La Brújula Carmesí: Grendel de Matt Wagner

Imaginen que Agatha Christie hubiera tenido varios cadáveres bajo la alfombra del escritorio donde creaba sus célebres relatos de misterio. O que Conan Doyle basó a la figura del profesor Moriarty en sus propias actividades delictivas secretas desde Londres. Hunter Rose, escritor de éxito y hombre refinado, podría haberse codeado en las estanterías con los grandes maestros del género noir, pero hace tiempo que firmó un pacto con el diablo, abrazando con más entusiasmo su otra vida encapuchada, la de un frío y eficaz asesino.

Puede que en alguna ocasión se hayan encontrado con él. Las historietas diseñadas por Matt Wagner para esta especie de Arsène Lupin, pero llevado hasta el extremo, no suelen tener un efecto inmediato en el paladar. De cronología incierta, las desventuras de Hunter y su infame legado son un primer sorbo apetitoso, pero que resuena a música conocida, ya escuchada.

De cualquier modo, el demonio es paciente en sus partidas de cartas y se volverá a hacer el encontradizo tiempo después. Cuando la persona lectora vuelve a hallar a Grendel, la identidad criminal de este señor del crimen de New York con guiños a Beowulf, algo ha cambiado. En él y en nosotros. Quizás incluso sientas la súbita necesidad de leer esas otras historias que desechaste, de repente, aquello que parecía un entretenimiento autoconlusivo se eleva a un plan de siglos con algunos de los mejores autores de la industria del cómic como fuerza participante.

1982: Año del diablo

Comico albergaba un rincón para jóvenes autores que quisieran iniciarse en el cómic de manera independiente. Allí llegó Matt Wagner, con sus pies descalzos, para ir a pisar con sus sandalias las viñetas enjoyadas. 1982 fue el año que presenció el nacimiento de Grendel, sin que nadie supiese exactamente qué dirección quería tomar aquella encapuchada figura de traje oscuro que, como bien apunta Javier Benito, es un modelo en su simplicidad y captar la atención del público.

El propio autor ha reconocido que su inicio tuvo una marcada influencia europea, algo realmente notorio en el caso de Diabolik, cuya estética es un referente absoluto para iniciar la andadura del sofisticado y maquiavélico Hunter Rose, cuyo reinado como jefe del crimen en New York es tan breve como inolvidable.

La fortuna de Grendel se terminó convirtiendo en la de Comico Comics. De hecho, en su estudio de dicha andadura editorial, Enrique Ríos establece 1989 como el Rubicón: la cancelación del título es la antesala del cierre de todo este proyecto independiente. Sea como fuere, el elusivo Hunter se las ingeniaría para sobrevivir.

Y eso que el propio Wagner tenía sus dudas. Las verdaderas causas que llevaron a su nacimiento fueron perfeccionándose para dotar de mayor carisma a la diabólica presencia. Finalmente, el propio creador comprendió que era el caballo ganador, incluso por encima de su serie Mage. Ambos mundos tienen denominador común: diferentes encarnaciones que se prolongan a lo largo del tiempo y permiten picotear en todos los géneros.

La colmena

La decisión de Wagner a la hora de trasladar los derechos de publicación del personaje a Dark Horse fue el momento clave para que el villano desarrollase todo su potencial. Grendel: Black, White & Red(1999) bebió del espíritu que ya habíamos apreciado enBatman: Black and White. Es decir, colaboración de muchos artistas que dan su visión personal de un mismo fenómeno de las viñetas. La buena acogida llevó a otros recopilatorios como Red, White & Black.

La mejor manera de no quedar desorientado en el trayecto es apostar por el primer Omnibus de Planeta Cómic. Allí, se tiene la delicadeza de intentar dar un orden cohesionado al joven prodigio que conocemos especialmente a través de Devil’s Apogee, el apogeo de su primer amor con Jocasta Rose, un duelo de esgrima que deriva en un romántico viaje de final trágico. Mike Allred presta su arte a ese inicio de una relación cuyo desenlace conocemos en la poderosa Devil’s Requiem, bajo el lápiz de David Mack.

