Guionista de Barrio es la columna de opinión semanal de Fernando Llor (@FernandoLlor). Llor, que cuenta con el poder de la omnipresencia, es autor de obras como El espíritu del escorpión, Teluria 108, Ojos Grises o más recientemente Subnormal, entre otras muchas, así como miembro en activo de la Asociación Profesional de Guionistas de Cómic (ARGH!) y vocal de la Sectorial del Comic
Hace apenas unas semanas, la ACDCómic lanzaba su lista de cada semestre. Sí, ya sabéis, ESA LISTA DE LA QUE USTED ME HABLA, la lista de la bronquita, la lista de las quejas, los lloros y las ansiedades, la lista que hace muchísimo bien y que algunos se afanan por darnos a entender que también hace muchísimo mal y que podría hacer llorar a cualquier ser bondadoso, a cualquier mutante de buen corazón e incluso a Franklin Richards.
Sea como fuere, es una lista que genera siempre algo de ruido en forma de polémica. ¿Por qué? Ah, quién sabe, parece que hay quien quiere ver en ella un alejamiento de los representantes de los buenos lectores y lectoras de verdad, un esfuerzo por abrazar el cómic indie, de autor, underground o gafapasta por delante de otras propuestas e incluso un ánimo por molestar a gente concreta.
¿Existe todo eso? Pues… a ver… yo no formo parte de la ACDCómic, pero sí que tengo trato muy habitual con algunos de sus integrantes y lejos de parecer megalomaníacos satánicos y conspiradores, parecen gente maja con un genuino amor por los tebeos.
Sí que me gustaría lanzar algunas reflexiones basadas en mi experiencia personal con respecto a esa lista y para ello he de relatar una serie de episodios con los que pretendo no aburrir demasiado.
Venga, acompáñenme en la tragicómica historia de un triste guionista que nunca fue esencial.
Capítulo primero, los años del aterrizaje
Corría el año 2015. Por aquel entonces yo era apenas un adolescente con la edad del Cristo y pululaba por el mundo con dos cómics recién publicados, una bonita sonrisa de satisfacción y el sentimiento muy profundo de estar por fin haciendo lo que quería hacer. Todo eso se truncó un poquito más tarde cuando comprobé que mis tebeos recién salidos al mercado no los había leído ni el tato.
Aquel “Teluria 108” y aquel “Nyx, los sueños de la Diosa”, los leyó mi madre, mi hermano y algunos colegas. Entre ambos sumaron la escalofriante cifra de dos reseñas en blogs especializados y, claro, por mi cabeza pasó una idea peregrina: “espera un momento, aquí falla algo… ¿será cuestión de que habría que hacerles promoción de alguna forma?”
Dejándome llevar por mi sagacidad escribí a sendas editoriales para comprobar algo que ya parecía evidente: no se había hecho promoción más allá de un cochino estado en facebook.
¿Qué aprendí en aquel momento de aterrizaje en el mundo de las viñetas? Pues que las reseñas, el espacio en los periódicos, las radios, los podcasts o la tele no nace de los árboles como por arte de magia, hay que plantarlo y que, en caso de que la editorial no lo plante pues le va a tocar hacerlo a alguien si quieres que tus tebeos los lea más que tu yaya.
Capítulo segundo, el chico de los ojos tristes
A finales de 2016, justo antes de la campaña navideña, se ponía a la venta “Ojos grises”, un tebeo de chicos adolescentes en bici con problemas y para aquel entonces tomé la determinación de implicarme mucho más con la promoción de la obra.
¿Qué hice para al menos intentar que así fuese? Pues hablé con la editorial y les mandé un pequeño listado de medios a los que podrían enviar un ejemplar.
El hecho de publicar con una editorial grande y el haber creado algo parecido a un pequeño plan de promoción en conjunto funcionó más o menos bien. De hecho, una buena parte de la gente que reseñó la obra comentaba que era mi primer título a pesar de haber publicado tres antes.
A poco de empezar 2017 fue cuando apareció ante mis ojos por vez primera LA LISTA. Porque bueno… a ver, llevaba muy poquito tiempo intentando averiguar cómo iba todo esto y por lo que sea pues no había ni oído hablar de ella en ningún momento.
En cuanto la descubrí vi algo que ya se extendería hasta el día de hoy: cada vez que sale hay follón. Unos dicen que está genial, otros dicen que es terrible y muchos dicen que los que dicen que está genial son terribles y que quienes dicen que es terrible pues son más terribles todavía y así en el ciclo sin fin.
¿Y por qué tanta controversia? Pues ni idea. Por aquel entonces a mí me bastaba con lidiar con un trabajo espantoso que me daba ganas de cortarme las venas y tener como alivio el mundo de las viñetas, las polémicas, recurrentes o no, no me interesaban demasiado.
Capítulo tercero, no es amor, es obsesión
Era 2018 y el mundo brillaba. Parecía que al fin estábamos saliendo para siempre de la crisis, pasaba de los 35 con pelazo, ya era un autónomo prácticamente autosuficiente y estaba a punto de estrenarse la obra que más me había costado escribir hasta aquel momento: “El espíritu del escorpión”.
Aquella vez decidí tomarme muy en serio el tema de la promoción y tracé una estrategia para ello llena de dificultades: ¡iba a mandar correos electrónicos!
Pero ojo, no los mandé a lo loco (bueno, puede que un poco sí), entré en la página de la ACDCómic, me metí en el espacio en el que salen los socios y socias y escogí alrededor de una veintena de entre los que proporcionaban una dirección de contacto.
