Chico Sombra es un joven justiciero urbano que, con tan solo un antifaz, una tosca armadura corporal, un teléfono móvil, su agilidad, y dos bastones cortos, patrulla los barrios más pobres de la futurista urbe de Bolt City. Lleva una vida relativamente sencilla (a veces incluso aburrida) habitando sin identidad secreta en un piso que le dejan a cambio de hacer el mantenimiento del bloque y de cortar el césped. A pesar de su hosco carácter, sus acciones y su actitud solidaria le han ganado el apoyo y colaboración de abundante gente de a pie, como la veterinaria Shelly, la propietaria de la tienda de comida Jen, la del taller de robots esféricos llamados Faroles, o los Perros Guardianes, una brigada juvenil especializada en telecomunicaciones piratas y dirigida por un chaval conocido como Gerry.
Conocido y apreciado por su comunidad, este respaldo le permite trabajar para ella, evitando pequeños crímenes, ayudando con el banco de alimentos, o buscando acogida y cuidado para animales abandonados y maltratados. En realidad, la mayor amenaza de los ciudadanos más desfavorecidos de Bolt City es su indefensión ante los abusos de la totalmente corrupta fuerza policial de la ciudad y frente a los intereses de propietarios inmobiliarios o de empresas del sector financiero de la metrópoli. Una noche de ronda, Chico Sombra encuentra algo que por algún misterioso motivo esos poderes buscan. Y tal vez ni el héroe adolescente ni su gente cercana salgan bien parados del acecho al que van a ser sometidos hasta que ese objeto caiga en poder del llamado Equipo Fango.
Ben Sears, por su parte, es un diseñador y autor de cómics de Louisville, Kentucky, que comenzó su carrera realizando el arte de los discos de varias bandas locales de hardcore. Posteriormente pasó a realizar trabajos en viñetas para la desaparecida editorial canadiense Koyama Press, y ha participado en la serie de animación El evangelio de medianoche, cocreada por Pendelton Ward, famoso por Hora de Aventuras. Durante una convención dibujó un garabato de Robin, el sidekick de Batman, que le gustó bastante, y acabó decidiendo ponerse manos a la obra a realizar un minicómic pirata del personaje, un poco como Michel Fiffe hizo con el Escuadrón Suicida. Y de un modo similar, igual que aquello llevó a Fiffe a realizar esa delicia que en Sala de Peligro nunca paramos de recomendar llamada Copra, también el proyecto de Sears creció por sí solo hasta cobrar vida propia, aunque en este caso alejándose aún más del molde original deceíta.
Así, dibujó unas veinte páginas que terminó autopublicando con escaso presupuesto, usando impresión en bitono negro y amarillo, y con distribución muy limitada. Cuando Koyama Press cerró sus puertas, se animó a retomar aquel trabajo, continuándolo más allá de la presentación y escaramuza inicial del personaje, y añadiendo una historia desarrollada que ocupó unas cien planchas más. Fantagraphics publicó en Estados Unidos toda esa labor como la novela gráfica Young Shadow, y hace poco Ediciones La Cúpula ha traducido el tomo al castellano para enhorabuena del lector hispanoparlante.
Por tratar de definir el estilo gráfico de Sears, este evoca a partes iguales al de la animación del mencionado Ward, al de Bruce Timm, o al de Hayao Miyazaki. El autor no fue un ávido lector de superhéroes en su infancia, y reconoce más bien influencias como Hergé o Gary Larson. Curiosamente, uno puede encontrar ciertas similitudes estilísticas con alguien tan alejado de su esfera probable de inspiración como puede ser el Jan de los años 70. A pesar de ese alejamiento de lo pijamero, son detectables ciertos toques de Frank Miller en lo narrativo de Chico Sombra. Y si bien el personaje titular empezó siendo un análogo de Robin, lo cierto es que nos recuerda también un poco a la identidad que éste adoptó cuando creció, Nightwing, patrullando aquella desesperanzadora ciudad de Blüdhaven.
