aquí. Es menos legítimo que algún que otro imbécil dude de la calidad de un autor o una autora esgrimiendo adjetivos como “gafapasta”, “elitista” o “pedante”, acusando de falta de pedigrí o falta de tradición. Sucedió cuando Ana Penyas ganó el Pemio Nacional de Cómic y, muy posiblemente, volverá a ocurrir cuando la España comiquera y la España que lee cómics pero no necesita justificar nada saluden “Todo bajo el sol” como el cómic sensacional que es, como la obra redonda de crítica y denuncia de uno de los males endémicos de este país, no solo entre los cómics, sino entre todos los medios y géneros.
Porque la industria del cómic sigue siendo algo pequeño y residual dentro del escenario cultural español pero, afortunadamente, desde el punto de vista creativo, vive un momento en el que no necesita a los verdaderos creyentes del tebeo español, a los guardianes de las esencias, al corralito de muchachotes para quienes los cómics son un club secreto con salvoconducto en la puerta, olor a cerrado y aroma a masculinidad pocha y Varón Dandy. Ana Penyas dijo en una entrevista que el cómic ya no es un mundo de frikis, y tenía razón. Obras como «Todo bajo el sol» son puro cómic, tebeo en vena. Qué bien, de verdad.
Título: Todo bajo el sol
Guion, dibujo y color: Ana Penyas
Maquetación: Sergi Puyol
Edición original: Salamandra Graphic
Formato: Cartoné de 160 páginas.
Precio: 22 €