Desmenuzando V de Vendetta: Todo lo que tienes que saber sobre uno de los mejores cómics de la Historia

Remember, remember!

The fifth of November[1],

The Gunpowder treason and plot;

I know of no reason

Why the Gunpowder treason

Should ever be forgot!

Guy Fawkes and his companions

Did the scheme contrive,

To blow the King and Parliament

All up alive.

Poema oral del folclore inglés. circa 1870.

Suele ser habitual todo noviembre recordar en su quinto día el intento por parte de Guy Fawkes de demoler y destruir el parlamento inglés hace ya más de cuatrocientos años en aquella recordada y fallida conspiración de la pólvora, cuyo verdadero objetivo era asesinar al rey Jacobo I, recién llegado al trono tras la muerte de la última de las Tudor. En la misma línea, cualquier remember de aquellos acontecimientos invita a recordar casi inevitablemente V de Vendetta, la obra magna que Alan Moore y David Lloyd empezaron en marzo de 1982 y que concluyeron, tras una publicación un tanto errática, en mayo de 1989.

Uno de los referentes del género con múltiples enfoques narrativos y analíticos y con tantas capas de lectura como una matrioshka XXL. Cuanto más crees conocerla, tan solo es para descubrir que hay otra versión que no habías visto más compacta en su interior, significando un nuevo descubrimiento en cada relectura y, por tanto, nuevas satisfacciones. Desde la fascinación que produce que Moore (29 años) y Lloyd (32) fuesen capaces de producir una obra tan madura con una juventud insultante, este artículo pretende abordar el análisis de V de Vendetta desde unos puntos de vista distintos a las estructuras habituales, si es que eso es posible dada la extensa cobertura que hay sobre la obra protagonizada por V.

Historia editorial

Aunque es bien sabido cómo surgió esta serie, es fundamental repasarlo, puesto que del contraste con el sistema americano se pueden extraer una serie de conclusiones que explican su éxito. En 1975, un dibujante frustrado metido a guionista nacido en Northampton intenta abrirse paso en el mercado británico de la historieta. Si bien había realizado algunas cosas a nivel amateur y Maxwell, the Magic Cat, unas tiras malpagadas para The Northampton post, este joven era un completo don nadie. El primerizo Alan Moore de 22 años presenta “The Doll” a un concurso organizado por DC Thompson, una editorial y productora televisiva escocesa.

En palabras del bardo de Northampton recogidas en Tras la Sonrisa Pintada, publicado originalmente en el número 17 de la Warrior Magazine: “Mi idea trata sobre un extraño terrorista que llevaba la cara maquillada de blanco, que actuaba bajo el nombre de “La Muñeca” y que luchaba contra un estado totalitario de finales de los ochenta. En DC Thompson pensaron que un terrorista transexual no era lo que buscaban”. Un durísimo golpe en los grandes sueños y esperanzas de este guionista de poder dedicarse profesionalmente a ello. Si bien no tenía apenas formación académica (lo echaron del instituto con 16 años por vender ácido), este hombre de cultura incomparable no tenía otra alternativa. Tendría que seguir trabajando en empleos que explotaban tanto su potencial tales como trasquilar ovejas para mantener a su familia.

En paralelo, en 1978, un cómic independiente de título Starburst y firmado por Dez Skinn se alza con el prestigioso premio Eagle a “Mejor Título de UK”. Skinn, así, se consolida como uno de los editores a los que conviene prestar atención. Y así fue. Un año después, los cazatalentos a sueldo de Stan Lee ofrecieron a Dez Skinn la oportunidad/responsabilidad de relanzar Marvel UK, la rama subsidiaria de Marvel USA que tantas alegrías daría al mercado británico hace ya demasiados lustros. Meses después, Skinn encargó al guionista Steve Parkhouse y al dibujante David Lloyd trabajar en Night Raven, un justiciero enmascarado de los años treinta. Se trata de la historia de venganza de un hombre que se ve expuesto a una toxina que le deforma el físico y le produce un dolor crónico. Pero eso le hizo indestructible.

