¿Cambió Vertigo la forma de hacer historietas? ¿Tienen la calidad que se le presupone? ¿Se exponían a un verdadero riesgo creativo? ¿Se echa de menos la visión que impuso Karen Berger en el desaparecido sello Vertigo? Para responder a estas y otras cuestiones hemos preguntado a editores, guionistas, dibujantes, críticos y divulgadores de perfiles distintos con el objeto de que el diagnóstico sea lo más amplio posible. Más allá de las afirmaciones o negaciones que cada uno pueda hacer, parece poco discutible que cuando se citan cómics que han marcado a los lectores de cualquier generación, más de un título adscrito a la línea Vertigo suele mencionarse.
De hecho, la reciente publicación de ‘Sueños y fábulas: Historia de Vertigo’, de Elisa McCausland y Diego Salgado, publicado por ECC Ediciones, analiza en profundidad la génesis, la evolución y el impacto de Vertigo en el mundo de la historieta. Un libro fundamental para entender la verdadera dimensión de aquellos cómics, con un riguroso acercamiento nada hagiográfico, lo que se agradece, y que además está profusamente ilustrado. “Aunque en dicho libro encontraréis un desarrollo mucho más detallado de esta cuestión, sí, sin duda el sello Vertigo cambió el modo de hacer cómics. Revolucionó el cómic mainstream estadounidense, ampliando sus fronteras más allá del género superheroico. Bajo el liderazgo de Karen Berger, se impulsó un proceso de apertura de miras que tuvo su reflejo en la captación de talentos; y en un mundo que por aquel entonces poco tenía de globalizado, anticipó el valor añadido que podrían aportar autores procedentes de diferentes tradiciones e incluso medios, con mención especial a los integrantes de la llamada “Invasión Británica”. Se generaron las condiciones necesarias para conferir a los autores una mayor libertad creativa, que cristalizó en propuestas novedosas basadas en la reinterpretación o renovación de géneros clásicos. La acción y las aventuras cedieron protagonismo a la fantasía, la ciencia ficción o el noir a través de obras que, sin renunciar a la evasión, supieron dar cabida a temas y sensibilidades diferentes, en muchos casos desde la crítica social y cierta vocación subversiva”, explica David Fernández, editor de ECC Ediciones.
Precisamente, en ‘Sueños y fábulas: Historia de Vertigo’, Elisa McCausland y Diego Salgado recogen una declaración a cargo de Abraham Riesman en Vulture en la que afirma: “El sello Vertigo ha cambiado el cómic para siempre. Ha ofrecido al lector diversidad política y estilística. Ha promovido una experimentación sin precedentes que supuso la reinvención de personajes de siempre y ha dado lugar a otros nuevos memorables. Rompió con las distinciones entre lo que se consideraba lectura juvenil y lectura adulta y se ha convertido en un hogar acogedor para el artista y en una marca inconfundible e inimitable para el aficionado”. La pregunta obvia sería, ¿entonces qué pasó? ¿Por qué DC cerró el sello Vertigo? Pero como diría, Moustache, personaje de ‘Irma la dulce’ (Billy Wilder, 1963), esa es otra historia que contaremos en otro momento.
Antes de nacer
De modo estricto, Vertigo nació antes de que en 1993 se creara esta línea dirigida durante veinte años por Karen Berger. La publicación británica 2000 AD nació en 1977. Fue una revista crítica de la que salieron muchos de los creadores que configuraron los títulos de Vertigo, porque creían en las posibilidades artísticas reales del medio y, claro, porque tenían verdaderas aspiraciones y ambiciones creativas. Se suman los altibajos de la editorial DC, el encorsetamiento del género de superhéroes que se mostraba codificado y abusaba de estereotipos y trivialidades en general. En este contexto, entra en escena la búsqueda por parte de autores como Frank Miller o Alan Moore de llevar la historieta mainstream a un campo más adulto, para demostrar que la narración secuencial podía ser una expresión tan relevante como otras. No hay que olvidar que si los ochenta se recuerdan tanto, no solo es por nostalgia, que también, sino por obras como ‘Batman: El regreso del Caballero Oscuro’ (1986) de Frank Miller, entintado de Klaus Janson y color de Lynn Varley; o Watchmen de Alan Moore y David Gibbons, entre otras. De 1986 también es ‘Crisis en Tierras Infinitas’ de Marv Wolfman y George Pérez, que no es más que un intento de reformular el Universo DC. Y antes ya estaban ‘La Cosa del Pantano’ de Moore (1984-1987) y ‘V de Vendetta’, también de Moore y David Lloyd (se terminó en 1988, aunque los primeros números en blanco y negro son de 1982).
