El caso Antonio Martín: Carlos Boyero, Goya al Mejor Actor

Miguel Ángel Uriondo es co-fundador de Sala de Peligro, divulgador, experiodista y amante del cómic. No «amante» como para que se preocupe su mujer. Pero le gustan mucho los tebeos.

En Sala de Peligro nos dedicamos a la divulgación, así que probablemente estemos tirando piedras contra nuestro propio tejado. Pero tenemos que ponernos del lado de los autores y denunciar la concesión a Antonio Martín del Gran Premio del Cómic Barcelona. 

Fue el gran debate del 30 de mayo. A pequeña escala, claro. Si preguntas a cualquier ciudadano por el tema más polémico relacionado con Barcelona de la jornada, difícilmente nadie habría respondido que fuese éste. Pero más de 200 autores de cómic han reaccionado en un comunicado al hecho insólito de entregar a un editor y divulgador un premio que tradicionalmente, y como dictan las bases, se ha destinado a guionistas o ilustradoresNuestro guionista de barrio ya ha escrito sobre el tema con bastante criterio.

Hay quien dice que no va a discutir la faceta como divulgador de Antonio Martín. No sabría deciros. Llevo años leyendo cómic y sobre cómic y jamás he leído nada suyo. Ni su Historia del cómic español: 1875-1939 ni sus Apuntes para una Historia de los Tebeos. En parte porque, pese a que no discuto su interés, ambos están descatalogados.  Son TAN importantes.

Sí que soy lo bastante mayor como para haber leído a Román Gubern y Luis Gasca (cuya obra de referencia sí se pueden comprar), lo bastante agradecido como para reconocer lo que hizo por esta forma de arte Luis Alberto de Cuenca y lo bastante joven como para considerar a Álvaro Pons mi referente generacional. Pero, para mí, Antonio Martín era el editor que gritaba ROARGH en los tebeos de Cels Piñol y el señor que demandó a David Ramírez por un chiste.

No es un autor de cómic

Pero me niego a entrar en la polémica sobre la demanda a Ramírez. Reconozco que agudiza mi falta de simpatía (y empatía) por Antonio Martín, pero diría que no es correcto mezclar conceptos. El motivo por el que es inapropiado conceder el Gran Premio a Antonio Martín no es que sea un impresentable. Es que no es un autor de cómic.

Es el mismo criterio por el que no firmé el comunicado conjunto de los autores criticando la decisión. ¡Porque no soy un autor de cómic! O el mismo criterio que impida que Carlos Boyero, pese a sus contribuciones al cine, no haya ganado nunca un Goya al Mejor Actor. 


¿Cómo resolver el marrón? Cómic Barcelona debe recuperar el premio a la divulgación, concedérselo a Martín y volver a conceder el Gran Premio. Esta vez a un autor de cómic. Al que sea. Son 2.500 euros más, pero les sale barato.

¿Lo harán? Es difícil de saber. El único miembro del jurado que se ha pronunciado en un medio ha sido Antonio Altarriba (El arte de volar), en declaraciones a El Periódico.

«No tengo intención de cambiar mi voto -cuenta a este diario un rotundo Altarriba-. Considero el fallo inapelable y me ratifico en la decisión del jurado, que por otra parte es soberano. Y soy totalmente contrario a los argumentos que defiende esta nota de autores. El tema se ha desorbitado».  Según el reconocido guionista, que también apunta que hay muchísimos autores que no suscriben el comunicado, cuando se barajó el nombre de Antonio Martín se hicieron consultas a la organización para certificar que el premio podía dársele «a este autor de obras sobre cómic con una probada trayectoria y una influencia decisiva en el cómic español». Y, ante la falta de objeciones, el jurado mantuvo «un debate largo y enriquecedor» y sin polémicas internas.  

Antonio Martín no es un extraterreste en el mundo del cómic sino uno de los mejores investigadores del medio que hemos tenido junto a otros pioneros como el desaparecido Juan Antonio Ramírez, o Román Gubern y Luis Gasca, a quienes nunca se les ha premiado su dedicación en unos años en que investigar sobre tebeos era terreno virgen y toda una hazaña –opina Altarriba-. Como autor me han enseñado muchas cosas y descubierto muchas obras. Su trabajo no es algo parasitario respecto al medio sino que tiene fundamentos creativos y estimulantes. Si el cómic ha llegado donde está en parte es también por esa labor de divulgación».  

Vengo de ver El método Kominsky, que habla de la tradicional confrontación entre formación y arte. ¿Divulgan y enseñan aquellos que no son capaces de crear? En mi caso, desde luego. Pero vamos. Se han escrito miles de páginas sobre la función crítica en relación a las obras. 

Una de mis favoritas, por lo accesible, es la famosa cita de Antón Ego en Ratatouille

“La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos. Arriesgamos poco, y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Nos va muy bien con las críticas negativas – divertidas de escribir y leer- pero la triste verdad que debemos afrontar es que, en el gran orden de las cosas, cualquier pedazo de basura es más significativo de lo que dejamos ver en nuestra crítica. Pero en ocasiones el crítico sí se arriesga, lo hace cada vez que descubre y defiende algo nuevo… El mundo suele ser cruel con el nuevo talento, las nuevas creaciones… Lo nuevo necesita amigos. Anoche experimente algo nuevo, una extraordinaria cena de una fuente singular e inesperada, decir sólo que la comida y su creador han desafiado mis prejuicios sobre la buena cocina subestimaría la realidad. Me han tocado en lo más profundo. En el pasado, jamás oculté mi desdén por el famoso lema del chef Gusteau:´Cualquiera puede cocinar’.

Pero al fin me doy cuenta de lo que quiso decir en realidad: ´No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier parte´. Es difícil imaginar un origen más humilde que el del genio que ahora cocina en el restaurante Gusteau, y quien, en opinión de este crítico, es nada menos que el mejor chef de Francia. Pronto volveré a Gusteau… hambriento”.

Sin duda, el cómic necesita amigos. Siempre los ha necesitado. Todos los que escribimos en Sala de Peligro nos sentimos amigos del cómic y trabajamos para defenderlo. Pero no seríamos tan amigos del cómic si le robásemos la novia. Antón Ego era un cretino, pero al menos demostró ser un tipo justo al final de la película. Lo que está claro es que, en Ratatouille, nadie contemplaba la posibilidad de darle una estrella Michelín.