El Laberinto de la Armadura: la historia de Boba Fett

Con un poco de fortuna, podría haberse convertido en el Steve Rogers de todo un imperio galáctico. El supersoldado ubicado a la cabeza de un comando de élite a las órdenes de Palpatine. Sin embargo, convendremos en que, entonces, nunca habría llegado a ser Boba Fett. Y eso son palabras mayores. Un amor a primera vista, el flechazo del fandom de Star Wars por una pieza diferente en el tablero donde Caballeros Jedi y la Orden Sith disputan una interminable partida.

Además, su primer prototipo habría exigido más réplicas, restándole autenticidad. A pesar del éxito cosechado por el Episodio IV: Una nueva esperanza (1977), George Lucas y su productora no podían permitirse financiar un escuadrón de inmaculados guerreros con armaduras blancas, perfectamente equipados e impolutos. Por ende, esa figura que estaban diseñando debía ser única en su especie. Joe Johnston, artista conceptual, lo captó perfectamente y trajo algo de necesaria suciedad al guerrero. Los tonos metálicos y grisáceos le restaron glamour a cambio de carisma.

Asimismo, pasó de guardia pretoriano del sistema a ser un cazarrecompensas que iba por libre. Tenía su lógica, La guerra de las galaxias bebía directamente de la cinta japonesa de aventuras La fortaleza escondida (1958), dirigida por Akira Kurosawa, el mismo cineasta que había inspirado a Occidente para el género del spaghetti western.

¿Y que hace falta en toda película del Oeste en áridos desiertos que se precie? Un cazarrecompensas firme y despiadado, una sombra antiheroica capaz de disputarse el favor del público. Ben Burtt acompañó con sonidos fríos y una voz radiofónica la puesta de largo de un antagonista cuyo debut iba antojándose inminente. «Era un buen personaje. A la gente le gustan los chicos malos», resumiría George Lucas, sin saber realmente el diamante en bruto que estaban puliendo.

Esta es la historia de una armadura y el mito que encierra dentro. Un laberinto apasionante.

El Superviviente

«Bien, ciertamente no quería hacerlo. La única razón por la que me puse ese uniforme es porque era de mi talla. Cuando los chicos lo trajeron de Inglaterra, George Lucas ordenó que lo probase.» Duwayne Dunham, asistente editor, rememora un hecho acontecido en San Anselmo, 25 millas al norte de San Francisco, durante una parada publicitaria de Lucasfilm.

Caminar con Darth Vader es casi sinónimo de ostracismo. Aquel inicio otoñal de 1978, había un chico nuevo andando con el samurái oscuro, el villano fascinante, encarnado en aquella ocasión por Gary Kurtz. Sin embargo, aunque el antiguo discípulo de Obi-Wan Kenobi acaparaba las peticiones de autógrafos, el recién llegado también suscitó interés, augurio magnífico para los involucrados en aquel desfile de promoción.

Dunham rememoraría el calor infernal que pasó bajo aquella armadura, pero también que, con la única excepción de Vader, la vestimenta que más había hecho volar la imaginación de los fans era la de Fett. Con una intuición digna de elogio, se dio cuenta de una lección valiosa que aprendió sobre el cazarrecompensas: «Los fans nunca han permitido que muera, tal y como confesó» a StarWars.com.

Y es que las estadísticas son concluyentes. En el magnífico documental Bajo el casco: El legado de Boba Fett (2021), se recuerda que apenas pasó de los seis minutos de metraje con escasos cuatro diálogos para la trilogía original. Daba igual, tampoco importaba que, como recuerda Paul Duncan en el lujoso tomo Star Wars: Los archivos: Episodios IV-VI (1977-1983) de Taschen (2020), aquella escena donde el sable láser de Luke Skywalker destruyó el bláster del mandaloriano, abocándolo a una ignominiosa muerte en las arenas bajo el Sarlacc.

Siempre fue un favorito, incluso antes del Episodio V: El imperio contraataca (1980), la audiencia recordaba su nombre del especial Star Wars Holiday Special (1978), donde se le revelaba como un inquietante agente doble a sueldo de Vader que fingía apoyar a la causa rebelde.

Dentro de los pocos puntos favorables de aquella animación olvidable que, eso sí, incorporó la voz del casting original, estuvo la introducción del personaje, existiendo hoy día un fuerte debate sobre si fue Gabriel Dell o Don Francks quienes le pusieron voz. Serían seguidos, una vez George Lucas aceptó la oferta para adaptar sus episodios a un programa radiofónico de NPR, por las voces de Alan Rosenberg y Ed Begley Junior.

