Tomo el testigo a la selección de la compañera Iria y toca hablar de las listas. Tal y como dijo, es uno de los géneros que más tiende a gustar. Tal vez porque son pequeñas píldoras rápidas en las que obtener mucho conocimiento rápido o por el salseo. En cualquier caso, siempre son complicadas porque se tiende a pensar en las ausencias (o el orden) en lugar de sacar a relucir aquellas que están presentes. Y, lo cierto, es que en el momento en el que se tiene que acotar algo amplio, siempre es doloroso dejar cosas esenciales fuera.
Habiendo dicho esto, creo que los gustos ni son ni deben ser algo inamovible. La gente cambia y, con ello, sus gustos y percepciones. Es algo muy volátil y variable. Es difícil escoger 10 cosas de toda una vida lectora. Así que digamos que son todos los que están, pero, evidentemente, no están todos los que son. En cualquier caso, creo que estos cómics son representativos y han forjado mi identidad, por diversos motivos ha estado fuertemente influenciada por estos títulos. Estos son mis favoritos o los diez que se me han pasado por la cabeza en el momento en el que he tenido que escribir estas líneas.
Cabe destacar que mi lista tampoco tiene ningún particular orden de preferencia. Sería imposible comparar trabajos que no tienen nada que ver en un orden jerarquizado en el que, además, mi experiencia vital tiene un gran peso.
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10. El Chico que coleccionaba Spider-Man de Roger Stern, Ron Frenz y Terry Austin
Un pequeño Pedro veía la serie animada noventera de Spider-Man como cualquier otra serie. Le gustaba, pero no le causó gran impacto. Corte a: se estrena la película de Spider-Man de Sam Raimi en el cine y quedo profundamente impresionado e interesado por el personaje. De hecho, a día de hoy sigue siendo mi superhéroe favorito.
Planeta, por aquel entonces, publicó el denominado coleccionable rojo destinado a los quioscos. Un viejo amigo de por aquel entonces tuvo que pasar por quirófano y mis padres decidieron regalarle unos cómics de esa colección. La curiosidad que sentí por esos tomos tan llamativos fue mi perdición. No tardé nada en pedirles una copia para mí.
Y el primer cómic que leí, aparte de los clásicos Mortadelo y Filemón y Zipi y Zape, fue esta prodigiosa obra de Roger Stern, Ron Frenz y Terry Austin. Como cabe esperar, quedé completamente impresionado por el juego metalingüístico. Más allá de ser un emocionante y sincero homenaje a los fans, sirve como una oda a los soñadores. Por mucho que puedas estar pasándolo mal, sigue creando y creyendo. Es el único refugio. Porque puede ser que, por una vez, tus sueños se conviertan en realidad.
Tened buenos referentes, tratad de ser puros de corazón y luchad pase lo que pase. Porque por muy mal que puedan estar las cosas, es vuestro poder y responsabilidad hacerlo mejor. Y eso es lo que salva vidas. No está nada mal para leer por primera vez un cómic de superhéroes. Otras historias del noveno arte me han impactado de mil y una formas indescriptibles, pero la magia que sentí cuando leí este cómic no la he vuelto a sentir con ninguno.
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9. Batman: Año Uno de Frank Miller y David Mazzuchelli
Esta fue la primera historia que leí de Frank Miller y de Batman, dos nombres que siempre estarán unidos. Accedí a ella siendo un preadolescente y, como cabe esperar, no entendí todo lo que debiera. Pero lo que sí está claro es que ya supe que estaba ante una de las historias de Batman más maravillosas que jamás se habían hecho. Y sin saber quiénes eran ni el mencionado Miller ni Mazzuchelli, la aprecié como una joya.
El tomo del coleccionable que Planeta publicó es algo que todavía atesoro con sumo cuidado. Y no es para menos. Esta historia es seminal para entender el Batman contemporáneo. Por mucho que se haya intentado revisitar el origen del murciélago, nadie lo ha hecho de una forma comparable. Es una historia de identidades en la que se pone en tela de juicio la moralidad de Gordon y de Bruce Wayne, con una corrupta e irredimible ciudad de Gotham como telón de fondo. Se lanzan preguntas para las que no cabe lo indiscutible y te pone en una posición y en unos puntos de vista verdaderamente humanos y multidimensionales. Esta es una proeza que ha marcado, en buena medida, quien es Batman y cuáles deben ser sus historias. Pero, por encima de esto, fue el primer cómic que me hizo saber distinguir cuando se está ante algo verdaderamente importante.
