Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga. |
He estado alejado de las teclas bastantes días. Al menos de estas, las creativas, las que me obligan a pensar un poco. Mi 2022 empieza de verdad en marzo. Funcioné durante las últimas semanas en modo automático con la calculadora en mano, sacando el IVA, IRPF, el modelo 340, contando cantidades de tebeos vendidos para pagar royalties, justificando un par de proyectos que nos concedieron el año pasado… y echando cuentas de lo que nos queda para contratar cosas nuevas que sepamos “con certeza” que van a funcionar, y arriesgar en otras que son pura quimera. La certeza va entrecomillada porque en este negocio nunca se sabe exactamente qué va a tirar mejor o peor hasta que lo publicas, pero tienes un pálpito que dice que no desperdiciarás el dinero y, al final, aunque tardes años, aunque tengas que esperar a que se estrene una serie de animación basada en el tebeo que has licenciado para dar el petardazo, acabará volviendo a las arcas. Incluso ganarás algo.
Los números, ¿eh? Vaya panda de cabrones.
Siempre lo he sabido, pero fue durante la pandemia cuando me di cuenta de que mi trabajo editorial DE VERDAD, el de backstage, ese que no se ve ni se cuenta en redes porque forma parte del trasiego profesional y los trapos sucios, consiste en que siga quedando dinero en la caja para sacar “un tebeo más”. Si acaba el mes, pagas nóminas y tienes para cubrir la siguiente tanda de imprenta, todo está saliendo bien. Al cabo del año, tienes que haber abonado suficientes adelantos como para poder seguir nutriendo a la gran máquina. Si cierras el ejercicio y has invertido lo suficiente para poder publicar más cosas al año siguiente, y liquidez, bendita liquidez, estás autorizado a sentirte como un dios.
Eso, si quieres vivir de esto. Si editas por afición o puro amor al arte, ¿qué más da lo que saques o dejes de sacar? Publica lo que te rote y adelante, cuando quieras y como quieras. Pero si necesitas que entren ingresos para que el sueldo siga entrando, entonces la rueda no puede parar, pase lo que pase, caiga quien caiga. Llega un momento en el que, aunque juraras que no te pasaría, formas parte del sistema. Te puedes inventar un método de distribución diferente, vender por tu cuenta y riesgo directamente a las librerías, enfocar tu negocio de mil maneras, que al final una de dos: o lo dejas estar porque la cosa no va a más y te cansas, o acabas siendo un engranaje más de la “industria”, produciendo y produciendo, más y más. No guts no glory, no pain no gain.
La cara B de la producción cultural de cómics es que la balanza de ingresos y gastos es implacable. Esto es así en cualquier cosa que implique el verbo “producir”. ¿Habéis probado alguna vez el Noviembre Rojo? Es un juego de tablero cooperativo en el que encarnas a un montón de gnomos que tripulan un submarino que se cae a pedazos. En cada turno tienes que escoger cual es la forma más eficiente de proceder para evitar que los desperfectos te manden al fondo del mar. Hay escotillas que se atascan, salas que se inundan, sistemas de misiles que se activan sin venir a cuento, incendios… hay que estar atento a los indicadores de presión, de calor… unas cuantas decisiones poco meditadas y todo se va al garete. La mejor analogía posible que he encontrado del mundo editorial. Siempre con un ojo revisando ferros y el otro esperando a que aparezca un tornado de repente y lo mande todo a tomar por culo. Quien te diga que el trabajo de editor es contratar licencias y corregir textos es un privilegiado, por eso yo siempre escribo desde el lado oscuro. Aquí hay que tapar agujeros y escarbar en la mierda todo el tiempo. No es un trabajo del todo agradable, y necesitas ser el mejor en lo que haces o acercarte lo máximo posible, porque el mercado no es plácido aunque el público te diga que sí, que te va a comprar todo lo que saques. Spoiler: es mentira.
Dinero. Te hace falta un montón para que todo funcione. ¿Cuánto? Pues depende de cuánto pretendas ingresar, y se ingresa más cuanto más se publica, duh. También se puede perder más cuanto más se publica. Es cosa de tener ojo, un plan de comercialización, alguna idea aproximada de cómo funciona el marketing, contratar profesionales y que Madame Fortuna no te la líe. Suele ayudar que el día que publicas algo nuevo no se muera la Reina de Inglaterra, o que el evento en el que habías invertido miles de euros no acabe inundado por lluvias torrenciales. Volviendo al tema, ¿cuánto? Si te sirven mis cifras, nosotros arrancamos Fandogamia invirtiendo 10000 euros (lo que habíamos acumulado tras ocho años de autoedición) y fuimos tirando. Estuvimos muuuucho tiempo sin cobrar nada, solo capitalizando y reinvirtiendo. Y aprendiendo. Hacíamos lo mismito que cuando éramos fanzineros, pero en la liga de los mayores. A día de hoy seguimos aprendiendo, pero con más dinero con el que jugar y stock para parar treinta carros. Me sale por las orejas, el stock, pero no vale nada (sea una novedad o algo del fondo del catálogo) hasta que encuentras quien lo quiera comprar. Como los NFT, pero con un 1000% menos de estafa. Diría que como el arte, pero en todo arte hay al menos un 25% de estafa incorporada de serie. Por eso es mejor decir que los libros son productos: es absolutamente verdad y nadie puede decir que estás tramando de timarlo. No les has obligado a comprar y no lo hacen porque piensen que después pueden revender a mayor valor: compran cómics porque les da la gana y les gusta consumirlos, coleccionarlos o poseerlos. Mejor tener las cosas claras con esto.
Quizá ese sea mi auténtico trabajo, en realidad. Crear necesidades hasta que la gente me pida que me calle y coja su dinero. Yo quería contar buenas historias, y lo que acabo contando son las perras que entran y salen. Como editor, como profesional, espero contribuir en algo a que se vendan mis tebeos. Llega un momento en el que dudas. Yo dudo. En el directo de Twitch con el que arrancamos el croufando de CARTONES PERROS les pregunté a sus autores que para qué publicaban con Fandogamia, si con lo que se mueven en redes podrían montarse ellos un crowdfunding y listos. Que su público está sobre todo ahí en Internet y lo que se venda luego en librería es subsidiario. Y fueron muy francos en su respuesta:
“Así movéis vosotros las cajas, que es la parte fea”.
Seguramente dijeran algo más largo, con interjecciones y algún chascarrillo, pero esa es la esencia. La editorial mueve las cajas, el material. ¿Una visión reduccionista? No tanto. Ya os he dicho que en este trabajo hacemos muchas cosas, corregir mil veces, cerrar acuerdos con unos y otros, montar páginas terribles que te llevan horas, mandar info de prensa, sumar y restar y suspirar aliviado cuando compruebas que este mes la flecha de la gráfica sigue apuntando hacia arriba. Cada día se presentan nuevos retos, pero hay una cosa que hacemos sin parar: mover jodidas cajas llenas de tebeos que pesan un quintal. No me quejo, ojo, porque mover cajas y hacer caja van de la mano: cuantos más embalajes vacíos mandamos a reciclar y más paquetes salen por la puerta nos aparece más dinero en los libros contables. Es asombroso. Pura magia.
Seas quien seas, si te dedicas a algo en el sector de la tebeancia o planeas hacerlo, nos conozcamos o no, nos hayamos puesto a parir en redes o por lo bajini, hayamos celebrado juntos o por separado las cifras de asistencia de este o aquel evento, compartido habitación de hotel o reído del mismo chascarrillo en Twitter, te deseo lo mejor: muchas cajas.