En este sentido, se expresa el dibujante de ‘El vecino’, Pepo Pérez, cuya tesis versa sobre Miller: “En su momento, tuvieron su papel en el desarrollo, o recuperación, de un tipo de comic book norteamericano para adultos, o jóvenes adultos, que se había perdido décadas atrás. Si mal no recuerdo, el sello Vertigo surgió en la estela del éxito que habían obtenido comic books de horror superheroico previos, como el ‘Swamp Thing’ de Alan Moore, Stephen Bissette, John Totleben y otros, y el ‘Sandman’ de Neil Gaiman y diversos dibujantes. O John Constantine (‘Hellblazer’)”. El guionista de ‘En camino’, Paco Hernández, aporta otro matiz que es muy significativo en ese cambio que aportó la línea Vertigo, “no sólo por el hecho de que los derechos quedaban en manos de los autores creadores o que la forma de publicación servía para financiar números posteriores, algo ya bastante importante de por sí, sino también porque sus creadores podían salirse del molde y experimentar, tocar aquellos palos que no les eran permitidos a otros personajes en mallas. Vertigo demostró que podía salirse de las rigurosas normas que rigen a muchos personajes y crear un universo propio, fascinante y cautivador”.
El autor de ‘Secrets Origins’, Antonio Monfort, recalca el contexto en el que se gestaron estos cómics. “Vertigo fue más una consecuencia que una causa. Consecuencia de una situación muy particular en la que se encontraba DC Comics en los 80, de una madurez en el mercado americano que ya había empezado en los setenta pero que fue a mucho más en la década siguiente… todo ello y más cosas dieron lugar a Vertigo que es algo así como un pico de madurez en el mundo del cómic americano y que llevó a ese mercado a constatar lo que en Europa o Japón ya estaba consolidado; que el cómic es un medio que puede dirigirse a cualquier tipo de público y contar cualquier historia sin restricciones. Así que yo no diría que los cómics Vertigo desencadenaron el cambio, sino que fueron la mejor expresión del mismo durante mucho tiempo”.
El nacimiento: sensibilidad experimental
Los títulos Vertigo, tanto los previos a su nacimiento en 1993 (‘Sandman’, ‘La Cosa del Pantano’, ‘Animal Man’, ‘V de Vendetta’, ‘La Patrulla Condenada’, ‘Hellblazer’…) como los posteriores (‘Predicador’, ‘Y, el último nombre’, ‘100 balas’, ‘Fábulas’, ‘DMZ’…), aunque luego todos se englobaron en esta línea, sobresalen por una vocación de sensibilidad experimental, en guion y dibujo, de variedad temática, exponen una crítica social y política evidente en un intento de revelar metafóricamente la realidad, hibridan géneros con naturalidad para provocar en los lectores fascinación y desconcierto, siempre teniendo el medio de las viñetas como un campo sobre el que se puede escupir cualquier cosa, porque es un medio tan digno como cualquier otro. Hoy en día esto se percibe de un modo nítido, pero tal vez no era tan claro en aquellos años. Máxime porque cuando Alan Moore, Neil Gaiman o Grant Morrison escribían aquellos personajes todavía estaban dentro de la continuidad de DC, pero al ser personajes olvidados, de segunda fila, los autores contaban con más libertad creativa y podían modificarlos o darles el enfoque que querían.
Esto provoca además “una variedad insospechada en un momento donde lo más predominante era el género superheroico”, comenta el divulgador Kauldi Gilibert, que también añade que “la influencia que ha ejercido al cómic independiente es innegable”. Quizá porque como asevera el editor de ECC, David Fernández “los artistas involucrados en estos proyectos impulsaron cambios artísticos y técnicos, bien fuera por su condición de pioneros en el uso de herramientas informáticas, por el recurso a técnicas multimedia o por forzar los límites de las técnicas de impresión contemporáneas en busca de soluciones adecuadas para plasmar sobre el papel ideas novedosas fruto de su imaginación y talento”. Nerea Aguirre, colaboradora en Sala de Peligro, recalca que “esta variedad hizo posible explorar y experimentar nuevas posibilidades narrativas y argumentales y, finalmente, consagró el cómic como una forma de expresión artística de infinitas posibilidades”.