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8. Paciencia de Daniel Clowes
No hay muchos cómics que verdaderamente me hayan obsesionado justo después de leerlos. Paciencia es uno de esos casos. Me lo prestó una persona que me ha dejado una huella imborrable y con la que siempre asociaré esta aportación de Daniel Clowes. Dejando ese aspecto de lado que afecta a mi percepción de esta obra, creo que este autor es un genio que ha conseguido capturar el cinismo mundano con el que nos movemos. Y también es alguien que siempre abraza cierto surrealismo que, personalmente, venero. Un observador que sabe contar historias con una solidez a prueba de balas y alguien infalible. Es uno de esos creadores a los que me gustaría parecerme o ser su amigo.
Sin embargo, Paciencia es, con rotundidad, la obra en la que se deshace de todas esas capas y opta por hablar de las complejidades del amor. En un artificio de grounded sci fi, expone una honesta metáfora de la imposibilidad de la lucha contra el destino. De lo iluso que puede llegar a ser intentar obtener un afecto que, por mucho que cueste asumirlo, puede que no fuera el tuyo. Pero también habla de la pérdida y de la necesidad de pasar página. Ese tratamiento tan romántico (en el sentido clásico de la palabra) del atemporal tema universal en un relato posmoderno y claramente underground, es algo que me ha marcado a tal punto que me sigue inspirando hasta el día de hoy a la hora de intentar aproximarme a crear yo mis propias historias. Una obra de importancia capital en mi vida.
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7. From Hell de Alan Moore y Eddie Campbell
No soy el único en decir que el descubrir a Alan Moore (probablemente antes de lo que habría tocado) fue una completa y total revelación. No hay absolutamente nadie que me haya reventado mis creencias y mi perspectiva como este señor. Y, para mí, sigue siendo el mejor escritor que ha tenido, tiene y, seguramente, tendrá este medio.
Escoger tu obra favorita de tu autor favorito es, en esencia, una entelequia. Pero pongamos que esta obra magna es la primera que se me ha pasado por la cabeza a la hora de pensar en él. Lo que no se puede negar es que es uno de sus trabajos más ambiciosos, más exigentes y más logrados. Una obra que te hace una relectura de uno de los mitos más perturbadores de la era victoriana, a la vez que los autores lo usan para dar manga ancha a todas sus filias. Un punto y aparte en la carrera de ambos, que optaron por centrarse en recorrer un camino más personal. Una obra de esas que despiertan vocaciones, te transmiten pasión por un tema muy específico y provocan que sientas interés en tirar del hilo hacia las historias y la magia detrás de la superficie. Mejor estar atentos.
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6. Pesadillas, de Katsuhiro Otomo
Siendo honestos, no soy un gran lector de manga. He leído obras sueltas y aisladas de forma esporádica. Y tengo tantas y tantas otras en la eterna lista de pendientes. Sin embargo, soy un gran amante de terror y en el momento en el que supe que el creador de Akira, Katsuhiro Otomo, creó esta obra no dudé en pillarla. Por recomendación de mi librero, piqué con esta obra. Y no puedo estarle más que agradecido por su tino en ese día. Siempre estaré en deuda por eso (entre otras cosas).
Y este es de los pocos casos en los que un cómic me hizo sentir verdadero desagrado. Sigo sin saber si es por lo macabro de la historia real en la que se basa o por el choque cultural que hace que esta obra siga conteniendo cosas indescifrables para mí. Todo lo que hay aquí lo percibo como algo fresco, disruptivo e innovador. En su aparente sencillez, guarda una simbología interesantísima y unos mecanismos que resultan más y más rompedores cada vez que reviso esta obra. Un prodigio a la altura de las mayores obras que ha dado el género, independientemente del medio al que pertenezcan.
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5. El Arte de Volar, de Antonio Altarriba y Kim
De nuevo, siento que es difícil que vaya a aportar absolutamente nada que no se haya dicho antes. Pero considero que esta obra de Altarriba derribó muchos prejuicios míos respecto al cómic español. Pongamos que, hasta el momento, era un lector compulsivo de superhéroes y con alguna cosa a clásica de europeo y de cómic independiente. Lo que jamás habría esperado al leer este cómic es encontrarme con algo de tal profundidad y relevancia.
