La Oveja Samurái: La Senda del Tatuador, animales y duelos de katanas en el Japón Feudal

¿Qué tendrá el Japón de los samuráis que fascina, tanto a occidentales como al propio país? Tratar de entender y explicar desde aquí la vinculación sentimental de los japoneses con su Historia puede ser algo arriesgado, pero de lo que más se puede hablar es de esa extraña atracción que siente el occidental hacia oriente. Y la explicación se debe a que es de las pocas cosas que todavía siguen pareciendo exótico en un mundo cada vez más resabiado.

Tienen una estética y una iconografía simbólica que no podría resultar más ajena pero que, sin embargo, sí que permite una hibridación particularmente interesante. No en vano, los temas siempre son universales, es la aproximación a ellos lo que marca las diferencias. Seguramente, la traslación occidental más aproximada sería el western, puesto que al final ambos tratan de acometer la construcción mitológica de una nación.

Esta es una posible explicación intelectualizada pero también tiene que ver con algo más directo. Los samuráis siempre han molado. Son un ejemplo aspiracional. Simple y llanamente. 

Eso es algo que se ha percibido a la hora de lanzar este proyecto. Esta es una oda a estos arquetipos. El guion de Santiago Girón sigue una estructura muy particular que parece estar fragmentada en distintos pasajes. Como si fuese una recopilación clásica de aventuras, el protagonista pasa por su particular viaje y en cada lugar por el que tiene que parar, vive unas experiencias que le hacen madurar. Parece que, en ese sentido, bebe de una narrativa más propia del país nipón que de las historias de tres actos de toda la vida.

La premisa parte de que uno de los hijos del Shogun expresa el deseo de su padre por ser tatuador. Su progenitor le pone la siguiente misión: debe tatuar a una serie de maestros de todo Japón para ganarse el título de Maestro y, con ello, poder ejercer en condiciones. Ahora bien, el Shogun cree que su hijo fracasará y se tendrá que hacer el harakiri y, con esa estratagema, el primogénito podrá heredar todo lo que se merece. Pero con lo que nadie contaba es con que este recibiría ayuda de La Oveja Samurai.

Tal y como se ha señalado, todo parece fluir, Pero tiene una explicación: este contenido es un viejo conocido para el equipo creativo ya que se trata de un personaje que ya llevaba un recorrido. No en vano, ya se han publicado dos volúmenes de La Oveja Samurai en la editorial Ominiky.  Lo que se trata aquí es de hacer un reinicio para nuevos lectores, aunque continuista con lo planteado en anteriores aventuras. Tan solo se ha producido un gran cambio del target, de ambición y, por tanto, de estilo.

De alguna manera, el guion se percibe como un todo o nada. Se ha arriesgado a la hora de tratar de abordar distintas cosas sin que ninguna de ellas chirríe ni se rompa la cohesión interna. Pero, sobre todo, parece un tebeo destinado a recuperar cierto espíritu aventurero y fabulesco, en el mejor de los sentidos, que se ha perdido en cierta manera. Hay un amor por contar historias y está en todas y cada una de las páginas.

El punto más problemático viene de cierta representación femenina que, si bien es claramente referencial a algunos personajes que se pueden encontrar en la cultura popular japonesa, se podría haber representado tanto física como argumentalmente de forma más acorde con la realidad contemporánea. Es algo que chirría al lector actual y que debería haberse pulido. En cualquier caso, es una cuestión menor que no entorpece la lectura bajo ningún concepto.

Se trata de una pieza que tiene todo para contentar a un público mayoritario y que da mucho más de lo que podría parecer. Es un tomo muy sólido y con mucho corazón. Hay cierta ingenuidad y honestidad que hace imposible que no se gane el corazón de cualquiera que le dé una oportunidad.

El dibujo de Fran Carmona parece tener más tomada que medida al personaje y su entorno. Tal y como se ha señalado, eso se debe a que ya hay una experiencia previa. Pero lo que está claro es que se ha pretendido europeizar este universo, con lo que pasa por hacer una línea más clara.

Los personajes son antropomorfos y están realizados con un estilo cartoon. Eso, sumado a la ambientación, hace inevitable que al lector se le pase por la cabeza el Usagi Yojimbo de Stan Sakai. Es más que evidente la referencia, como también lo es cierto esfuerzo por intentar diferenciarse para conseguir su propia identidad visual.

Más allá de algunos aspectos argumentales y de una sensibilidad que es bien distinta, el tempo y la planificación de algunas escenas de acción muestran la versatilidad de este autor. Hay un cuidado máximo del detalle en unas páginas que piden al lector que se pare a observarlas para poder detectar todos los elementos. Por no hablar de la expresividad que logra otorgar a cada uno de los personajes. El tono es muy amplio y era necesario que este se transmitiera cara beat de forma eficiente, con poco.

El artista merece un gran reconocimiento puesto que ha entendido la posible proyección de este trabajo. Proviene de un entorno de fanzines y de editoriales independientes, pero es aquí donde ha expuesto realmente de lo que es capaz. Y, a tenor de lo aquí visto, tiene es más que apto para contar historias con la precisión de una katana y la disciplina de un samurái.

El color de Juan Gabriel Fernández (Puzy) logra sacar partido del trabajo de Carmona con una paleta que le da mucha vida a estas páginas. Hay un espectro de colores muy amplio que busca claramente crear una atmosfera amable para el lector, un mundo muy icónico y heterogéneo. Este apartado es sencillamente perfecto e inmejorable para lo que se buscaba contar, con el tono que se ha pretendido hacer. Y hay un esfuerzo por ser preciso que hace que este cómic sea uno que dé gusto observar.

El tomo de Grafito Editorial presenta en un vistosísimo tomo cartoné, con unas proporciones más grandes de lo habitual. A modo de extra, incluye una historia corta y un recorrido por el proceso creativo en palabras del guionista, aderezado de algunos de los diseños y bocetos. Se trata de un proyecto que parece haber estado muy cuidado en todos los aspectos y eso se percibe con una edición que habla por sí misma.

La Oveja Samurái: La Senda del Tatuador es una lectura muy fresca y distendida, de esas que son necesarias para desengrasar el contenido más denso. Un trabajo muy dinámico que entra por los ojos y que se queda con el lector gracias a su carisma.

Ojalá este reinicio sea un primer paso de más entregas de este samurái.