No sabía quienes eran todas esas gentes, así que estábamos en igualdad de condiciones porque ellos tampoco sabían quien era yo.
En aquel primer contacto les contaba un poco de qué iba el cómic que iba a sacar, les preguntaba si les gustaría recibir un ejemplar y les pedía una dirección para realizar el envío.
Creo que la intención era más que clara, no sé si tiene mucho sentido explicarla, pero vaya, que si existe una asociación de gente que se encarga de divulgar el cómic y yo había hecho un cómic y todos los anteriores hasta la fecha apenas habían conseguido visibilidad, podía ser que esa gente nos la diese si nos encargábamos de hacerles llegar un ejemplar.
La respuesta de todos ellos fue prácticamente inmediata: sí, querían recibir un ejemplar. Así que nada, construí una lista de envíos con sus nombres, con los de alguna web más, algún periodista local y en la editorial no solo no pusieron ningún inconveniente sino que les pareció estupendo y complementaron la lista con sus habituales.
Lo que sucedió después de eso te sorprenderá.
Salieron un montón de reseñas, críticas, noticias, se habló del cómic en podcasts, en programas de radio de ámbito nacional, de ámbito regional, de ámbito local, nos hicieron reportajes en periódicos, en revistas…
El salir en determinados sitios provocó que más críticos nos pidiesen algún ejemplar e incluso que alguno de ellos me insistiese varias veces y, una vez recibido, me hiciese un ghosting loquísimo. Pero al margen de eso, que es anecdótico, la verdad es que haber enviado ejemplares de forma más o menos selectiva, acompañar después con una nota de prensa y siendo un pelín pesao, conseguimos algo que buscábamos: que se hablase de nuestro tebeo.
A los pocos meses de salir el cómic arrancó la temporada de los premios y resulta que nos nominaron un montón de veces.
Comenzó la obsesión, se acercaba final de año, varios de los críticos a los que habíamos enviado el tebeo decían cosas como que era uno de los mejores cómics del año. Algunos otros hablaban de potencia sideral, de gran sorpresa, de desgarro emocional…
Empezamos a creer que saldríamos en un montón de listas de lo mejor del año y, por supuesto, en LA LISTA.
Pero no. Nos mencionaron en un par de sitios y ya. Mientras tanto el cómic recibía más nominaciones y hasta algunos premios, nos editaban en Francia y en Portugal y también nos nominaban y nos premiaban por allí, pero no estábamos en las listas, al menos no tanto como queríamos.
Me enfadé. Mucho. A mi cabeza venían palabras que ya había visto antes en protestas de compañeros: que si amiguismos, que si gafapastismo y blablabla… Estaba desconcertado, indignado y ansioso. No estar en las listas me estaba generando ansiedad porque hay que estar, es el sitio en el que debes aparecer, es esencial, es imprescindible, dependes de ello.
Capítulo final, cayendo de la burra
Si has llegado hasta aquí es porque tienes una paciencia infinita y no puedo más que agradecértelo. Acabemos con esto de una vez.
2019 llegaba como suelen llegar todos los años, con frío. A medida que iban pasando los meses empecé a calmarme y gracias a conocer a más gente y a meterme un poco más a fondo en el mundo comiquero me di cuenta de que mis enfados y mis ansiedades no eran más que el reflejo de un cóctel explosivo de inseguridad mezclada con ego de artista y una pizca de gilipollez genética.
Vale, no habíamos salido en LA LISTA, pero sí que nos habían mencionado en alguna otra, nos llevamos premios de esos que hacen mucha ilusión y la estrategia para conseguir que se hablase del cómic había salido especialmente bien en comparación con los títulos anteriores, así que el no estar en ESA lista no podía convertirse en un drama y, sobre todo, no podía servir para alimentar una especie de conspiración en la que se convierte a la gente que la elabora en una especie de titiriteros de Satán manejando los hilos de la influencia.
¿Me gustaría salir en LA LISTA? Claro, como a todo el mundo. Me gustaría salir todos los semestres, chulearme de ello y enviársela a mi madre en un mensaje para que me repitiese lo buen hijo que soy y lo orgullosa que está de mí. Ahora bien, lo que no va a volver a pasar es que se convierta en una obsesión, en un foco de ansiedad o en un problema.
Las listas de lo mejor del año, de esenciales, de imprescindibles, de lo más mejor de todos los tiempos o de los cómics favoritos del instituto de San Martín de las Cañas son un bien en sí mismas, aportan riqueza, diversidad, opiniones, puntos de vista y por encima de todo eso amor por los tebeos. Todas y cada una de ellas son bienvenidas y deberían ser celebradas como la bendición que son.
¿Hay listas mejores o peores? ¿Deberíamos hacer una lista de listas? ¿Estaría bien crear un galardón a la mejor lista de lo mejor del año? Pues podría estar gracioso, ¿os imagináis a divulgadores enfadados porque no meten su lista en la lista de las mejores listas? Podría pasar…
Bromas aparte, mi única conclusión posible a todo esto es: si eres autor y te obsesionas con salir en tal o tal sitio es muy posible que tus motivaciones anden un tanto desviadas. Puedes preocuparte por mejorar y hacer siempre la mejor obra posible en cada momento y puedes poner especial énfasis en darles visibilidad acompañando a las editoriales en ello. Todo lo demás llegará si tiene que llegar y si no llega no pienses en lobbys, manos negras u odios infinitos porque además de que no existen estarás perdiendo tiempo y salud.
Con esto acaba el Guionista de Barrio de la semana y me deja la semilla para un próximo artículo: la salud y por qué cuidarse la cabeza es muy importante para hacer tebeos.