Por un puñado de píxeles
A la izquierda tienes la portada del nº 5 de Amazing Spiderman realizada por Alex Ross que cuesta 20.000 $.
Mentira. La imagen que hay a la izquierda no vale nada. El original, que puedes comprar en la web de Alex Ross, es el que cuesta 20.000 $, porque es una obra única, firmada y autentificada por el autor y está en formato físico. La imagen de la izquierda es un conjunto de píxeles en la pantalla en la que estás leyendo esto, y es la manera en la que interpreta tu dispositivo un montón de ceros y unos. Es fácilmente encontrable en internet y la puedes copiar y ponerla donde quieras las veces que quieras. Por eso no vale nada y ese es el problema para quienes quieren obtener beneficio de su arte en formato digital.
Una opción puede ser subir tus creaciones a un banco de imágenes con el que compartirías el beneficio de las posibles descargas, crear tu propia web para ese fin o hacer un Patreon en el que tus suscriptores obtengan tus dibujos digitales. En todo caso lo que puedes cargar por cada descarga es poca cantidad y sabes que a la larga vas a encontrar tus creaciones en Google Images, en Instagram o en Twitter, sin acreditar y a cero coste.
Hasta que llegó el NFT.
Blockchain, bitch
A nivel muy básico (el mío, vamos) la tecnología blockchain permite encriptar y verificar información enviada por internet. Es la base de las criptodivisas, como el famoso bitcoin. Igual que los billetes tienen medidas de seguridad y un número de serie que intenta hacer a cada uno infalsificable y único, el blockchain asocia a los archivos digitales un “certificado” que los hace únicos e incopiables, en tanto en cuanto una copia no contendría la información de la firma. Cada bitcoin y cada fracción del mismo tiene su certificado y cuando se realizan operaciones con bitcoins esa información es verificada y transformada criptográficamente para reflejar el cambio de propiedad. Esas transacciones se realizan en multitud de ordenadores distribuidos a lo largo de la Red mediante complicadas operaciones criptográficas, el llamado “minado”, operaciones que consumen mucho tiempo y energía. Solo quien tenga en su poder la llave criptográfica adecuada puede hacer uso de sus bitcoins y poner en marcha ese proceso que, además, es anónimo.
Los bitcoins son tokens fungibles, es decir archivos encriptados que se pueden gastar y fraccionar, mientras que los tokens no fungibles, (NFT por sus siglas en inglés) no se pueden fraccionar ni usar como moneda. Cualquier archivo informático es susceptible de convertirse en un NFT si se le añade la encriptación adecuada. Esta encriptación la pueden hacer una red de ordenadores anónimos trabajando al unísono (rápido pero caro), un solo ordenador anónimo (lento pero no tan caro) y empresas especializadas en sus propios ordenadores como OpenSea, Veve o Rarible que, por unos 25 euros, convierten el archivo en un NFT.
A partir de ese momento ese archivo, por ejemplo, una imagen o una canción, se convierte en una pieza única y autentificada que puede ser vendida y a la que incluso se le puede establecer condiciones sobre qué parte de las posibles reventas llegarían al artista original. También se pueden crear un número limitado de copias autentificadas, al estilo de lo que se hace con las litografías. La pregunta es ¿pagaría alguien dinero por una obra de arte digital? La respuesta es sí, hay quien paga millones de euros.
La obra de arriba se llama Everydays: The first 5000 days, es obra del artista Beeple y vale 58 millones de euros. Bueno, la obra de arriba no vale nada, ya sabéis por qué, pero una igual, un jpg transformado en NFT, fue subastada el 11 de marzo en Christhie’s y fue comprada por un tal Metakovan, fundador de un fondo de inversión en NTFs. O sea, que sí, que esto del NTF puede dar dinerito, y mucho. Cualquier archivo digital puede ser transformado en NTF, así que las posibilidades de coleccionismo son infinitas: Jack Dorsey, el fundador de Twitter, ha convertido su primer tuit en un NFT que está subastando y que ya va por los dos millones de euros.
El NFT y los tebeos
El mundo del cómic no está siendo ajeno a esta nueva moda. En 2018, coincidiendo con el estreno de Deadpool 2, se crearon una serie de gifs de los cuales aún hay algunos a la venta por más de 175000 dólares. En 2019 el director Joe Dante presentó en la ComicCon el primer cómic digital NTF, American She-Wolf…que aún no ha sido publicado. La idea es editar comics digitales de los que, gracias a esta tecnología, cada copia sea un ejemplar único de una tirada controlada al igual que lo son los cómics en papel.
A finales de febrero esta imagen en su versión NFT obra de Adam Kubert (sí, es Adam Kubert, en serio) se vendía por 25000 dólares y se esperan nuevas obras de Dan Panosian, Matteo Scalera, Dave Johnson, Andy Kubert o Eric Canete. Se supone que esta iniciativa cuenta con la aprobación de Marvel.
