Es difícil pensar el lugar que ocupará una serie tan peculiar como Sex Criminals en la Historia del medio. No tiene la solemnidad como para ocupar un lugar entre los más grandes. Pero tampoco es lo más ácido y ligero. No es una serie demasiado larga ni corta. No es perfecta. Tampoco fallida. ¿Qué ha venido a hacer una serie así en una industria como esta?
Lo que nadie puede negar es que se ha ganado a pulso su lugar. No necesita más que eso. Es un cómic que ha jugado todo el rato con sus propias reglas y su falta de pretensiones es su inmenso acierto. Esta lectura es como una salida de cervezas con personas a las que quieres y con las que te lo pasas condenadamente bien. Unas personas que son muy creativas y con las que lanzas una lluvia (o corrida) de ideas a ver quién suelta la más divertida. No ha engañado a nadie y nunca ha querido aspirar a algo más.
A pesar de ello, es innegable que a medida que ha ido avanzando esta serie ha ganado en cierta profundidad y ha perdido frescura. Se han terminado viendo algunos hilos y la gracia se ha ido desvaneciendo. Las tramas han terminado resultado un tanto confusas y el lector que ha permanecido, lo ha hecho por sus potentes momentos emocionales, por los conceptos tan creativos que se puede encontrar número a número y por los personajes.
Todos parecen perfectamente conscientes de ello y han optado por cerrarlo en el momento más adecuado. Lo poco gusta y lo mucho cansa. Eso debieron pensar Matt Fraction y Chip Zdarsky a la hora de tomar la decisión puesto que ha tenido una duración necesaria. Eso y en que debe resultar sumamente complicado ir in crescendo cuando en cada número parecen haber buscado dar las respuestas más creativas que se les ocurrieran. Sin ningún filtro pero sin bajar el nivel.
Estos últimos números parecen haber estado dedicados a cerrar todas las tramas que quedaran pendientes. Y lo hace de una forma tremendamente excéntrica, absurda y divertida, como viene siendo costumbre. Parte del conflicto que se venía construyendo hasta el mundo y lo resuelve de una manera en la que todo encaja, pero de una manera en la que se notan ciertas trazas de cansancio, de agotamiento y de reiteración. Sigue sorprendiendo, pero de una forma menos apasionada.
La nuez de este tomo reside en el último número (el 69, ¿Cómo no? Aunque eso suponga saltarse unos cuantos números por el camino). El tono cambia sorprendentemente (sin despedirse del todo del humor) para abrazar una celebración del amor en todas sus formas. Lo hacen desde una perspectiva desmitificadora y consiguen transmitir toda la complejidad que tiene ese tema. Este es un final pausado y calmado que jamás habría sido el que cabría esperar para esta serie.
Cerrar una serie como esta debió de haber sido complicado. Es en este último tramo cuando se notan los arcos de transformación y se puede valorar la evolución que ha tenido todo. Y la cosa es que, por deslavazado, descabellado y loco que ha sido todo, parece que ha habido un plan para estos personajes. Puede que haya venido de una forma un tanto apresurada, pero no se puede negar la construcción que ha habido.
Este proyecto ha exigido siempre mucha empatía y corazón, por mucho que no lo parezca. El amor entre dos personajes con una química envidiable es el mayor motor de esta obra. Una pareja adorable en la ficción pero que, de existir, no sería nadie que quisieras tener cerca. El mejor tipo de pareja, vamos. Y es contagiosa esa energía que hay entre ambos.
Sex Criminals te ha atraído con una premisa interesantísima, pero te has quedado por el carisma. Y antes de asimilar todo lo que te da, se acaba. No sabes muy bien lo que ha pasado pero sabes que lo echarás de menos.
El arte de Chip Zdarsky no tiene nada que vaya a sorprender a estas alturas a nadie. Pero sí que es perfectamente continuista con el resto de la serie. Guarda algunos ases en la manga y sigue siendo muy preciso para el timing cómico. A su vez, esta vez se ha requerido que hubiese un ejercicio de condensación bastante grande a la vez que se ha hecho hincapié en las escenas de índole emocional. Particularmente con ese número final, que sí que tiene un impacto en el lector. No es tan espectacular ni rompedor como en entregas anteriores, pero mantiene un altísimo nivel.
En el aspecto gráfico, en estos últimos números, lo que resulta más interesante es el uso del color. Hay un número dedicado a una especie de viaje orgásmico/astral en el que se permite un uso del color rosa en los márgenes, lo cual le da un look muy interesante. También es formidable la calidez y la delicadeza expuesta en la romántica despedida del último número.
El tomo de Astiberri incluye todas las portadas de estos números y una breve despedida de sus autores. El formato tiene características similares a los anteriores.
Sex Criminals cierra como siempre ha sido esta obra: una criatura escurridiza e impredecible. Como con el sexo, por mucho que puedas tenerlo controlado, nunca se sabe cómo va a acontecer. Pero sí se sabe que se va a disfrutar. Muy mal se tiene que dar para que no sea así. Y este ha sido un excelente polvo.
Eso sí, podría haber sido más larga. Le faltó sangre para ponerse tiesa. Había que acabar con un chiste malo de pollas.