Durante las décadas de los años setenta, ochenta y noventa del pasado siglo, Marvel Comics reeditó en varias ocasiones números de la colección de la Patrulla-X que ya en aquellos entonces eran más o menos antiguos. No nos referimos a lo acostumbrado hoy por hoy, lujosos tomos que recopilan sagas o etapas enteras, que también hubo alguno, sino a cabeceras regulares en formato grapa, de duración abierta hasta que fueron canceladas, y alguna serie limitada. En todas ellas se incluyó, además de lo reeditado, material adicional diverso: portadas nuevas, pin-ups, páginas que recapitulaban la trama si se partía un episodio original en el nuevo formato… y en algunos casos mucho más.
En el año 2017, la editorial publicó un grueso omnibus de más de mil páginas recopilando todos esos extras, y posteriormente sus contenidos fueron reeditados en dos tomos en los que a su vez se basan los dos Marvel Gold que bajo el título de Las historias jamás contadas de La Patrulla-X ha lanzado Panini Cómics en español. La pregunta es obvia: ¿justifica un puñado de extras, por nutrido que sea, el pertinente desembolso, más allá de por mero completismo? Y la respuesta es que sí, aunque con matices, y, por supuesto el veredicto final tendrá mucho que ver con los intereses de cada uno.
El grueso, con mucha diferencia, del material recopilado en estos dos volúmenes, procede de la cabecera Classic-X-Men, que en 1986 comenzaba a recuperar desde el principio la más exitosa etapa de los Hijos del Átomo, la inaugurada once años antes por el editor y guionista Len Wein, al que inmediatamente relevó el escritor Chris Claremont. Este último, junto a artistas como Dave Cockrum, John Byrne, Paul Smith, o John Romita Jr, llevó al supergrupo mutante hasta sus más altas de popularidad, y para cuando se emprendió esta reedición, su serie Uncanny X-Men ya era un rotundo éxito comercial y de crítica. Sus múltiples tramas se continuaban mes a mes; algunas se solían empezar a atisbar años antes de que por fin fuesen abordadas de manera directa, y sus resoluciones solían abrir afluentes nuevos para su historia-río.
Aquello, lejos de levantar el escepticismo del público, dados los excelentes resultados causaba el furor de centenares de miles de aficionados enganchados al culebrón superheroico. Pero dado que no era sencillo obtener episodios atrasados en el mercado de la época, precisamente esa idiosincrasia podía empezar a constituir un escollo para acceder a nuevos lectores. Incluso muchos de los ya fieles se habían ido subiendo algo tarde aquel tren, y en ocasiones no podían saber de donde procedía exactamente alguno de los elementos que Claremont engranaba y sacaba a relucir en sus historias. Así que se decidió reeditar la serie a partir de aquella Segunda Génesis del Giant Size X-Men #1 que en 1975 presentase a la alineación compuesta por Cíclope, Tormenta, Banshee, Rondador Nocturno, Lobezno, Coloso, Fuego Solar y Ave de Trueno, desde donde se remontaban la mayoría de líneas argumentales y de caracterización dispuestas en Uncanny X-Men por el llamado Patriarca Mutante a lo largo esos once años.
Pero además de la mera reimpresión, se aprovechó que los ejemplares de Classic X-Men gozarían de un mayor número de páginas que las versiones originales de Uncanny X-Men para incluir breves escenas intercaladas ampliando las historias: Claremont decía que el reducido espacio de las entregas mensuales jugó en su contra durante sus primeros años en la colección. Que tenía que hacer constantemente un gran esfuerzo de síntesis y que se le quedaban en el tintero muchas capas y matices que tenía en la cabeza, pero que no llegaban al producto final más que de manera implícita en el resto del tebeo. La editora Ann Nocenti apoyó al guionista para que utilizase ese espacio extra del que iba a gozar la reedición insertando ahí páginas nuevas (dibujadas primero por Dave Cockrum, el mismo artista de las entregas originales y luego por otros) de escenas breves, y reescribiendo algunos diálogos, para ajustar totalmente a su gusto retroactivamente esos viejos cómics. Y directamente se incorporaron, como si siempre hubiesen estado ahí desde el principio, factores que no se idearon hasta más tarde, y que habían sido incrustados posteriormente mediante retrocontinuidad. Vamos, lo que en el mundo del cine vendría a ser un Director’s Cut.
