Volvemos a hablar con David Muñoz, el experimentado y reputado guionista de cine, televisión y cómics. En esta ocasión, se ha podido acceder a él para conversar acerca de su última obra: Infectado, que ha sido recibido una gran acogida en la que se destaca la honestidad con la que se aborda un asunto tan problemático como el de la Hepatitis C. Como siempre, el escritor se ha mostrado predispuesto y cercano, además de proporcionarnos material gráfico inédito.
Este año has publicado 15 e Infectado con Astiberri. Son dos obras que no podrían tener menos que ver. ¿Son proyectos en el cajón que han coincidido por casualidad o los has desarrollado en paralelo?
El guion de “15” lo escribí hace más o menos dos años y el de “Infectado” hace 4. Si se han publicado los dos este año es porque es cuando los han terminado sus dibujantes. Como ni Andrés G. Leiva ni Manuel Meseguer se ganan la vida con el cómic, solo pueden dedicarle los ratos libres que les dejan sus otros trabajos, con lo que es normal que los plazos se dilaten. Y ah, ¡a mí 15 e Infectado no me parecen tan distintos!
Centrándonos en Infectado, ¿Cómo comenzó este proyecto? ¿Manuel Meseguer estuvo ahí desde el principio?
“Infectado” surge de mi experiencia con el tratamiento de la Hepatitis C. Afortunadamente, me curé, pero fueron los 18 meses más duros de mi vida. Aun así, el cómic ni es autobiográfico ni autoficción, es ficción a secas. Nacho, el protagonista, no soy yo, ni nada de lo que le ocurre, salvo lo relacionado con el tratamiento, tiene que ver con lo que me pasó a mí durante aquellos meses. Y no, Manuel no estuvo desde el principio. De hecho, fue bastante complicado encontrar dibujante. Al principio iba a ser Rayco Pulido, con quien ya había hecho Sordo, pero por diferentes razones, Rayco decidió no seguir adelante; luego, hablé con Andrés G. Leiva, y aunque me dijo que sí, después también abandonó. En el caso de Andrés, la razón fue que por temas personales no se veía dedicando un año y medio de su vida a dibujar una historia tan dura como la que se cuenta en “Infectado”. Pero entonces le conté la idea de 15 y, como le gustó, empezamos a desarrollarla. Así que, en cierta manera, 15 existe porque Andrés no quiso dibujar Infectado. Si no me falla la memoria, a Manuel lo descubrieron Rayco Pulido y uno de los editores de Astiberri, Fernando Tarancón. Vieron una historieta que había presentado a un concurso en el que ellos formaban parte del jurado, y pensaron que podía ser un buen dibujante para Infectado. Me pusieron en contacto con él, le mandé el tratamiento que había escrito, le gustó, dijo que sí… y hasta hoy. Antes, Fernando se había implicado mucho en la búsqueda de dibujante y me estuvo mandando propuestas durante varias semanas que, por una razón u otra, no encajaron, hasta que apareció Manuel.
Este fue el primer cómic de Manuel y exhibe un buen conocimiento de las herramientas del cómic a pesar de ser su primera novela gráfica. Y tú, en cambio, ya llevas unos cuantos años trabajando en la industria. ¿El entendimiento entre ambos fue bueno?
Muy bueno. Es verdad que como Manuel tenía menos experiencia haciendo cómics, igual le he mandado más notas sobre las páginas sugiriendo cambios y mejoras que a otros dibujantes. Pero desde el principio me gustó mucho todo lo que iba enviando. De hecho, si fuera por mí lo habría terminado mucho antes. Pero él, que además de ser uno de los dibujantes más currantes con los que he trabajado, es muy perfeccionista, no paraba de redibujar páginas que a mí ya me parecía que estaban muy bien. Yo creo que de algunas páginas debió dibujar hasta cuatro o cinco versiones. Acabadas totalmente, me refiero, no bocetos. A mí lo que me gustaría es que Manuel se diera cuenta de lo bueno que es, que tuviera más confianza en si mismo, y que, si hacemos algo más juntos, tarde en acabarlo un año en vez de tres.
¿Cómo valorarías las aportaciones que hizo Manuel? ¿Se ajustaba a lo que tenías en la cabeza al escribir el guion?
