Jaime Hernández, 40 años conviviendo con Locas

El punk y el post-punk

Oxnard es una ciudad de 210000 habitantes a 100 km al norte de Los Ángeles y a 325 km de la frontera con México. Aunque la x común podría indicar un origen relacionado con el país azteca, la ciudad se llama así por su fundador, el empresario Henry T. Oxnard. Sin embargo, la población de origen hispano es predominante: el alcalde se llama John Zaragoza, el tesorero Phil Molina y la secretaria, Rose Chaparro. En 1977 Oxnard era la capital del movimiento punk de California, que tenía hasta nombre, el Nardcore, un movimiento derivado de los grupos de skaters de la zona. Bandas como Agression, Dr. Know o False Confession actuaban en los distintos locales de la zona delante de los mismos grupos de jóvenes que les seguían devotamente de local en local. Entre esos jóvenes estaban Mario, Roberto (Beto) y Jaime Hernández con sus 24, 20 y 18 años respectivamente.

La casa de los Hernández, estadounidenses de segunda generación, era un matriarcado formado por una madre fan de la lucha libre mexicana, y cinco chicos y una chica y estaba repleta de cómics de todos los géneros y editoriales: Archie, Marvel, Harvey, DC, Warren,… Y todos sabemos que de ser fan de los cómics a querer ser autor hay un paso, y los tres hermanos antes mencionados dieron ese paso, en ocasiones, como Jaime, ilustrando las portadas de los discos de los grupos que seguían, entre ellos el Dr. Know donde tocaba el bajo otro hermano, Ismael.

Imbuidos de espíritu punk, el trío decidió autopublicarse. En 1981 nació Love and Rockets. Pero no nos engañemos: lo que hacían los Hernández no era punk, era post punk: tenían la rabia adolescente, tenían el ímpetu, la falta de miedo, las ganas de saltarse las reglas, las ansias de expresarse, pero además tenían lo que les faltaba a los primeros grupos punk: técnica artística y sabiduría narrativa desde el principio. Tanto es así que cuando le mandaron una copia a Gary Groth, el mítico editor de la revista The Comics Journal, les propuso reeditar el fanzine de manera profesional en su editorial, Fantagraphics, iniciando así una relación profesional ininterrumpida hasta la fecha.

De los cohetes cromados a las sucias calles

Ese primer número de Love and Rockets ya presentaba a Margarita “Maggie” Chascarrillo, una jovencísima mecánica pro-solar (sic) de naves espaciales que viajaba junto a un equipo técnico a reparar un cohete estrellado en una jungla infestada de dinosaurios. Como vemos, nada que ver con el tono slice of life que pronto caracterizaría a su obra. Como cuenta el propio Jaime: “Me había dado cuenta de que mi vida real era más interesante que los cohetes y los robots, que para mí lo importante era crear las vidas de esos personajes y que la aparición repentina de un dinosaurio haría que nadie se lo tomara en serio. Además, era todo un desafío hacer divertidas e interesantes las vidas de personas normales”. Hombre, normales, normales… Pero luego tocaremos ese punto.

Otra decisión temprana que marcaría su obra fue hacer envejecer a los personajes casi en tiempo real, en paralelo al propio autor, una decisión compartida por Beto en su propia saga Sopa de gran pena. Algo raro en un negocio en el que mantener a los personajes en la misma franja de edad indefinida, desde Superman a Tintin, es una baza comercial importantísima. Solo alguna tira de prensa como Gasoline Alley o el Savage Dragon de Erik Larsen  y últimamente Robert Kirkman en algunas de sus obras han realizado un movimiento similar.

Mario abandonó pronto Love and Rockets, por falta de tiempo y un poco por el desencanto que le produjo la problemática producción de Mister X, una obra que los tres hermanos realizaron para la editorial canadiense Vortex con la que tuvieron serios problemas a la hora de cobrar su trabajo. Ya como dúo los Bros Hernández usaban las páginas de la revista como escaparate de sus respectivas historias. Las portadas las realizaban de manera alternativa, y así durante los 14 años en los que publicaron el primer volumen, que terminó con el nº 50 y que inspiró a la banda de rock inglesa de los 80 y 90 para escoger su nombre. De manera excepcional, Jaime y Beto intercambiaron personajes en lo que luego se recopiló en Hernandez Satyricon.

