¿Qué papel juega la religión en nuestro día a día? ¿Todo lo que tiene que decir no vale para los tiempos modernos? ¿Los textos bíblicos son tan arcaicos? ¿O es que está tan deformada que poco queda de las intenciones originales? Pensar en estas cosas en unas sociedades cada vez más rápidas es casi un pequeño acto de rebeldía contra un sistema que no deja espacio para parar un solo segundo y pensar. Y que se publiquen cómics que te agarre de las solapas y te pide que pienses un poco en temas filosóficos, es incomprensible.
Mark Russell, sin comerlo ni beberlo, se ha convertido en uno de los guionistas más reflexivos y críticos del panorama actual. Para él no se trata de construir historias minuciosas, sino que está más interesado en establecer diálogos y cavilar alrededor de las fallas de las sociedades en las que ha tocado vivir. Lo fácil sería abrazar el cinismo y la acidez sin tratar de aportar ninguna solución. Pero este autor, poniendo en evidencia algunas cosas que están bajo la superficie, consigue transmitir qué es aquello que habría que reparar.
Esta nueva y personal obra no es una excepción. Deja de lado la política que es su tema principal para lanzar algunas ideas sobre la religión cristiana. Todos los que hayan tenido un mínimo contacto con la figura de Jesucristo, se han planteado qué es lo que sucedería si viera como se ha construido todo un sistema alrededor de sus enseñanzas. ¿Estaría o no de acuerdo con las interpretaciones que se les han dado a sus palabras? ¿Cómo se comportaría de aparecer ahora mismo?
Esta obra es la materialización de esa cuestión en una historia acorde con las sensibilidades posmodernas. El mundo occidental, mayoritariamente, ha dado la espalda a los dogmas religiosos y los ha sustituido por ideologías o por unos dioses con trajes llamativos que pegan a villanos. En este turbulento momento de confusión absoluta es cuando Jesús decide volver a la Tierra para intentar demostrar a su padre que la humanidad vale mínimamente la pena. Y no le queda otra que compartir con la representación de ese cambio de paradigma de fé: compartir piso con una versión de Superman. Una absolutamente deconstruida y en crisis personal y existencial y que debe afrontar problemas mundanos para los que sus superpoderes no valen de nada.
Como si de una buddy movie se tratara, el humor de esta obra nace del contraste entre dos personajes totalmente extremos e, incluso antagónicos. Las risas son producto de los personajes y las situaciones y es efectivo en todo momento. Pero no parece haberse buscado una comedia de forma prioritaria. Lo mismo pasa con la trama, que tiene una premisa y mantiene una estructura que tiene más que ver con el crear situaciones que permitan divagar que en presentar una historia clásica.
Mucho de lo que mueve al lector es el carisma innegable que consiguen tener absolutamente todos los personajes. Russell consigue dar una visión sugerente de algunos clichés clásicos y modernos. Es una obra construida desde un posmodernismo evidente y contiene algunas cuestiones de índole metalingüístico. Pero nunca llega a enrevesarse ni a desviarse de las intenciones narrativas.
Evidentemente, no es lo más novedoso del mercado y decide moverse en un punto intermedio en más de un sentido. Maneja clichés y logra reconvertirlos y aportar, pero no deja de dar la sensación de que no es todo lo creativo ni subversivo que podría haber sido. Eso no quiere decir que no haya puntos de interés y que consiga acercar de manera directa unos cuantos pensamientos problemáticos de una manera en la parece que no te trata desde la soberbia intelectual. A pesar de ello, la duda siempre es un síntoma de inteligencia, pero eso hace que a la hora de crear un proyecto este pierda contundencia. Y esto es lo que le ha pasado a este Second Coming. Le falta rotundidad.
El tono es complicado de definir, puesto que es una pieza verdaderamente peculiar. Tiene dosis de tragedia, de metafísica, de sátira social, de revisionismo histórico, de comedia de situación y de acción, de deconstrucción de géneros… Este trabajo abarca mucho, pero en ningún momento se hace farragoso ni poco ameno. Se expone con un lenguaje y unos códigos muy contemporáneos y amables para cualquier lector que quiera darle una oportunidad. No es críptico y se aprecia un esfuerzo constante y consciente de que cualquiera pueda entenderlo.
Resulta muy llamativo que esta obra, siendo más amable que otro tipo de ejemplos de cómics de misma temática con posturas menos comedidas y más intransigentes, sea la que haya levantado polémica. Es representativo del momento social hipersensibilizado en el que nos hallamos en el que se prefiere crucificar (pun intended) antes de dar una oportunidad a nada y a nadie. No vaya a ser que contradiga nuestro sesgo cognitivo… No se puede sacar ninguna conclusión al respecto más que la mera descripción del polarizado y peligroso contexto en el que la cultura se tiene que mover. Esta obra inicialmente iba a ser publicada de la mano de DC Comics, pero tras multitud de protestas, de acuerdo mutuo, se decidió bloquear la puesta en venta. Fue entonces cuando Ahoy Comics acogió la miniserie de Russell y Richard Pace y en el momento en el que vio la luz, no consiguió ni la mitad de impacto.
A pesar de que Richard Pace es el artista principal y quien ha determinado el look de este proyecto, se ha contado con otros artistas. Pace tiene un estilo más bien sucio, aunque de sencilla lectura. Encaja a la perfección con todo lo relacionado con el aspecto religioso y los bíblicos flashbacks pero cojea mucho cuando toca plasmar el mundo contemporáneo desde la sátira. Afortunadamente, no tardan en entrar dibujantes veteranos de superhéroes como Amanda Conner o Leonard Kirk con los que se complementa a las mil maravillas. Con ellos, la obra gana enteros y todo funciona mejor.
El tomo de Planeta Cómic, además de contener los seis números de la serie original con sus correspondientes portadas, incluye un par de introducciones: una de Patton Oswalt y otra del propio Mark Russell y detalles del proceso creativo entre otros extras. Se trata de una edición bastante completa.
Second Coming es una manera de encontrar la religión desde la blasfemia. No se trata de adaptarla a tus valores, si no de tratar de comprenderla desde el revisionismo. Una macarrada que va más allá del chiste del concepto y consigue darle toda una credibilidad más que palpable. Esta es una obra de autor, guste o no. Y no son tantos aquellos que tengan un cuerpo coherente y unas señas de identidad tan marcadas como las de Russell. Y el que este escritor pueda hacerlo en un contexto como el de los Estados Unidos actuales es el verdadero milagro.
Oremos para que siga siendo así.