Desde que Blackhand & Ironhead terminó allá por septiembre de 2018, el público se quedó salivando con ganas de más. La aproximación de David López a los superhéroes abrazaba algunos de los tropos de género, mientras que proponía una lectura puramente fresca, desprejuiciada, sin el menor atisbo de pretenciosidad y sumamente entretenida. Fue uno de los cómics que sorprendió a propios y extraños en el momento de su estreno, con lo que su retorno era tan inevitable como esperado.
Y ha sido hoy mismo cuando se ha producido el acontecimiento y no se puede decir otra cosa que no sea que ha valido la pena la espera. Este arranque retoma la historia desde una perspectiva continuista, pero es capaz de proponer las suficientes cosas nuevas como para seguir manteniendo la atención del lector desde la primera página.
Durante esta lectura se está con una sonrisa de oreja a oreja. Se nota que es un proyecto que ha sido trabajado con mucho mimo y pasión, con lo que uno se siente implicado puesto que no deja ir a más en cada página. Es un cómic que te atrapa y que parece que busca despertar en ti cierta camaradería, puesto que tiene la cualidad de que, al leerlo, no se tiene la impresión de que necesite deslumbrarte ni ponerse encima de ti para descubrirte una verdad. Por el contrario, te mira como igual y quiere que sientas la diversión que parece haber motivado su existencia.
Por no hablar de la capacidad de crear un universo superheroico perfectamente coherente desde la nada. Aunque no tenga una ambientación específica, sí que se nota esa sensibilidad española en esa búsqueda de cierta desmitificación, sin llegar al extremo de los británicos, desde un amor casi ingenuo al género. Todo ello sin miedo a abrazar la grandilocuencia propia de estas historias y huyendo constantemente de otros ejemplos a los que pudiera llegar a parecerse. Esta obra ha venido a llenar un hueco en el mercado que no estaba cubierto, puesto que los cómics de superhéroes suelen ubicarse en dos extremos; el amor y el homenaje y la deconstrucción y/o destrucción. Resulta algo que no se había visto de la forma en la que lo ha hecho su autor,y ahí reside su gran fortaleza.
El guion de David López (tutorizado por el prolífico David Muñoz) viene cargado de peripecias y giros la mar de interesantes. Tras un arranque in media res, no tarda en poner todas las fichas del tablero en unas posiciones sorprendentes. Son lugares totalmente nuevos para los personajes respecto a lo visto en el primer volumen. Eso supone que vemos nuevas interacciones entre los estos, con lo que ganan matices sin perder ni un gramo de su carisma.
Las dos protagonistas parecen que seguirán un camino inverso al que recorrieron en el primer volumen, con lo que ahora son unas proscritas perseguidas por la ley, a raíz de lo acontecido en el anterior volumen. La estructura seguida parece de persecución constante, por lo que el ritmo de este primer número es muy ágil y frenético.
A pesar de que haya ganado peso la acción y recuerda a esas historias de conspiraciones de los setenta, no quiere decir que se hayan olvidado en absoluto de momentos pequeños. Los diálogos siguen siendo extensos y contribuyen a definir bien tanto cuestiones argumentales como caracterización, pero logran ser muy fluidos y dan mucha verdad al resultado final. No es sencillo llegar a ese punto. Además, contribuyen a tener ese tono tan logrado entre grandilocuencia y humor, aunque en este segundo volumen parece haber ganado peso lo primero.
El segundo volumen de Blackhand & Ironhead vuelve a ser una demostración de por qué David López es un autor con una voz original a la que conviene estar atentos. Toda su experiencia hasta el momento, la aplica aquí y se nota una obra que está más que meditada y es algo que quería contar. Y lo hace de un modo accesible, amable, divertido y cercano. Y eso no es algo que se pueda decir de la gran mayoría de los cómics que llegan al mercado.
El dibujo de este artista mantiene los hallazgos estéticos del primer volumen, pero opta por una espectacularidad y una mayor limpieza, si cabe, en su trazo. Funciona como un reloj tanto para momentos dramáticos como los de un tono más cómico y siempre abraza la sencillez de la lectura y un clasicismo narrativo que le sienta a la perfección a esta serie. Es una acercamiento estético muy dinámico con el que se siente como se toman constantemente las decisiones adecuadas.
Los colores de Kike J. Díaz son muy vivos y variados de un modo que se aprecia ciertos motivos coloristas propios del género. Pero, a su vez, los implanta de una manera que logra ser un cómic eminentemente contemporáneo. Su trabajo suma al dibujo de López y aporta un aire pop que le sienta fenomenal a la identidad visual, además de ir en consonancia con las intenciones creativas de la obra.
Este ejemplar, además del propio arranque, viene complementado con un metacómic con el que se incluye algunas de las reseñas positivas de artistas y guionistas profesionales, los agradecimientos del autor y una explicitación del proceso creativo. También se han incluido una cantidad generosa de bocetos con la correspondiente explicación de López. Todo ello al precio que el lector estime oportuno, puesto que ese es el modelo a seguir de Panel Syndicate.
El arranque de las nuevas aventuras de Blackhand & Ironhead es todo lo que cabría esperar y más. Una premisa potente que demuestra, de nuevo, sin necesidad de fardar de nada, las capacidades narrativas y artísticas de su creador. Mantiene todos los aciertos que hicieron del primer volumen una de las lecturas más deliciosas que había dado el género en el siglo XXI y dobla la apuesta con una historia más ambiciosa que promete que será muy satisfactoria. Sin hacer ruido ni alardear, consigue ser todo lo que debería aspirar a ser cualquier continuación.