Guionista de Barrio es la columna de opinión semanal de Fernando Llor (@FernandoLlor). Llor, que cuenta con el poder de la omnipresencia, es autor de obras como El espíritu del escorpión, Teluria 108, Ojos Grises o más recientemente Subnormal, entre otras muchas, así como miembro en activo de la Asociación Profesional de Guionistas de Cómic (ARGH!).
En el tiempo que llevo dando clase esta es una de esas preguntas que suele repetirse cada curso y que no tiene una respuesta rápida y sencilla, más bien todo lo contrario, porque entran en juego múltiples factores y muchos de ellos no tienen que ver directamente con el trabajo autoral sino que dependen incluso del azar.
Antes de arrancar me gustaría aclarar una cosilla: cuando hablo de «sacar un proyecto adelante» me refiero al tiempo que transcurre desde que se empieza a mostrar ese proyecto hasta que se llega a un acuerdo con alguna editorial, se firma un contrato y se empieza la producción.
Y ojo, porque eso, por raro que pueda parecer, no garantiza que el cómic finalmente vaya a ser convertido en un libro y llevado a las librerías. En mi caso son cuatro los tebeos con contrato firmado que nunca se hicieron.
Pero hoy no es día para hablar de eso, ya llegará la santa festividad del día de la bilis para comentar ese tipo de jugarretas de trilero por las que a veces nos toca pasar.
Tiempos, tiempos, tiempos
El factor tiempo es algo muy a tener en cuenta cuando te planteas hacer tebeos.
Todo lo que hagas consume muchísimas horas. Sentarse a la mesa de dibujo, tanto si te manchas las manos con tinta china y gouache como si eres de digital y hace años que el único lápiz que tocas es el del ikea, es lo que más tiempo va a consumir.
Desarrollar la historia a base de loglines, sinopsis, escaletas, tratamientos, guiones o con el método que tú prefieras también necesita una gran cantidad de horas.
Además de eso, montar un dossier de venta, estudiar a quién le vas a mandar tu propuesta, escribir mails, encargar traducciones, buscar contactos o desplazarte a eventos para enseñar tus mandangas también requerirá un gasto considerable de tiempo.
Por eso es muy difícil cuantificar de forma concreta cuánto se tarda en sacar adelante un tebeo.
Algunas veces, pocas, ocurre una especie de momento mágico en el que Aries entra en Marte y hay luna llena y un proyecto se vende en cuestión de días y con unas pocas páginas o incluso con ninguna. Esto es algo que gracias al cielo he podido vivir un par de veces, pero no es para nada lo habitual.
Es más, mientras estaba preparando este texto, estuve revisando unos cuantos correos antiguos (cientos en realidad), y me encontré con hasta veinticinco proyectos que nunca salieron y nunca saldrán (aunque he recuperado cinco o seis para lavarles la cara y lanzarme a la búsqueda de dibujante) y al hacerlo me di cuenta de que algunos habían estado circulando durante años. Sí, sí, años, en plural.
Para intentar aclarar todo esto voy a recurrir a mi propia experiencia en esto de menear dossieres para ver si encuentran acomodo en alguna parte dividiéndolos entre los que tardaron días, los que tardaron meses y el caso del tebeo que tardó una década en salir adelante.
Muy rápido
Allá por el año 2017, en el mes de junio, Rafael Vargas, Jose Expósito y yo comenzamos a mover el dossier de «La pieza», un álbum que juega a la ficción histórica y que mezcla a Picasso, a Queipo de Llano, una pareja de maquis y una misión secreta para robar el Guernica y prenderle fuego. El día 23 pusimos esto en facebook.
Ese mismo día recibimos mensajes de dos editoriales muy interesadas, en una semana teníamos contrato firmado en España y, en una carambola de esas que rara vez salen, en quince días lo teníamos también vendido en Francia.
¿Por qué este proyecto funcionó tan deprisa? Pues eso me gustaría saber a mí. ¿Había (o hay) una moda de tebeos que juegan a la ficción histórica con personajes relevantes? No lo sé, el caso es que se produjo una conjunción planetaria y funcionó. Puede que la premisa fuese mucho más interesante, que el personaje resulte más atractivo o que se le viesen muchas posibilidades, el caso es que todo ocurrió sorprendentemente rápido.
A fuego medio
Tengo muy asumido que lo que ocurrió con «La pieza» no es para nada lo habitual, de hecho entra dentro de lo raro. El camino suele ser bastante más complicado y, sobre todo, más largo.
En febrero de 2017, la publicación era esta:
Pablo Caballo y yo nos poníamos en marcha para intentar colocar «El espíritu del escorpión» después de muchos meses preparando el material que enseñaríamos en el Salón del Cómic.
El feedback que recibíamos cada vez que mostrábamos algo era muy bueno, pero las editoriales no terminaban de verlo claro.
En el propio evento recibimos un poco de todo. Hubo quien nos dijo que era una pasada, pero no sabría venderlo bien, hasta quien nos comentó que con ese dibujo no iba a funcionar y que quizás probando con otro tendría mejor resultado…
El caso es que conseguimos allí mismo un primer interés. Pero ese interés tardó en materializarse algo más de tres meses y después de un largo e intenso intercambio de correos electrónicos, esperas, ausencias, vacaciones, telefonazos y demás.
