Guionista de Barrio es la columna de opinión semanal de Fernando Llor (@FernandoLlor). Llor, que cuenta con el poder de la omnipresencia, es autor de obras como El espíritu del escorpión, Teluria 108, Ojos Grises o más recientemente Subnormal, entre otras muchas, así como miembro en activo de la Asociación Profesional de Guionistas de Cómic (ARGH!). |
Vivimos una época realmente interesante. Las precarizadas industrias culturales están sumidas en una burbuja inmensa de sobreproducción en la que el ritmo con el que se sacan novedades funciona como una auténtica trituradora de obras.
Toda esa maquinaria no está pensada para mantener un equilibrio entre las partes, de hecho, lo único que busca es seguir rodando y rodando como sea. Si alguna pieza se queda por el camino, no pasa nada, se busca un recambio y se sigue girando porque solo existe una lógica posible: la cadena funciona así, siempre ha funcionado así y siempre funcionará así.
Hace ya muchos años que el cómic en España se mueve en esta vorágine y a falta de datos sobre ventas hemos de apañarnos con saber que el número de novedades por año crece (al menos en años en los que una pandemia no obliga a cerrar las librerías). Se hacen cada vez más cómics y, además, vivimos en el mejor momento de la historia en cuanto a variedad, temática, exploración del lenguaje y calidad artística.
¿Eso se traduce en condiciones favorables para todas la partes de la cadena? Pues no, lo cierto es que no. La situación de los autores y autoras en España ya es de sobra conocida. Aquellos y aquellas que pueden vivir solo de los ingresos que les proporciona el cómic se cuentan por puñados (y quizás utilizar el plural sea un a tanto exagerado).
El resto hemos de compatibilizar nuestra labor creativa con alguna otra que nos garantice llegar a fin de mes. Algunos damos clase y otros se dedican a todo un rosel de actividades. Entre los nombres más destacados del cómic patrio podemos encontrar conserjes, trabajadores sociales, administrativas, limpiadores, profes de secundaria, bibliotecarias… Y esto deja algunas opciones que suenan bastante terribles: la huida laboral hacia otros mercados y cómics creados en el tiempo libre que dejan los “trabajos de verdad”.
Ante esta situación, que llegue una nueva asociación de autores y autoras con un planteamiento muy claro de mejora en las condiciones laborales y lucha contra la precariedad no puede recibirse más que con el aplauso.
Miremos un poco hacia el norte
A finales de enero de 2020, en la celebración del último festival de Angouleme que pudo llevarse a cabo de forma presencial, varias de las asociaciones profesionales de autores y autoras se pusieron de acuerdo y convocaron una huelga.
Motivos no les faltaban. Apenas dos semanas antes se presentaba el Informe Racine, un documento de más de 140 páginas que lanzaba mensajes muy claros respecto al estado de la BD y la preocupante precarización de sus autores y autoras.
El gran mercado europeo, la industria a la que siempre se mira y se señala como el punto al que deberíamos llegar, resultaba no ser la tierra prometida, al menos no para los creadores.
Ese 2020, además, se vendió con gran boato por parte de la clase política gala como “el año de la BD” y se presentaron una amplia cantidad de medidas que pondrían al cómic en el lugar que le corresponde.
Un año más tarde, cuando parecía que el festival de 2021 iba a llevarse a cabo, más de 1ooo autores y autoras llamaban al boicot de la nueva edición porque el año de la BD se había quedado en apenas un par de retoques cosméticos.
Si en una industria comiquera tan potente como la francesa la situación es tan desoladora, la más mínima comparación con nuestra situación es para echarse a llorar y no es raro encontrar a quien exclame aquello de “ya me gustaría a mí estar tan mal como están los franceses”.
En fin…
¿Qué puede aportar APCómic?
En el momento en que nace la APCómic ya están en marcha la AACE, el Colectivo de Autoras, NEUH, ARGH, Extrebeo, la AAAC, varias APIS distribuidas por diferentes comunidades o FADIP. La llegada de una nueva asociación ayuda a aportar músculo a un tejido que necesita siempre sumar apoyos y crear sinergias.
Cuando además el nacimiento viene acompañado de nombres muy importantes en cuanto a la creación de cómics se refiere, todo parece augurar un período cuando menos interesante.
Ya han surgido voces críticas y surgirán más, por supuesto, no olvidemos donde estamos. Desde los de “si ya hay asociaciones no tiene sentido crear una nueva” a los “esto es lo mismo de siempre y no llega a ninguna parte” o los “ya se ha intentado antes y no funciona porque blablablabla”. A veces tan solo bastaría con levantar un poco la cabeza y comprobar que el mundo real no está encerrado entre las paredes de ninguna red social.
También llegarán los de “uy, si está por el medio Fulanito eso no va a salir bien”. Y claro que todos podemos tener reticencias y dudas, planteamientos alternativos, puntos de vista diferentes, rencillas, rencores y demás… Pero por encima de todo eso, de los egos, de los análisis más o menos profundos, de los deseos de unos o las expectativas de otras, hay una realidad innegable: la situación laboral de los autores y autoras de cómic es insostenible y hacen falta cambios sistémicos profundos para que eso cambie.
Cualquier asociación, colectivo, grupo o banda que venga a proponer y a luchar por esos cambios es bienvenida y merece aplauso y atención.
Los retos que están por llegar
Poner en marcha una asociación no es tarea sencilla, pero una vez que echa a andar el trabajo realmente duro es hacer que esa asociación funcione porque se necesita de un grupo de gente entregando muchas horas de su tiempo de forma totalmente altruista y voluntaria.
Una tarea que además suele ser bastante ingrata y en la que suele coincidir que hay mucha gente dispuesta para proponer iniciativas pero muy poca para ejecutarlas. Quien haya estado en cualquier asociación lo sabe.
Pero más allá del reto de encontrar una junta efectiva y currante, la APCómic viene con muchos ojos puestos en ella. ¿Cuáles serán sus primeros pasos? ¿Cuál será el tono en sus iniciativas? ¿Qué es lo que quieren poner en marcha para conseguir sus objetivos? Preguntas, preguntas y más preguntas que solo el tiempo y las acciones podrán responder.
Mientras tanto, creo que hay cierta ilusión en el ambiente o al menos la certeza de que ahora y siempre ha sido necesario que los autores y autoras nos unamos y, al igual que ocurre en nuestro país vecino, empecemos a reivindicar mejoras.
Pero ¿qué se puede pedir? Se puede reclamar un incremento del porcentaje que recibimos por la venta de cada libro. Se puede pedir un cumplimiento estricto de la ley en cuanto al control de las tiradas, la fabricación de ejemplares o las liquidaciones. También se puede reclamar un sistema de distribución transparente que haga públicas las cifras de ventas o un especial cuidado y protección de las obras que se crean directamente para nuestro mercado como primera opción…
Las reivindicaciones son muchas y se hace cada vez más necesaria la puesta en marcha de una mesa de negociación colectiva en la que se sienten editoriales, librerías, distribuidoras y asociaciones de autores y autoras. No para hablar de lo que se puede pedir a las instituciones o desde el sector hacia fuera (que también), sino para hablar de lo que ocurre dentro y que se podría mejorar tirando de voluntad.
Ojalá que con la llegada de la APCómic estemos más cerca de que todas las patas del sector se reúnan y como orden del día esté la cuestión: “¿qué podemos hacer entre todos para que la única parte imprescindible de toda la cadena pueda mejorar y dejar atrás la precariedad?”.