Este proyecto, como varios otros, insuflan vida y libras en las oficinas de Marvel UK, permitiendo a Skinn tomar algunas decisiones arriesgadas en su catálogo de publicaciones, entrando en escena Alan Moore, quien llevaba cinco años fogueándose en el mercado de las tiras de prensa caricaturescas no exentas de sátira esperando su oportunidad. Entre sus primeros encargos se encuentra una serie de capítulos protagonizados por el Doctor Who… y con dibujo de David Lloyd. Los astros se habían alineado. Y nunca mejor dicho. Quedaban menos de dos años para la publicación de la primera entrega de V o, de lo que es lo mismo, la revista Warrior.

Los ideales de Warrior eran sencillos: seguir una línea similar a la de su trabajo desarrollado en Marvel UK, pero dotando a los artistas implicados de una mayor libertad creativa y la capacidad de quedarse con parte de los derechos. Encarga a David Lloyd la creación de un personaje que se aproxime a Night Raven, una historia de misterio ambientada en los años treinta. Si bien, Lloyd sí que comenzó a planear conceptos estéticos, llamaría a Alan Moore para que escribiese el guion. Tras formular la propuesta, V de Vendetta debutaría en el primer número de Warrior en marzo de 1982.

Sin embargo, la vida de este magazine no fue todo lo alargada que se hubiera deseado y en 1985 quiebra y cierra. El último capítulo de V de Vendetta publicado (The Veredict[2], febrero 1985) no era el final y los lectores tuvieron que esperar nada más y nada menos que cinco años para leer su obligación, en el tercer y último acto de la obra. Las ofertas no le faltaron al tándem Moore/Lloyd, y la plataforma definitiva elegida fue DC Comics, donde el propio Moore había firmado varias obras que no hace falta recordar que le llevaron a la fama. En DC, con algunos cambios (incluyendo el coloreado pastel apagado, labor de Steve Whitake y de Siobhan Dodds), V de Vendetta retomaría desde el treceavo capítulo del segundo libro hasta el onceavo y final del tercero. Y de ahí a la historia.

V dialogando con la estoica dama Justicia.

Génesis creativo

La primera cosa que le dejó clara David Lloyd a Alan Moore, contradiciendo, en parte, el mandato de Dez, es que lo último que quería es seguir documentándose sobre cómo eran los coches del siglo XX. Había estado trabajando en ese periodo histórico décadas y quería cambiar de aires. Por si fuera poco, Lloyd trajo otra exigencia antes de ponerse a trabajar.

Era algo fundamental que tuviese un fuerte componente visual y quería quitar de la ecuación cualquier elemento que lo llevase a terrenos demasiado literarios. Y, por ello, le impuso un “celibato” creativo a Moore. No podía usar ni globos de pensamiento ni onomatopeyas. Con lo segundo, no tendría mayor problema, pero, en un principio, un Moore todavía inexperto, ¿Qué iba a hacer sin uno de sus recursos más preciados? Moore, entonces, se puso manos a la obra. Matada la revisión del pasado cercano, quedaba la propuesta estilística contraria: imaginar el futuro próximo. Y para hacerlo, no había más que observar el presente. ¿Cómo era la Inglaterra de aquel entonces?

Las políticas neoliberales de Margaret Thatcher estaban golpeando a la población y, por si fuera poco, se produjo un ascenso del partido ultraderechista y desvergonzadamente fascista Frente Nacional, con John Tyndall dirigiéndolo.  Ese contexto político, sumado a agresivos movimientos contraculturales más que extendidos en los ochenta, fueron el caldo de cultivo que originó a V de Vendetta. Moore, viendo el potencial de esta oportunidad, no dudó en ponerse manos a la obra. Horas de reflexión y a dar vueltas al concepto. ¿Qué clase de futuro iba a elaborar, sin alejarse demasiado al encargo de Dez?