No solo eso, sino que cada número llevaría un relato autoconclusivo de complemento, protagonizado por uno o dos de los personajes. Su tono sería más intimista y personal, cosa que vendría subrayada por el estilo gráfico (mas realista y oscuro de lo habitual en el cómic superheroico norteamericano) del dibujante encargado de aquellas historias que figuraban al final de cada ejemplar: el excelente artista británico John Bolton, con el que Claremont ya había colaborado en Marada y en El Dragón Negro, dos magníficas obras de espada y fantasía para sello Epic de Marvel. Con las escenas insertadas entre las originales y estos nuevos relatos breves, Claremont podría ajustar sus viejas historias a cómo creía que debían lucir en 1986, con la ventaja de la perspectiva de los once años pasados.
Para asegurarse ya del todo de que aquello fuese un éxito de ventas, uno de los nuevos dibujantes superestrella de Marvel de por aquel entonces, nada menos que Arthur Adams, se encargaría de realizar nuevas portadas, y una ilustración para una página inicial que incluyese los créditos de todos los que habían colaborado en el tebeo final que el lector tenía en sus manos: los autores originales, los de los nuevos añadidos entre escenas, y los de esos complementos (normalmente Claremont y Bolton).
Classic X-Men fue todo un éxito al principio y su andadura se prolongó mes tras mes hasta 1995, cuando concluyó con su número #110 reeditando la entrega #206 de Uncanny X-Men de 1986, mismo año en que había comenzado su andadura. Si uno hace las cuentas, puede parecer extraño que en nueve años pudiese abarcar un periodo de once, pero hay que tener en cuenta que la etapa original se publicó bimestralmente en sus comienzos de 1975 hasta la entrega #112 de 1978, así que se dio cuenta de esos tres primeros años en tan solo uno y medio. La colección de reimpresiones dejó de tener escenas añadidas y retoques a la altura de su número #28, y las historias de complemento cesaron en el #45. Según se iba avanzando, los tebeos reeditados originales tenían más páginas, y había por tanto menos cabida para añadidos; además Claremont afirmó que a partir de ese punto no había demasiado que quisiera añadir o corregir, que desde ahí la serie ya había sido todo lo que él tenía en mente. En el número #46 la cabecera cambió su nombre a X-Men Classic debido a una astuta estrategia de marketing: así se beneficiaría de cierta visibilidad al quedar situada en los alfabéticamente ordenados expositores de las librerías especializadas junto a otro título (X-Factor) de la franquicia mutante. Ésta, se expandiría durante los dos siguientes años siguiendo esa misma hoja de ruta de nomenclatura con los superventas X-Force de Rob Liefeld y X-Men de Jim Lee.
A lo largo de esos nueve años de publicación de Classic X-Men y X-Men Classic, los autores del material extra fueron variando, y a Cockrum le sucedieron en las escenas añadidas Kieron Dwayer, James Fry, Jim Sherman, Tom Morgan, Bob Layton y Chuck Patton; Claremont dió el relevo en algunos de los guiones de los complementos a Jo Duffy, Ann Nocenti, Fabian Nicieza y Tom Orchezowski. Y cuando John Bolton dejó el dibujo de esos back-ups, vinieron en su lugar por June Brigman, Mark Bright, Rick Leonardi, Kyle Baker, Jim Lee (justo antes de desembarcar como dibujante regular en Uncanny X-Men), Jim Fern, Mike Collins y Kieron Dwayer. Una vez Arthur Adams terminó de ocuparse de las nuevas portadas, estas quedaron en manos de Kerry Gammill y Kieron Dwayer entintados por Terry Austin, y los resultados la verdad, estuvieron muy poco inspirados. Afortunadamente dejaron paso al desaparecido y nunca suficientemente reivindicado Steve Lightle entre los números #30 y #56, para ser relevado por Mike Mignola entre los #57 y #70, y subsiguientemente por Adam Hughes, Joe Madureira, Kerry Gammill, Paul Smith, Bart Sears, Tom Raney, Matthew Ryan, Tom Grummett, Brian Steelfreeze, Gary Frank y Jae Lee. Sí, a pesar de que el único material adicional a partir del #45 fueron tan solo las cubiertas, lo que no se puede negar es que en general se asignaron a artistas francamente sólidos.
