Hay aspirantes que nunca llegan a convertirse en campeones de los pesos pesados. Sin embargo, eso no significa que deban ser subestimados. Cuando son capaces de sobreponerse a los reveses del azar, se tornan en curtidos boxeadores veteranos cuyo nombre está marcado en rojo por los promotores de los jóvenes talentos. Son paradas ingratas y el tipo de pelea que poco interesa proponer. Mucho que perder ante ellos, poco que ganar. Desde su debut en Amazing Spider-Man # 15 (agosto de 1963), Kraven El Cazador ha intentado, quizás en vano, convertirse en una de las grandes némesis del cabeza de red.
Figuras como Otto Octavius o Norman Osborn reinan en la división arácnida como los causantes de mayor dolor a nuestro Amistoso Vecino. De cualquier modo, cuando Stan Lee y Steve Ditko concibieron a Kraven, vinculándolo pronto con un supervillano como El Camaleón, parecía que había algo interesante en esa especie de reverso tenebroso de Tarzán.
No tiene nada de extraño que uno de los grandes biógrafos de la andadura ficticia de Peter Parker, Julián María Clemente, haya optado incluso por afirmar que: Su conflicto cuasi deportivo con Spiderman es consecuencia de un curioso sentido del honor por el que confunde la vida con la caza. De hecho, tenía hasta su lógica. El héroe tenía un zoológico a su disposición de antagonistas (El Escorpión, El Buitre, El Lagarto, etc.). Siendo él mismo la esencia de la araña, hacía falta un cazador capaz de afrontar el reto.
Aunque no fue nada fácil hallar la fórmula mágica.
Uno di noi
Principios de 1965. Con permiso de la Los Cuatro Fantásticos, Spiderman va fascinando cada vez más al público marvelita, especialmente por ser diferente a todo. El primer número anual de The Amazing Spider-Man no puede ser cualquier cosa, así que el tándem Lee-Ditko trama una aventura colosal donde van a reunir a la primera versión de una formación que creará escuela: los Seis Siniestros.
Indudablemente, Kraven fue uno de los elegidos para formar parte de una asociación maligna donde pronto el Doctor Octopus se colocó los ribetes de líder. Ello ensombreció un poco al cazador, si bien el genial y heterodoxo lápiz de Ditko regaló una splash page para el recuerdo: Spidey combatiéndole a él y a una pareja de leopardos.
Sea como fuere, parecía que Ditko y el propio Lee mostraban más predilección por enemigos tan urbanos como El Duende Verde o El Amo del Crimen, figuras con un punto atormentado y ambiciosas, cuyas identidades secretas se convirtieron en objeto de fascinación para el público (y fuente de controversia para el equipo creativo).
Por pintorescas que resultasen, las luchas de Kraven contra el trepamuros no sobresalían dentro del excelente nivel normal de la serie, donde el estrafalario vestuario de la galería de oponentes siempre se iba actualizando. Así, mientras se sucedían las viñetas y las derrotas, Segei Kravinoff aguardaba en silencio. ¿Acaso era una presa ya derrotada de antemano? Al contrario, más bien un depredador herido que seguía aguardando la gran oportunidad para dar el zarpazo que necesitaba.
Estrechando el cerco
La portada reflejaba un cambio. John Romita poseía una experiencia tan amplia dibujando cómics románticos que siempre suele incidirse en cómo dulcificó a Peter y Gwen, además de crear una imagen icónica con la presentación oficial de Mary Jane Watson. Sin embargo, resulta injusto subestimar que su delicado lápiz tampoco temblaba a la hora de estilizar a los villanos.
The Amazing Spider-Man # 47 (abril de 1967) mostraba al señor de la selva como una imagen imponente ante pequeñas figuras arácnidas que le rodeaban. Romita, responsable de la imagen gráfica para El Conmocionador y El Rino, entre otros, fue respetuoso con el diseño de Ditko, pero sin renunciar a añadir toques propios.
En una intuición genial de Stan Lee, aquel reencuentro con Kraven reveló que no solamente cruzó el Atlántico por la satisfacción del reto de apresar al legendario hombre-araña. Resultaba que El Duende Verde le había contratado para ello. Una paradoja que explicaba las controversias de un antagonista que vendía un código de honor propio, pero luego intentaba jugar con ventaja.
