El necesario contexto
Cada editorial tiene sus palabras fetiche y para Marvel son “Guerra” y “Secreto”. Cuando un fan escucha esas dos palabras piensa en territorios construidos a partir de otros territorios convertidos en campo de batalla entre héroes y villanos. Sin embargo, en nuestro mundo real, las guerras secretas conllevan espionaje, operaciones encubiertas y los más oscuros rincones de los Gobiernos, conceptos que no son ajenos a Brian Bendis, que ya en 1993 escribió Fire, una interesante historia de espionaje.
En 2004, convertido en uno de los factótums creativos de Marvel, Bendis desarrolló la miniserie de 5 números Secret War, donde Nick Furia, el superespía de Marvel por antonomasia, lideraba una operación secreta de infiltración en Latveria. Con ese fin reclutaba a Spiderman, la Viuda Negra, Luke Cage, Daredevil, el Capitán América y Lobezno y les enfundaba en unos nuevos trajes de camuflaje que no dejaban la menor duda de quién era cada uno. En esta miniserie, dibujada por Gabrielle Dell’Otto. aparecía por primera vez Daisy Johnson, Temblor, una joven agente de SHIELD con poderes sísmicos.
Esta acción encubierta llevó a represalias en forma de ataque terrorista superhumano en Nueva York. Solo habían pasado tres años del 11-S, recordemos. Al conocerse la responsabilidad de Furia en el ataque a Latveria, este tuvo que abandonar su cargo como Director de SHIELD y pasar a la clandestinidad.
Marvel pasaba en aquel momento por uno de sus mejores momentos creativos y de interés, en el que los distintos eventos iban marcando el escenario común donde se movían los personajes de la editorial: Dinastía de M, Civil War o Invasión Secreta sacudían el status quo continuamente y aunque Invasión Secreta pueda ser bastante discutible, establecía a Norman Osborn como nuevo Jefe de Seguridad, es decir, el nuevo Nick Furia y, consecuentemente, dejaba fuera de la ley a la mayoría de superhéroes o, al menos, al filo de la legalidad. 2009 fue un muy buen año si eras lector de Marvel.
Nick Furia salía de la clandestinidad en la batalla final de Invasión Secreta comandando a un nuevo equipo de (anti)héroes a los que había reclutado en las páginas del número 13 de Poderosos Vengadores para enfrentarse a la amenaza skrull que había recién descubierto al averiguar que su novia, la Condesa Valentina Allegra de la Fontaine era un extraterrestre multiforme.
Entraban los Guerreros Secretos.
De Bendis a Hickman y tiro porque me toca
La líder del nuevo grupo era la antes citada Daisy Johnson, hija del supervillano Mr. Hyde. Bendis decidió que todos los miembros compartieran esa característica de ser “hijos de”. Así, Yo Yo Rodríguez era hija del Grifo, Sebastian Druid era hijo del Dr. Druida, Stonewall era hijo del Hombre Absorbente, Hellfire era nieto del Jinete Fantasma, y Fobos era el hijo de Ares. Furia también intentó reclutar a Layla Miller que no quiso unirse porque “sabía cosas”. Ya en la serie dedicada al grupo se unió Colector, el teletransportador aborigen australiano entrenado por Pórtico.
El primer arco argumental de la serie estuvo coescrita por Brian Michael Bendis y Jonathan Hickman, que pronto tomó el relevo en solitario dándole su propia voz y sus propios temas a la historia. Para empezar, obvió todo el tema de que los protagonistas eran hijos de villanos, algo que ya había sido el leit motif de Runaways, de Brian K. Vaughan. Aunque Hickman ha escrito muy buenas historias con ese tema, como Este del Oeste, no quería dejar el peso en una historia de hijos que se tienen que redimir por los pecados de los padres. La excepción fue la relación de Fobos, semidiós de 10 años, con su padre Ares. No, a Hickman le hacían los ojos chiribitas con las posibilidades de historias conspirativas, de dobles y triples juegos, organizaciones secretas, cábalas aún más secretas y traiciones que podía sacar jugando en el mundo de Nick Furia.
