Guionista de Barrio es la columna de opinión semanal de Fernando Llor (@FernandoLlor). Llor, que cuenta con el poder de la omnipresencia, es autor de obras como El espíritu del escorpión, Teluria 108, Ojos Grises o más recientemente Subnormal, entre otras muchas, así como miembro en activo de la Asociación Profesional de Guionistas de Cómic (ARGH!) y vocal de la Sectorial del Comic
Bienvenidos de nuevo a este espacio lleno de alegría, amor y herramientas para contar historias. La semana pasada hablaba aquí mismo de la semilla: el logline. Un punto de partida que puede poner un poco de orden en esos momentos de inspiración que podemos tener todos cuando vamos a comprar empanadillas de pollo y queso parmesano y nos decimos: “quito, parao, me está viniendo una idea buena buena de las de verdad”.
Tener la idea es relativamente sencillo (pongamos muchas comillas a esto), el problema suele ser desarrollar esa idea hasta convertirla en algo potable. Esta potabilidad no va a depender de una estructura o de unos personajes más o menos desarrollados sino que va a quedar en manos de múltiples factores que al final harán que todo funcione o no.
¿Qué podemos hacer para empezar a trabajar sobre ese logline y llevarlo al siguiente nivel como si fuese Goku entrando en modo super saiyan?
Pues abre un bote de olivas, intrépida lectora, ponte cómoda y prepárate para entrar en el apasionante mundo del bricolaje escritoril.
El pitch
Antes de entrar en detalle sobre qué es el pitch creo que es necesario hacer una aclaración sobre su nombre. En la escritura de guiones, ya sea para el mundo audiovisual como para el mundo del cómic, existen una serie de términos que en ocasiones se han traducido mal y que pueden llevar a confusión si los empleamos con sus formas antiguas.
Ese es el caso del problema con los términos escena y secuencia, por ejemplo, ya que en España, por culpa de errores de traducción se le estuvo llamando secuencia a las escenas durante años, un error que todavía perdura en algunos talleres y escuelas.
Pasa lo mismo con el término sinopsis y con el pitch. De hecho hubo quien durante mucho tiempo hacía una diferenciación entre tipos de sinopsis y llamaba “sinopsis corta” al pitch y “sinopsis larga” a la sinopsis…
Dicho esto, definamos el pitch.
Sería algo así como: una serie de párrafos, entre 4 y 5, que nos presentan una historia, amplían los conceptos presentados en el logline y buscan llamar la atención de quien lo lea y generar un reclamo que le lleve a querer saber más.
Esa última parte es muy importante porque el pitch se convierte de este modo en una herramienta de doble función. Por un lado nos va a ayudar a extender el logline y eso le otorga un carácter narrativo y de ayuda para continuar contando nuestra historia. Pero por otro lado tendrá la firme intención de crear un reclamo y eso lo convierte en algo fundamental para conseguir el éxito o el fracaso en la venta de un proyecto.
¿Cómo construimos el pitch de nuestro proyecto?
Creo que lo mejor será convertir el logline que trabajamos en el capítulo anterior en un pitch y desde ahí hacer un pequeño desglose para ver qué estructura y qué elementos se manejan en su construcción.
Ahí va, pitch:
Marisa lleva casi cinco años preparando las oposiciones para ser profesora de Historia en secundaria. Su rutina consiste en estudiar, comer, estudiar, cenar y dormir. Todo ello acompañado de varios litros de café por las mañanas y varias infusiones tranquilizantes por las noches.
Nada más empezar 2020, la consejería de educación lanza una convocatoria de 25 nuevas plazas distribuidas en diferentes institutos de toda la región. Marisa lo tiene claro: son 24 plazas y la suya, no hay nada que le pueda impedir conseguirlo, se sabe el temario de memoria, está más preparada que nunca y encima tiene un par de meses para repasar todo.
Marisa hace un examen casi perfecto, está segura y hablando con otros opositores cada vez está más convencida: hay una plaza para ella. Sin embargo, días más tarde se lleva una gran sorpresa, tiene un 8, solo un 8 y ha quedado bastante mal posicionada en las listas, así que decide reclamar.
Durante la reclamación, Marisa, sin pretenderlo, escucha una conversación que la pone alerta. Uno de los profesores del tribunal afirma en una conversación telefónica haber amañado el proceso. Marisa se queda pálida. Sabe que su reclamación caerá en caso roto porque ha habido tongo. Tiene que hacer algo más, pero ¿qué puede hacer?