Helmet of Legacy 

Peter Wilmur, uno de los grandes eruditos sobre la franquicia galáctica, ha subrayado que Boba Fett tiene resonancias con los antiguos caballeros medievales. Sin negar esa evidencia, hay algo en su caso que invita a asociarlo con los antiguos guerreros espartanos y también hacia los soldados de fortuna helenos que cruzaron a las costas de Asia Menor, ofertando su espada al mejor postor.

De hecho, Johnston siempre ha lamentado que versiones posteriores hayan mostrado rostros, como si eso redujese parte del encanto del diseño: «Nunca hubiera tenido un actor debajo cuando se quita el casco y ya ves quién es. Creo que eso elimina gran parte del misterio. Antes de que se quitara ese casco, podía ser cualquier cosa.»

La abolladura que luce el cazarrecompensas es un símbolo de distinción, el mismo orgullo que tendría un guardia lacedemonio por la marca de una espada adversaria en combate. Además, esa estética ha ayudado a que su juguete sea reconocible y tremendamente fácil de confeccionar en el prototipo, no dependiente de asemejarse al rostro de un intérprete concreto.

LEGO ha ofertado incluso poder replicar con sus piezas el célebre casco, mientras que, aprovechando la fiebre por The Mandalorian y el estreno por Disney + de la nueva serie El libro de Boba Fett (2021), admirablemente analizada en su arranque por Pedro de Mercader para Sala de Peligro, Hasbro ha lanzado verdaderas joyas dentro de su línea Black Series, incluyendo hasta los últimos detalles de su armamento; la cuestión viene de tiempo atrás, de cuando Kenner tuvo problemas por el dispositivo de lanzamiento de cohetes del bounty hunter, convirtiendo las últimas piezas existentes de esa reliquia en objeto de feroces pujas.

Dentro de esa industria, cabe recordarse el oscurantismo que hubo durante mucho tiempo a la hora de acreditar a la voz de Jason Wingreen, quien no solamente prestó su tono al Boba Fett del episodio V, también a los primeros muñecos del cazarrecompensas.

Por ello, no tiene nada de extraño que una estrella como Anthony Mackie (El Halcón de Marvel Studios) sonría como un niño cuando muestra uno de sus objetos de coleccionista más preciados: una réplica del casco firmada por el mismísimo Jeremy Bulloch. Verdadero referente en convenciones y encuentros con la comunidad de fans de una galaxia lejana, Bulloch pudo perseguir a Han Solo en El imperio contraataca y El retorno del Jedi (1983), con la excepción de algunas secuencias de acción más peligrosas que fueron responsabilidad de los especialistas coordinados por Glenn Randall Junior y un necesario recambio por John Morton en la misma escena donde Bulloch aparecía como el teniente Sheckil.

Los cómics como fortaleza 

El trazo de Tom Palmer resulta bien visible en una portada emblemática. Star Wars # 68, lanzado entre finales de 1982 y principios de 1983, muestra a Boba Fett en pose Clint Eastwood, incluyendo el poncho que George Lucas recomendó añadirle, amenazante, con la princesa Leia y las tropas de asalto imperiales en la parte inferior de una clásica cubierta Marvel.

Como en muchas otras ocasiones, el rastreo es más complejo de lo que parece, hallando indagaciones de espacios web como jnews.uk que especulan a favor de que, con todo, la primera splash page histórica del mandaloriano sucedió en Marvel UK con apenas un mes de diferencia.

Sea como fuere, el ya mítico número 68, guionizado por David Michelinie y dibujado por Gene Day, entintado por el propio Palmer, permite ahondar en una de las consecuencias más impactantes del episodio V: el carismático Han Solo (Harrison Ford) queda congelado en carbonita ante la mirada horrorizada de sus camaradas y el público de las salas cinematográficas. Sin temblarle el pulso, Boba Fett se pierde con su preciada carga a bordo de su nave Slave I.

Hoy día, incluso la moda Funko-Pop ha sacado a ese piloto del Halcón Milenario en su hora más baja, por culpa del frío cazador. Mientras que los largometrajes no podían detenerse en la cuestión, el cómic Marvel que nos ocupa aporta información muy valiosa sobre Mandalore, planeta del Borde Exterior que es célebre por producir gente marcial hasta el extremo.