Con todo, dentro de las apariciones, pocas brillan con más luz que la de un Tim Sale de enorme brillantez en Devil’s Advocate, una verdadera joya que explica claramente que su habilidad con las salas de juicio no se limitaban a El largo Halloween. Escuchemos la opinión del ilustrador: «Creo que la idea de Matt Wagner de crear un personaje, Grendel, que es la encarnación del espíritu de la agresividad y la violencia, el cual existe a lo largo de la historia y que posee a distintas personas, es muy buena.»

El espíritu de comunión alrededor del proyecto se tradujo en una gran recompensa para Wagner: la amistad de Tim Sale, algo que quedaría palpable en diferentes eventos comiqueros y está magistralmente reflejado en el imprescindible Monográficos Dolmen # 17 (noviembre 2010).

La evolución de Sale en la serie es fantástica, puesto que había comenzado entintando los lápices de Hannibal King y termina siendo uno de los mejores puntales que pasan por el proyecto, puesto que su estilo caricaturesco resulta sumamente idóneo para los personajes de retablo sobre los que Wagner pone los ingredientes para tramas oscuras y donde, como en cualquier buen relato de género negro, todo está podrido desde las malas calles hasta las altas instituciones.

«Tim Sale es un maestro a la hora de usar el lápiz, dar textura, establecer estados de ánimo y dibujar personajes», admitiría un entusiasmado Wagner. Volveremos a hablar de él para futuros sucesores de la máscara de Grendel. Sin embargo, intentaremos cerrar en este punto los elementos esenciales de Hunter Rose.

Devil by the deeds ería uno de los trabajos completos de Wagner, bajo las tintas de Rich Rankin, para establecer su vínculo con dos figuras esenciales en su mitología: Stacy Palumbo y Argent. La primera sería su joven protegida, una huérfana criada por su tío Barry hasta que este fue envenenado por Grendel ante el doble juego que estaba realizando con él y su organización criminal. Pese a ello, Hunter Rose se tomó muy en serio su misión de ser un buen mentor y tutor para Stacy, quien llega a desarrollar fuertes sentimientos hacia su nuevo referente paterno, algo narrado con estética cartoon magistral en The Nasty Lil’Devil por Wagner y Jill Thompson en una obra descorazonadora pese al aspecto de apariencia simple.

Por su lado, Argent sirve para reflejar la ironía de un marco de aventuras donde el mal es visto como algo seductor. Criatura legendaria con cientos de años, el gran contrincante de Grendel es un licántropo, una figura que nunca podrá tener una plena humanidad y, ciertamente, de aspecto amenazante. Investigando a Barry Palumbo para la policía, el paladín de inquietantes visiones desarrollará un sentimiento protector por Stacy y una guerra sin cuartel con la identidad secreta de Hunter Rose.

Para no descuidar la faceta literaria, es imprescindible asimismo The Devil’s Punctuation, heterodoxa y hábilmente ilustrada por Stan Shaw. Con habilidad, Wagner utiliza a un testigo privilegiado, “Cush” Bradley, el editor que descubrió a la gallina de los huevos de oro en las estanterías, sin saber que danzaba con peligrosos monstruos en la azotea mientras lo hacía.

La persona lectora tiene en ese primer surtido un cóctel fascinante que, obviamente, tiene el problema típico de esta clase de eclécticas alineaciones: el nivel de la calidad es desigual, aunque la nota media de las tramas del primer Grendel suele estar en un nivel más que aceptable.

Animales Nocturnos

Admitamos que no fue un prodigio de sutileza. Herlock Holmes y su fiel ayudante Wilson. Maurice Leblanc, creador del célebre Lupin, no podía dejar pasar la oportunidad de medir a su ladrón de guante blanco con el mejor detective de la ficción. Para ello, en unos días más permisivos con cuestiones de autoría, ideó aquellos dos trasuntos. Daba igual la cruda parodia que hizo del eficaz doctor Watson o la polémica levantada con los fans de Conan Doyle, el público tuvo un duelo, lógicamente terminado en tablas, entre dos iconos de la ficción.