La personal búsqueda de Altarriba de intentar comprender los factores que llevaron a su padre a abandonar el mundo de la forma en la que lo hizo es algo que no te puede dejar indiferente. Hice mío todo el dolor y el sufrimiento que tiene estas páginas.
Es una demostración de la pertinencia de la memoria histórica. Pero es que las lecturas que tiene esta obra van más allá de lo político. Es un retrato de las distintas fases por las que ha pasado España hasta llegar a nuestra sociedad contemporánea. Es una novela gráfica narrada con una inteligencia y una habilidad que está fuera de toda duda. Se está ante una edad dorada del cómic español y este es uno de sus máximos exponentes. Un cómic que transformó tanto el país como lo más pequeño y personal de todos los lectores que la han dado una oportunidad. Una demostración de la importancia de los pequeños detalles y una lección de humanidad, con todas las contradicciones que la caracteriza, a la que cualquiera debería aspirar.
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4. Criminal de Ed Brubaker y Sean Phillips
Por culpa del cine y de Raymond Chandler puedo decir que adoro las historias de género noir y neonoir. Por fortuna o por desgracia, no provengo de esos sórdidos mundos y observo este tipo de historias desde una ventana. Soy un completo turista. Pero uno que ha quedado prendado por su manera de retratar de forma directa y sin tapujos de ningún orden aquella podredumbre ética que hace que la sociedad vaya mal.
Creo que he consumidor muchas historias del palo. He disfrutado de mil y una formas con este género. Pero ante Criminal no pude hacer otra cosa que quitarme el sombrero constantemente. Tiene algunos de los mejores guiones que he leído jamás en este medio y el dibujo es, simple y llanamente, perfecto. Una de esas obras que te atrapan desde el minuto uno y que no deja de ir a más. Te sobrecoge, te sorprende y hace que sientas que estas ante un nuevo y revolucionario precedente, algo histórico. Y, a juzgar la constante trayectoria hacia arriba de todos los implicados, no fue una cuestión de suerte.
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3. El Cuento de una Rata Mala de Bryan Talbot
Considero que cualquier creación realizada de Bryan y Mary Talbot es algo a lo conviene prestar atención. Es difícil seleccionar tan solo un único trabajo, pero la que más impacto emocional me causó es este pequeño gran relato. Una propuesta de un humanismo que duele. Y si una se las cualidades principales de las mejores historias es su capacidad de remover y conmover, esta lo cumple con creces.
No en vano, es una historia trágica con un gran componente simbólico. Se trata de encontrar los paralelismos entre la realidad y la ficción y como esta puede ayudarnos a sobrellevar lo malo. Además, como no puede ser de otra manera con estos autores, siempre ponen encima cierto compromiso. Es una historia de la cultura de la violación y de las hostilidades a las que tienen que hacer frente los desfavorecidos. Sencillamente, una de las lecturas más dolorosas e irremplazables que se puedan llegar a leer.
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2. Punisher: Max, de Garth Ennis y VVAA
Seguramente sea impopular declararse admirador de este personaje. Pero no creo que haya que culpar al símbolo por que determinados estamentos un tanto criticables se hayan apropiado del símbolo de forma ilegítima. Tal y como señaló su creador de forma explícita y en más de una ocasión, es una completa malinterpretación dañina. Punisher es un fallo del sistema. Producto y respuesta de una sociedad fallida. Es lo que pasa cuando la justicia no sirve. Y, por desgracia, esta lo hace más de lo que le gustaría a cualquiera que confíe en el buen funcionamiento de esta y que entiende que no es deseable volver a un escenario en el que todo el mundo actúe por venganza sin ninguna consecuencia.
Habiendo evidenciado eso, creo que nadie ha entendido al personaje como el irlandés favorito de los lectores de cómic. Podría haber escogido cualquier otra obra suya, pero su trayectoria con el personaje en la línea para adultos de Marvel fue la primera que me hizo levantar la ceja al descubrir que los cómics de superhéroes (si es que esto lo es…) podrían ser otra cosa diferente y más cruda y descarnada.