El primer tomo de Las historias jamás contadas de La Patrulla-X de Panini incluye todo el material extra de los diecinueve primeros números de Classic X-Men. Es decir, no figuran las historias originales a las que acompaña, aparecidas en otros Marvel Gold dedicados al equipo mutante, sino que se limita a las portadas (tanto las originales de Cockrum y Byrne como las nuevas de Arthur Adams), ilustraciones de créditos, historias de complemento de Bolton. Hay además numerosas páginas que recogen comparativas entre las viñetas publicadas en los años setenta y todos los retoques que se les aplicó en su reedición de los ochenta: cambios de diálogos, añadidos o supresiones de textos, y algún redibujado menor.
Todo ello ilustra cómo Claremont quiso pulir su trabajo antiguo para que encajase mejor con revelaciones que hizo posteriormente a su primigenia publicación, o anticipó alguna de ellas para que cuando llegase el episodio en el que se dieron, todo fluyera más orgánicamente a costa de un pequeño factor de sorpresa. La lista de ejemplos es enorme, pero por dar algunas muestras, llama Polaris a Lorna Dane antes de que recibiese espontáneamente ese nombre cuando fue controlada por Eric el Rojo, establece el talento artístico de Coloso desde el principio, o evidencia que las garras de Lobezno forman parte de sus cuerpo y no son dispositivos de sus guantes previamente a ser capturado por Stephen Lang y sus Centinelas. La atracción de Logan por Jean, el inductor de imágenes de Kurt, la claustrofobia de Ororo, que Amanda Sefton es algo más que una azafata de vuelo, que Magneto es un hombre más complejo que el enajenado villano de opereta de los años sesenta, cameos tempranos de Moira McTaggert y Rahne Sinclair… todo ello aparece en Classic X-Men antes que en los números de Uncanny X-Men que les corresponderían.
También se alteran usos de poderes que quedaron posteriormente descartados, como los de Tormenta controlando los vientos solares, o la transparencia del cuerpo de Rondador en la oscuridad. Y, por supuesto, se tiene en cuenta aquel volantazo argumental retroactivo con el que Claremont tuvo que tragar por orden de Jim Shooter de que la Jean Grey original había sido sustituida por la criatura cósmica llamada Fénix, y no que fuesen una y la misma, para así poder recuperar a la Chica Maravillosa y unirla a las filas de Factor-X en 1986. De ese modo, se pretendía también que toda la etapa pareciese dentro de un orden una narración totalmente coherente, donde los pequeños detalles no contradijesen sacadas de chistera posteriores, de cara a los nuevos lectores que se había ido sumando a las aventuras del grupo a lo largo de los años, según su éxito iba creciendo.
Eso sí, tampoco da la impresión de que se intentase de verdad engañar a la audiencia pretendiendo que los tebeos originales fuesen originalmente así. Desde luego, si ese era el propósito, cosa poco probable, se habría hecho de manera chapucera. Más que nada porque ni Dave Cockrum era el mismo artista en 1986 que en 1975, ni el estilo de Kieron Dwyer pegaba con el de su padrastro John Byrne, con lo que las páginas intercaladas en cada tebeo cantaban muchísimo. Además, se saltaron números considerados en ese momento de relleno intrascendente, pero que en realidad sí habían sido referenciados más adelante: el asalto a la Mansión Xavier por parte de Halcón de Guerra por órdenes del Club Fuego Infernal, o la primera vez que apareció la manifestación de la parte oscura del Profesor-X, básica para la miniserie La Patrulla X contra Los Micronautas y antecedente de Onslaught, nada menos. Pero a pesar de esas imperfecciones menores, se consiguió que el canon se reescribiese sutilmente de manera eficaz, y con lo que sabemos hoy en día de los personajes y damos por sentado de ellos, cuando uno echa un vistazo en cambio a los cómics originales de los setenta sorprende a veces que algunas cosas que considera esenciales no estaban ahí desde el principio.