Por fortuna, el crossover en el Noveno Arte permite esos juegos con más calma. Y Matt Wagner tenía ya el suficiente prestigio para mezclar a su Grendel con el indiscutible heredero de Sherlock en el género superheroico de las viñetas: Batman cruzó caminos con el diablo en 1993, un evento que supuso un espaldarazo para Hunter Rose. Críticos como Javier Benito rememoran su fascinación por aquellos tomitos editados por Zinco donde dos genios en trincheras diferentes medían sus habilidades.

Si gustan de obras como Puñales por la espalda (2019) o la reciente actualización de Agatha Christie a cargo de Kenneth Branagh, este cruce de ingenios se les antojará irresistible. Con hábiles composiciones de página, eficaz uso de las sombras e ingeniosas perspectivas, Wagner desarrolla una trama compleja, pero nada tramposa, capaz de transportarnos al duelo de estas dos mentes brillantes y nocturnas con todos los honores.

Incluso se permite introducir sendas propuestas románticas: Hill y Rachel, dos damas de interés cuyos pasados comprendemos perfectamente gracias a las composiciones de un Wagner en estado desgracia, dispuesto a homenajear a grandes predecesores como Bill Finger o Dennis O’Neil.

Grendel es un personaje generacional que se mueve alrededor de varias encarnaciones. Entonces, mi editora Diane Shudden pensó que fuese Hunter Rose/Grendel porque él y Bruce Wayne son dos reflejos antitéticos del mismo espejo. Sorprende que habiendo tenido tan clara la eficacia del dueto Wayne-Rose, Wagner diera una secuela tan lejos del nivel de la primera.

Dark Horse y DC Comics pactaron un nuevo encuentro para 1996 entre el detective y el infalible asesino. No obstante, más allá de las espectaculares portadas, la magia del precedente se había evaporado. A través de la lucha por los huesos de un Hunter a quien se añora en toda la aventura, un ciborg-Gredel futurista aterriza en Gotham dispuesto a llevarse el codiciado botín.

Wagner parece contagiarse del letargo que transmite esta aventura, sin el nervio del primer duelo, firmando un trabajo gráfico sumamente alejado del nivel real que tiene. Y es que Grendel luce perfecto en sus cruces con otras criaturas de las penumbras. En este apartado debemos detenernos, aunque sea brevemente, en Grendel versus La Sombra (2014), una aventura atemporal que narra el improbable viaje de Hunter Rose al New York que bullía en la década de los 30 del pasado siglo.

Lector asiduo de La Sombra durante su andadura en DC con un tándem creativo tan sólido como el conformado por el dibujante Muke Kaluta y su admirado Dennis O’Neil, como bien ha apuntado Sergio Aguirre, esta aventura es un autohomenaje que se brinda Wagner, amante del ambiente de seriales radiofónicos y con aroma a los días de Gatsby. Además, la andadura en la Gran Manzana permite a Hunter ganar apuestas vaticinando el futuro de ilustres colegas como Hemingway.

El duelo con Lamont Cranston es de atura y, en algo que no veríamos en personajes como James Bond o Lupin, Wagner incluso se permite jugar de verdad con el corazoncito de Grendel, quien terminará seducido por a exuberante Sofía Valenti, la hija de un criminal que le recuerda melodías que no escuchaba desde su época como joven esgrimista. Aunque el nivel gráfico no llega al del primer enfrentamiento con Batman, bien apoyado por el color de Brennan Wagner y un sólido guión, esta anomalía en la cronología del antihéroe se antoja imprescindible.

La dulce Stacy

Hay algo turbio en el teatro de Tennessee Williams. De repente, el último verano, Un tranvía llamado deseo y otros de sus libretos rezuman pulsión sexual, deseos oscuros, desviaciones ocultas y pesadillas. No obstante, si lo piensan con atención, apenas se ve nada sobre el escenario o en sus adaptaciones fílmicas. Todo está en nuestra cabeza, el dramaturgo siembra pistas a través de gestos y las sutilezas del lenguaje, demostración de que el estadounidense fue un artista sabedor de la regla de oro en las tablas: el público sufre mucho más con lo que está obligado a imaginar que con aquello que observa directamente.