Es un lugar común decir que cualquier género es válido dentro del mundo de los superhéroes, y eso incluiría el del espionaje. Sin embargo, por razones que se me escapan, ni Nick Furia ni la Viuda Negra han conseguido nunca tener series de largo recorrido basadas en sus aventuras. Sí etapas memorables como la mítica de Jim Steranko con Nick Furia, que con cuatro números (literalmente) construyó fama y carrera. Quizás una razón sea lo limitado del subgénero -al fin y al cabo, a lo que se dedica un espía es a espiar- y, sobre todo, lo limitado del enemigo al que enfrentarse, que o es Hydra o es la propia SHIELD, como en la excelente maxiserie de finales de los 80 escrita por Bob Harras y dibujada por Paul Neary.
Hickman no renuncia a esos parámetros. De hecho, no podía hacerlo: en esos momentos de la Historia del Universo Marvel Furia no pertenecía a SHIELD, que además había sido convertida en HAMMER por un Norman Osborn que le tenía especial ojeriza, y por otra parte mantenía su particular guerra con Hidra. Pero si ya llevar un conflicto contra dos super organizaciones de espías podía parecer complicado Hickman rizó el rizo a su particular manera añadiendo Leviatán, la Hidra soviética y a un proto-Zodiaco formado por algunos de los mejores espías de los años 60 que, por supuesto, se reunían alrededor de una mesa redonda en una base hipersecreta.
Los 28 números de la serie son una montaña rusa de ataques, contraataques, traiciones, trampas y juegos de intelecto. Hickman cuida el apartado villanesco con ese Alto Consejo de Hydra en el que no faltan personajes clásicos como el Barón Von Strucker, Víbora, una nueva Madame Hydra, recién llegados como el Gorgon creado por Mark Millar y alguno creación propia, como el tentacular Hive, que tenía su propio tipo de letra, como no podía ser de otra forma tratándose de un cómic de Hickman. Tampoco se corta en explorar el pasado de Furia trayendo de vuelta, de una manera u otra, a su hermano y a su hijo, a un montón de agentes de SHIELD como el John Garrett de Elektra Asesina y a los mismísimo Comando Aulladores con Dum Dum Dugan y Gabe Jones en sus filas. Y como había pocas cosas también aparecen los Newton y Leonardo Da Vinci de la complicadísima serie de S.H.I.E.L.D. que empezó a escribir en 2010.
Hickman y la Invasión Italiana
A Jonathan Hickman se le suele achacar que para él los personajes son elementos de quita y pon con los que juega a su antojo para pergeñar la historia que quiere contar. Eso suele ser cierto cuando esos personajes son los estandartes de la editorial, aquellos con los que sabe que puede conseguir epicidad pero no emotividad, porque la emotividad siempre necesita de unos cambios que no se puede permitir con los iconos pero sí con personajes secundarios. En Guerreros Secretos todos los personajes tienen su momento, y se preocupa por construir relaciones entre ellos que nos hagan comprender que son un grupo que se lleva bien sin necesidad de estar repitiendo todo el rato “somos familia”.
Como ya dijimos anteriormente no explota el hecho de que los protagonistas sean hijos de villanos, pero sí establece relaciones paterno-filiales entre Furia y Temblor y crea un bonito arco para Ares y Fobos con apariciones de los distintos Panteones Divinos. También son muy interesante las sesiones de coaching que se marcan con algunos de los personajes para aumentar su autoestima. Las operaciones encubiertas no son para pusilánimes. Tampoco pueden faltar los gráficos explicativos made in Hickman¸ que le permiten establecer el complicado escenario en el que se mueven sus personajes sin necesidad de explicaciones que solo lastrarían la historia.
El apartado artístico es una auténtica invasión italiana, siendo el dibujante más destacado el sólido Stefano Caselli, un artista que en esta obra denota ciertas influencias del manga de estilo más realista. Caselli se alternaba en arcos de seis números con Alessandro Vitti, un artista que consigue una extraña mezcla entre Travis Charest, Dustin Nguyen y Salvador Larroca. Al final de la serie no pudieron mantener el ritmo, lo que obligó al editor Bill Rosemann, (heredero de Tom Brevoort en la serie) a encargar números a Gianluca Gugliotta, al croata Mirko Colak, y a nuestro David Marquez.
No podemos dejar de comentar las excelentes portadas de Jim Cheung realizadas a partir de un diseño de Hickman. Cheung realizó 22 de ellas, y las seis restantes recayeron en un meritorio Paul Renaud.
Panini está publicando esta serie dentro de la colección Marvel Saga y, a pesar de la supuesta complicación de la historia se trata de uno de los Hickmans más asequibles y divertidos, recomendable tanto para los fans del autor como para todo el que quiera leer una trepidante historia de espionaje al estilo Marvel.