Lo primero que hizo el autor es establecer una lista de cosas a las que quería que se pareciera V de Vendetta: Orwell, Huxley, Thomas Disch, Judge Dredd, ¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-Tac, de Harlan Ellison, Catman y El Merodeador en la Ciudad al Borde del Mundo, del mismo autor. Teatro de Sangre y Dr. Phibes, de Vincent Price, David Bowie, La Sombra, Nighy Raven, Batman, Fahrenheit 451, los escritos de la escuela de la ciencia ficción del Nuevo Mundo, Europa Después de la Lluvia, el cuadro de Max Ernst, Thomas Pynchon, la atmósfera de las películas inglesas de la Segunda Guerra Mundial, El Prisionero, Robin Hood, Dick Turpin… Un totum-revolutum creativo que encuentra su traslación, en un momento a otro, a las páginas de V.

Pero Moore no quería que fuese la típica historia de hombre contra el mundo. No, quería algo que fuese más picaresco y que se aproximase más a una figura antiheroica e irredimible. Más en la línea de los personajes tradicionales del folclore británico. Y, entonces, fue cuando recordó cierto proyecto titulado The Doll que nunca llegó a materializarse, la espinita clavada que estaba a punto de convertirse en la demostración de que las cosas no tienen por qué salir como uno espera, pero eso no tiene por qué ser malo. Cuando tuvo todo ese material, se lo envió a David Lloyd. El dibujante, le correspondió aportando una idea visual para la posterioridad. Fue en una festividad de la Noche de Guy Fawkes. Entre los fuegos artificiales, Lloyd vio entre la población que llevaban unas máscaras para, como no, celebrar la derrota del terrorista que intentó volar el Parlamento.

En palabras del propio Lloyd en un documento manuscrito que atesora Moore: “El guion: Mientras escribía esto tuve una idea sobre el héroe que es un poco redundante ahora que tenemos (fragmento ilegible), sin embargo… Estaba pensando que podríamos retratarlo como un Guy Fawkes resucitado, con una de esas máscaras de cartón piedra, con capa y un sombrero en forma de cono. Tendría un aspecto muy extraño y haría justicia a Guy Fawkes después de tantos años. No deberíamos quemarlo cada 5 de noviembre, ¡sino celebrar su intento de quemar el parlamento!”. Moore, tras recibir esto, no solo le sorprendió la idea, sino que hizo que el resto de piezas le encajasen.

Tal y como él mismo explicó en el citado complemento: Cuando leí estas palabras se me ocurrieron cosas. La primera, que Dave estaba mucho menos cuerdo de lo que había creído hasta ese momento. La segunda es que era la mejor idea que había oído en mi vida. Todas las piezas empezaron a encajar en mi cabeza, unidas tras la simple imagen de una máscara de Guy Fawkes. Me quedé estupefacto. Nótese cómo la colaboración y sinergia entre ambos autores es total, y para nada se trata de una forma de trabajar secuencial. Ambos conseguían sacar lo mejor de sí mismos y de su compañero, llevándoles a trabajar aún más fuera de su zona de confort para crear algo verdaderamente original. De hecho, Moore tardó poco en responder a Lloyd y dijo que no solo lo haría con las restricciones pactadas, si no que prescindiría de los bocadillos con comentarios.

Y, de este modo, se creó una de las imágenes más reconocibles que ha dado el cómic, como medio visual. Con una simple idea observacional y con la suma de un trabajo colaborativo realizado por un par de talentos sin parangón. Otra de las claves de que esto haya llegado tan lejos, al menos para su dibujante, es que no han tenido presiones por las fechas de entrega. Tenían que entregar entre cinco y ocho páginas al mes, con lo que tuvieron tiempo más que de sobra para contar lo que querían contar con el cuidado y la exhaustividad que una historia de este calado necesita.

Al menos durante los “años Warrior”. Este método cambio en el momento en que pasa a ser publicado por DC. Alan Moore ya había publicado Watchmen y, evidentemente, su reputación y su tiempo eran otros. Moore elaboró todos los guiones restantes de la serie y se los envió a Lloyd. No hubo, ni de lejos, el contacto, ni la comunicación ni las aportaciones por las dos partes, que se produjo en el principio y del que tanto se enriqueció el todo. Queda entre los deberes del lector descubrir si se aprecia alguna disonancia en la recta final o si la inercia del título oculta cualquier discrepancia.