No suelo tener una idea muy cerrada de cómo debe ser la obra final cuando escribo los guiones. Esa es una de las razones por las que suele ser muy raro que vuelva a consultar mi guion cuando empiezo a recibir páginas. No quiero valorarlas en relación a lo fieles que sean o no a lo que yo había imaginado. Si Infectado lo hubieran dibujado Andrés o Rayco, habrían sido cómics totalmente distintos. En este caso, hay muchas soluciones narrativas, e incluso momentos, que fueron sugerencia de Manuel. Pero aunque no hubiera sido así, ya solo el tipo de planos que usa cada dibujante, en qué decide poner el énfasis en las escenas, e incluso el tipo de trazo que utiliza cambia la impresión que se genera en el lector. Yo siempre digo que Infectado no es un cómic escrito por mí que ha dibujado Manuel Meseguer, sino nuestro cómic, el resultado del diálogo continuo que hemos mantenido los dos mientras lo estábamos haciendo.
¿Cuánto tiempo te ha llevado desarrollar Infectado? ¿Qué es lo más complicado a lo que has hecho frente y cómo lo has solucionado?
Es una pregunta difícil de contestar porque como suele pasar con todos mis proyectos de cómic, a veces me paso meses, o años, apuntando ideas en una libreta hasta que por fin decido escribir un argumento. En este caso, empecé a pensar en escribirlo creo que por 2014 o por ahí, pero no tuve claro cómo armar la historia hasta un año después. Como son proyectos personales que la mitad de las veces no sé ni siquiera si voy a conseguir publicar, intento no meterme presión e ir a mi ritmo. Lo normal es eso, que me pase mucho tiempo dándole vueltas a la historia y que luego escriba el guion en como mucho dos o tres meses. Y no recuerdo que hubiera nada que me resultara muy complicado. Otros proyectos se me han atascado más, pero este lo vi muy claro rápidamente y me parece que escribí una primera versión casi del tirón. Aunque… ahora me acuerdo de una cosa que sí me costó: el final. Creo que la primera versión de la historia, cuando todavía solo tenía un tratamiento, terminaba con el protagonista andando solo por la calle, y fue Rayco quien me dijo que hacía falta algo más potente para cerrar, quizá una imagen que resumiera lo que había querido contar sin necesidad de tener que escribir un diálogo para explicarlo. Y entonces fue cuando se me ocurrió la última página que tiene la novela gráfica.
Vender este proyecto no debe de haber sido fácil. ¿Cuál fue el pitch? ¿Recibiste un apoyo rápido por parte de la editorial?
Pues fue muy fácil, la verdad. Recuerdo que se lo conté en una Feria del Libro de Madrid a Javier Zalbidegoitia, el editor de Astiberri con el que tengo más trato, y él en seguida me dijo que le encantaba la idea y que tirara para delante. Lo realmente complicado fue encontrar dibujante después. De todas maneras, pese a ese interés inicial de Javier, luego escribí un tratamiento que fue lo que aprobó la editorial. En Astiberri creo que todas las decisiones se toman en el comité editorial y, aunque tengas el apoyo de un editor, eso no quiere decir que vayan a publicar tu proyecto si los demás no lo ven claro.
Es una historia pequeña de personajes en la que los conflictos del protagonista son más internos. ¿Crees que es más difícil construir una narrativa que no tenga un objetivo externo claro que enganche de una forma más directa al lector?
Pues depende de lo que estés contando. Aunque en este caso, Nacho sí que tiene objetivos externos. Además de medicarse para curarse de la enfermedad y aguantar los efectos secundarios que esta le produce, le van surgiendo más objetivos según cambia su personalidad por culpa del tratamiento (¡que no voy a recordar aquí para no espoilearla!). Nacho nunca deja de querer algo, de desear algo, y de tratar de conseguirlo. Y para mí, el deseo es la gasolina de las historias, lo que las permite funcionar. Pero la verdad es que pese a que soy profesor de guion y me gano también la vida asesorando a otros guionistas, cuando escribo mis cosas funciono de forma más instintiva y no suelo concebirlas en estos términos. Como muchas veces les digo a mis alumnos: la teoría es necesaria sobre todo cuando escribes algo que no funciona y no acabas de saber por qué. Es entonces cuando conviene analizar (porque además los problemas de las historias siempre suelen ser similares, casi siempre tienen que ver con que no se ha hecho bien algo muy básico). Pero no creo que se deba escribir desde la teoría. O por lo menos yo no puedo hacerlo.