Verdaderos profesionales de la guerra que nos recuerdan a Memnón de Rodas o Estilicón. En muchas ocasiones, las contiendas no son ganadas por el furor patriótico o los ideales, sino por eficientes profesionales que aplican, siguiendo la filosofía de Lobezno, aquello que mejor hacen. A lo largo de las viñetas, se refleja la angustia de Luke, Chewbacca y Leia siguiendo el rastro del eficiente mercenario con su carga a entregar a Jabba el Hutt.

Una sensación de impotencia en la princesa que se ha trasladado incluso, en una muestra del poder transmedia, a la esfera del videojuego. Así, Rogue Squadron III: Rebel Strike (2003), exitosa saga de Nintendo, incluía una misión de la desesperada intentona de Leia cara a conseguir rescatar a su amado. En un orden paródico, shows como Padre de familia lo han recreado para el especial Something, Something, Something, Dark Side (2009).

Resultaba mera cuestión de tiempo que un guionista de la talla de Charles Soule quisiera profundizar en esa soledad compartida de vencedor y vencido a bordo de la nave. En propias palabras del escritor: «Claramente, Boba Fett no lleva a Han Solo directamente al palacio de Jabba. Algo tuvo que pasar entre medias en el tiempo entre El Imperio Contraataca y El retorno del Jedi.» Estaba colocando los cimientos para War of the bounty hunters Alpha (2021), donde logró reclutar a talentos como Steve McNiven o Luke Ross.

El Noveno Arte ha permitido que los secundarios más interesantes de la saga Star Wars, aquellos de los que siempre quisimos saber más, pudieran desarrollarse. Asimismo, para servir de recordatorio de aquello proyectado en la gran pantalla. Por ejemplo, Al Williamson capturó el mítico casting de cazadores de recompensas orquestado por Vader para Star Wars # 42 (septiembre de 1980), secuencia que se ha intentado emular muchas veces; por ejemplo, con el Skeletor de Frank Langella para Masters del universo (1987).

Un ilustre de la Casa de las Ideas como Archie Goodwin fue el encargado de escribir la adaptación de la primera aparición de Fett en esta nueva línea de cómics. Con el paso de las décadas, ese afán de recuperación no haría sino multiplicarse, pudiendo encontrarse versiones del mandaloriano a cargo de autores como Salvador Larroca, quien ha recordado en redes sociales cómo El libro de Boba Fett ha bebido de su diseño de Krrsantan el Negro.

Un legado que llega hasta nuestros días. De esa manera, Age of Rebellion: Boba Fett # 1 (2019) fue la oportunidad de hacer un relato noir y auto-conclusivo a cargo de Greg Park y el arte gráfico de Mark Laving. A diferencia de la mecanizada actitud a la que le encorsetaba su metraje, estas páginas sirven de recordatorio sobre que, incluso el más fiero depredador, puede ocultar su corazoncito.

Desde la feliz apuesta de Roy Thomas para conseguir los derechos de edición de la gallina de los huevos de oro de la ciencia ficción para Marvel hasta el encomiable trabajo reciente de Dark Horse, los cómics son uno de los escudos más sobrios y fiables de los que ha dispuestos Fett para vencer al olvido, una cámara de regeneración donde conservarse intacto a la espera de tiempos mejores.

Y esos días estaban por llegar.

Fue el mejor de los tiempos, fue el peor de los tiempos. Días de clones

Seguía siendo una presencia demandada. Dentro del videojuego Star Wars: Demolition (2000), pocos aparatos resultaban más apreciados por la comunidad jugadora que su jet pack. En el nuevo y emergente medio, Boba Fett mantenía vigencia, incluyendo su papel en Star Wars: Galactic Battlegrounds (2001) y Jedi Knight: Jedi Academy (2003), donde sería un antagonista a considerar.

Iconos como Harley Quinn permiten constatar que las aventuras gráficas y las videoconsolas con una plataforma inmejorable para mantenerse ante las nuevas generaciones, si bien el punto de inflexión volvería a llegar mediante el séptimo arte.

El ataque de los clones (2002) se mueve en tierras resbaladizas. Un sentimiento de expectativas no cumplidas había rondado a La amenaza fantasma (1999), la propuesta de George Lucas para una segunda trilogía que narraría los eventos previos a sus tres filmes originales. Esta secuela clónica no llegó a cuajar en muchas esferas de crítica y público, si bien hubo algo que llamó la atención de inmediato en sus pósteres publicitarios.