La Hija del diablo obtiene ese mismo resultado en una fórmula mefistofélica, siendo un cómic durísimo donde, pese a ello, nos veremos forzados a devanarnos los sesos en busca de la realidad acerca de Stacy, la primera portadora de legado de Grendel. Cuando arrancó en 1999, este sagaz arco quizás no tuvo el eco que merecía, pero las futuras reediciones y volúmenes recopilatorios han empezado a hacerle algo de justicia.

Diana Schutz nos introduce en el mundo interior de la hija adoptiva de Hunter, la cual arrastra muchos fantasmas de infancia por su peculiar educación. Los flashbacks, narrados de manera magistral por un Tim Sale en estado de gracia, ayudan a descubrir más de la semilla que se mantiene de los crímenes de Grendel, cuyo fantasma es omnipresente, aunque lleve años muerto.

Teddy Kristiansen ayuda a la espiral de locura con sus hábiles colores. En palabras del propio dibujante: «Teddy es siempre uno de los primeros coloristas que elijo. Me encanta cómo colorea, su sentido del color y considero que forma parte de los tres mejores coloristas del mundo del cómic.»

En resumen, una obra de atmósfera donde conoceremos también a Christine Spar, la hija de Stacy, destinada a ponerse ella misma el oscuro manto del temido asesino. Un gato negro ronda esta historia fascinante y que, como no podía ser de otra forma, culmina en una elocuente frase lapidaria de cementerio.

Citar aquí un imprescindible complemento de la etapa anterior, Devil’s duel, pequeña historia muda de Wagner donde se encarga de todo el arte que explica el bestial enfrentamiento final entre ambos.

La heredera

La brújula marca que, conocido el destino de Stacy, se siga el rumbo de Christine Spar, quien asume el uniforme de su abuelo. La segunda serie de Grendel fue publicada entre los años de 1986 y 1988, con Wagner al mando de las operaciones argumentales, pero con el grueso del dibujo en manos de Bernie Mireault y los hermanos Pander (Jacob y Arnold).

En aquellos momentos, Wagner tenía decidido que quería hacer las líneas maestras de la sucesora de su personaje, pero no ponerse a los lápices bajo ningún concepto. Arnold Pander recuerda el azar que le llevó a su hermano y a él a formar parte del proyecto: «La verdad es que no estábamos en contacto con Comico ni nada parecido… Matt estaba haciendo un tour de Mage por la Costa Oeste, y vino a Portland, Oregón… hacía un año o algo así yo había visto su Grendel en blanco y negro, y aunque parecía atrevido, todavía estaba en una etapa de aprendizaje, y entonces Matt se fijó en los dibujos que hacíamos nosotros.»

La estética sofisticada de novela de misterio con toques sobrenaturales se pierde en este nuevo tramo de una obra que toma derroteros diferentes. Hay ciertos elementos que mantienen la anterior mística, como la silenciosa actitud de Argent al descubrir que el uniforme original de Hunter Rose ha sido robado.

A este respecto, lo más atractivo de la figura de Christine Spar se asemeja a lo que hicieron Roger Stern y John Romita Junior con El Duende: es decir, colocar el antiguo armamento de una icónica fuerza del caos en las manos de alguien capaz de proseguir ese legado. La experiencia y enseñanzas de la andadura de Rose permiten a la nieta del escritor incluso conseguir el premio de caza mayor: terminar con Argent, aunque ella misma fallece en el proceso a consecuencia de otro duelo a muerte.

Pese a unos inicios donde todavía le quedaba camino para ser una señora del crimen, Spar demostraría tener las habilidades necesarias, además de ser la fuente de inspiración para Brian Li Siung, su pareja, como nuevo Grendel.