A su vez, por el momento por el que está pasando, es un personaje que puede resultar antipático. ¿Cómo afrontaste ese problema?
Una cosa que siempre tuve claro es que no quería escribir una historia autocompasiva protagonizada por un alter ego mío que lo pasa muy mal, vaya pena que nos da, y fin. El enfermo como santo, vaya. Quería hablar sobre todo acerca de cómo a veces la enfermedad nos hace más egoístas, de cómo nuestro dolor puede impedirnos ver el que sienten otros. Es muy difícil ser empático cuando estás realmente jodido. No quiero generalizar, pero mis experiencias con la enfermedad, las propias y la de gente cercana a mí, no han tenido nada que ver con esa cosa medio beatífica que a veces se ve en películas y series de televisión -con enfermos que parecen iluminados-, especialmente cuando la enfermedad o el tratamiento producen trastornos mentales, como ocurre en Infectado. Yo lo que espero es que los lectores de Infectado se reconozcan en el protagonista, en Nacho, que sepan ver que su oscuridad, sus conflictos, que el tratamiento multiplica por diez hasta que él acaba convertido en su peor enemigo, forman parte de todos nosotros.
A mí me gusta escribir siempre desde la empatía. Pero “empatizar” no significa aprobar el comportamiento del protagonista (que es algo que creo que se confunde mucho), sino entender, que es otra cosa. Puede parecerte mal lo que hace un personaje, pero puedes entender por qué lo hace. Por eso decía antes que en realidad 15 e Infectado no son historias tan distintas. Las dos hablan de gente que se ve puesta a prueba debido a unas circunstancias que les superan y descubren que a lo mejor no eran como creían que eran. Pensar que tenemos una personalidad inmutable es una fantasía muy común. Pero no es así. Una pastilla diminuta puede convertirte en otro. A veces creo que escribo una y otra vez historias de terror que no lo parecen. Porque esa es una cosa que a mí me da mucho miedo: la certeza de que a veces haría falta muy poco para que nos comportáramos de una forma cruel o violenta, o que, antes de que la vida nos llevara por otro camino, habríamos considerado inmoral.
Esta es una historia dolorosa de leer que pone sobre la mesa, por un lado, las complicaciones del tratamiento de la Hepatitis C. ¿Hay alguna motivación de visibilización de la enfermedad? No es una realmente común…
Bueno, un motivo importante es que fue la que tuve yo, claro. Y luego, en realidad no es tan rara como puede parecer. Lo que ocurre es que, como es una enfermedad que durante mucho tiempo es asintomática, a veces tarda en ser detectada. E incluso, en algunos casos, cuando se detecta ya es demasiado tarde como para que pueda ser tratada. Además, como el VIH, durante mucho tiempo fue una enfermedad asociada al uso de jeringuillas, o sea, a los yonquis, con lo que existe un cierto estigma asociada a ella y, si la tienes, es raro que lo compartas con nadie. Pero vaya, que te aseguro que probablemente conoces a mucha gente con Hepatitis C. Fue lo primero que descubrí cuando decidí “salir del armario” y empezarlo contarlo. De pronto, descubrí que tenía un par de amigos (y ninguno de ellos sospechoso de haber sido yonqui) que la tenían. Casi todos los otros “infectados” que he conocido se lo pillaron en el quirófano o en el dentista, como parece que me pasó a mí.
Pero si me pareció que podría contar una buena historia con ella es porque uno de los tratamientos que existía cuando yo fui diagnosticado, y con el que me traté yo, a base de Interferón y Rivabirina, convertía tu vida en un infierno, poniéndote al límite de tus fuerzas físicas y mentales, sin que además hubiera garantía alguna de que fueras a curarte, porque solo funcionaba en el 50% de los casos. Yo tuve suerte y me curé, pero muchos pacientes vivieron aquel infierno para nada. Afortunadamente, ahora existe un tratamiento que dura muchos menos meses, que apenas tiene efectos secundarios, y que tiene una efectividad del 100%. Los dos amigos que he mencionado antes se han tratado con él y están estupendamente, por cierto.
