Título: Tragones y Mazmorras |
Guión y dibujo: Ryôko Kui |
Edición Nacional: Milky Way Ediciones |
Edición original: Harta Magazine |
Formato: Rústica, 192 páginas |
Precio: 8,50 € |
Hace poco llegó a las tiendas el número siete de Tragones y Mazmorras, serie que está desesperando a los más impacientes ya que ha tardado más de un año en salir. Y aunque los perros viejos como yo no tengamos mucho problema con esto de esperar años por que salga el siguiente número la verdad es que esto no le hace ningún favor a la serie, pero ya llegaremos a eso.
Dungeon Meshi (ダンジョン飯), o Tragones y Mazmorras como muy hábilmente el bueno de Marc Bernabé tuvo a bien traducir, es un manga muy… curioso que mezcla el género culinario, que tiene mucho tirón en Japón, con lo que viene siendo el rol de toda la vida, ese de libro, papel y dados de muchas caras. En él se nos cuenta la historia de un grupo de aventureros se adentra en unas misteriosas mazmorras para encontrar la misteriosa Nación Dorada y, por supuesto, un montón de tesoros. El problema surge cuando este grupo se encuentra con un terrible dragón que devora a la hermana del protagonista y les hace huir, perdiendo por el camino sus provisiones. Entonces Laios, el “líder” del equipo junto con su equipo, el pícaro Chilchak, la bruja Marcille deciden volver a rescatar a su hermana Farin antes de que el dragón la digiera. Para ello además contarán con la ayuda de un extraño enano llamado Senshi que les enseña a cocinar usando los recursos que se encuentren en las mazmorras.
Bien, pues todo esto que podría parecer un resumen de toda la trama es solo el punto de inicio del cómic. Sí, si esto os ha parecido mucho ya os digo que el manga va siendo cada vez más y más profundo. Por desgracia lo es de una manera muy lenta. El primer arco lo componen los 5 primeros números (hablo siempre basándome en la edición española) que se centran en el rescate de Farin y aunque no se desvía mucho de eso se puede ver que el trasfondo es mucho más grande y que solo atisbamos a ver la punta del iceberg. El segundo arco ha despegado más despacio y aunque promete ir desgranando más y más el lore de la mazmorra (¡Y de los reinos que componen ese mundo!) por el momento no ha avanzado mucho la cosa.
Los capítulos tienden a tener una estructura similar entre si, una estructura muy dungeonera eso sí. El grupo entra en una sala, se enfrentan a un peligro y buscan como derrotarlo. Los que juguéis a juegos de rol clásicos os sonará esto, el cómic no oculta sus referencias a Dungeons & Dragons y otros juegos de rol. Pero lo que que primero llama la atención en este cómic es la gastronomía. Gracias a los conocimientos del enano con cada criatura a la que se enfrentan cocinaran uno o varios platos, cada cual más original que el anterior, que les ayudarán a seguir adelante. Mandrágoras, huevos de cocatriz, basiliscos… todo es aprovechable. Es sabido el amor que tienen los japoneses por la comida y da gusto leer como su autora detalla con cuidado cada receta, paso a paso, como si de un recetario real se tratara. Es curioso y divertido de ver al principio pero es un chiste que poco a poco va perdiendo fuelle.
Sus personajes, tanto el grupo principal como otros personajes que van apareciendo más adelante en la historia son personajes divertidos y entrañables, de esos que es fácil coger cariño. Son personajes típicos y tópicos de D&D (el guerrero simplón, la maga inteligente, el pícaro que mira por sí mismo, etc.) pero la autora consigue dotarles de una personalidad con la que el lector puede empatizar fácilmente. Esto sumado al dibujo, muy cuidado y lleno de detalle es lo que apoya la obra. Quizás lo que más destaca en el dibujo de Ryoko Kui es la atención por el detalle. Cada viñeta está poblada de detalles, de personajes expresivos que aunque en un principio parece sencillo encierra mucho más de lo que aparenta. Un poco como la mazmorra que ha creado. Contrasta con este hecho que en algunas viñetas los fondos brillen por su ausencia lo que quizás sea el mayor fallo que le saco al dibujo.
El problema de esta obra, como ya vengo augurando en los párrafos anteriores, es que pierde rápidamente la novedad. Al principio es muy curioso y entretenido ver cómo van cocinando distintos platos con distintos monstruos y criaturas pero llega un momento que el interés del lector no se centra en si van a preparar gachas de minotauro o rollitos de primavera de setas andantes sino que su atención se centra en la historia. ¿Estará viva Farin? ¿Quién es esa extraña bruja que habita en las profundidades? Al final después de leer varios números lo que uno quiere es que la historia avance y ver cómo evolucionan los personajes y perder dos o tres páginas por capitulo con una receta es algo más molesto que divertido.
Esto se junta con que a su vez la historia va dejando miguitas de pan sobre lo que hay bajo la cobertura del pastel. Y es que aún no hemos probado nada más que un trocito muy pequeño de lo que esta obra podría llegar a ofrecer. El problema es que estas pequeñas migas van demasiado lentas, tan despacio que es normal que el lector se pregunte si merece la pena seguir o si una vez leído el primer arco ya no hay ninguna novedad. Si a esto sumamos lo que ha tardado el último número en llegar casi se podría pensar que la serie está condenada. Nada más lejos de la realidad.
Os seré sincero antes de leer este último tomo número siete tenía bastante claro en que dejaba de seguir la serie. Luego lo leí y al terminarlo, como cuando juego una partida de rol con mis amigos y se nos pega la hora, pensé: Venga, sigamos un poco más, quiero saber a dónde nos lleva esto.