Pero mientras que Dick Grayson decidió hacerse agente de policía de dicha urbe, en Chico Sombra Sears no oculta su desconfianza, incluso antipatía, hacia las fuerzas de orden público, a las que ve como un agente represor al servicio de los poderes fácticos. La policía de Bolt City se comporta como una organización criminal más, temida y sobre todo despreciada merecidamente por los pobladores de la ciudad. No es que todo el gobierno municipal esté absolutamente corrupto, eso sí, y parte de la trama surge de las nuevas normativas de procesado de residuos que van a entrar en vigor y que obligan a la despiadada empresa Fischer Chem a apresurarse con sus criminales actuaciones. Pero mayormente estamos ante un entorno donde lo público prácticamente está ausente, donde los ciudadanos son dejados a su suerte y deben desarrollar un fuerte sentimiento de solidaridad para poder sobrevivir.
Y a pesar de todos estos comentarios sociales (o quizás en parte debido a ellos, dependerá del punto de vista), Chico Sombra es una lectura fantástica para jóvenes lectores, tan llena de aventura como de valores positivos: desde dicha solidaridad y espíritu de cooperación a la responsabilidad para con los animales en entornos urbanos. El ambiente puede ser sórdido en Bolt City, pero también visualmente bello y encantador (Sears utilizó los mismos diseños arquitectónicos que en sus trabajos para Koyama) la violencia nunca se acerca a extremos Grim ‘n’ Gritty, no se utiliza lenguaje ofensivo, y el sexo no hace acto de presencia.
Las páginas están llenas de hallazgos gráficos, como los efectos de sonido rotulados como parte íntegra del arte, las escenas de acción resueltas de manera sobradamente solvente, esas motos levitadoras enfrascadas en trepidantes persecuciones, o ese cementerio regentado por monjas robóticas. Y luego está el tema del bitono, negro y amarillo, que surgió de una necesidad práctica, pero que Sears con muy buen criterio eligió mantener cuando amplió el proyecto, y que da una imagen muy característica al libro. El autor realiza a mano el lápiz y la tinta de sus páginas, para luego escanearlas añadiendo las capas de amarillo, y sobre ellas, esas texturas de puntos de aspecto artesanal que aportan un apartado gráfico rotundamente personal, orgánico y atractivo.
Por poner algunas pegas, se nota bastante la diferencia de enfoque entre las primeras páginas, las que aparecieron en el minicómic, con el resto de la obra. Al principio da la impresión de que Chico Sombra sea un buscabroncas que anhela encontrar un delito en curso sobre el que descargar su violencia. Casi parece más bien una parodia del género superheroico: le llegan a preguntar al joven enmascarado si es policía, y ya hemos comentado lo que Sears opina de los maderos. Esto además pierde sentido considerando quién posteriormente resulta ser el que hace esa pregunta, evidenciando que el desarrollo posterior de la obra a partir de esas primeras veinte páginas fue un reencuentro para el autor con el personaje y su historia. Sin duda, debió reelaborar conceptos para sentirse cómodo contando un relato sobre ese protagonista, y que le resultase más simpático
Además, aparecen dos flagrante deus ex machina, uno en forma de la (por otro lado muy molona) justiciera Spiral Scratch, que aparece de repente a mitad para salvar al protagonista y luego explicarle a él y al lector los misterios de la trama. Y hacia el final se da otro más, un tanto desconcertante: hay que hacer un ejercicio de relectura atenta para hallar una línea de diálogo a través de la que se puede hipotetizar su justificación, sin que tampoco acabe de quedar claro.
Con todo, los pros superan rotundamente a las contras por goleada, y estamos ante una obra absolutamente recomendable. La edición de La Cúpula, en rústica con solapas, tiene una tamaño algo inferior a la original estadounidense, pero eso no mengua un ápice el encanto del libro, sino que en esta ocasión, dada su naturaleza quizás incluso lo potencie. Quien firma estas líneas pagó los 17, 90 euros de precio de portada encantado solo por las impresiones que le proporcionó el tomo al hojearlo en la librería, y una vez leído y disfrutado tiene la dulce sensación de que vale cada céntimo de ellos. Ojalá Sears realice nuevas entregas y las veamos pronto.