La celebración del 5 de noviembre. Antorchas, hogueras y monigotes.

¿Y después?

En cualquier caso, ni Lloyd ni Moore en ningún momento concibieron la magnitud que alcanzaría esto. Sabían que estaban haciendo algo bueno, pero no sabían que la bola de nieve los aplastaría. Especialmente a Lloyd, cuyo nombre quedará asociado al de Moore y al de esta obra para la posterioridad, independientemente de la carrera que haya tenido después dentro y fuera del mundo del cómic. En 2012 lanzó su proyecto más personal, una antología de webcomics para toda clase de artistas. Podéis visitarla en acesweekly.co.uk. Es un proyecto muy ilusionante para el dibujante que, para él, es una especie de retorno a las revistas británicas donde tuvo sus inicios.

A pesar del fiasco económico de la revista Warrior, la publicación de Dez Skinn, aparte de V de Vendetta fue el último paso hasta el mercado americano para autores como Jamie Delano, Alan Davis o Brian Bolland. Dez Skinn ha seguido elaborando revistas antológicas y a recuperar materiales antiguos para el mercado anglosajón, como Comics International, pero sin concentrar a esa efervescencia de talentos. La revista obtuvo la friolera de 17 premios Eagle gracias a V de Vendetta.

Aparte de, evidentemente Alan Moore. Alan Moore sería la punta de la lanza de la llamada “invasión británica”. En DC, Alan Moore iría empalmando una obra maestra tras otra, a la vez que finalizó con V. Y es esta obra uno de los motivos por su divorcio definitivo con la editorial de Superman y Batman. A pesar de que, en un futuro, tendría nuevos coqueteos con el género superheroico, ha intentado mantener un cuerpo de obra coherente y muy personal. Actualmente, Moore ya retirado del mundo del cómic tras la conclusión de su Liga de Caballeros Extraordinarios, centro su atención en la faceta de novelista. De hecho, el pasado mes de noviembre llegó a España su esperadísima novela tríptico titulada Jerusalem, donde mezcla sus filias en una mitificación fabulada de la Northampton en la que ha pasado buena parte de su vida.

Pero… ¿quién es V?

La pregunta del millón de libras. Esa es una que sus autores se niegan a responderla. Seguramente porque no haya una respuesta clara. Ni la historia la ha precisado, ni va de eso. No es un whodunnit. Nunca lo ha sido y cualquier acercamiento a esta obra desde esa perspectiva lo que demuestra es cierta estrechez de miras. Como toda historia que se precie y V, sin el menor atisbo de duda, lo es, gira alrededor del recurrente tema de la identidad.

Si se presta atención a las historietas pulp y las superheroicas, de los términos más empleados es el de la identidad secreta. Se produce, en muchos casos, una dualidad entre la persona civil y el protector de las mallas chillonas. ¿Quién es la verdadera persona y quien es el que lleva el antifaz? Físicamente, la respuesta es clara. Si se ahonda en el interior de los personajes, en su filosofía, no es tan fácil hallar una respuesta.

V se define a sí mismo como una idea. Algo que ha trascendido la paulatina decadencia de la carne. Y, como consecuencia no es alguien que pueda morir de ningún modo. Pero, ¿Qué es una idea? Según la Real Academia de la Lengua, su segunda acepción es la siguiente: “Imagen o representación que del objeto percibido queda en la mente”.

Cuando se analiza esta definición, es imposible no asociarla con el Mito de la Caverna de Platón que, en, en esencia, habla de convertirse en seres capaces de ascender al mundo de las ideas y no quedarse en el mero reflejos de estas. O, lo que es lo mismo, de labrarse una nueva identidad más pura a través del conocimiento, aunque duela. V es un personaje que ya ha realizado ese viaje. Tiene una percepción clara de las cosas. Ha subido las escaleras y ha cruzado la puerta con cielo pintado tal y como hizo el protagonista de El Show de Truman. V tiene en común que ambos han vivido en una cárcel construido en un mundo malsano en el que pocas cosas funcionan.