Lo que es más común es el asunto de la depresión. Sin destripar, es muy interesante el acercamiento sutil que haces a la enfermedad. ¿Has sentido la necesidad de andar con tacto en este asunto?
No especialmente. Cuento lo que me pasó a mí con bastante sinceridad. Es que la palabra “depresión” en realidad abarca sintomatologías que, dependiendo del paciente, pueden ser bastante diferentes.
A mí me han diagnosticado depresión en dos ocasiones. La primera, como resultado de la medicación que estaba tomando para curarme de la hepatitis C.
En el caso de Infectado, lo que me interesaba contar respecto a la depresión era que en ocasiones se va instalando de forma tan progresiva en tu vida que llega un momento en el que se convierte en tu normalidad y puede resultarte muy difícil reconocerla. Con aquella primera depresión, tardé meses en darme cuenta de lo que me estaba pasando, y también, en tener el valor de reconocerlo. Porque de una manera inconsciente, yo no quería aceptar que estaba deprimido. Sentía que era una especie de derrota. Me avergonzaba reconocer que no había sido lo bastante fuerte como para aguantar el tratamiento sin necesitar ayuda psiquiátrica. Ahora, por supuesto, esa forma de pensar me parece absurda. Si te encuentras mal, si crees estar deprimido, lo que tienes que hacer es pedir ayuda cuanto antes. Es muy probable que en algún momento de nuestra vida a todos nos ronde algún tipo de enfermedad mental. Así que no hay nada de lo que avergonzarse.
En tus proyectos de ficción, no suele ser habitual protagonistas escritores. En este caso, así ha sido… ¿Por qué decidiste que la profesión del protagonista fuese creativa? ¿Crees que sumó o que restó a la historia?
Es que uno de los temas importantes de la historia era precisamente la dificultad (o casi imposibilidad) para gestionar en tus propios términos una carrera dedicada a una profesión como la de escritor, guionista, etc. O sea, para poder ganarte la vida haciendo solo lo que te gusta o al menos cosas que no te avergüencen demasiado. Uno de los mayores conflictos de Nacho, el protagonista, es que es un escritor frustrado que trabaja como editor ayudando a otros a escribir novelas que le parecen horribles. Como le dice a su mejor amigo, que es guionista de series de televisión que no le gustan nada, los dos se dedican a traer al mundo cosas que consideran “mierda”. Ante eso, puedes aceptarlo, ser pragmático y dejar de sufrir, o vivir en un conflicto perpetuo, cosa que no suele hacer ningún bien, sobre todo a la mente. Yo reconozco que soy de los que viven en conflicto. Y eso que hace muchísimo tiempo que tengo la suerte de no tener que trabajar en uno de esos proyectos que te hacen plantearte si en vez de ser guionista deberías haber elegido otra profesión. Porque nadie a los 20 años decide hacerse guionista para escribir una serie que no vería ni aunque le pagaran por ello, una de esas que luego no incluyes en tu currículum. En ese sentido, Infectado tiene más que ver con cómo me sentía hace diez años con cómo me siento ahora. Pero siempre había querido escribir una historia hablando de estos temas sin caer en soluciones magistrales, sin ser maniqueo. Más que nada porque no creo que sea un conflicto que pueda ser resuelto. Ahora mismo estoy leyendo un libro de entrevistas con el guionista Mark Frost, el cocreador de Twin Peaks, y habla mucho de eso, de cómo su carrera se explica por lo difícil que es ganarse la vida escribiendo y a la vez intentar desarrollar una obra personal de la que te sientas orgulloso.
Eres docentes y uno de los mayores divulgadores españoles del arte del guion. Sin embargo, resulta llamativo que en una escena determinada hay una crítica descarnada a la idea de dar clases a escritores… Finalmente, el personaje termina aceptándolo una vez se ha curado. ¿Seguiste un proceso similar a la hora de comenzar a dar clases y tutorías de guion?