Estas páginas de Las historias jamás contadas de La Patrulla-X en las que se establecen esas comparaciones, entre viñetas del original y de la reedición ayudan a localizar insertos retroactivos que pueden pasarnos bajo el radar por habernos acostumbrado desde la publicación de Classic X-Men a que sean canon. Porque es a esta reedición a la que muchos autores que vinieron tras Claremont hacían referencia cuando en sus tebeos se hablaba del pasado, y no a los números de Uncanny X-Men originales. En ese aspecto, estamos por tanto ante documentos bastante interesantes como curiosidad. Claro, esto a veces generó algún problema de continuidad, como cuando Alan Davis rescató la invisibilidad en las sombras de Rondador Nocturno: él no había leído las reimpresiones, sino la etapa original, y no era consciente de que se había producido ese cambio. Parece que su editor en Excalibur, Terry Kavannagh, tampoco.
Los complementos de Claremont y Bolton son una gozada por sí mismos, aunque solo sea por el elegante trabajo visual de este último. Quizás se pueda cuestionar si su estilo es adecuado para la temática superheroica, pero dado que se trata de relatos más intimistas, no desentona mucho. El interés de los argumentos, varía: unos tienen relación bastante directa con lo que acontece en la serie, abundando en aspectos argumentales y de caracterización, como la amistad y juegos de enfrentamientos entre Logan y Kurt, de dónde venía la psique torturada, insegura y suicida de John Proudstar, así como la presentación temprana de su hermano James, el futuro Sendero de guerra, o las luchas intestinas de Sebastian Shaw y compañía en el seno del Club Fuego Infernal para hacerse con el control de la organización. También vemos a Mesmero comportándose como luego caracterizaría Brian Michael Bendis a otro inquietante villano controlador de mentes de color de piel no humano, Killgrave el Hombre Púrpura. Otros, cuentan historias competentes pero aisladas, pequeños episodios intrascendentes que poco añaden y que sí se sienten un poco como relleno.
Pasando al segundo volumen de Las historias jamás contadas de La Patrulla-X, este continúa con la misma dinámica del anterior desde el número #20 de Classic X-Men hasta donde llegaron los materiales. Es decir, hay páginas de escenas añadidas y retoques hasta #28 de Classic X-Men; las historias de complemento son las que fueron publicadas hasta el #45, más una de ellas que acabó siendo publicada en Marvel Fanfare; y eso sí, vienen todas las portadas realizadas expresamente para aquella edición hasta el #110. Son materiales de autoría más heterogénea comparando con el primer tomo, en el que casi solo participaban Claremont, Cockrum, Dwyer, Bolton y Arthur Adams. Eso sí, aquí se evidencia más que en el primer tomo que Classic X-Men iba siendo publicado paralelamente a Uncanny X-Men, y las interrelaciones de estas historias pasadas con las aparecidas al mismo tiempo, pero que cronológicamente transcurrían más adelante, se refuerzan. Por ejemplo, cuando el Patriarca Mutante firmó de nuevo alguno de los back-ups, aprovechó para ir soltando allí pistas sobre las ideas que tenía pensado revelar con el tiempo (y que fueron descartadas por autores posteriores) sobre Mister Siniestro que por aquel entonces estaba rodeado de misterio. También se deja claro en qué circunstancias Nereel y Coloso concibieron un hijo, o vislumbramos las aventuras interdimensionales de Tormenta con M’Rin y su gigantesco lobo volador. Los lectores que no compraban Classic X-Men por tener ya los ejemplares antiguos de Uncanny debieron alucinar cuando les vieron aparecer en la Tierra Salvaje en aquel anual #12 de 1988 contra Términus, relacionado con La Guerra de la Evolución. Resultaba que la compra de aquella reedición era menos opcional de lo que podían pensar al principio, si querían saber de dónde venían algunos personajes y situaciones. Además, por ejemplo, averiguamos que desde los años setenta Moses Magnum era un agente de Apocalipsis, personaje que en 1988 hacía tan solo dos años que había empezado a dejarse ver.