Herramientas del terror

Bernie Mireault es el artista escogido para que la transformación de Brian vaya reflejando los elementos sobrenaturales que ya intuimos en los dos anteriores portadores. Nuevamente, Wagner aprovecha el cambio de máscara para modificar el género en una aventura bastante diferente a las anteriores: The Devil Inside (2004) es prácticamente una historia de posesión donde la nueva encarnación no sucumbe a los instintos que tan pronto abrazaron Hunter y Christine.

Pese a la heroica resistencia, el desenlace de nuestro autor deja poco lugar a la esperanza. El mal terminará filtrándose y, tras un breve receso, volverá a encontrar nuevos aliados humanos.

En esta etapa diferente, Wagner logra apuntarse varios tantos de interés. Utiliza a uno de los mejores aliados del difunto Argent, el capitán Albert Wiggins, para mostrar cómo la obsesión por Grendel no culmina con la caída de sus protagonistas. Habiendo sido parte activa en la derrota de dos de las tres figuras encapuchadas, Wiggins es un agente retirado en un paraíso tropical que le aleja de una New York cyberpunk y molesta.

Sus investigaciones sobre el legado de Hunter Rose, el cual llega a obsesionarle, le harán ser muy famoso, aunque empiezan a inquietarle algunos fallos en su ojo implantado con alta tecnología y el hecho de que la figura de Grendel esté iniciando el camino para ser un incono de la cultura pop mediante su involuntaria ayuda.

Alejándose de los primeros pasos, es la marca para una nueva andadura donde la distopía y atmósfera opresiva se abrirán paso.

Brújula rota

Llegados a este punto, el sentido de la orientación en la lectura da un giro definitivo. Por momentos, tendremos una sensación lógica de estar en otra serie y un universo diferente. Cuando la persona lectora tenga claro todo lo referente a Hunter, Stacy, Christine y Brian, debe sumergirse en Los años de incubación (1987), arco que va a permitir a Wagner preparar un terreno osado que todavía hoy le da satisfacciones.

Sin rubor, nos avanza muchos años en el futuro para que la extrema pobreza lleve a una violencia callejera inaudita, mientras que una nueva y poderosa Iglesia se convierte en una fuerza temible, paralelamente a una creciente admiración por Grendel, tornado en una imagen tan reconocible como Marilyn Monroe o El Che Guevara.

Lo llamativo es que estas primeras historietas suceden en una época donde Wagner estaba empezando a despuntar como autor, por lo que resultaba una maniobra de audacia que en su gigantesca novela río decidiese sembrar las semillas para distopías infames donde la herencia d su Hunter Rose seguiría presente.

Son los cimientos para Dios y el diablo (1988-1989), donde hay un nuevo Grendel, el cual responde al nombre de Eppy Thatcher. Es su único nexo común con el sofisticado Hunter Rose, puesto que será siempre mostrado como una fuerza desquiciada que, eso sí, se opone a un papado despiadado que manipula a las masas.

Eduardo Serradilla Sanchis acierta plenamente al afirmar que es aquí donde Wagner vuelva todas sus inquietudes y aficiones, incluyendo su idolatría por Elvis Presley, cuyos títulos de canciones y objetos aparecen aquí como artilugios sacros. Una locura y montaña rusa que nos anticipa lo más salvaje que darán las viñetas norteamericanas en los controvertidos noventa.

De igual forma, son los días de Orion Assante, un empresario que terminará haciendo causa común con el Grendel más hiperbólicos que se ha conocido hasta la fecha. Wagner bebe de todas las fuentes posibles, luciendo especialmente cuando ilustra Tim Sale: la opresivo de 1984, la literatura de Richard Matheson, la contaminación atmosférica de Blade Runner, los desiertos en Mad Max, etc.

Ante la ausencia de Argent, precisa de otra criatura monstruosa para oponer a su “héroe”: nada menos que Pellon Cross, infatigable policía que se consagra a la causa del sumo pontífice Inocencio XLII para acabar con el diablo incluso a consta de ser el transformado en un vampiro, curiosa paradoja. Un atractivo es que se apueste por una ciudad como Las Vegas, puesto que los futuros apocalípticos parecen focalizarse solo en New York o Los Ángeles.