DC, por su parte, ha creado una serie de “estatuas” de Batman en blanco y negro basadas en dibujos de Jim Lee, Gary Frank, Jae Lee y Darwyn Cooke, cuya viuda ha solicitado que no se utilice el arte de su marido para esos propósitos.
Pero el que la ha liado, y gorda, es José Delbo.
José Delbo es un dibujante argentino de 87 años famoso sobre todo por dibujar a Wonder Woman de 1976 a 1981, justo en la época en la que las aventuras de la amazona sucedían en la II Guerra Mundial. Retirado en Florida desde hace unos años, se ha asociado con dos criptoartistas que se hacen llamar Hackatao para producir 914 NFTs por las que han ganado casi dos millones de dólares. Imágenes como ésta, que les reportó 136000 dólares.
Ahora volved al principio del artículo y pensad que un original de Alex Ross te sale «solo» por entre 10000 y 20000 dólares.
Coincidiendo con esto, que no por casualidad, DC envió una carta a sus dibujantes el 12 de marzo firmada por Jay Kogan, Vicepresidente de Asuntos Legales, esto es, el Uber Abogado de la empresa, que podemos traducir así:
Los tokens no fungibles (NTFs) están convirtiéndose en los nuevos coleccionables favoritos de los fans y han generado noticias en prensa y el espacio digital. DC está explorando oportunidades para entrar en el mercado de distribución y venta de arte original de DC con NTFs incluyendo tanto nuevo arte creado específicamente para el mercado NTF como arte digital original a partir de los cómics DC.
Mientras DC examina las complejidades del mercado NFT, y trabajamos en una solución justa y razonable para todas las partes involucradas, incluyendo fans y coleccionistas, por favor, tenga en cuenta no está permitido ofrecer para la venta cualquier imagen digital en la que aparezca la propiedad intelectual de DC con o sin NFTs, ya sea realizada para publicaciones de DC o fuera de su compromiso contractual. Si es abordado por alguien interesado en incluir su arte en un programa NFT le rogamos que se lo comunique a Lawrence Ganem, Vicepresidente de Servicios de Talento de DC.
Esperamos que la participación del talento freelance de DC sea una parte integral del programa NFT que DC está preparando. Compartiremos nuevas informaciones en cuanto sea posible y apreciamos su cooperación.
Traducción: ni un dibujito digital o te crujimos.
Muchas dudas y pocas certezas
Como toda nueva tecnología el NFT es aún terreno resbaladizo y lleno de dudas. Por un lado, están las consideraciones ambientales: la tecnología de encriptado utilizada implica muchísimos cálculos y por tanto muchísimo consumo energético. Joanie Lemercier, artista francés, ha producido seis NTFs cuya venta consumió 8.7 megavatios hora de energía, que es lo que gasta su estudio en dos años. Se ha calculado que las operaciones blockchain del año pasado gastaron tanta energía como Argentina. Ethereum, una de las compañías impulsoras del sistema, dice estar desarrollando técnicas mucho menos costosas.
Además, la tecnología de encriptación anónima es propicia para el blanqueamiento de dinero y se sospecha que muchas de las compras de NFTs se hacen con ese fin. Si compras un NFT por 50 en dinero negro y luego lo vendes por 30 legalmente, esos 30 se convierten en dinero limpio. Y no podemos olvidar las sospechas de que este mercado sea una burbuja propiciada por los especuladores de siempre.
Una tercera pata siniestra es que no hay control sobre el copyright: cualquiera puede coger un dibujo ajeno, hacer un NFT con él y venderlo.
Y luego está el tema de cómo afecta la toma de postura de DC sobre el arte digital a la venta del arte físico, tanto las páginas originales como los dibujos que hacen los artistas para los fans, las famosas commisions, cuya venta les supone un plus de ingresos bastante interesante pero que incluye personajes de las editoriales. En principio los autores no pondrían venderlos o al menos no sin permiso de la editorial, que podría reclamar su parte, pero por costumbre las editoriales no dicen nada, por cortesía con los autores, porque tampoco mueve tanto dinero y por evitar un caso de malas relaciones públicas a costa de la venta de unos dibujines que a lo mejor no cuestan más de 100 dólares. Hasta que algún abogado decida lo contrario, claro.
Si este nuevo paradigma se va a consolidar o pasará tan de moda como el 3D en el cine es algo que aún está por ver.
Como epílogo con retranca, un artista llamado Sean Bonner ha convertido la carta de DC en un NTF que ha subastado y que en el momento en que escribimos estas líneas ya va por 969.82 dólares.
MÁS INFORMACIÓN EN:
https://www.gamesradar.com/dc-bars-artists-from-creating-digital-art-and-nfts-of-dc-characters/
https://bleedingcool.com/comics/leak-dc-comics-to-creators-we-have-non-fungible-tokens-nft-plans/
https://www.coindesk.com/stop-tokenizing-art-you-dont-own
https://www.gamesradar.com/batman-leads-dc-into-nft-crypto-art/