Decorum. Decoro. ¿Cuándo fue la última vez que se escuchó esta combinación de letras? Personalmente, fue previa a la graduación de mi colegio, en el que le pidieron esa cualidad solo a las chicas (¡Oh, sorpresa!) a la hora de escoger el vestido que lucirían. Cosas de la educación religiosa… Sin embargo, la primera acepción que la RAE otorga a dicha palabra se refiere a un aspecto distinto:
“Honor, respeto, reverencia que se debe a una persona por su nacimiento o dignidad”.
Real Academia de la Lengua.
El honor es otra ley invisible en desuso que nos evoca a un pasado que estamos cuestionando día a día implacable y, en muchas ocasiones, superficialmente. Se han establecido una serie de valores distintos, pero, no por ello, hay que echar por tierra todo aquello que nos parezca viejo. Porque ahí se pueden encontrar una serie de lecciones y de idiosincrasias que, tal vez, no convendría olvidar.
Estos son los temas que se detectan en un primer vistazo da la serie Decorum, con el título más revelador de todas las series de Jonathan Hickman. ¿Qué consecuencias tienen la ambición y el egoísmo fanático? ¿Hasta qué punto podemos llegar a deshumanizarnos en favor de ideales y objetivos superfluos? El capitalismo y sus víctimas, en definitiva. ¿Y si todo ello se pudiera sustituir con un mínimo de respeto y buenos modales?
Cabe mencionar, aunque creo que resulta obvio, son más sensaciones y reflexiones a las que me ha conducido la lectura de este primer número. Es muy temprano para poder determinar qué es lo que podremos encontrarnos en esta serie. Más teniendo en cuenta de que hablamos de cierto guionista.
El autor ya tiene una posición y una carrera intachable dentro de la industria estadounidense. Cuando coges un cómic suyo, independientemente del equipo artístico con el que colabore, es fácilmente identificable. Y eso, al final del día, es lo que distingue un autor que a alguien que, simplemente, trabaja. Para llegar a ese punto, aparte de un talento increíble, es necesario una visión y una voz muy bien definida, además de un conjunto de seguidores con los que entablar un diálogo a través de tus creaciones. Jonathan Hickman ha llegado a este punto.
¿Qué distingue un cómic de Hickman? Un modo de contar historias que parece beber de la arquitectura que con un modo clasicista, un simbolismo lingüístico que hace que cualquier aspecto tenga más de una capa de lectura, un protagonismo coral cubista que recuerda a Robert Altman, un conocimiento profundo de los arquetipos propios del cómic y del cine para proceder a deconstruirlos, un worl building contado , un ritmo que exige paciencia, cosa que estás dispuesto a conceder porque sabes que te va a conducir a un climax muy satisfactorio, una narración episódica dentro del mismo cómic guiada por secuencias completas entrelazadas con infografías informativas respecto a detalles del microcosmos…
¿Qué nos ofrece Decorum? Todo esto, ni más ni menos. Quien sea conocedor de la obra del autor ya no le va a pillar por sorpresa. Hickman ha entrado en el punto en el que no tiene nada que demostrar, está cómodo empleando los citados recursos
Lo que sí es innegable es que, a base de práctica, el guionista de Carolina del Sur ha conseguido depurar su estilo, llegando a un punto ideal en el que no peca de críptico ni de dejar las cosas demasiado mascada. De este modo, probablemente, sea de los autores de cómic mainstream americano más exigentes de cara al gran público.
Dicho esto, es la primera vez que servidor se “enfrenta” a una creación de Hickman número a número en lugar de leído del tirón. Y, lo cierto, es que, si bien es una lectura estimulante, sabe a poco. Tenemos a un número de presentación en el que la acción que haga avanzar la trama es más bien escasa. A pesar de ello, las más de cuarenta páginas son devoradas con mucho gusto y despierta en el lector la curiosidad de adentrarse en este universo. Con lo que misión cumplida.
La estructura parte de tres secuencias bien diferenciadas. Hace conexiones en dos de ellas. Especula en un futuro hipotético que nos recuerda al presenta. Hasta tenemos que ver con un pasado colonialista (con robots religiosos, valga la redundancia). La historia estará contada desde el punto de vista de una repartidora (con unas reglas del universo que parecen el reverso más tenebroso y trágico del reciente videojuego Death Stranding) y una sicaria, con una presentación digna del personaje de Charles Bronson en Hasta que Llegó su Hora, como epítome del tipo duro que juega limpio. Se puede ver que nos narrarán las aventuras de esta pareja de supervivientes.
El arte de Mike Huddleston hace todo lo contrario a desmerecer. Engrandece todo lo que quiere contar Hickman. Su trabajo solo merece un calificativo: impresionante. No solo por el contraste que se produce en los distintos puntos de la historia formal y de atmósfera. Es que parecen distintos tipos de dibujantes entre las distintas partes de este número. En una misma página combina viñetas muy detallistas, con otras más sucias y desdibujadas. Ese dinamismo hace que sea una narración lisérgica, pero, sobre todo, muy metalingüística y sin por ello sacrificar la legibilidad ni dar la sensación de que son alardes gratuitos. Por no hablar de un uso del color, y de su falta, muy inteligente. Logra, a su vez, crear un discurso que exprime hasta el máximo jugo de las posibilidades y técnicas narrativas. narrativas de este medio. Aunque es un autor con una carrera de fondo dentro de la industria, esta es la oportunidad de tener una mayor proyección y el artista ha sabido tomarla.
Decorum arranca de una forma en la que impacta más por la labor de Huddleston que la de Hickman. Este nos tiene acostumbrados a un nivel superlativo y lo mantiene. Pero es todo lo esperable de un cómic de este escritor. A estas alturas nos tiene. Pero ya no nos sorprende. Aunque, sabiendo todo ello y entrando en el juego, estamos ante uno de los cómics con mayor potencial de revolucionar el mercado. Habrá que seguirle la pista de cerca.