El primer volumen de Love and Rockets terminó en 1996 con el nº 50. Para entonces Jaime ya había consolidado completamente su estilo limpio y sencillo, que unido a una narrativa clara y a su cuerpo protagónico femenino hacía su serie muy accesible para lectores no habituales del cómic, sobre todo lectoras que se sentían muy identificadas con las aventuras de Maggie y sus amigas.

Dramatis personae

Desde el primer momento Maggie es la protagonista de lo que oficialmente se titula Hoppers 13, el nombre que los habitantes dan a la ficticia población de Huerta, que no deja de ser un trasunto de la Oxnard de los Hernández. Sin embargo, a esta saga se le conoce como Locas, tal cual, en español, -aunque pronunciado “loucas”, claro-. ¿Quiénes son las locas del título?

Maggie es asidua de la escena punk de su ciudad, en la que conoce a Esperanza “Hopey” Glass, bajista de varios grupos, pequeña, vivaracha, con cierta mala uva y novia ocasional de Maggie, envueltas en una relación intermitente que se va desarrollando a lo largo de los años.

La mejor amiga de ambas es Beatriz “Penny Century” García, un pibón latino casada con un H. R. Costigan, un viejo rico con cuernos, literales y figurados, perdidamente enamorado de su mujer a la que le consiente todo. Penny quiere ser superheroína. La cuarta pata de este reparto es Isabel “Izzy” Ortiz, algo mayor que las otras, alguien a quien la vida ha tratado mal y no es capaz de abandonar una espiral de depresión y abatimiento. Izzy es la vecina rara que apenas sale de casa, y que no se habla con nadie que no conozca, ni casi con nadie a quien conozca, para que nos entendamos.

Como vemos hay cierta pauta en el nombre de los personajes: como estadounidenses de segunda generación han sido bautizadas por sus padres con nombres hispanos, pero adoptan apodos ingleses, algo muy común en la comunidad chicana, pero que los Bros no han seguido: de hecho, Gilbert usa el castellanizado Beto y Jaime incluso en muchas ocasiones firma como Xaime, reivindicando sus raíces mexicanas.

El hermano de Izzy, Eulalio “Speedy” Ortiz, es el catalizador de la historia más popular de la saga: La muerte de Speedy. No hemos hecho referencia a García Márquez ni al realismo mágico porque eso es una influencia primordialmente para Beto, pero este título sí que nos suena a Crónica de una muerte anunciada. En esta historia Hernández vuelca su visión del mundo pandillero chicano del que él, aunque tangencialmente, fue parte en su juventud. Por cierto, Speedy Ortiz inspiró el nombre de una banda de rock estadounidense de bastante prestigio en el circuito alternativo.

Speedy es el gran amor de Maggie. Maggie, en efecto, es bisexual, o mejor, alterna sus afectos a lo largo de su vida entre varios hombres y Hopey, que si es abiertamente lesbiana. La muerte de Speedy, que no es aclarada en ningún momento, empuja a los personajes a la madurez. Hopey intenta seguir con su vida como músico punk, pero ya treintañera se da cuenta de que su tiempo ha pasado. Maggie, por su parte, se convierte en la administradora de una urbanización en Huerta y no solo suma años, sino kilos.

Otros personajes que marcan la vida de las protagonistas son Ray Domínguez, el novio más duradero de Maggie o Rand Race, el más guapo y famoso mecánico de cohetes del mundo que es quien contrata a Maggie y viaja con ella al valle de los dinosaurios. Maggie está coladito por Rand, pero él solo tiene ojos para su ex novia Penny Century. Rand desaparece pronto de las historias porque Hernández acaba obviando ese pasado de cohetes espaciales y valles de dinosaurios.  También tienen cierto protagonismo Esther, la hermana de Maggie, cuya relación con Speedy es el catalizador para una guerra de bandas, o Terry Downe, ex compañera de banda y ex novia de Hopey.