Que va. A veces el guionista Alberto Macías me dice que cuando ALMA, la asociación de guionistas, me ofreció dar clases en el primer curso en el que fui profesor, al principio dije que no alegando que no tenía sentido dar clases de guion porque “no se puede enseñar a escribir”. Pero, además de que yo no lo recuerdo, estoy seguro de que, si lo dije, en realidad fue porque por entonces yo era muy, muy tímido, y me aterraba enfrentarme a un aula. Los tímidos podemos elaborar excusas muy elaboradas, que además suele parecer que tienen sentido, para justificar porque no hacemos cosas que nos dan miedo. Pero vaya, que nunca he pensado lo que dice Nacho en esa escena. Yo tengo vocación de profesor, no es algo que hago cuando no tengo trabajo de guionista, sino que considero que es mi segunda carrera, y sí que creo que tengo cosas que enseñar a mis alumnos. Si no pensara así, no daría clases. ¡Ni tampoco habría empleado varios años de mi vida en escribir un manual de cómic para ganar muchísimo menos de lo que me pagan por escribir un guion de televisión! Me sentiría un fraude. Eso sí, la enseñanza no funciona por imposición de manos, no existen los milagros, si el alumno no pasa luego horas y horas escribiendo de poco va a servirle lo que le expliques.
Esta obra ha llegado justo en un momento de pandemia en el que los contagios son algo muy temido. ¿Ha influenciado en algo a este cómic? ¿Crees que os afectará de alguna manera al recorrido del proyecto?
No influyó nada porque claro, como te he dicho antes, escribí el guion hace cuatro años. Y ni idea de cómo puede afectar a cómo se reciba. Lo que sí es verdad es que, antes del COVID, para la mayoría de la gente el temor a una infección vírica era un miedo casi abstracto, algo que sería muy improbable que les ocurriera, y ahora ha pasado a ser algo muy probable, muy real.
¿Qué es lo que has aprendido en el desarrollo de este trabajo?
A que lo más importante es contar tu historia de la forma más honesta en la que sepas hacerlo y no preocuparte de lo que pueda pensar nadie una vez se publique. Eso no quiere decir que no me estén haciendo feliz los mensajes que me están llegando estos días de gente que ha leído Infectado y me dicen lo mucho que le ha gustado. Escribimos para que nos lean y generar un diálogo. Pero obsesionarse con cómo se recibirá lo que escribes solo suele servir para bloquearse.
En la contraportada de Infectado, se señala que esta es la obra en la que has puesto más de ti. ¿Así lo consideras? Si es así, ¿Fue doloroso el proceso de revisionismo de esa fase de tu vida?
Es la que incluye más elementos autobiográficos junto a Miedo, un cómic que publicó hace muchos años Glénat, coescrito por Antonio Trashorras y dibujado por Javier Rodríguez, inspirado en el bullying que sufrí de niño. Con Infectado no lo pasé mal escribiendo el guion, de hecho, lo disfruté mucho, necesitaba contar todas esas cosas, con lo que más bien me resultó algo casi catártico, pero sí que me agobié un poco hace unos meses, mientras hacía los últimos retoques de los diálogos, al darme cuenta de hasta que punto había descrito de forma honesta cómo me había sentido durante algunos de los peores momentos del tratamiento. También se produjo un efecto algo extraño: y es que aunque sabía que muchas de aquellas cosas habían pasado de verdad, era casi como si le hubieran ocurrido a otro.
¿Qué es lo que te gustaría conseguir con este trabajo?
Uff… ¡que pregunta más difícil! No sé, supongo que me gustaría conseguir que los lectores sintieran que no solo estoy hablando de mí sino también de ellos. Todos atravesamos zonas de oscuridad en la vida, eso es inevitable, pero lo importante es no quedarse atrapado en ellas. No hace falta haber pasado por la misma experiencia que Nacho para identificarse con lo que le hace vivir. Se puede llegar al mismo sitio de muchas maneras diferentes.
Algo importante que también me gustaría que se entendiera es que, como explica la última escena del cómic, no pienso que sea posible llegar a dejar atrás del todo la oscuridad. Siempre está a nuestro lado, esperando a que algo se tuerza para intentar atraparnos. Pero sí que se puede aprender a convivir con ella. Eso es algo que creo que Infectado tiene en común con la obra de uno de mis escritores preferidos, Juan José Millás. Esa sombra siempre está acechando a los protagonistas de sus novelas. Aunque creo que su visión tiende a ser más desesperanzada y pesimista que la mía.
Muchísimas gracias por Infectado, por tu tiempo y te deseo la mejor de las suertes tanto en este como en otros proyectos profesionales.
¡Gracias a ti!