El Extraño Caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde es un relato inmortal. No hay que ser muy avispado para saber que su influencia y, por tanto, su perdurabilidad llega a nuestros días con una fuerza que permanece intacta. De algún modo, fue visionaria a la hora de querer adentrarse en la parte más oscura del ser humano y su relación con la visible.
El represivo Londres victoriano provocó que surgieran multitud de obras que reaccionaban a ese entorno con estudios de las perversiones que estaban bajo la superficie. Por tanto, explicaban por qué esa sociedad era tan hipócrita. Pero más allá de las lecturas que se hizo a la sociedad del momento, es un sugerente análisis a la naturaleza del hombre, un tema universal y atemporal. Uno que marcó un antes y un después a la hora de comprender que detrás de cada buena acción puede que haya una mala. La tesis es que un mismo hombre es capaz de lo mejor y de lo peor. Es una idea que, actualmente, cuando se vuelve habitual el encasillar todo en arquetipos más o menos estereotipados, sigue siendo revolucionaria y polémica.
A pesar de ser una de las historias románticas victorianas que más han inspirado a obras posteriores (particularmente a todo aquello que tiene que ver con desórdenes psicológicos como el de la doble personalidad o a las metamorfosis monstruosas), no son tanto los autores que se han atrevido a trasladar esta historia de forma directa a otro medio. Eso se explica porque es un trabajo claramente literario. Y, por ese motivo, siempre son bienvenidas las piezas que intenten hacer una revisión del legendario relato de Stevenson.
Hay una tendencia en el mercado español de guionistas y dibujantes que optan por pasar por un filtro personal grandes trabajos literarias. Es algo que siempre ha estado ahí, pero que en los últimos años muestra una tendencia al alza hasta tal punto que en cosa de un mes van a coincidir la esperada aproximación de Santiago García y de Javier Olivares al buen doctor Jekyll y esta, no menos atrayente, de Tyto Alba.
Y, tras leer este tratamiento, si deja un regusto es que aquí se ha hecho justicia al doctor Jekyll y a su pérfido y problemático “amigo”. El autor logra ir al grano y presentar toda la crudeza del relato sin endulzarlo. Por el contrario, sabe cuándo sugerir y cuando mostrar, construyendo (especialmente en el segundo tramo) en una atmosfera densa y profundamente perturbadora.
El autor imprime a este proyecto de una cadencia y de una estructura (deudora del material original, todo sea dicho) muy particular y alejada de algunos convencionalismos. Como consecuencia, el que dure poco y el que se lea de una sentada debe ser percibido como un punto positivo. A pesar de ello, da la sensación de que el tiempo se ha gastado en algo con un contenido muy rico.
El mayor pero que se le puede poner es que no sorprende como pueden llegar a hacer otras creaciones españolas destinadas a revisar algunas de las piezas más trascendentales que han dado la literatura. La adaptación siempre resulta muy complicada en la medida que se exige algo con la misma potencia que la obra que se está trasladando y, a la vez, el autor no puede ni debe alejarse demasiado. Con ese pretexto, es muy fácil no querer traicionar el material original y, por eso, crear un trabajo derivativo y con menos punch que podría tener otro más fresco.
Eso es una cuestión que se da aquí, pero eso no quiere decir que no tenga los suficientes puntos de interés. Y es que se deja apreciar la afinidad y el cariño que tiene Tyto Alba al material original. Por no hablar de un claro esfuerzo por conseguir contar y transmitir ciertas emociones y reflexiones puramente literarias a imágenes.
Los ajenos al relato, no sabrán que no es el material más adaptable jamás hecho. Y es que tiene mucho de meditativo y de introspección. La dualidad del ser humano es lo central y el doctor Jekyll pasa buena parte de la memoria explicando fría y científicamente su proceso y su experiencia en su alter ego violento y hedonista, mr. Hyde. Por tanto, la misión que se ha tenido aquí es particularmente complicada.
El arte de Tyto Alba, con su aspecto pictórico y cálido habitual, consigue encajar en el tono sórdido de la historia y adaptar algunos detalles para trasladar al lector a un contexto tan opresor y duro como fue el Londres victoriano. No traiciona a su estilo, pero sí que se nota que ha buscado insuflar una estética un poco más sucia. Eso suma a la hora de generar esa inmersión.
Pero, probablemente, si ha priorizado algo es el contar la historia de la forma más directa y sencilla posible. La narrativa es clásica, pero se atreve a plantear algunas páginas compositivamente rompedoras a medida que avanza la narrativa. Parece que la intención es que el lector pase por el mismo viaje que Jekyll.
Tiene un estilo que hace no parezca la persona adecuada para un género como este. Sin embargo, como buen profesional, consigue hacer que ese potencial problema termine siendo una de las fortalezas del relato. Y es que le da un aire muy plástico e icónico, entra por los ojos. No es lo que uno se habría imaginado leyendo de la novela y esa es buena señal en el sentido de que se ha imprimido mucha personalidad.
Este tomo es del sello Clasicomix, de Bang Editorial, encargado en recuperar clásicos. Se trata de una edición muy asequible (teniendo en cuenta el formato cartoné que presenta) y cómoda. Aunque se echa en falta alguna explicación del proceso que ha llevado a la construcción de este cómic, dado lo complicado que seguramente haya sido.
Dr. Jekyll y Mr. Hyde es un acercamiento personal y muy fiel de la legendaria historia de Robert Louis Stevenson. Uno que encuentra cuáles son las claves principales y las traslada con tino al cómic. Una lectura que aligera algunos de los aspectos más densos y, con ello, puede que llegue a un público mayor. No parecen haber más pretensiones que las de revisar una de las historias más potentes jamás escritas y, desde luego, lo cumple con creces.