Noviembre, el cómic noir de Matt Fraction y de Elsa Charretier que reinventa el género

Muchas veces da la sensación de que los géneros ya han tocado todos los límites y solo queda o bien mirar al pasado o bien construir historias que no tienen la pretensión de ampliar dichos límites. Al final, son muchas las aportaciones estimables que llegan al año, pero aquellas que verdaderamente tienen algo de trascendencia son aquellas que consiguen alimentar el lenguaje y cuestionar lo que se puede o no se puede hacer.

Realizar eso es lo verdaderamente meritorio, puesto que también es lo que contrae un mayor nivel de complicación. No solo exige un alto conocimiento de la materia, sino que también es necesario tener un espíritu de ingenuidad exploratoria. Cualquier experimento precisa de conseguir dar esa vuelta de tuerca que siempre estaba ahí pero que nadie se le ha ocurrido dar. Y Noviembre es todo eso.

Matt Fraction es un autor de primer nivel y su trabajo buscando la periferia en lo superheroico es prueba de ello. Es un autor caracterizado por conseguir sacar punta a las cosas y dar con conceptos que renueven a personajes secundarios. De alguna manera, esto también se ha traducido en esta pieza.

La premisa parte de que, durante una noche urbana, tres mujeres verán sus vidas alteradas de formas profundamente dramáticas. Las conexiones entre ellas y un señor extraño, que es lo que sirve de detonante de trama/macGuffin. Esa excusa argumental permite al lector adentrarse en un entorno criminal con un aire de tragedia muy peculiar.

La estructura que se ha seguido ha sido una que no responde a las reglas clásicas. Tal y como reconoce el propio autor, ha buscado probar cosas nuevas y lanzar un guion que tiene más que ver con la improvisación y una búsqueda de estar menos constreñido por determinadas reglas. Todo ello sin que el lector sienta que el argumento no va a ninguna parte ni que tiene sentido. Los distintos capítulos que conforman la obra, por tanto, sirven como pequeñas pildoritas que pueden percibirse como piezas únicas pero que, a la vez, son indispensables dentro de un engranaje mayor.

El guion se antoja como un puzle desafiante, como también lo fue para el creador. Es una lectura con información dispersa y a cuentagotas que comienza con escenas desconcertantes y que exige algo de paciencia para que se entienda la historia completa. No es la manera más directa de que el lector entre en la trama, pero tampoco parece eso sea lo central. 

Por tanto, si hay algo que marca la diferencia es claramente los personajes y la atmosfera. Son todos tan inusuales, imaginativos y carismáticos que es fácil dejarse llevar por ellos. A su vez, están construidos desde una empatía y una observación de la realidad, lo cual le da mucha verdad. Los conflictos, por extraños y ajenos que puedan resultar no impiden que entres rápidamente en la psique de estos personajes.

También cabe destacar que son femeninos y que se alejan de los arquetipos clásicos de género. Salvando las distancias, en ese sentido, recuerda a lo que buscaron hacer los Coen en Fargo. Son mujeres que, a su vez, son muy dispares y enfrentándose a problemas tanto externos como internos. Hacer esta propuesta en un género tan eminentemente masculino, siempre pone encima de la mesa algunas cuestiones que han sido largamente ignoradas.

La artista que ha estado implicada a todos los niveles es Elsa Charretier. Es alguien que antes de este proyecto, ya tenía un recorrido tanto en el mainstream como en el mercado independiente, pero es con esta obra con la que ha generado más ruido a su alrededor. Y no es para menos, puesto que es un arte con una sensibilidad muy personal. Desde luego, no es la elección más obvia para este tipo de historias y, precisamente, esa es la fortaleza en una obra que, precisamente, trata de alejarse de convencionalismos.

Se aprecian muchas y dispares influencias de la cultura y de la Historia estadounidense. Tiene un estilo cartoon con el que se construye una atmosfera muy turbia. Hay una disonancia que alimenta una sensación mágica. Es una artista, además, con una más que evidente habilidad narrativa y que consigue crear escenas muy impactantes con poco. Por no hablar del diseño de este universo… Es un tratamiento formidable para el que cualquier palabra se quedaría corta.

Todo ello viene aderezado por los colores de Matt Hollingsworth. Es un veterano curtido en más de mil batallas, en las que ha podido prestar sus servicios en todo tipo de contenido. Y, como es lógico, aquí vuelve a hacer un trabajo impecable. Sin embargo, sí que se aprecia una búsqueda de probar cosas distintas y de emplear una paleta que le dé un look orgánico y una estética muy identificable.  Son páginas que con una paleta muy limitada y con una combinación de colores más vivos contrastando con otros más apagados, consigue crear una atmosfera visualmente estimulante.

El tomo de ECC Ediciones es una edición que ha hecho que valiera la pena la larga espera que ha habido hasta que llegara Noviembre a España. El tomo está bien surtido de extras. Son los siguientes: una introducción de Matt Fraction, una serie de bocetos de Charretier (junto con la consiguiente explicación) y algunas páginas del guion en paralelo al proceso hasta llegar al el resultado final. Además de todo ello, se ha incluido las portadas de los cuatro volúmenes que conforman la serie y unas breves biografías del equipo artístico que ha desarrollado el título.

Puede que suene a tópico decir esto, pero Noviembre es algo que no se parece a nada que hayáis podido leer. Una lectura que reinventa todo un género. Una que, además, atrapa al lector y no lo suelta hasta que se terminan las páginas. Una muestra de madurez con la frescura de la mejor improvisación de jazz. Algo que es muy difícil que hubiera salido bien. Y, sin embargo, lo logra. Impresionante.