 

El vestuario del misterioso V.

Y ese es el viaje de Evey y, al ser nuestro punto de vista, del lector. La historia de V es, también, una historia de legado, de una alumna y un maestro, una figura paternal y una hija necesitada de algo de empatía. V le hace pasar por su propia odisea para que sea digna de heredar su manto, de continuar una labor que, tal vez, no tenga fin.

V de Vendetta es la antítesis de una tesis en la que es imposible que se pueda dar una tesis superadora. Es una fuerza encarnada. Puede ser Caronte para los que le convirtieron en eso como Jesucristo para un pueblo asfixiado por el fascismo más infame. Puede ser la reencarnación del Ché (si es que este fuese más seguidor de las ideas de Bakunin que del marxismo-leninismo) para ese gobierno. Es Alex DeLarge, aportando una respuesta de estética y de color en un mundo apagado que necesita desesperadamente algo de arte. Es El Conde de Montecristo buscando venganza. Es quien debe recordar a la dama Justicia que no solo no está ciega, sino que está ausente. Es Juana de Arco consagrándose a un ideal, cueste lo que cueste. Es Howard Roark demostrando al mundo que el individualismo objetivista puede sobreponerse ante cualquier obstáculo. Es un pícaro Robin Hood robando libertad a los ricos y poderosos para dársela a quien siempre le debería haber pertenecido.

Puedes ser tú. Puede ser uno de nosotros. Puede ser cualquiera con la voluntad suficiente.

Relación con el género

Los cómics británicos, especialmente, los surgidos de la contracultura de los sesenta y setenta, impulsadores de personajes femeninos protagonistas o, al menos, con mayor peso en la trama. En el punto contrario de la tradición romántica del cómic americano, los británicos trataron de ser más respetuoso y justo con la figura femenina.

Alan Moore creó a dos mujeres que han trascendido y son ejemplo de una dualidad que solo puede ser calificada de ejemplar y progresista. Eso se debe a que, a diferencia de muchos justicieros y héroes pulp, le gusta estar rodeado y ser influenciado e influenciar con mujeres. No es una relación sexual en absoluto y, como es definido por sus autores a través de las acciones que lleva a cabo, condena severamente la violencia sexual ejercida contra mujeres.

Evey es presentada como una joven de 16 años que se salta el toque de queda para ejercer la prostitución por obligaciones monetarias. Solo con eso, con esa presentación, muestra a una mujer resolutiva a pesar de su tierna edad y que no debería estar haciendo eso y a este mundo como uno masculinizado que consume a la mujer, menor o no, como cualquier cosa. Materialismo y clasismo destructor. Cuando va a ser violado por unos policías, V acude a su rescate.

A pesar de ser un ex machina en el que interviene la casualidad (error de guion permitido siempre en el primer acto de cualquier historia) y que Evey ejerce aquí de clásica damisela en apuros: la mujer (mujer porque, aunque tenga una edad más propiamente de niña, su comportamiento es mucho más maduro que el de muchas personas que le doblan la edad). Incluso, en algunos aspectos, que el del propio V actuará mil y una veces para erigirse como algo que no es precisamente eso.

Evey no tardará en sentir una fascinación por V que se traducirá en que se va a convertir en la digna sucesora de su autodestructiva misión inconclusa. Su arco es de metamorfosis, convirtiéndose física y psicológicamente en V. Arrebatando a la figura masculina y paternal su lugar como protagonista de la historia. La fuerza de la transgresión del género los roles respecto a la tradición ficcional de la literatura y de los cómics es inaudita y resuena hasta muchas historias que llegan a día de hoy. 