Era una figura con armadura de tonos plateados que recordaba lo suficiente a un cazarrecompensas añorado. Una de las cuestiones más salvadas de este episodio II fueron los instantes donde Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor) iniciaba una investigación que involucraba a un soldado de fortuna llamado Jango Fett (Temuera Morrison). Tal vez, incluso podría decirse que sus peleas y enfrentamientos duran desesperadamente poco dentro de un metraje algo descompensado que debe contar muchas cuestiones y subtramas con la futura guerra clon como telón de fondo.

El nombre del personaje de Morrison recuerda poderosamente al célebre Django de Sergio Corbucci, el mercenario y ex soldado que simbolizó el spaghetti western hasta el punto de ser homenajeado por un director con el aura de Quentin Tarantino. Jango Fett es un curtido guerrero cuyo ADN servirá como base para millones de soldados que estaban por venir en la República, incluyéndose uno de sus cobros: Boba, un clon inalterado al que cría como su propio hijo.

Un joven Daniel Logan interpretó al hijo de este mercenario al servicio del Conde Dooku (Christopher Lee). Logan se presentó a los ensayos con una camiseta de Darth Maul, estableciendo pronto una química con Temuera Morrison que hizo muy increíble su vínculo genético en la gran pantalla. En la trama, Jango hallaba una terrible muerte siendo decapitado por Mace Windu (Samuel L. Jackson) en la batalla de Geonosis.

De hecho, podríamos decir que saber algo de los orígenes del futuro captor de Han Solo fue una de las grandes virtudes dentro la dividida opinión hacia El ataque de los clones. Sería su palanca para volver a medar, particularmente debido a que los diseños de La Guerras Clon, una serie de animación de altura que supo expandir el universo de Lucas de la mejor manera posible, respetando en el diseño los rasgos faciales de Logan, quien pudo presumir, tiempo después, ante su propio hijo de poseer una figura de sí mismo con el logo de Star Wars.

Naturalmente, el mundo del cómic no ha podido permanecer ajeno a esos vínculos familiares.Blood Ties: A Tale of Jango and Boba Fett supuso una miniserie de cuatro números, publicada por Dark Horse, donde se exploraba la educación que Jango dio a su retoño para afrontar el miedo. Publicada en el verano de 2010, tuvo la suficiente aceptación para una continuación dos años después: Blood Ties: Boba Fett is dead.

Aprovechando la fiebre desatada por las dos temporadas de The Mandalorian, Planeta, dentro de su colección Leyendas de Star Wars, recopiló ambos arcos argumentales de Tom Taylor en un único tomo, con dibujos de Chris Scalf. De igual forma, si bien no ha alcanzado el rango de su retoño, Jango ha podido usar como Boba el medio de las viñetas para perpetuarse: así, Star Wars: Era de la República cuenta con él a través del texto de Jody Houser y el lápiz de Luke Ross, equiparándolo en importancia a antagonistas como el general Grievous o Maul.   

Brotes verdes alrededor de una armadura que volvía florecer. De cualquier modo, ni el augurio más optimista habría podido profetizar la fiebre que estaba por desatarse.

Lanzallamas: La explosión de la Bounty Fever

A finales de la década de los setenta, Ralph McQuarrie y Joe Johnston dejaron configurados buena parte de los artilugios que nuestro protagonista poseería. Entre otros pintorescos acompañantes a la búsqueda de fortuna, pocos asociados más inquietante ha tenido Boba Fett que Bossk. Bajo el disfraz del trandoshano, se hallaba el actor Alan Harris, quien siempre pudo presumir de haber sido el primero, como muestran las fotografías, en probar el lanzallamas de la armadura de Fett durante los preparativos de la filmación de la trilogía original.

Metafóricamente hablando, los últimos tiempos han parecido escenificar a ese lanzallamas recargado y a máxima potencia. Pedro de Mercader ha intuido muy certeramente que, tras las crisis de enfoques por parte de Abrams y Johnson sobre cómo enfocar la tercera trilogía desde el continuismo o la ruptura, The Mandalorian (2019) supuso un soplo de aire fresco.

Vientos renovadores auspiciados por gente como Robert Rodríguez o Jon Favreau; los suficientes elementos reconocibles, pero planteando nuevos escenarios y personajes sin un bagaje de décadas a sus espaldas con los que lidiar.

