Yuko y Oen (Satori Ediciones, abril y mayo de 2021) marcan el retorno editorial en castellano del clásico del manga Ryoichi Ikegami, a través de estas dos antologías que recogen, respectivamente, diversas de sus historias como autor completo más recientes y de sus inicios, poniendo de nuevo de actualidad a un autor siempre respetado por estos lares pero que nunca ha sido especialmente demandado por los lectores.
A punto de cumplir los 77 años, Ikegami está considerado como un maestro en su país, donde ha estado publicando hasta hace poco la serie Begin. En España le conocimos en 1992 como dibujante de la recordada Crying Freeman (Planeta) , una de las primeras series que siguieron al desembarco Dragon Ball que propició la llegada en tromba del manga a nuestro país, y quizás una de las más celebradas debido al virtuoso dibujo de Ikegami y la combinación de acción, intriga y sexo de la serie.
La historia de pasión y tormento del mortífero asesino tatuado que lloraba al ejecutar a sus víctimas, con desatados guiones de un Kazuo Koike muy alejado del tono de Lobo solitario y su cachorro, fue celebrada por su tono adulto y atrajo a lectores recelosos del por entonces incipiente cómic japonés que se rindieron ante el derroche gráfico de un Ikegami que, al igual que su idolatrado Neal Adams, sabía qué teclas pulsar para ganarse al fan del dibujo detallado y realista.
En poco tiempo, a Crying Freeman le acompañarían Santuario y Mai, la chica con poderes. La primera, una intensísima y aclamada saga de yakuzas y políticos escrita por Sho Fumimura o, lo que es lo mismo, Buronson, guionista de hits como El puño de la estrella del norte, y principal colaborador de Ikegami a lo largo de los años. La segunda, una historia muy en la línea de Ojos de fuego de Stephen King o similares de los poderes que se manifiestan en la pubertad como metáfora de la adolescencia y sus huidas.
Todas estas obras venían precedidas de un cierto éxito en su edición estadounidense de la mano de Viz, de donde procedían los materiales que permitieron editarlas en sentido de lectura occidental. En muchos caso, además, la traducción al castellano se realizaba de la edición inglesa y no del material original japonés. Tanto Crying Freeman como Santuario (que contaría con algunos números adicionales publicados en formato pirata) quedarían inconclusas.
La primera oleada del manga en España dejaría muchos cadáveres editoriales a su paso, siendo uno de ellos el de Ryoichi Ikegami. Así, pasaría una década hasta que se produjese la vuelta de este dibujante de cinematográfica espectacularidad, capaz de crear impactantes composiciones de imposible y melancólica belleza y con una celebrada capacidad para convertir en realidad las más descabelladas acrobacias (ya fuesen marciales o sexuales) surgidas de las mentes de sus guionistas.
La Biblioteca Pachinko de Planeta publicaría en 2002 Strain, un nueva colaboración entre Buronson e Ikegami en la que retomaban su gusto por el noir asiático, con corrupción, bajos fondos, balas y sexo. Una serie quizás no brillante, pero sí reivindicable, que serviría como antesala a las ediciones completas y más canónicas de Crying Freeman (Planeta, 2005) y Santuario (Otakuland, 2004). También a Ryogetsusho, Relatos misteriosos del fin del Shogunato (Glénat España, 2004) serie de samurais llena de sangre y erotismo, prfimera obra de Ryoichi Ikegami como autor completo publicada en castellano.
El rastro del camino de Ikegami en España volvería a desvanecerse durante más de una década. En 2018 ECC Ediciones hacía honor al carácter imprevisible de su catálogo de cómic japonés recuperando al dibujante a través de Adam y Eve, una obra de dos tomos escrita por Hideo Yamamoto (Homunculus) en la que el tema principal volvían a ser los yakuzas. Esta vez, abordados de una manera que buscaba (y consegía casi siempre) sorprender página tras página en la que Ikegami una puesta al día con fondos más detallados y una cierta sobrecarga de grises. Publicada en Japón entre 2015 y 2016, Adam y Eve muestra a un artista en plenitud de facultades y con mucha cuerda por delante.
Ha habido que esperar a 2021 para que lleguen, casi de golpe, casi un millar de páginas de material inédito de este artista procedente de la Prefectura de Fukui. Satori Ediciones publicaba en abril «Yoko» un tomo similar al publicado en Francia por Delcourt en 2017 que incluye historias publicadas originalmente entre 1991 y 1997 en Japón. Doce historias con un profundo afán de exploración estética cargados de obsesiones, tragedia y sexo, algunas de ellas adaptadas de obras literarias, todas con su guion a su cargo.
Casi sin esperar, Satori ha publicado a principios de mayo un volumen de similares características. Oen coincide en formato y tamaño pero difiere en contenido, ya que las nueve historias que contiene se remontan a los primeros compases de Ikegami como autor, centrándose en sus primeros trabajos para los kashihon (revistas destinadas a librerías de alquiler de manga) y la revista Garo, publicación fundamental del gekiga, género de manga rupturista y alternativo especialmente vivo entre finales de los años cincuenta y la década de los setenta.
En Oen vemos a un Ryoichi Ikegami que juega con géneros como el histórico o la aventura fantástica mientras pule un estilo que parte del propio Osamu Tezuka o Shigeru Mizuki (de quien fue ayudante) para pasar por Sampei Shirato o Takao Saito. En pocas ocasiones el público español ha tenido la posibilidad de disfrutar de ejemplos tan variados de la trayectoria de un mangaka.
Ryoichi Ikegami es un maestro que ya nunca volverá a estar de moda con una producción inmensa que, en castellano, se ha podido disfrutar de manera caprichosa y a veces contradictoria aunque, pese a las ausencias, ha permitido que una comunidad pequeña pero entregada desarrolle una fascinación por este talentoso dibujante que se prolonga durante cuatro décadas.