Pero dos de mis personajes favoritos son Rena Titañon y Vicki Glori, dos luchadoras archirrivales. Ya comentamos que la familia Hernández, además del punk y los cómics profesaban devoción por la lucha libre mexicana, y Jaime vuelca aquí esa fijación. La rivalidad entre las luchadoras en realidad encubre un enorme respeto entre ambas, aunque dicha rivalidad no solo se produce en el cuadrilátero, en tanto que Vicki es tía de Maggie y Rena es amiga de Maggie y compiten por su atención.

Unas locas para el siglo XXI

Tras cerrar el primer volumen de Love and Rockets Beto y Jaime siguieron publicando historias con Fantagraphics fuera del paraguas de la revista, título que resucitaron en 2001 con un segundo volumen en formato comic book frente al formato revista original, un poco mayor. Publicaron 20 números de este volumen hasta 2007 para, a continuación, realizar un tercer volumen entre 2008 y 2016 en forma de tomos anuales de 100 páginas, para, a partir de 2016 volver al formato original de revista.

A lo largo de este siglo Jaime Hernández sigue relatando las biografías de sus personajes, alcanzando otro punto cumbre con Chapuzas de amor y ¿Es así como me ves? donde una Maggie ya cincuentona, cuyo principal tema de conversación con sus amigas es la menopausia, se reconcilia con su pasado y con Ray y Hopey, sus dos grandes amores, (Speedy aparte). Sin olvidarse, por supuesto, de ir a conciertos de grupos punk con unas bandas y un público de su misma edad que se resisten a envejecer. Se llora, os lo aseguro.

En este tiempo Penny consigue, al fin, superpoderes, o eso parece, y forma su propio y particular supergrupo en la descacharrante El retorno de la Ti-Girls: Dios y ciencia, mientras que en la recientemente publicada Tonta, Hernández decide presentar una nueva generación de Locas en forma de la familia de Vivian Solís, otra explosiva belleza latina ocasional rival amorosa de Maggie. Son chicas jóvenes, estadounidenses de tercera generación, que montan en monopatín, van a conciertos punk, les gusta la lucha libre y se meten en líos sin parar, con nombres anglosajones y apodos hispanos y que reconocen saber muy poco español. Llegado este punto no sabemos si Jaime Hernández sigue obsesionado con las mismas ideas 40 años después o su tesis es que cada generación comete los mismos errores que la anterior, aunque piense que son únicos y originales.

¿Y cómo empiezo a leer LocPUES LEYENDO, CLARO!!

Con alguna excepción como Rocky, obra de principios de los 80 que rescató Fulgencio Pimentel, toda la obra de Jaime Hernández ha sido publicada por La Cúpula desde 1990. Algunas de dichas obras están descatalogadas y son difíciles cuando no imposibles de encontrar y por ello resulta complicado hacer una lectura cronológica de la saga o sugerir una guía de lectura aunque el youtuber Bamf hizo un meritorio intento en su canal.

Lo que yo recomiendo es abordar a estas Locas como si fueran personas reales que te encuentras en un momento concreto de sus vidas, que te leas la obra que tengas más a mano, y que luego vayas buscando más detalles de su pasado a la vez que vives con ellas su presente en forma de nuevas entregas. 

Como no solo de cómics vive el dibujante, Hernández ha realizado portadas de discos, revistas, e incluso el cartel para el programa de radio de Bob Dylan. Sus incursiones en las grandes editoriales son escasas, como portadas de Transmetropolitan, una colaboración con Alan Moore en una historia de Tesla Strong o una historieta en aquel Strange Tales que sacó Marvel en la primera década del siglo.

Con Locas Jaime Hernández demuestra ser un autor comprometido y fiel a su obra, que no deja de ser autobiográfica en el sentido no de contar su vida, sino de contar lo que le ha construido como persona, su infancia skater, su juventud punk, su amor por los cómics, su madurez reflexiva y, sobre todo, su amor y respeto por las mujeres a las que nos enseña a amar y respetar.