Evey, la discípula e, incluso, hija de V. Y Delia Surridge, una revisión de Victor Frankenstein y madre y creadora de V. No solo resulta llamativo que V, un personaje masculino, con características varoniles sea refinado y esté en contacto con su parte femenina. De hecho, una de las teorías menos especuladas es en torno a la razón por la cual V estaba encarcelado en un principio. Siendo un régimen en el que el WASP (“White anglo-saxon protestant” o, en otras palabras, hombre blanco dominante) estaba más que protegido por el sistema y en el que solo los “misfits” acababan en la cárcel… ¿puede significar esto que V en realidad era homosexual y fue encarcelado? ¿Quizás porque era negro? ¿Era católico o ateo? ¿Por qué sería? Una vez más, no es necesaria la respuesta, pero la primera hipótesis encaja bien con la teoría expuesta.

 

El último suspiro de Delia Surridge.

Por su parte, Delia Surridge es algo así como la fuerza detonadora del relato. Un reverso oscuro de la agria, pero, también, dulce de la historia entre V e Evey. Si la mujer joven es la sucesora, la mujer mayor es una crepuscular y llena de remordimientos. Delia evoca a los espeluznantes doctores nazis que llevaban a cabo experimentos con los judíos en los campos de concentración de la Alemania nazi.

Pero Moore lo explica de la forma más humanista y delicada posible. Desde el punto de vista de Delia, el Batch 5 en el campo de concentración de Larkhill, un compuesto que alteraría las hormonas, lograría erradicar algunas de las carencias que tienen las personas. Aunque entendía que los métodos de experimentación humana no fueran los idóneos, tampoco tuvo mucho poder de decisión. Es una mujer ahogada en las penurias de su pasado y consciente de que un día sus acciones le pasarían factura.

Moore abandona todo lo artificioso de la escena de la muerte de Delia cuya muerte es en realidad un acto de liberación para ella. Una de las escenas más intimistas y sensibles de toda la serie. Una madre despidiéndose de su hijo. Un matricidio que parece pactado de forma no verbal. Una madre que ha sido la única persona que ha conocido de verdad a V. Que le ha visto tal y como es y le parece precioso. V le devuelve el “favor” a su madre dándole la paz que siempre ha ansiado. Una muestra de unas envidiables capacidades narrativas y de sutileza es que ambos personajes estén conectados a través de diarios.

El diario de Delia explica lo que sucede en el bando de los opresores, mientras que el de Valerie, cuya identidad se fusionará con la de Evey, se ubica en el de las víctimas de ese holocausto. Con eso, Moore, muestra que Evey se hubiese convertido en Delia de no entrar en contacto con V. En cualquier caso, el empleo de este símil es evocador como pocos en la literatura del pasado siglo.

A su vez, la violencia en esta obra está monopolizada por los personajes masculinos. Como cualquier decisión tomada en la elaboración de una obra artística, es completamente deliberada. Pero las mujeres que pueblan en este mundo tienen un rol de víctimas de dicha violencia. Han aprendido a canalizarla y a convivir con ella. De se deben dar lecciones desde ciertas posiciones, pero son personajes de los que se puede aprender y que pueden ser inspiradores. No se trata de arte feminista, pero sí que ve a las mujeres como seres humanos. Y, al parecer, eso supone un avance elogioso.

Desde luego eso, más que hablar bien de esta narrativa, habla mal del tratamiento de la mujer. Afortunadamente, estamos tomando consciencia de ello y revertiendo el error histórico.

V es una figura metafísica y (anti)mesiánica. Tal vez sea la última figura de poder masculino legitimado en ese mundo. Moore proyecta en esta obra un futuro en el que el futuro es femenino, y que este está más que preparado. Ningún hombre podrá comprender la experiencia de la mujer, como figura relegada de las grandes gestas. Una mujer reconvertida en una máscara tras un bautismo de fuego, inspirada por los grandes héroes de la Historia es quien nos debe conducir a una sociedad mejor.

V de Vendetta como tratado político

Una de las cuestiones que hacen de esta obra un tratado político muy complejo, que debería de ser de lectura obligatoria para todos aquellos que ejercen o estudian la carrera del servicio público, es el hecho de que no cae en los maniqueísmos en ningún momento. No solo por lo grises que pueden llegar a ser sus vidas, si no como aviso de que sus actos represivos tienen un límite y pueden buscar justicia o venganza, depende de a quien se le pregunte. Y este es el tema principal.