Entonces estalló la gran sorpresa para un sector del público durante la segunda temporada: Boba Fett seguía con vida. Algo previamente narrado con maestría por un guionista de la talla de John Ostrander para Star Wars: Boba Fett: Agent of Doom (noviembre de 2000), ambientada 10 años después de la batalla de Yavin. Acompañado del dibujo de Cam Kennedy, lanzan una inquietante pregunta que el fandom podía igualmente realizarse: ¿seguiría viva la antigua leyenda del cazador con el emperador muerto y Vader redimido en su sacrificio?

Ostrander, creador agudo, quizás tuvo presente la línea Star Wars: Dark Empire, cómics publicados bajo el sello de Dark Horse, donde Boba Fett confirmaba que había sobrevivido a su amarga experiencia ante las fauces de la bestia. Como en anteriores ocasiones, tal y como ha investigado el portal cinematicos.net, el éxito de esta secuela llevó a una versión grabada con voces de actores, siendo Joe Hacker el responsable de nuestro protagonista.

Por su lado, la serie de Disney + va mostrando una combinación de flashbacks y presente prometedor para el antihéroe, con una lugarteniente de altura en la figura de Fennec Shand (Ming-Na Wen). Bajo los hombros de la popularidad alcanzada por el show protagonizada por Pedro Pascal, este spin off busca mostrar a un antiguo bounty hunter que busca sustituir al temible Jabba el Hutt con métodos no tan despiadados.

De hecho, pareciera que la biblia de Favreau y su equipo haya tenido bastante en cuenta títulos como Boba Fett: Death, Lies & Treachery (enero de 1998), una gamberra versión de Capuletos y Montescos con sindicatos criminales, donde Fett jugaría a ser el Clint Eastwood de Por un puñado de dólares (1964) o el carismático Toshirô Mifune de Yojimbo (1961).

Incluso podemos apreciar que últimamente se está convirtiendo en un reclamo, elemento potenciador de nevos personajes para que vayan creciendo apoyados en sus hombros. Tal parece ser el caso de Bounty Hunters (el título arranco en marzo de 2020), historia de un triunvirato de cazadores: Beilert Valance, Bossk y el propio Boba Fett. Incluyendo escenarios tan sugestivos como Galmerah, un planeta cementerio con reminiscencias a El bueno, el feo y el malo (1966), la presencia del tercero tiene como único propósito enganchar al público para que Valance pueda ir cobrando peso propio. Eso sí, el cameo prolongado sirve para disfrutar de la versión que da de él Lee Bermejo en las portadas.

Aprovechando dicha coyuntura, Planeta Cómic lanzó en 2021 una antología de diferentes cómics sobre el cazarrecompensas, con la prevención de ponerle un orden cronológico que facilita la lectura. Dentro del buen nivel general, debe destacarse Star Wars: Underworld: The Yavin Vassilika (2000-2001), cinco números diseñados por Mike Kennedy para una divertida carrera de apuestas mafiosas a cargo de los Hutts.

El dibujo de Carlos Meglia, bien apoyado por el color de Helen Bach y Dave Stewart, brinda una carismática versión de Lando Calrissian que parece un más que claro antecedente del de Donald Glover para Han Solo: Una historia de Star Wars (2018). La aventura sirve para dar más enjundia a la relación de Fett con su futura presa.

Otras son más breves, pero igualmente con capacidad para mostrar que el mandaloriano tiene más registros fuera del western intergaláctico. Por ejemplo, la historia auto-conclusiva que John Wagner firma para Wizard Magazine (diciembre de 1997), también recuperada para la antología, ilustrada por Carlos Ezquerra. En ella, la atención a una simple señal de socorro emitida por un carguero perdido convertirá al piloto de Slave I en el incómodo propietario del sarcófago de un pariente lejano del emperador Palpatine inundado todo con atmósfera de relato terrorífico.

En definitiva, buenos tiempos para el portador del casco. El inolvidable García Márquez habló sobre El genera en su laberinto. Pareciera que ahora Boba ha salido del suyo propio.

Según Jabba el Hutt, en el estómago del Sarlacc se sentían otras definiciones para el dolor. Pese a ello, el hijo de Jango ha salido fortalecido del mismo y, por si acaso, no perderemos detalle de sus nuevas andanzas.

Resulta que las arenas y dunas no reservan únicamente sus secretos para el Muad’Dib. Incluso un viejo cazarrecompensas puede aprender nuevos trucos en el desierto.