El desarrollo: veinte años no son nada
Los veinte años que estuvo Karen Berger comandando la línea Vértigo fueron tan fructíferos que llegó a denominarse el “Bergerverse”. Y es que esta licenciada en Literatura y Arte tenía claro que todos los géneros tienen sus códigos y que solo los autores podían aportar elementos renovadores y originalidad frente a los lugares comunes que marca cualquier género. En esa vertiente se expresa Iván Galiano, que escribe en Jot Down sobre el noveno arte: “Los cómics de Vertigo supusieron una renovación en la industria americana del cómic de superhéroes hasta el punto de considerar que sus obras se salían del género. La inclusión de temas adultos, los juegos referenciales, la mirada al pasado subversiva a los orígenes del género o la influencia de otros medios (música, pintura, literatura), acompañada de algunas nuevas fórmulas estéticas permitieron explorar caminos nuevos en una industria que se estaba estancando”.
Para Berger la emoción la transmitían los personajes, algo que ya dejó claro desde su primer trabajo de editora en La Legión de Superhéroes. El divulgador Bamf! a los mandos del canal Cómics Freak, comenta con humor que “Karen Berger debería recibir un sueldo vitalicio” por todo lo que consiguió. En los mismos términos se expresa el editor Marvel en España, Julián Clemente “Karen Berger hizo un trabajo genial, y contó con una DC que ahora ya no existe, y que confió en ella de manera ilimitada durante todos esos años”.
Porque se cambiara o no la manera de hacer historietas, sí que hay una búsqueda de que a través de los tebeos resuene nuestro mundo generando todo tipo de emociones en los lectores. Lo que hizo posible esta apertura lo explica Nerea Aguirre cuando dice que “debido a las restricciones impuestas por el Cómics Code Authority, los cómics (no underground) que se publicaban hasta la aparición de Vertigo estaban muy restringidos en cuanto a temas e imágenes, por ejemplo los criminales siempre debían ser malos de verdad sin doble rasero, el bien siempre debía ganar, ojito con las escenas de violencia y tortura, criaturas de la noche prohibidas, el sexo fuera de cámara. Si bien es cierto que antes del sello Vertigo se publicaban cosas fuera del Comics Code Authority, con su llegada los autores encontraron un espacio seguro para desarrollar las historias que siempre habían querido y nunca habían podido contar. Hasta ese momento los artistas tenían que bailar con los pies atados, y bailaban unos chotis maravillosos pero con el sello Vertigo todo llegó a una nueva dimensión y pudieron bailar bajo la lluvia, desenfrenados y con los pies descalzos”.
Si los autores de Vertigo bailaban en la oscuridad bajo la lluvia para iluminar lo oculto de la condición humana; o escupían sobre las tumbas para proponer nuevos enfoques “seguramente el sello Vertigo sea el último (o de los últimos) grandes saltos históricos que encontramos a la hora de hacer cómics antes de que la globalización lo homogeneizara todo. Me puedo pillar mucho los dedos con esto, porque este tipo de afirmaciones solo las puede confirmar el paso del tiempo y hay que hacerlas desde una mayor distancia, pero al igual que los cómics Marvel de los 60 supusieron tal vez una superación de la adolescencia del cómic mainstream (hablo del mainstream porque el cómic underground e independiente siempre va por delante en todos los sentidos), puede que el sello Vertigo, y este es un topicazo que se ha dicho mil veces, fuera la consolidación de una madurez del cómic que venía cociéndose en ese mismo mainstream durante los años 80”, señala Bamf para concluir que “la propia existencia de Vertigo, que desde el mainstream se alejó de las propuestas sencillas o complacientes para el gran público, seguramente supuso una evolución a nivel creativo en todas partes, una nueva reestructuración de lo que se podía y no podía hacer, de lo que se podía o no se podía contar. No tanto porque el arte incluido en el sello fuera pionero, sino por su alcance”. Algo que también subraya David Fernández: “Desde un punto de vista comercial, las obras del sello Vertigo lograron llegar a un mayor abanico de lectores –y, afortunadamente, de lectoras–, y sus ediciones recopilatorias y formatos prestigio llegaron a canales de distribución generalistas gracias a grandes obras que hoy tienen la condición de longsellers”.
¿Hay un final?
