Revientacráneos y el Chico Esqueleto, cuando Robin se harta de Batman en el universo Black Hammer

Uno de los arquetipos más clásicos y que más aceptación han tenido en el género superheroico ha sido el de sidekick, el ayudante del superhéroe. Puede ser entendido como una evolución natural del escudero del caballero, puesto que el género, de alguna manera, es heredero de las novelas de caballería (y, si se tira del hilo, de la mitología clásica…). En cualquier caso, es una figura que siempre ha estado ahí y que ha sido entendida y reinterpretada de mil formas.

Pero  su concepción más canónica es también la más problemática. Y es que se ha tendido a dar por hecho que el compañero de desventuras del justiciero debía ser un/a joven de corta edad… Y se ha comprendido como si eso fuese lo natural. Hasta que llegaron los cómics más revisionistas  no se ha cuestionado el sentido de ese elemento dramático… ¿Qué personaje virtuoso pondría a un niño frente a un peligro tan bestial? Por lo último que debería pasar ningún niño es por una vida de violencia. Y, sin embargo, durante generaciones se ha interpretado como algo normal.

Sí, es ficción y todo debería estar permitido ahí. Pero la ficción, si quiere tener un mínimo de interés, debe tener un poso de realidad y, en parte, la moldea. Hay que tener cierto cuidado con los mensajes que se pretenden lanzar al público. Porque puede que terminen siendo imitados tal cual están representados…

Eso es algo que Jeff Lemire ha demostrado tener en cuenta en múltiples ocasiones. Es de los autores que mayor manejo y mimo ha tenido a la hora de, desde la honestidad, crear un cuerpo de trabajo moralmente intachable. Es más, se ha atrevido a plantearse, una a una, muchas de las convenciones del género. Todos y cada uno de los volúmenes de su universo superheróico de creación propia, Black Hammer, han ido del homenaje a la deconstrucción con una facilidad pasmosa. Con mayor o menor acierto, ha conseguido pasar por un personalísimo filtro tanto lo positivo como lo negativo que ha traído la popularidad del género. Y Revientacráneos y el Chico Esqueleto no se iba a quedar atrás.

Lo que se ha buscado contar en esta historia no es otra cosa que el plantearse hasta qué punto es lícito poder poner a la infancia en el centro de un círculo de venganzas. Y cómo la crianza basada en violencia y abusos de poder nunca lleva a un lugar de paz. Además de la ruptura de esa sucesión de agresividad y, con ello, la posibilidad de poner fin a determinadas conductas que no conducen a un lugar muy armónico. Es una vuelta de tuerca arriesgada que abre un nuevo abanico de posibilidades. 

La premisa parte de que Revientacráneos, un cruce entre Batman y Punisher, mata violentamente a un atracador que acaba de poner fin a la existencia de los padres de un chaval delante de él. Un niño que observa como el vigilante se ceba con el atracador. Es en ese momento cuando Revientracráneos ve potencial en el huérfano y lo alista en su guerra. Todo ello en un contexto de elecciones en Spiral City, una ciudad profundamente corrupta. Y, por si fuera poco, un villano va a hacer que todo salte por los aires.

Las referencias están más que evidenciadas, pero se ha conseguido aportar un aire de visceralidad y de violencia que es más propio de un tipo de historias más adultas. Sumado a eso, juega constantemente a plantear un nivel de complejidad en los personajes bastante chocante. Hay todo un repertorio de grises que enriquecen mucho la lectura y hace que el lector se replantee sus propias ideas. El guion ahonda en un tema de una manera sorprendente y chocante que pilla desprevenido a cualquiera que se atreva a ver más allá del entretenimiento, nivel en el cual también funciona.

Esta no es una pieza que será del gusto de todo el mundo, pero sí es una obra con un componente profundamente descarnado. Una que, por ese motivo, resulta muy refrescante. Y no es algo nuevo.  Cada vez que se lee Black Hammer, es muy difícil volver a ver con los mismos ojos el género. Eso de debe a que pone encima de la mesa cuestiones sobre las que no se suele poner el foco. Pero en este caso es particularmente cierto. Se nota que ha sido un producto con un  cuidado muy especial. Hay cierto intangible que se aprecia en el momento en el que se abre el tomo.

Se aprecian claramente las trazas de estilo del autor canadiense hasta tal punto que iba a ser un cómic que originalmente iba a ser ilustrado por él mismo. En cualquier caso, la familia y la paternidad vuelven a jugar un papel central en una trama que, a su vez, está expuesta con una trama redonda y narrada con un ritmo desasosegante. Quien conozca al autor, le chocará el fatalismo y el aspecto romántico que tiene la obra. Y quien no lo conozca, se verá sometido a una nueva sensibilidad de lo más estimulante. En cualquier caso, es un escritor muy hábil y prolífico y es increíble como es capaz de dar (casi) siempre lo mejor de sí mismo. Y esto no deja de ser una muestra de ello. 

El dibujo de Tonči Zonjić asombra por un empleo de una línea clara y un estilo cartoon. Y lo hace porque es un estilo que no es el evidente para una historia tan oscura y brutal como esta. Pero, a pesar de todo, funciona. Y lo hace porque está contado desde el punto de vista de un niño que está descubriendo un mundo al que no había tenido acceso. El artista lo entiende y ha buscado dar un componente pop y un dinamismo más que patente en todas y cada una de las páginas. Es un artista, además, que es ambicioso en algunas de las decisiones formales y compositivas, además de en el delicioso diseño de los personajes y del entorno que, a su vez, encaja a las mil maravillas en este universo. Y siempre es detallista. Un trabajo formidable que entra por los ojos.

Mismos adjetivos se pueden emplear para referirse a sus decisiones del color. Cada mundo, cada perspectiva, está dominada por una paleta muy diferenciada, lo cual consigue caracterizar claramente a cada uno de los personajes. Todas las elecciones de color (o su ausencia) provienen de un ejercicio de cavilación que se antoja muy minucioso. Una labor, en cierto sentido, invisible pero que encaja a la perfección y mejora exponencialmente un dibujo, ya de por sí, sobresaliente.  

El tomo de Astiberri viene cargado de extras suculentos que da una idea al lector de cuál fue el proceso creativo detrás de esta pieza. Se trata de una edición en el el el cariño que se le ha puesto es evidente, puesto que es muy completa. Supone el arranque de la segunda fase del Universo Black Hammer y queda por ver hacia donde se dirigirá. 

Revientacráneos y el Chico Esqueleto es una obra más del universo Black Hammer. Pero eso nunca es una mala noticia, puesto que, guste más o menos, no deja de ser una celebración de todo aquello que gusta del cómic superhéroico. Pero no viene de un amor ciego, sino de un acercamiento crítico que se atreve a abrir un debate. Es más, de lo que se puede decir de muchos de los cómics provenientes de las dos grandes. Es un cómic más de un universo que no deja indiferente.  Y, si vienen más con este nivel de atrevimiento, bienvenidos sean.

Te revienta el cráneo como solo los mejores cómics lo hacen. Desde luego, el título no engaña.