Lo que aquí se tiene es un retrato de un Frank Castle maduro y desacomplejado que abraza todo el salvajismo necesario para contar de una forma tan visceral como meditada aquello que ha conducido a que el mundo vaya mal. Toda la rabia acumulada eclosiona aquí en un cómic que aborda problemáticas tan dispares como mafias de toda índole, el militarismo, los problemas del capitalismo ejercido por las élites empresariales o las consecuencias de los distintos tipos de violencia. Con un Ennis peculiarmente sobrio hizo que amara a este personaje como nunca antes. Unas historias con disparidad de tonos pero que comparten un único objetivo: sacudirte, pegarte una paliza y agotar toda la adrenalina que seas capaz de generar.
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La Visión de Tom King y Gabriel Hernández Walta
Este cómic llegó en un momento en el que creía que el cómic de superhéroes estaba completamente atascado y que poco se estaba consiguiendo aportar (con sobresalientes excepciones como Los Jóvenes Vengadores de Kieron Gillen y Jamie Mckelvie y Ojo de Halcón de Matt Fraction y David Aja). Y fue uno de esos casos en los que compras más por inercia que otra cosa sin esperar demasiado de lo que podría venir del sintezoide. Evidentemente, ni imaginaba lo que descubriría al adentrarme estos números.
Creo que las historias de superhéroes que más disfruto son aquellas que se alejan de cierto clasicismo y optan por probar cosas nuevas, por fallidas que puedan ser. Me interesa el alma que hay detrás de estos personajes, lo que representan y lo que significan. Creo que esas historias son las que, verdaderamente, trascienden las características del género y por ese motivo perduran. No digo que esa deba ser la regla, puesto que con eso te terminarías cargando la esencia. Pero que, de vez en cuando, un producto como La Visión haga acto de aparición logran renovar mi interés por estos ridículos tipos empijamados.
Lo que está claro es que Tom King no es un guionista convencional. No creo que sienta particular interés en ser continuista ni en ser demasiado amable. Se le podrá criticar que a veces peca de efectista y que tampoco es que haga nada que no se haya hecho antes. Pero, por lo menos, siempre, o bien trata de poner cosas nuevas sobre la mesa o intenta hacer madurar todo lo que toca. Y lo que le hicieron a La Visión fue la primera vez en mucho tiempo que fui capaz de encontrar ese espíritu de deconstrucción.
Durante la última década nos hemos dirigido rápidamente a un contexto en el que se está redefiniendo el funcionamiento de las sociedades occidentales de raíz: la pérdida de la clase media, las constantes crisis que la juventud ha tenido que soportar (y lo que le espera…), la amplitud de miras respecto a las tendencias sexuales, las severas pérdidas de derechos, la ruptura de los objetivos clásicos para, supuestamente, lograr la felicidad y la aceptación de la sociedad y la desaparición de la familia convencional son unos síntomas de ello. Estamos en un punto de confusión e incertidumbre casi absolutas. Y La Visión, como los mejores cómics, es un producto de su tiempo. Es un cómic que pone en jaque la viabilidad de los modelos pasados de familia y se cuestiona su función en la actualidad.
Ahora mismo, todos somos raros. Se entiende que la normalidad no es más que imposición social. Con ello, es más fácil empatizar con un robot más humano que los humanos que busca conseguir, como si de una receta se tratase, aquello que supone tener una vida plena. Tener una familia, teóricamente, es uno de los objetivos a perseguir en cualquier vida que se precie. Visión se fabrica la suya propia en un barrio residencial. Pero, evidentemente, son incapaces de encajar.
En cierto modo, ese cuestionamiento la idílica familia feliz tan heredera de los años cincuenta lo empareja con la estupenda Mad Men. Pero también están presente esas ganas de poner en relieve todo el legado de Visión y el comprender quien es y por qué toma esa decisión.
Este estudio de personaje me impactó profundamente. Me hizo redescubrir por qué me gustan las historias de superhéroes y me hizo entender el inabarcable potencial de análisis que pueden llegar a tener. Se sigue pudiendo hacer cosas maravillosas con estos manidos personajes tantísimos años después. Si hay una obra maestra (para servidor) que Marvel ha generado en la última década, es esta. No solo es una obra de la que más miga he logrado sacar a su guion, sino que es un trabajo cuyo valor habla por sí solo.