Pese a los adelantos tecnológicos de su adversario, el lanzarredes volvería a salir triunfante. Desafortunadamente, pasada una breve y efímera alianza con el Nuevo Buitre, no se desarrolló mucho más lo cerca que estuvo Kraven de descubrir quién era en realidad Norman Osborn. Durante la miniserie Spiderman Blue (2011), el nostálgico viaje que proponen Jeph Loeb y Tim Sale recuperó esa figura emergente de un cazador infatigable que estudiaba a su oponente poniéndolo frente a los peligros más inimaginables.
Ahí tenéis a vuestro monstruo
La voz de Jonah Jameson, el infatigable líder del Daily Bugle, resonaba ante una pantalla de televisión con veintiún pulgadas. A finales del año 1971, Roy Thomas empezaba a sentirse abrumado por la cantidad de series que debía guionizar en sustitución de su mentor, Stan Lee. Entre los personajes de los que era responsable, Spiderman no le resultaba uno de los más atractivos.
Por ello, siempre se encontraba receptivo ante las sugerencias de Gil Kane, magnífico dibujante de origen letón que propuso hacer una especie de hábil remake superheroico de una de las joyas del séptimo arte: King Kong (1933).
Harto de que el público estadounidense se quede embobado ante la caja tonta y no atienda a sus filípicas en tinta, Jameson embarca a su personal de confianza hacia un reportaje apasionante por la Tierra Salvaje. Ese contacto con la naturaleza extrema permitirá a Kane reflejar a la inefable Gwen Stacy como una moderna versión de Fay Wray.
The Amazing Spider-Man # 104 (enero de 1972) mostró en su cubierta a Kraven triunfante, no solamente ante Spidey, también frente al señor de la jungla de Marvel: Ka-Zar, aquel buen salvaje que, según descubrimos en las páginas de Daredevil, tenía orígenes aristocráticos y el regio nombre de Kevin Plunder.
El atractivo es que Thomas y Kane se desvían del legendario film para exonerar por completo a la bestia; en su caso, una gigantesca criatura extraterrestre llamada Gog, la cual es cruelmente manipulada en su inocencia por Kraven. Sin duda, la catadura moral de nuestro protagonista no habría pasado el test de Akira Kurosawa en Dersu Uzala (1975).
Además, paulatinamente perdía fuerza. Chris Claremont y John Byrne así lo mostraron en Marvel Team-Up # 67 (marzo de 1978), donde ni siquiera manipular a Tigra le permitió tener una oportunidad real ante su objetivo. De manera irónica, el cierre sería un devastador puñetazo del héroe, quien no dejaba de preguntarse cómo alguien buscaba sorprender sigilosamente a una persona cuyo sentido arácnido le avisaba de los peligros inminentes.
Quería ser temido y respeto por la manada, pero en una época de panzers nadie iba a temblar ante la visión del lobo feroz.
El gran baile
¡El hombre no caza para comer! Caza para demostrar su superioridad… para demostrar que no está condenado como el dinosaurio… ¡como tú estás condenado, araña! A pesar de tu velocidad, no eres un cazador…¡y nosotros somos los supervivientes! Dennis O’Neil siempre supo imprimir un toque artesano a todo aquello que envolvía en sus narraciones.
Estamos en octubre de 1980 y no se resiste a plantearse un reto, recuperar a Kraven e intentar decir alguno nuevo sobre él. Alan Weiss se encarga de poner el pincel para un nuevo enfrentamiento que tiene el atractivo de suceder en una exposición de huesos prehistóricos de dinosaurios. La supervivencia de las especies, la competencia más extrema.
O’Neil proporciona nuevo arsenal al cazador, especialmente a través de su aliada/amante Calypso, una hechicera que rememora a su compañero las últimas derrotas sufridas. En esta ocasión, Kravinoff sí exhibirá cierta autocrítica, señalando que la culpa que le mortifica es haber utilizado a Tigra para conseguir sus propósitos.
En resumen, el curtido escritor añade varios elementos de interés, ingredientes que están destinados a fructificar en un plato digno de acudir al banquete de jabalíes tras la competición. De cualquier modo, no va a ser uno de los mejores guionistas de Batman quien dé la pincelada final al complejo cuadro de Sergei. El óleo está reservado para otra cabeza pensante bien amueblada de la industria que se hallaba en un periplo vital que había conocido el traicionero abrazo de la depresión.
