Invisible Kingdom tiene un acercamiento muy peculiar a la ciencia ficción más dura. Uno que es muy difícil de encontrar, puesto que ese género suele estudiarse desde otros prismas. Pero la existencia y aceptación de esta serie (que ofrece diferente) es algo digno de celebración.
Pero no por ello esta propuesta es intachable. La lectura de este tomo deja una inevitable sensación de ambivalencia. Todo aquello que resultó estimulante en los impactantes primeros números, sigue estando presente. Sin embargo, ha perdido una frescura de forma más que notable y se ha decidido realizar una serie de cambios que modifican notablemente la esencia de la serie.
La reputada guionista, G. Willow Wilson, vuelve a las andadas con el que, probablemente, sea su cómic más personal. Y hacerlo tras un completo éxito como fue el primer volumen, es más que complicado. En parte, hay cierta sensación de que lo que se buscaba contar ya se ha hecho. Pero, por otra parte, este es un universo para plasmar historias interesantes y, no en vano, la guionista retoma la historia desde el final del arco anterior continuando con una trama que quedó abierta.
Esta continuación parte del punto en el que se dejó. Con Grix y Vess formando equipo para conseguir hacer frente a la coalición entre Lux y la Renunciación. Sin embargo, están completamente varadas y, por si fuera poco, tendrán que afrontar un sabotaje que hará que la primera pierda el control de su nave y de parte de su tripulación.
Este tomo rompe con cierto equilibrio narrativo respecto a los puntos de vista. Por un lado, la misma premisa le permite hacer que este sea un arco autocontenido que, incluso, llega a desviarse de los objetivos de la trama principal. El conflicto principal es uno que parece querer dilatar la narrativa pero que, teniendo en cuenta de que el tercer arco debería ser el último, puede llegar a ser contraproducente para un lector que busca otra cosa más compacta con cómo finalizó el tomo anterior.
Sería una historia absolutamente prescindible si no fuera por cómo se manejan los conflictos internos y la relación entre ambos personajes. En lugar de recurrir a la narración, tal y como se hizo en el tomo anterior, este tomo apuesta más por soluciones más visuales y dialogadas.
Por mucho que pueda ser sorprendente, se han tomado decisiones extrañas que pueden sacar al lector. Y es que este no se queda con la sensación de que haya una claridad respecto a lo que se ha buscado contar.
A pesar de ello, todo lo aquí expuesto se ha ejecutado con elocuencia, independientemente de lo anterior. Es muy difícil conseguir hacer una historia de amor sea creíble y toque emocionalmente en el lector. Wilson logra hacerla haciendo que parezca fácil, de una manera muy sutil y a través de una construcción lenta pero segura. Este parece haber sido el tema central de la obra y, a pesar de que tarda en llegar, es algo muy satisfactorio.
Otro tema tratado es la imposición de ciertas estructuras con respecto a lo que se espera de la mujer. Y la lucha de ellas por encontrar su propia identidad y lo que ello le puede ocasionar. En parte, este tomo estudia las consecuencias de los acontecimientos del primer arco. Y eso quiere decir que la intensidad dramática está más marcada.
Eso también supone una mejoría del ritmo. Los conflictos se externalizan y la trama pasa a tener un cariz más concreto y menos contemplativo. Tal vez eso consiga reenganchar a aquellos lectores que encontrasen menos interesante esa toma de contacto. Pero, de nuevo, cambia radicalmente la forma de percibir y de concebir esta saga.
La narrativa sigue inspirada, aunque da la sensación de que está dando vaivenes. Las posibilidades de este rico universo y el carisma de las protagonistas son aquello que realmente logra la atención del lector en esta propuesta. Pero puede que no sea suficiente…
El arte de Christian Ward es continuista con el tratamiento estético del tomo anterior. Y eso es positivo puesto que es alguien que consigue abrazar las formas de la space opera de más lisérgica y trasladarlas a una sensibilidad más contemporánea. Esta serie tiene una identidad gráfica muy potente y marcada con unas cualidades que buscan siempre un aspecto muy llamativo que entra por los ojos. Y eso explica determinadas decisiones que saben cuándo se debe ser más barroco y cuando más minimalista. Es un arte que es fácilmente accesible para todo el mundo pero que resulta espectacular en todo momento.
Es un artista muy solvente que emplea un estilo ligeramente sucio y en el que se nota una búsqueda de captar un aspecto futurista. Además, logra cierta efectividad para todo tipo de escenas. Esa versatilidad era completamente necesaria en un híbrido de géneros en el que es más importante captar bien los momentos de carga emocional.
El tomo de Astiberri sigue la línea marcada por el primero. Incluye dos breves biografías del equipo creativo, así como todas las portadas de los números recopilados.
Invisible Kingdom 2. El Límite de Todo, aun con todos los defectos que se puedan detectar, sigue siendo una de las mejores propuestas de ciencia ficción que se han editado en los últimos años. Y eso se debe a que esta obra viene de unos creadores que se han apropiado de un género al que, normalmente, este tipo de voces no suele acudir para contar sus historias. Y, por ese motivo, es un evento al que conviene asistir.