Alan Moore y Kevin O’Neill crean el homenaje definitivo al cine

Son muchas las definiciones de lo que es o no es el cine. Algunas de ellas son contradictorias u opuestas. Es un viaje absolutamente introspectivo, pero también es una experiencia social (mientras que la pandemia lo permite. Es verdad contada a través de artificios y mentiras. Es una ilusión de movimiento. Son emociones. Es imaginación. Es tantas cosas que seguramente de acabaría el diccionario antes de encorsetarlo.

Algo parecido se puede decir del trabajo de Alan Moore. Es alguien que hasta en sus obras “menores” se encuentra una destreza narrativa que, a día de hoy, sigue siendo inalcanzable. Y Cinema Purgatorio es la enésima demostración de esta afirmación. Y es que la aplicación iconoclasta sobre el arte cinematográfico no pilla de nuevas a nadie. Pero es difícil pensar en un ejemplo que lo haga de una manera tan sugerente, atrevida y refrescante.

Con este proyecto ha intentado hacer algo distinto: homenajear un arte que, innegablemente, le ha influenciado pero que nunca ha llegado a afirmarlo, comentarlo o tratarlo. Y por ese motivo tiene la fuerza y la electricidad de una primera toma de contacto. Las ideas de este trabajo podrían haber sido publicadas en un ensayo tratando de exponer su visión del séptimo arte. Pero, por el contrario, decidió hacerlo a través de la ficción.

Este cómic fue publicado originalmente a través de Avatar Press como parte de una antología colaborativa en la que participaron distintos talentos de este medio. Pero en lo que aquí respecta, la parte de Moore son historias cortas de menos de diez páginas durante dieciocho números.

El lector toma la perspectiva de una protagonista (hasta el punto de estar narrado con un omnipresente plano subjetivo) que va constantemente al mismo cine a ver distintas películas, quiera ella o no. Sin embargo, el cine es un lugar siniestro en el que siempre están las mismas extrañas personas como parte de la decoración.

La estructura se mantiene la misma: es una reproducción de cualquier entrada al cine. La reflexiva protagonista llega al recinto, entra en la sala. La película se ve sin más cuadros de texto y, finalmente, lanza unas reflexiones finales.

Por tanto, hay dos niveles de ficción dentro de esta obra. En la cinematográfica, en cada una de las películas que el cine proyecta, Alan Moore hace una inteligentísima deconstrucción de un género. Moore, cual iconoclasta, se pregunta la necesidad de reproducción de ciertos tropos argumentales que ya están manidos. A pesar de que pueda sonar un tanto arbitrario, en el clímax de la obra le logra dar una coherencia de una forma maravillosa.

En el segundo, recordando en ciertos momentos a Jiro Taniguchi, hay una aproximación observacional al ambiente que se respira en el cine. Hay una atmósfera malsana que termina germinando en un contenido metafísico y simbólico al que se le pueden dar multitud de lecturas (todas ellas válidas).

El bardo de Northampton también es capaz de cargar sus tintas (con cierto subtexto) contra sí mismo, contra las empresas en las que trabajó y contra el género que revolucionó: los superhéroes. Pero lo hace desde la pasión que siente hacia él, como viene siendo habitual. Hay mucha ambigüedad y una huida de los lugares comunes que enriquecen esta obra. Resulta particularmente interesante ver cómo interpreta ahora mismo a sus trabajos previos, siendo algo que da coherencia al todo de su obra. Es un autor veterano reinterpretando parte de su carrera. Y eso siempre es interesantísimo.

Cinema Purgatorio no es una obra para todos los públicos. Es compleja a pesar de que se sienta como uno de los trabajos más pasionales y emocionales del Moore que estaba a punto de finalizar su relación con los cómics. Un cómic revisionista que te enseña que todavía queda mucho por descubrir. Una ácida y sutil crítica a los mecanismos y a la producción de la ficción cinematográfica. Pero también es una carta de amor. Porque, por muy turbio que pueda llegar a ser, los cines son nuestra casa y aquellos que trabajan ahí y con los que compartimos sala, nuestra comunidad. En tiempos en los que se llevan muchos meses sin pisar una sala, no está de más recordarlo.   

El dibujo de Kevin O’Neil sigue manteniendo las mismas trazas autorales y caricaturescas que han marcado su estilo. Pero esta vez está manejando un violento uso del blanco y negro con mucho acierto. Todo contribuye a generar esa sensación de irrealidad surrealista que insistentemente busca esta obra. No es un trabajo tan espectacular como el que se puede ver en otros trabajos como La Liga de los Hombres Extraordinarios o Marshal Law, pero sí es que verdaderamente efectivo y coherente con el todo. Además, demuestra mucha más versatilidad, puesto que al ser una obra que toca todos los géneros habidos y por haber, consigue adaptarse a ellos sin rechinar por un momento. Seguramente vaya a ser reconocido por los trabajos ya mencionados, pero eso no debería restar ni un solo mérito a otro trabajo excelente.

El tomo de Panini Comics recopila todas las historias que componen esta obra de Alan Moore en un tomo que incluye todas las portadas.

Cinema Purgatorio: Esto es Cinerama es una oda al arte cinematográfico de un Moore con un incipiente interés en este medio. Un trabajo de madurez que sabe explorar una premisa tan extraña como estimulante. El infinito al precio de una entrada.

Título: Cinema Purgatorio: Esto es Cinerama
Guión: Alan Moore
Dibujo y entintado:  Kevin O’Neill
Edición Nacional: Panini Cómics
Edición original: Avatar Press
Formato:   Tomo cartoné de 168 páginas a color
Precio: 20 €