J. M. De Matteis terminó agotado aquella andadura, si bien exorcizó sus propios demonios. No sería justo afirmar que estaba cansado de Spiderman; simplemente, acababa con la sensación de deber cumplido. La última cacería de Kraven es una saga que, todavía a día de hoy, se lee conteniendo el aliento. Desde el funeral de Joe Face, un delincuente de poca monta a quien Spiderman va a presentar sus respetos de forma emotiva, todos los personajes de este cuento oscuro están definidos a la perfección.
Jim Salicrup, recién ascendido a la posición de editor, fue de inmediato consciente de que algo especial se estaba forjando en la cabeza de Matteis, apoyado por un Mike Zeck que, probablemente, alcanzó la cima de su carrera como dibujante. De repente, Kraven desapareció y Sergei Kravinoff captó toda nuestra atención.
Una buena forma de conseguir odiar a alguien es el desconocimiento. Ahondar en la biografía de un ser humano complica observarlo sin luces o sombras, todo se relativiza. Resultaba que Sergei era el superviviente de una antigua familia aristocrática aplastada por la Revolución Rusa.
Costaba poco sentir compasión al imaginar su exilio o el fallecimiento de sus padres. En un ejemplo de hábil artesano, De Matteis también le da toques desagradables. Simpatizaríamos menos con los Kravinoff en sus siglos de esplendor, sin duda, implacables amos en el sistema de la gleba, complacidos de sus cacerías y poco atentos al sufrimiento de los siervos que trabajaban sus tierras.
En resumen, Kraven El Cazador se hizo alguien complejo. Con una audacia increíble, La última cacería de Kraven puso fin a una discusión de muchas personas aficionadas al cómic ante los largos monólogos del supervillano de turno cuando creía que, al fin, había arrinconado a su némesis. ¿Por qué no le dispara y acaba de una vez? Pues eso justo ocurre en una historia fascinante donde aquel villano que parecía desterrado a ser un punching ball de relleno dio el golpe que hizo al indiscutido Peter Parker besar la lona.
Enterrado vivo. Una trama de terror que Lovecraft o Poe habrían aplaudido. Un manejo excepcional de las viñetas para mostrar la dualidad de nuestra existencia. Una preocupada Mary Jane defendiéndose con su instituto natural en su solitaria apartamento cuando es asaltada por una rata, justo para después asistir con pánico ante el cuerpo de la criatura caída tras su golpe. Vida y muerte. Cazadores y presas.
¿Quiénes somos y cuál es la imagen que proyectamos a las demás personas? Este asedio tan particular esconde una verdadera tesis sobre ello, puesto que, con Peter sufriendo una verdadera resurrección desde el inframundo, Kraven toma el manto y el traje negro de su obsesión, la Araña, para mostrar cómo entiende él su figura, incluso poniéndose a prueba ante Alimaña. El cazador se animaliza y su presa debe buscar en su alma la humanidad que le dé las energías para salir a la luz.
Cada hombre, cada mujer, cada nación, cada época tiene su Araña. Tú has sido la mía. ¡Qué gran peso! ¡Qué gran honor! Los soliloquios de Kraven son tan poderosos que hacen buena una afirmación a cargo del guionista de esta joya: No me considero un escritor de cómics. Soy un escritor que hacía cómics. Si Sergei cerró su círculo al usar su escopeta contra sí mismo, DeMatteis hace lo propio, puesto que había iniciado aquella andadura siendo un lector entusiasta que escribía al correo de The Amazing Spider-Man para elogiar el trabajo de John Romita, época donde se enganchó a la colección. Ahora, él era uno de los grandes maestros.
Poco más se puede decir de una obra maestra amarga que eleva al antagonista a una categoría que le parecía vedada hacía apenas unos meses. Cada vez que se vuelve a ella, dan ganas de suplicar en aras de que nadie decidiera volver a usar a este personaje que no hubiera desentonado en un cuento africano de Hemingway.
Naturalmente, los huesos el cazador permanecerían poco tiempo en honorable paz…
Entre el tormento y el éxtasis
Todd McFarlane supuso una metáfora andante del concepto de dibujante-estrella durante la década de los noventa del pasado siglo. No obstante, antes de ese tiempo donde Image y Spawn ocuparían toda su atención, fue el ilustrador fetiche de la comunidad arácnida, donde su spaghetti webbing se hizo emblemática.