Veamos, analicemos cada uno de los párrafos por separado para entender de qué modo ha ido tomando forma el pitch. El primero nos dice:
Marisa lleva casi cinco años preparando las oposiciones para ser profesora de Historia en secundaria. Su rutina consiste en estudiar, comer, estudiar, cenar y dormir. Todo ello acompañado de varios litros de café por las mañanas y varias infusiones tranquilizantes por las noches.
En apenas unas líneas hemos dado un montón de información de Marisa. Aunque no sabemos con exactitud su edad podemos asegurar que como mínimo ronda la treintena, ya que lleva un lustro preparando oposiciones y al menos tenía 23 al terminar la carrera.
También sabemos que quiere ser profesora de secundaria y además de una asignatura concreta: Historia. Eso coloca a la protagonista como estudiante de humanidades y podemos intuir que con cierto interés por las mismas.
Su rutina denota cierta obsesión y esa falta de vida tan propia de los opositores.
En el segundo tenemos:
Nada más empezar 2020, la consejería de educación lanza una convocatoria de 25 nuevas plazas distribuidas en diferentes institutos de toda la región. Marisa lo tiene claro: son 24 plazas y la suya, no hay nada que le pueda impedir conseguirlo, se sabe el temario de memoria, está más preparada que nunca y encima tiene un par de meses para repasar todo.
Con solo una frase hemos colocado el contexto, estamos en 2020. Eso es muy importante. Al igual que con el logline, establecer de forma clara el contexto es fundamental ya que esta historia no sería la misma si la contásemos en 1960 o en 2060.
Pero es que además este segundo párrafo hace algo muy importante: acotar el primer objetivo de Marisa. No hay cien plazas, no son doscientas, son veinticinco y eso, en convocatorias a las que se presentan hasta mil candidatos, complica mucho las cosas. Aún así, Marisa se siente optimista, con ganas y muy preparada.
Así que hemos avanzado un primer objetivo y encima, con un par de frases, hemos dispuesto el estado de ánimo de nuestra protagonista convirtiendo los nervios del primer párrafo en el convencimiento suficiente como para enfrentarse a lo que sea.
Y llega el tercero:
Marisa hace un examen casi perfecto, está segura y hablando con otros opositores cada vez está más convencida: hay una plaza para ella. Sin embargo, días más tarde se lleva una gran sorpresa, tiene un 8, solo un 8 y ha quedado bastante mal posicionada en las listas, así que decide reclamar.
El párrafo arranca expresando el mismo convencimiento de Marisa en el párrafo anterior, pero con un avance significativo: ya ha hecho el examen, es decir, estamos marcando varios impulsos narrativos claros en nuestra historia. Teníamos una opositora desesperada, se convocan una serie de plazas y se realiza un examen con la buena noticia de haberlo hecho de forma casi perfecta.
Y llega el jarro de agua fría: Marisa no saca la nota que esperaba, no está ni cerca. No solo se ha quedado sin plaza, es que además ha quedado bastante mal posicionada en las listas. De nuevo se nos da un indicio sobre la proactividad de nuestra protagonista, podría quedarse sin hacer nada, agachar las orejas y volver a su rutina a la espera de una nueva convocatoria, pero no, Marisa decide reclamar.
Al fin llegamos al cuarto:
Durante la reclamación, Marisa, sin pretenderlo, escucha una conversación que la pone alerta. Uno de los profesores del tribunal afirma en una conversación telefónica haber amañado el proceso. Marisa se queda pálida. Sabe que su reclamación caerá en caso roto porque ha habido tongo. Tiene que hacer algo más, pero ¿qué puede hacer?
Reclamar, o dicho de otro modo, ponerse en movimiento, la lleva a una situación que de otro modo nunca hubiera tenido y se entera de algo terrible: las oposiciones han sido amañadas. Y eso, una vez más, va a hacer que Marisa, que ya sabemos que no es capaz de quedarse quieta, vaya a hacer algo, pero como bien se pregunta en el pitch ¿qué podría hacer?
De este modo volvemos a plantear la misma pregunta dramática que ya nos avanzaba el logline: ¿conseguirá Marisa desenmascarar el fraude del examinador y que se anule todo el proceso? Pero ahora está más acompañada, más vestida y conocemos muchos más elementos con los que podemos jugar y seguir construyendo la historia.
El pitch nos permite conocer a la protagonista, plantear el conflicto y establecer el contexto del mismo modo que habíamos hecho con el logline, pero ahora sabemos más acerca de las actitudes de Marisa, sobre su rutina y conocemos datos concretos sobre su objetivo y hemos lanzado el detonante en los términos pertinentes como para que la historia pueda resultarnos interesante.
Para seguir desde aquí podríamos tomar dos caminos: el tortuoso de la sinopsis o el mapa más laborioso de la escaleta. Pero de eso hablaremos en próximas entregas de Guionista de Barrio.