Se trata de cómics experimentales, agobiantes y de tono sucio, justo el marco donde el diablo echaría raíces.

Hombres Supremos en la Tierra

Su primer nombre fue Temuyín, nombre mongol vinculado al hierro. Sin embargo, su empeño conquistador hizo que todas las generaciones por venir le llamasen Gengis Kan, el señor de todo cuanto veía, una fuerza arrolladora y devastadora que nadie tendría que envidiarles a los conquistadores occidentales más temidos.

Wagner bebe del mongol para traer a Grendel-Khan Orion Assante, la resonancia de una época diferente que amaga con hacernos enloquecer: Júpiter, el joven sucesor del trono, se amparará en Grendel-Prime, un arrollador gigante experto en dejar desiertos a su paso.

¿Recuerdan la quiebra de Comico? Fue justo entonces cuando Wagner se decantó por Dark Horse, la cual recibió Hijo de la guerra, una poderosa narración con la que Grendel entró en los noventa, despistando todavía más el camino del mal para sus esforzados fans, anhelantes de un eje cronológico. Patrick McEown se encargaría de la faceta gráfica.

Un prestigioso Premio Eisner en 1993 marcaría la notoriedad que estaba alcanzando dicha apuesta. Al ser apenas un niño encorsetado por una manipuladora madre, Júpiter solamente hallará salvación en Grendel Prime, quien velará por mantener los esfuerzos del gran Khan, quien fue capaz de organizar la fuerza violenta de las distintas ramas de Grendels hacia un imperio temible.

Desde el principio, el propósito de Wagner es advertir acerca de cómo la agresividad encuentra los resquicios, así como los más bajos instintos, para tomar a la sociedad humana en sus horas más bajas. Los resultados cosechados por este trabajo hiperbólico llevarán a la llegada de Greg Rucka, uno de los mejores guionistas de la industria, bajo cuyas órdenes se coloca Matt Wagner en persona: Hijo del diablo es su fruto.

La época del sofisticado y enigmático Hunter Rose ha quedado atrás, siendo estas miniseries bestiales espectáculos de violencia en épocas remotas, todo con una estética sombría que habría hecho las delicias de Spawn, además de escenas de contenido sexual más fuertes de lo acostumbradas en el medio.

Este trasunto lleva a algunas fronteras dentro de la comunidad lectora del experimento de Wagner. Se ubican entre quienes añoran el origen y los que, defendiendo el constante cambio, abrazan esta metamorfosis que, además, se aplica en todos los sentidos, desde argumentos hasta la faceta artística.

Nunca mejor dicho, la odisea de Grendel Prime lleva a inquietantes cuestiones sin resolver, a través de tramas presentan un poco halagüeñas donde la única vía de escape radica en abrazar la guerra santa de un líder mesiánico, violento y parco en palabras.

Lejos del Fin

Tras los intentos de Planeta DeAgostini, Astiberri y Recerca Editorial, la situación actual de Grendel en España invita al optimismo. Planeta Cómic ha lanzado recientemente el primer volumen de Grendel Tales, un formato de lujo que nos aproxima a la distópica era post-Orion Assante.

Como en anteriores ocasiones, camino expedito. Pocas ataduras más allá de la máscara, violencia extrema y la oportunidad de disfrutar de talentos como el malogrado Edvin Biukovic.

Una de las provocaciones más interesantes de la industria se mantiene. ¿Infravalorado o sobrevalorado? ¿Ha logrado Matt Wagner con Grendel un traje del emperador o nos hallamos ante un prodigio que ha logrado hacerse un hueco en el corazón del público pese a no llevar el logo de Marvel o DC?

Por si fuera poco, la anunciada serie de Netflix hace que las carcajadas de Hunter Rose sean escuchadas desde el noveno círculo.

No olviden su brújula para verla.