Sin complicaciones, el artista de origen canadiense hizo amenazante a Venom y exuberante a Mary Jane, en una serie de aventuras trepidantes donde siempre se manejó mejor en los momentos de acción que en las escenas de transición. Favorito del público, se le dio su propia cabecera en 1990 para hacer lo que quisiera con el héroe.
Allí, McFarlane se enfrentó a la dificultad de hacer un argumento coherente sin guionistas curtidos que acompañasen de palabras precisas sus espectaculares composiciones de página. Sea como fuere, consiguió un arco de notable importancia con Tormento, una saga de oscuridad extrema donde antiguos rivales como El Lagarto se tornaban absolutamente monstruosos.
Bajo inquietantes ritmos de tambores, aquello empezaba a parecerse demasiado a su enterramiento en vida. Peter Parker descubrirá a tiempo a Calypso, vengadora amante dispuesta a sacar todo su vudú para traer la poco edificante imagen de Kraven con la cabeza reventada por su propio disparo de suicidio. Impactante como poco, la aventura roza lo suficiente captar la esencia de Matteis, aunque peor escrita, pero sin cometer la provocación de sacar de entre los muertos a un antagonista cuya muerte le había hecho, al fin, legendario.
Llegó una primera candidatura sólida de luchar en su equina a través de la desquiciada e hipermusculada década de los noventa: Vladimir Kravinoff, bajo el alias de Cazador Siniestro, fue concebido por Howard Mackie y Tom Lyle para demostrar que, entre campaña y campaña, el bueno de Kraven había tenido tiempo incluso para tener descendencia.
De hecho, una nueva oleada de autores nos revelaría un Macondo carmesí que iba desde la jungla más inhóspita hasta los palacios de San Petersburgo.
Al más fuerte
Cuenta la tradición grecolatina que, con esa sencilla fórmula, Alejandro Magno solventó en su lecho de muerte babilonio la duda de sus generales acerca de quién le debía suceder. El manto de Sergei Kravinoff, durante tanto tiempo golpeado por las derrotas y el olvido, se había convertido en su cinturón de campeón digno de ser defendido por nuevos aspirantes. Y, teniendo en cuenta su ascendencia noble, sí era de la familia, mejor que mejor.
Marc Guggenheim destapó ligeramente la caja de Pandora para traer a Ana Tatiana, una especie de aspirante a asesina cyber-punk que buscó en The Amazing Spiderman # 565-566 (septiembre-octubre de 2008) mantener la herencia paterna de una forma que habría complacido mucho al Oliver Stone de Natural Born Killers (1994), implicando al bueno de Matt Murdock en el proceso.
Pese a ello, había algo más. Resultó que la encantadora dama tenía una madre, Aleksandra Nikolaevna, miembro del clan Nikolaevich, si bien devota a la hora de honrar su nuevo apellido por esponsales: Kravinoff. También resultó que Vladimir no estaba solo, había un hermanastro abandonado cual Mowgli, llamado Alyosha Kravinoff, tal vez el de mayor parecido con el llorado progenitor.
Las piezas estaban en el tablero, solamente había que moverlas bien. Joe Kelly sorprendió al editor arácnido Stephen Wacker con la propuesta de un ambicioso arco que iba a poner patas arriba todo lo que se creía saber sobre el linaje consagrado a arrinconar a La Araña. Conocido por un fabuloso sentido del humor y don para elevar a personajes como El Mercenario Bocazas, pocos creían que una secuela de La última cacería de Kraven pudiera acometerse con garantías de éxito, menos con alguien con tendencia al chiste fácil y de diálogos ingeniosos rompiendo la cuarta pared.
Sea como fuere, Wacker se iba impresionando con el material que le llegaba: aquello daba un aroma malsano que se parecía mucho a la desesperación que supo transmitir J. M. DeMatteis; de hecho, el legendario creador del mito original fue invitado a participar, en un ejemplo de que Kelly quería ganarse la aprobación del hombre que le inspiró.
Remover a los villanos míticos de sus tumbas no suele ser popular, si bien hay formas diferentes de hacerlo. Kurt Busiek lo ha ejemplificado mejor que nadie cuando señaló que él no hubiera devuelto la vida a Norman Osborn, lo cual no le habría supuesto ningún óbice para hacer cosas interesantes con él si hubiera vuelto a la colección de Spiderman. Kelly traza un plan que se inicia de forma velada con El desafío, una saga previa a Cacería macabra donde figuras como El Lagarto vuelven más salvajes que nunca. ¿Recuerdan? Un Kravinoff siempre ve a su objetivo en acción antes de asestarle el golpe.
