Difícil es pensar en algo que con un encaje más difícil que el cómic y el teatro. Aunque hay algunas adaptaciones de una calidad sobresaliente, como las óperas de P. Craig Rusell, no son dos disciplinas sobre las que se haga una asociación inmediata. Aunque, ojalá esta obra abra esa nueva vía creativa.
Marcos Prior y Gustavo Rico adaptan la célebre obra de teatro isabelino al cómic. Se trata de una cuya autoría está siendo discutida: es atribuida tanto a George Peele y como al esquivo Shakespeare. En cualquier caso, narra una pugna dinástica que supone imponer en el Imperio romano dos modelos de poder totalmente chocantes: el acceso a él por herencia dinástica o por aclamación popular. Un emperador está a punto de fallecer y el poder debe controlarlo uno de sus dos hijos. Sin embargo, el pueblo prefiere a un hábil y violento general militar. Se ambienta en el siglo V, pleno declive del Imperio romano y, a pesar de que los personajes protagonistas son ficticios, algunos de los conflictos y situaciones tratadas sí que provienen de la realidad.
El escritor catalán siente predilección por encontrar las verdad detrás de los relatos oficiales y hegemónicos y por las conspiraciones ocultas bajo la superficie. Esto le conduce a tener unas ideas muy específicas alrededor del poder y de quiénes lo ejercen que van en concordancia a la aproximación hacia esta obra.
De hecho, algunos de los aspectos más trasladables a la actualidad es el modo en el que la realidad es moldeada a través de una información siempre manipulada por intereses de unos y otros poderosos. Resulta sumamente interesante apreciar los paralelismos que se pueden entrelazar entre esta obra y la posverdad imperante en la que el mundo está sumido.
Las mejores obras son aquellas que sobreviven al paso del tiempo y, según ese baremo, Tito Andrónico tiene una importancia capital. Es una pieza atemporal y transcurre alrededor de un tema universal como la venganza y sus consecuencias. Es el motor constante de acción de los personajes y lo que hace que esta obra sea una violenta tragedia. Son personajes que cometen acciones profundamente cuestionables desde el punto de vista moral. Y precisamente por ello son profundamente humanas. Son personajes que no solo están para encarnar la visión que se tenía de la realidad en la época, sino que son las partes de cada cada ciudadano de las que uno no está orgulloso. La amoralidad que se respira es dramáticamente impactante y el hecho de que se alcance la opción más adecuada a los ojos de hoy, no quiere decir que tenga que serlo necesariamente.
Prior es lo suficientemente hábil a la hora de no intentar entender la obra desde la moralidad contemporánea. No se lanzan juicios de valor sobre los personajes. Por el contrario, expone sus conductas tal y como hacía la obra original. Y, por mucho que puedan conseguir determinados objetivos, nunca deja una sensación de satisfacción. Y que cada lector saque sus propias conclusiones. Alcanzar ese punto es extremadamente complejo.
La violencia es una de las características principales de la obra original. Lo es hasta tal punto que fue duramente criticada en el momento de su publicación. Un tratamiento tan descarnado y visceral no es habitual en otros trabajos de Shakespeare. Prior es perfectamente consciente de ello y lo abraza lanzando personajes de fuerte carácter que chocan frontalmente.
Estructuralmente se ha respetado la obra y también se desarrolla en cinco actos. Aunque en este caso vienen separados por una página roja. A su vez, la pomposidad de los diálogos se ha mantenido, lo cual puede hacer que para el lector contemporáneo se pierda en esta obra. A su favor tiene que es una narrativa que trata temas relevantes de una forma tremendamente cruel e inteligente, como buena pieza clásica, o el hecho de que se le ha otorgado de un ritmo muy potente sintetizando y simplificando determinadas cuestiones.
Conseguir que una obra densa de estas características resulte atractiva es todo un logro. Pero el trabajo de adaptación en Tito Andrónico ha sido merecedor de admiración. Se han tomado las decisiones adecuadas y desde el respeto y una fidelidad al material original. Pero es que además se ha pasado todo por un filtro personal y a través de una estética depuradísima y estilizada que enriquece la obra.
Si esta adaptación no ha caído en saco roto es gracias a la implicación creativa de Gustavo Rico. El artista entiende que este es y debe ser un medio visual y, a pesar de haber una evidente carga textual, se podría entender la historia simplemente observando las ilustraciones. Además, su estilo cartoon contribuye a que la obra tenga un aura mítica, simbólica e irreal que hace que gane mucho. Al fin y al cabo, se trata de hacer un abstracto por encima de ser una un documental histórico. Su Imperio romano no se parece a ninguna otra que se haya podido ver. Y alejarse de lo canónico es siempre muy meritorio.
La elección de planos en la que destacan la gran cantidad de primeros planos, las composiciones en búsqueda de una inaccesible simetría, su creativa escenografía o unas espectaculares páginas de acción son solo algunos de la infinidad de méritos artísticos que tiene esta obra. La elección de colores lúgubres en contraste de los momentos sangrientos, con unos rojos muy vivos, hace que determinados momentos tengan un impacto impresionante.
El tomo de Astiberri viene presentada en una majestuosa y dorada portada. Es muy evocativa y representativa respecto al contenido que se incluyen en estas páginas. A pesar de ello, no incluye ningún material extra más allá de las biografías de los autores.
Tito Andrónico da lo que promete. Una lectura de calado con el ingenio de la mejor pluma que jamás ha escrito letras. Una adaptación que parecía imposible pero que se ha demostrado que no solo no lo es, si no que parece nacida para este medio. Puede que sea para lectores para un nicho muy específico. Pero no debería serlo.
Título: Tito Andrónico |
Guion: Marcos Prior |
Dibujo y color: Gustavo Rico |
Edición Nacional y Original: Astiberri |
Formato: Tomo cartoné de 104 páginas a color |
Precio: 16 € |