Extremity, el cómic que puso en el mapa a Daniel Warren Johnson

¿Hasta qué punto vale la pena crear cuando nada está de cara? Desde luego, la destrucción es mucho menos complicada, más directa, inmediata y tiene unos efectos más estridentes. Crear es exigente, árduo y tiene una recompensa más abstracta y escurridiza. ¿Qué sentido tiene?

Esa dicotomía es el centro de Extremity, la obra con la que el reconocidísimo Daniel Warren Johnson comenzó a dar de qué hablar. Y no es para menos, puesto que al coger este cómic lo que uno se encuentra es una explosión, prácticamente, inacabable, de ingenio, creatividad y recursos interesantes.

Es alguien que es capaz de conjugar lo más brutal y lo más emocional con una efectividad impresionante. Y eso queda patente en cómo logra una mezcla de tonos muy complicados. Hubiese sido muy sencillo que se fuera de madre, pero consigue mantener un contenido muy consistente durante los doce números que dura la maxiserie, a pesar de tomar decisiones argumentales arriesgadas.

El punto del cual se parte no tiene nada que ver con el que se termina. Es una obra atiborrada de giros narrativos chocantes que están elaborados de tal forma que parece lo lógico. Además, este proyecto goza de un ritmo salvaje y frenético en el que apenas hay momento de descanso. Eso permite empatizar muy fácilmente con estos protagonistas, a los que el autor ha conseguido caracterizarlos y darles una evolución más que notable. Se trata de un trabajo muy bien medido en el que a poco que se hubiese desviado a un lado, hubiera resultado en un trabajo descompensado.

Temas como la creación artística y su poder redentor, aunque las circunstancias sean tan extremas como las que aquí se plantean no dejan de darse y de ser analizados y cuestionados desde distintas perspectivas. De alguna manera, es un tema recurrente en su trabajo y es que es algo que también se ha planteado en Murder Falcon, que también tiene un componente metalingüístico. Ese fondo hace que se obra tenga una riqueza de capas de subtexto que, más o menos evidentes, hacen de esta lectura algo estimulante.

Otro tema principal es la venganza y como esta puede llegar a desfragmentar cualquier lazo emocional e, incluso, puede hacer que se diluya la identidad de la persona que la ejecuta. Es una obra con una protagonista moralmente ambigua que es llevada hasta el extremo. Sin embargo, el creador es cruel y rompe con cualquier expectativa positiva rápidamente. A ello contribuye unos lazos familiares que, constantemente, son puestos en entredicho. 

Eso engarza con el contexto en el que se mueven los personajes: un hipotético futuro en el que se aplica una suerte de ley del más fuerte. Distintas tribus en pugna se enfrentan por conseguir el poder. Por tanto, el tono que tiene este proyecto es de un nivel de violencia explícita más que clara. Hay un cierto disfrute a la hora de plasmar determinadas escenas y eso se aprecia. Pero, por muy cruel y seco que pueda llegar a ser, nunca cae en lo gratuito o lo desagradable. La violencia es una parte tan intrínseca del contenido como lo es el resto de escenas, puesto que siempre contribuyen al avance de las tramas o al crecimiento de los personajes.

Extremity es un trabajo que puede ser incómodo para determinado tipo de lector. No es algo amable, cercano ni busca hacer amigos. Pero sí que es algo que, a través de un entretenimiento perverso, consigue lanzar reflexiones que valen la pena hacerse. Y es que la creación artística lo merece. No en vano, es de las pocas cosas que han persistido aun teniendo ni un solo motivo para ello.

Este artista tiene una voz muy marcada y es muy difícil disociar su estilo de lo que siempre le interesa contar. El estilo que sigue es bastante clasicista, aunque con un toque muy sucio y brutal. Aunque la línea sea clara, la manera en la que hace el trazado le da a su trabajo un look que apela a lo más primario. Entra por los ojos. 

Es alguien que consigue ser profundamente intenso de una manera muy visceral y eso se plasma en las composiciones espectaculares de las escenas de acción y en un tratamiento de las escenas más intimistas de una forma más contenida pero igual de efectivas. Se trata de un narrador de primera que, desde un respeto al legado de este medio, logra alcanzar un intangible difícil de definir, pero muy fácil de percibir.

Mención aparte merece su particular estilo a la hora de crear este mundo. Es tratando de analizar la manera en la que se construyó este universo cuando se aprecia más claramente los referentes estéticos de los que se ha bebido. Hay algo de la intensidad de Otomo, de la belleza de los mundos y de las criaturas de Ghibli, del árido desierto ético y punky de Mad Max e, incluso, de la imaginación inabarcable de Moebius o de la cruenta y peligrosa violencia de Frank Miller. Todas estas referencias se dejan ver de una forma clara, pero consigue imprimir a estas páginas de una personalidad única e intransferible. Es alguien que ha conseguido dejar claras todas sus influencias, pero sin imponerlas sobre su historia. Es un equilibrio muy difícil de conseguir.

El tomo de ECC Ediciones responde a unas características similares a otros títulos de la línea de Skybound. Se trata de una edición cuidadísima y hecha con mimo tal y como demuestra el que hayan tenido acceso a contenido extra exclusivo incluido en el tomo.

Extremity recobra una nueva y más que necesaria vida aunque lo cierto es que, como toda buena historia, nunca llegó a desaparecer. Un clásico inmediato que cambió la trayectoria profesional de su creador y, con toda seguridad, la de más de un lector.