Mediante la fórmula one-shot fuimos sabiendo en verano de 2010 más de una encantadora parentela que estaba diseccionando un diario muy especial, recubierto de vieja piel de león. Desde finales del siglo XX había demasiados descendientes de Kraven pululando, era el momento, en plan Cien Años de Soledad, de reordenar el árbol genealógico, si bien aquí se iba a incluir la resurrección de Aureliano Buendía con clones de por medio.
Marvel no dejó a Kelly solo ante el peligro. Trazos exquisitos como el de Michael Lark o Marco Checchetto fueron reclutados para ambientar una historia sombría, deprimente y plagada de amenazas al acecho. De la misma forma, otras plumas privilegiadas como la de Fred Van Lente regalarían algunos argumentos impresionantes como “La novia del cazador”, narrada gráficamente por Phil Briones donde se explicaría porqué la encantadora Sasha era el alma gemela del cazador, incluso por encima de Calypso.
La Tierra Salvaje sería el último enclave para la feliz reunión familiar, donde nana (padre en lengua rusa) enseñaría a sus retoños métodos pedagógicos que habrían sido aplaudidos en Esparta…
La lucha por Central Park
“Cazado” fue una de las sagas más llamativas dentro del universo Spiderman el pasado 2019. Igual que había sucedido con Kelly, el responsable de las tramas del trepamuros era un hombre de jovial humor, Nick Spencer. De hecho, obtuvo el puesto por su savoir faire con Los Enemigos Superiores de Spiderman (2014), delirante comedia que mezclaba Sospechosos habituales (1995) con el aroma de una cinta de Guy Ritchie, haciendo enternecedores a algunos de los adversarios menos populares de La Araña.
Nick Lowe, a la sazón editor de la cabecera principal del lanzarredes, solicitó a Spencer que se contagiase de la atmósfera enfermiza que caracterizó a Cacería Macabra. Si bien no contó con la finura de Lark o Checchetto, no pudo quejarse del apartado gráfico de Cazado, un gran evento donde distintos elementos de la fauna que rodeaba a Peter Parker estaban siendo hecho prisioneros con algún malévolo propósito.
Una de las subtramas más conmovedoras, especialmente por la forma de retratarlo de Iban Coello y Gerardo Sandoval, fue la de Felicia Hardy combatiendo su instinto de supervivencia felino en aras de brindar protección a Billy Connors. Conforme más nos íbamos acercando al núcleo de la saga, resultaba que Spencer iba a coger elementos de franquicias cinematográficas como “La Purga”, “Los Juegos del Hambre” o “Jumanji”.
Central Park puede ser acogedor en muchos momentos del año. En otros, realmente peligroso. De cualquier modo, Kraven lo iba a hacer aterrador. Con su último hijo superviviente, el más apto para heredar su corona, el bueno de Sergei se mostraría dispuesto a ponerse traje y corbata, recuperando las aristocráticas maneras del pasado para atraer a la jet set hacia un juego con fundamento histórico.
¿Cuántos monarcas o altos empresarios no se han dejado seducir por el exotismo del safari? En plena era del marketing, Kraven se vende a sí mismo, aliado con un tipo tan inquietante como Arcade, para que excéntricos millonarios puedan cazar a algunas de las criaturas más exóticas del mundo. Bajo apariencia de juego, todos se hallan en un tremendo peligro, algo que el genial y heterodoxo Humberto Ramos capta a la perfección. El mexicano inicia la cuenta atrás de la peor de las partidas posibles.
Spencer cierra cuentas pendientes del pasado. Amparado por un Ken Lashley más emotivo que nunca, se acaban, al fin, las crueles risas que recibía el Gibón. Se trata de un relato corto devastador donde el guionista, una vez más, exhibe que sabe arrancar la lágrima con algunos de los personajes más opacados de la colección.
Cuenta la leyenda que este peculiar villano surgió fruto de una apuesta amistosa que un Stan Lee ensoberbecido por su éxito aceptó: convertir en villano cualquier cosa que apareciese, incluyendo a este tipo de simio.
