Los procesos creativos son duros. Y es muy difícil que quien no los ha sufrido sea capaz de comprenderlos. Se trata de una serie de intangibles (como el tener que enfrentarte a ti mismo, a un nivel de autoexigencia, de dudas y de inseguridades, a la constante frustración por no poder avanzar o por ser incapaz de alcanzar tus propias expectativas) que, por su propia naturaleza introspectiva, son muy difíciles de transmitir o de expresar de forma adecuada.
De este tipo de crisis han salido grandes obras, pero parece que siempre se les escapa el intentar alcanzar a un público mayoritario que está más interesado en comerse el plato y que no tiene interés por saber cómo se ha cocinado. Y el conseguir no expulsar a ningún lector parece que ha sido el objetivo que se ha marcado el polarizador Grant Morrison en la producción de este cómic.
Seguramente sea debido a que se publicó a través de Legendary Comics, especializada en franquicias cinematográficas, y, por tanto, es probable que tuviera ciertas aspiraciones de adaptación cinematográfica. No en vano, lo que cuenta este cómic es como un guionista (con algunos parecidos con Grant) con cierto prestigio perdido debe completar el guion con el que recupere el éxito. Sin embargo, todo cambia cuando aparece en su vida el personaje protagonista del guion que está escribiendo y que, de algún modo, ha conseguido transportarse a la realidad.
La narrativa está planteada a dos niveles: la realidad en la que el protagonista debe terminar su trabajo y el ficcional del que proviene el intruso. Evidentemente, en cualquier trabajo metaficcional que se precie, ambos niveles se retroalimentan y están conectados entre sí. Pero, en este caso, lo están a tal nivel que quedan difuminados y cuesta distinguir tanto cual es real y cual no lo es, así como los límites de uno y de otro.
Además, resulta bastante interesante el trabajo de caracterización. Son personajes muy extremos que beben de unos referentes culturales no explicitados (a pesar de que son muy claros) pero consigue darles las suficientes cualidades humanas para que el lector empatice con ellos con facilidad. Además, son grises y te coloca en posiciones morales, cuanto menos incómodas y, por ende, estimulantes.
El protagonista puede resultar refrescante puesto que, aunque notables, no hay muchos ejemplos de cómics (o películas) destinados al arte de la escritura audiovisual. Eso se debe a que se entiende que se debe priorizar la acción para que el lector/espectador no pierda interés. Alguien sentado y escribiendo durante horas no es lo más trepidante del mundo. Y ese problema se ha flanqueado aquí a través de la compensación. Morrison plantea toda una space opera espectacular en la que la lucha de un individuo rebelde con inquietudes artísticas (entendiéndose como algo que desafíe el estatus quo) se resiste a la opresión en un mundo tan mecanizado que está controlado por una inteligencia artificial, que es la antagonista principal de la historia.
Además, consigue narrar con mucho pulso y ritmo desenfrenado. Las tramas desarrolladas avanzan de manera vertiginosa y no da tiempo a que te aburras. A pesar de no jugar a que haya giros demasiado impactantes, la estructura consigue tener la tensión siempre en alto y hace de esta lectura algo que engancha. Por no hablar de la manera en la que escapa de lugares comunes y plantea más de un concepto fresquísimo.
Aniquilador es un proyecto complejo en su forma, pero, a la vez, es uno de los cómics más sencillos de este autor. Un trabajo que, en buena manera, marca la madurez de Morrison sin abandonar ese espíritu punk que siempre le ha acompañado. El equilibrio alcanzado en estas páginas es extraño, pero funciona de una manera más clásica de lo habitual en este escritor. Parece que se ha buscado una salida de la zona de confort del escocés, a la vez que se sigue ahondando en todas sus obsesiones. Se trata de una de las obras en la que el escocés expone todas sus obsesiones de la forma más clara y accesible posible. Esta puede ser una interesante puerta de entrada para neófitos y, de hecho, parece haberse construido con ese objetivo.
El arte de Frazer Irving acompaña y entiende a la perfección el tono y alimenta a la atmósfera de la historia. Logra componer la página de formas anárquicamente bellas y, fiel a su estilo, da a las páginas un look que, todavía a día de hoy, se sigue percibiendo como algo futurista y extraño (a pesar de ser un incuestionable deudor de Sienkiewicz). Los diseños de personajes son muy imaginativos y se quedarán rápidamente en la memoria del lector. Consigue ser espectacular cuando la historia lo requiere y maneja a la perfección los ritmos. Ahora bien, es perfectamente comprensible que pueda repeler a algunos lectores. Al fin y al cabo, tiene una voz muy marcada, para bien o para mal.
La distinción de los dos niveles dramáticos se ha realizado, principalmente, a través de un tratamiento de color que no podría ser más diferenciado. Tiende a emplear colores complementarios del amarillo y rojo para el mundo del guionista y del azul para el mundo de ciencia ficción. La aproximación es extrema y requiere un cierto tiempo hasta que el lector se acostumbre a este tratamiento. Pero, una vez lo hace, consigue apreciar lo que aquí se ha pretendido realizar. No se emplean herramientas convencionales, pero sí que son muy personales y experimentales.
El tomo de Norma Editorial incluye una introducción de Christopher Meloni y una serie de extras sobre el proceso creativo tanto del guion como del dibujo.
Aniquilador, como no podía ser de otra manera, es una nueva manera de ampliar la consciencia marca de la casa. Una profundización en los demonios que pueden tomar forma durante el proceso creativo. Una elocuente puesta en escena del modo en el que se conectan la realidad y la ficción. Pero, por encima de todo, es un cómic de primer orden surgido de la efervescencia de una de las mentes más creativas y rompedoras que ha dado este medio en colaboración con un artista en estado de gracia que sorprende en cada escena. Ni más ni menos.
Título: Aniquilador |
Guión: Grant Morrison |
Dibujo y color: Frazer Irving |
Edición Nacional: Norma Editorial |
Edición original: Legendary Comics |
Formato: Tomo cartoné de 224 páginas a color |
Precio: 22.50 € |