Ahora bien, como no podría ser de otro modo, hay voces que matizan la visión unívoca del discurso. No tanto por los avances meritorios de la línea Vertigo, sino por una perspectiva más analítica de una situación adscrita posiblemente al contexto en el que se desarrolló. El periodista especializado en cultura popular Alex Serrano incide en ello cuando señala que “creo que la primera hornada de títulos Vertigo sí consiguió, en cierto modo, hacer de puente entre los superhéroes y lo indie o alternativo para quienes veníamos de leer Marvel y DC en nuestra niñez y adolescencia. En esos noventa de la burbuja del cómic de superhéroes, la llegada de un sello con títulos que trabajaban géneros como el terror y el fantástico manejando unas referencias literarias, estéticas y musicales tan cool desde una posición adulta y transgresora, todo ello desde dentro del mainstream yanqui, era algo verdaderamente poderoso, y más si tenemos en cuenta el avance en lo referente a propiedad intelectual y derechos de autor que supuso en la época. Solo hay que ver el funcionamiento actual de Image Comics y cómo son la mayoría de sus series de éxito durante los últimos años para darse cuenta de la gran influencia de Vertigo”.
Por su lado, David Aliaga dice: “No tengo claro que el sello cambiase «la forma de hacer cómics». De hecho, Vertigo es la capitalización por parte de un gran sello del impulso creativo de la contracultura británica y, en menor medida, estadounidense. Y ese tampoco era un fenómeno que no se hubiese visto antes. En Marvel hay diversos autores como Steve Englehart que introducen en los tebeos de superhéroes ciertos aspectos de esa cultura subversiva que se daba en las universidades de la Costa Oeste. En la propia DC, Morrison ya había publicado cosas como su Animal Man. Probablemente la singularidad de Vertigo es que es un sello que gira completamente en torno a ese concepto, que apuesta decididamente por ese tipo de narraciones y se convierte en un laboratorio de creación en el que se invita a experimentar a Jamie Delano, Garth Ennis, Warren Ellis, Alan Moore… Y les dejan trabajar sin pensar en que una asociación de padres y madres metodistas de Wisconsin vayan a enviar cartas de protesta a la editorial. No era sólo que Vertigo apostase por un cómic «para adultos«, sino que daba voz a argumentos y estéticas profundamente contraculturales y las introducía en un circuito de distribución masiva. Así que aunque Vertigo no fue el primer sello que publicó historias de ese corte, sí que fue la primera vez que tuvo un impacto masivo en los lectores”. O Iñigo Rodríguez, habitual podcaster de Sala de Peligro que afirma: “Tampoco me ha ido mucho nunca el rollo gótico pretencioso que era tan común en otras series de Vértigo y no sé si cambió el comic pero desde luego fue un salvavidas en medio de la tormenta”.
También el cineasta David Galán Galindo, autor del libro y película ‘Orígenes secretos’ sigue esta estela al indicar “no sé si cambiaron el modo de hacerlos, pero sí la forma de venderlos y hasta de entenderlos. Vertigo pretendía la entelequia de ser un cómic totalmente de autor y totalmente comercial a la vez, para captar a ese público al que el “elevado” cómic europeo se le atragantaba y los cómics de superhéroes le parecían infantiles más allá de ‘Watchmen’ o el ‘Dark Knight Returns’. De hecho, eso siempre me dio un poco de rabia. En aquellos años había quien decía amar ‘Hellblazer’ o ‘Sandman’ sobre todas las cosas, pero que no tocaría un cómic DC ni con un palo, esos eran para críos”. Quizás, muchos lectores vieran en ‘100 Balas’, ‘Predicador’ y otros títulos el refugio que no encontraban en las cabeceras de DC.
Vertigo siempre dependió de DC Comics. Mientras Karen Berger estuvo como editora el sello mantuvo un andar sólido y estable. A partir de su marcha y los nuevos relanzamientos de la editorial como The New 52 la situación comenzó a ser más vacilante. La historiadora del arte Iría Ros lo explica al decir: “Vertigo nunca fue una editorial independiente, así que como tal no es que cerrara, se ha convertido en DC Black Label. El sello siempre dependió de la editorial «madre» que es DC. En los últimos años DC como empresa ha tomado muchas decisiones administrativas, y de contratos. Recordemos la ola de despidos que hubo no hace tanto, más la gente que se les ha ido a todos los niveles. Así que el rebranding de Vertigo a DC Black Label yo lo considero una parte más de ese plan extraño que llevan haciendo los últimos años”.
Sin duda, esta es la ilustración de lo que sucedió, pero también, como señala Julián Clemente y piensan muchos lectores “Es una lástima que cerrara la línea. El mayor error de la historia de DC”. Aunque muchas de las obras salidas de esta línea (y las previas) seguirán entusiasmando a los futuros lectores, porque son historias afiladas, controvertidas, que nos enfrentan al amor, odio, venganza, crueldad, sexo… que nos hacen soñar despiertos.