Este segundo Marvel Gold no se limita a incluir aquel material de Classic X-Men y X-Men Classic, sino que recoge también el adicional de otras reediciones anteriores y posteriores. Resulta que el tercer volumen de la colección Amazing Adventures reimprimió de una manera curiosa el comienzo de la serie original del grupo mutante iniciada en 1963, a lo largo de catorce entregas entre 1979 y 1981. Y es que cada número original se repartía en dos entregas consecutivas de Amazing Adventures, y el resto de estas se rellenaba con relatos cortos, complementos procedentes de entre los números #38 y #48 de 1967 y 1968 de esa misma etapa donde se contaban los orígenes individuales del Hombre Hielo, La Bestia, Cíclope y El Ángel. Pero claro, si cada número de los años sesenta ocupaba dos de los de los setenta, solo se disponía de una portada original de Jack Kirby y era necesaria otra más, así que Bob Budiansky y John Byrne crearon las nuevas necesarias para cubrir esos huecos. Además, cuando la entrega contenía la partida segunda mitad de una historia, Danny Fingeroth, Carmine Infantino o Al Milgrom se encargaban de recapitular lo sucedido en el número anterior mediante una ilustración de una página. Esta práctica solo duró hasta el número #11 de Amazing Adventures, y los tres siguientes antes de cerrar publicaron tal cual un número completo original sin necesidad de material de nuevo cuño.
De un modo parecido, la colección Triple Action, que reeditaba en los años setenta aventuras de Los Vengadores, a la altura de su número #45 de 1978 se encontró con que la serie de Los Héroes Más Poderosos de La Tierra tenía un crossover (uno de los primeros de Marvel) con la de La Patrulla-X, así que publicó la correspondiente entrega mutante. Sin embargo, al llevar esta originalmente uno de esos complementos sobre los orígenes de los mutantes alumnos de Xavier, los cuales se decidió no incluir, faltaban páginas para rellenar el tebeo, así que Sal Buscema dibujó unas ad hoc recapitulando cómo habían llegado Vengadores y X-Men a tal punto en sus respectivas series.
Otra reedición más fue X-Men Classics (acabado en “s”, en contraste con el nombre al que acabó cambiando Classic X-Men) que en 1983 volvía a ofrecer en tres números la aclamada etapa de finales de los años sesenta de Roy Thomas y Neal Adams. Llevaba portadas dobles y páginas de recapitulación obra de Mike Zeck y Tom Palmer. Y en 1994 y 1995, X-Men: The early years lanzaba de nuevo al mercado los 18 primeros episodios clásicos de los mutantes de Stan Lee, Jack Kirby y Werner Roth, añadiéndoles portadas de Bill Sienkiewicz, Mike Parobleck, Adam Hughes, Ken Lashley, Tim Sale, Matthew Ryan, Tom Raney, Carlos Pacheco, Lee Weeks, Larry Stroman y Phil Hester.
Todas esas cubiertas, recapitulaciones y demás material creado especialmente para las reediciones de Classic X-Men, X-Men Classic, Amazing Adventures, Triple Action, X-Men Classic y X-Men:The early years, junto a bastantes pin-ups y extras variados completan el contenido del segundo Marvel Gold dedicado a Las Historias jamás contadas de La Patrulla-X.
Así que, para ir concluyendo ¿es realmente imprescindible adquirir estos dos tomos para disfrutar de la experiencia de leer la Patrulla-X de Claremont del resto de volúmenes de Marvel Gold? Y la respuesta es un rotundo no: los tebeos originales bastan y constituyen un pináculo del género superheroico por sí solos. Los añadidos ochenteros en realidad no introdujeron ninguna mejoría rotunda, y lo que cuentan o bien puede resultar sobreentendido o bien pocas veces es verdaderamente sustancial. Pero si uno está fascinado con la etapa mutante de Claremont, le apetece profundizar en sus intersticios y quiere leer más sobre esos personajes tan queridos porque ya ha agotado lo que da de sí el material primigenio, sin ninguna duda son dos perfectos companions para ello. No solo podremos asistir a escenas desglosadas que han pasado a formar parte del canon de la Patrulla-X: cómo Magneto pasó de cazador de nazis a supremacista mutante, o las circunstancias de la muerte de su primera hija Anya, y qué hizo exactamente que su esposa Magda huyese de él. Además podemos ver qué consideró Claremont que debía ser suprimido y abandonado en su obra, y recordar qué incluyó mediante retrocontinuidad.
La lectura dista de aportar el placer de la de una tanda de números de seguido, sino que va a pequeños saltos, recolectando exhaustivamente extras aislados a lo largo de los años: es casi como si se tratase de dos libros de divulgación, ilustración y curiosidades más que de dos compilaciones de tebeos. Y si a uno no le interesan estas cosas, son totalmente superfluos. En cambio, si hay interés en este tipo de productos relacionados con el noveno arte, son definitivamente una auténtica gozada.