Aquel Amazing Spider-Man # 111 (agosto de 1972) fue una papeleta para Gerry Conway, el sucesor designado por Lee para llevar las riendas de la telaraña. ¿Qué hacer con aquella figura más bien patética e incomprendida? Buscando a exonerar al pobre Martin Blank, nombre real del hombre de asombroso parecido con el mono, el nuevo guionista le hizo presa de las pócimas de Kraven para medirse con Spidey.
Una vez más, la utilización de una figura inocente para lanzarla como carne de cañón ante La Araña. Spencer hace que el incauto Gibón caiga ahora seducido por la retórica barata de Adrian Toomes, quien lo sacrifica de una manera despiadada en la cacería. No contento con ello, El Buitre utilizará su baja para tejer un relato heroico donde el resto de los villanos aceptan el liderazgo de la veterana ave rapaz.
Spencer trata con mucha ternura al caído Gibón, haciendo a la comunidad lectora cómplice de sus últimos pensamientos. Como sucedió con Joe Face, sería Peter Parker el más humano a la hora de hallar a la víctima. En esta ocasión de forma indirecta, Kraven volvía a tener chivos expiatorios en su altar.
Los artistas participantes en el proyecto parecen escoger siempre una pieza predilecta en el bestial tablero desplegado por Kraven. Así, Chris Bachalo vuelve a gozar con su peculiar interpretación de El Lagarto, mientras que Corey Smith coloca su foco sobre El Buitre, inesperado líder y maquiavélico usando a los demás. Eso sí, un carroñero muy predecible para un Kraven que, al fin, parece tener a todos justo donde quería, capaz de ponerles de rodillas, aunque, como le denuncia su hijo, parezca haber perdido todo el romanticismo para venderse al mundo globalizado.
Da la sensación de que nuestro ruso amigo quiere obligar a las personas invitadas a la fiesta a mirar en el abismo. Y que este les devuelva la mirada. El Supervisor y La Hormiga demostrarán ser tan amantes de los despojos heridos como El Buitre, mientras que Peter, otra vez, será el objeto de fascinación para su enemigo.
No puedes entender la paz que siento, Araña. Verte así cala mi espíritu y me llena de felicidad. Hemos luchado mucho tiempo. Hemos tirado de extremos opuestos de la red. Quise cazarte. Demostrar mi superioridad. Y tú, tú quisiste encadenarme, doblegarme, meterme en una jaula. Podríamos haber seguido así durante años. Tal vez toda la vida.
Si bien La última cacería de Kraven es una obra maestra que no necesita el añadido de ninguna coma, Spencer se permite añadir elementos, mostrando a un cazador resucitado y que admite reverenciar a su oponente: He contemplado y admirado tus dones. He querido hacerlos míos. También le hará reproches, uno que resultará particularmente duro al paladín: su capacidad de perdonar a enemigos que retornan más salvajes y mortíferos a su reino, amenazando a los suyos.
Cazado es una aventura que busca ahondar en el espíritu, pese a todas las armas, tecnología punta, testosterona mal entendida y agresividad que se dé en Central Park. Por supuesto, con sorpresa final incluida.
Libra por libra
Con la complicidad de Ryan Ottley, Spencer se las ingenia, a la manera de Roger Stern con El Duende, para regalar un revival de un mítico enemigo sin caer en incómodas resurrecciones. Un superviviente y heredero, más alto e igual de mortífero, para que, en el futuro, nuevos guiones mantengan a los Kravinoff en el candelero.
Asimismo, en homenaje a Ditko y Lee, el recordatorio de su vínculo con El Camaleón parece dar nuevas alas al maestro del disfraz. Hecho todo este safari, ¿podremos, de una vez por todas, determinar qué lugar ocupa Sergei en la lista de enemigos de uno de los héroes más carismáticos del Noveno Arte?
Tras tanto tiempo escuchando la cuenta atrás del árbitro cuando chocaba puños con el cabeza de red, si bien nunca será Norman Osborn o Eddie Brock, Sergei puede presumir de constituir, libra por libra, el alma que ha aguantó todos los asaltos con su adversario, dándole y recibiendo los puñetazos más devastadores.
Quizás el cazador suponga el libra por libra de Peter Parker. No tiene que ser necesariamente quien más combates haya ganado. Simplemente, esa categoría supone una condición de respeto entre iguales en el ring, el reconocimiento a la dureza.
Respeto. Algo que, a su manera, Kraven se ha ganado.