Con base en mi experiencia me aventuro a decir que esos tres meses podrían considerarse como un tiempo bastante estandarizado desde que alguien muestra interés por publicar la obra hasta que finalmente se arregla todo el papeleo y se empieza a currar.
La eternidad
Además de proyectos que han tardado en colocarse varios meses, tengo un caso muy especial ya que ha tardado nada más y nada menos que una década desde que salió el primer documento de mi ordenador hasta que se convirtió en un libro físico. Es «Humor artificial». O casi.
Y digo que casi lo es porque ni siquiera nació con ese nombre.
En la primavera de 2011 andaba como loco preparando propuestas y más propuestas de cómic. Los estudios de guion que estaba haciendo en Madrid estaban llegando a su fin y me dediqué a preparar pequeñas notas de intención con las que buscar gente para hacer tebeos.
Una de esas notas correspondía a «Risas enlatadas»
Con ese archivo y un cuerpo de correo muy sugerente me lancé a la búsqueda.
Es muy curioso porque en estos días, comprobando todos aquellos envíos, réplicas y contraréplicas, me he encontrado con gente a la que luego he ido conociendo en persona y a la que no recordaba haber dado la turra con mis cosas anteriormente.
El caso es que entre respuestas de unas y otros no fue hasta finales de aquel mismo año que encontré pareja de baile, el dibujante chileno Alejandro Ocaña.
Juntos hicimos las primeras páginas de aquella historia, como por ejemplo esta:
El proceso no fue rápido, más bien lo contrario, de hecho en todo 2012 apenas pudimos avanzar por diferentes problemas. Sin embargo, en 2013 sí que lo intentamos y nos marcamos una meta: llegar a tener 16 páginas para poder presentarnos a un concurso muy famoso que lleva las palabras novela y gráfica en el nombre.
Nos presentamos y perdimos.
Después de eso, entre diciembre de aquel año y marzo del siguiente, enviamos el tebeo por mail a un montón de sitios diferentes. Y cuando digo un montón me refiero a que en la carpeta de enviados tengo registrados más de sesenta envíos presentando la propuesta.
Pero nada, no cuajó y ocurrió lo que pasa muchas veces: dimos por muerto el proyecto ante la falta de posibilidades de llevarlo a cabo.
En 2015 intentamos retomar el proyecto, darle un lavado de cara, actualizarlo, rehacer páginas y probar de nuevo, pero fue más un dejarnos llevar por una ilusión momentánea que un intento real de ponerse de nuevo, así que definitivamente, «Risas enlatadas» se quedaría en el cementerio de los proyectos muertos.
Y allí se quedó hasta el 2019.
En noviembre de 2018, ponía esta publicación en redes:
Hubo bastante gente que me respondió en público y en privado interesada por el proyecto, pero finalmente acabé montándolo con Rafa Vargas y Jose Expósito, el equipo de «La pieza».
En cuestión de semanas teníamos listo el percal y tenía esta pinta:
Pues no salió, es más, es que no conseguimos suscitar el más mínimo interés editorial por parte de nadie.
Sin embargo, tras aquel primer anuncio, sí que ocurrió algo y fue el primer contacto con Miguel Ángel Hernández interesándose por el western.
Como ya había empezado a trabajarlo con otra gente le comenté que si más adelante se me ocurría algo se lo mandaría.
Pasaron unas semanas, no le mandé nada y ya en enero de 2019 insistió, así que revisando posibilidades llegué hasta «Risas enlatadas». Revisé lo que ya tenía, afiné algunas cosas, preparé fichas de personajes, reescribí las primeras páginas y le cambié el título por uno que me parecía mucho mejor: «Humor artificial».
Miguel Ángel lo recibió, le gustó mucho y nos pusimos a ello con intención de llegar de nuevo al salón del cómic para enseñarlo por allí a diferentes editoriales.
Esta era la portada del dossier (y finalmente la del libro).
Mentiría si dijese que a partir de ahí todo fue suave como la seda y muy rápido y sin complicaciones, porque en absoluto.
Hace justo dos años, en julio de 2019, fue cuando finalmente firmamos el contrato, pero por el medio tuvimos algunos clásicos como me lo miro y te digo algo enseguida o incluso algo de no sé para que le metes robots a esto, no me gusta, quítale los robots.
¿Acabó ahí la travesía? Ojalá. Después de apretar bastante para llegar a una deadline que nos permitiese estrenar el cómic en el salón de 2020, pues… nada, ya sabéis lo que ocurrió y eso provocó que no viese la luz hasta principios de junio de 2021, es decir, exactamente una década después de que aquel archivo primigenio empezase a surcar el éter digital.
Así que esta vez sí que tengo motivos de sobra para hacer esto. Eh, Llor, ¿cuánto tiempo se tarda en sacar adelante un proyecto?
DEPENDE.
Y hasta aquí el intento de contestar a una de esas preguntas que en realidad no tienen una respuesta clara. Próximamente más opiniones y cosas aquí, con su Guionista de Barrio de confianza.