¿Qué es la justicia? ¿Quién determina lo que es justo? ¿El poder? ¿Y si es corrupto? ¿Es, en determinados casos, conveniente pasar a ser justicieros en un mundo en el que no hay ninguna garantía de que la dama justicia esté presente en ningún ámbito? Con preguntas que V de Vendetta sabe perfectamente que no le corresponde responderlas, si no poner el dedo en la llaga en las heridas abiertas de la sociedad.  Eso ha llevado a equívocos respecto a la ideología de sus autores.

Alan Moore es lo suficientemente inteligente como para no tratar a los personajes del gobierno fascista como demonios sin ningún rastro de empatía o, por el contrario, oligofrénicos perdidos. En V de Vendetta todos son víctimas que actúan como verdugos de algo que no entienden. Solo el protagonista tiene certezas. Es razonable atribuir imputar la culpabilidad del conocimiento a esa obsesión enfermiza de preservar la cultura en su galería de las sombras.

 

El ocultista Aleister Crowley, inspiración capital para Alan Moore.

A su vez, la anarquía de V se mueve en un mundo de ideales absolutos y sin cuestionamiento alguno. Moore ve en el anarquismo la única salida viable en un Estado totalitario. O al menos veía, ya que ha declarado en múltiples ocasiones que no está de acuerdo ni ve aplicables los métodos empleados por V.Sin embargo, Moore, influenciado por Aleister Crowley, se aproxima a esa ideología política, al menos, de forma teórica.

El de Northampton lo definió así en una entrevista: “Anarquía significa que no haya líderes, y eso parece implicar que, si no vas a seguir a un líder, entonces eso requeriría que llegaras a ser tu propio líder, lo que para mí parece implicar tomar responsabilidad de ti mismo, tus pensamientos y tus acciones. Lo que, pienso, es el primer paso para llegar seriamente a algo.El fascismo, en el otro extremo es una abdicación completa de la responsabilidad. Es colocar toda la responsabilidad en el Estado, para que en los juicios por crímenes de guerra puedas decir: “Simplemente obedecía órdenes”. Estos, para mí, parecen ser los dos polos opuestos de la política, el Fascismo y la Anarquía”. “Haz lo que quieras. Es la única ley”, esa afirmación habla de una libertad sin miramientos. Pero, también de ser capaces de responsabilizarse de nuestras acciones.

V es la acción individualista frente a un Estado exterminador de la diversidad. Pero, de nuevo, la paradoja es que sirve de inspiración a un colectivo tan grande como la población de un país que ve en V un líder.

En definitiva, V no pretende dirigir al lector a ningún lado, si no que reflexione alrededor del poder represor y liberador de las distintas ideologías que pugnan por el poder. Esa ambigüedad no solo enriquece la obra como pieza artística, sino que es lo que diferencia un tratamiento político maduro de la propaganda que tanto se difunde, consciente o inconscientemente. Dicho esto, queda por ver como sobrevive a la convulsa, confusa, contradictoria, desmoralizante e inenarrable era de posverdad en la que vivimos.

Los políticos de la neoultraderecha de liberalismo camuflado se alimentan de generar ese caos para alzarse con el poder. Sus golpes ya no se basan en la sangre. Ni siquiera pretenden convencer a nadie. Tan solo lanzan mensajes digeribles en contra de una casta política de la que siempre han formado parte para actuar de forma más dañina que sus predecesores. Tratan de llenar el universo de mentiras e, incluso, sabotean el correcto funcionamiento de los Estados, para hacer ver a una masa de votantes que ellos son la única respuesta a sus problemas. Cuando en realidad lo que terminan haciendo, aparte de aumentar los ceros de sus cuentas corrientes, es ampliar el contratiempo como una onda en el agua. Incertidumbre absoluta en la era del exceso de información.

Y por ello ficciones como V de Vendetta deben seguir existiendo. Son el último reducto de verdad ante una espesísima niebla de ruido.

La violencia como herramienta política

Acceder a este espinoso punto debe hacerse con sumo cuidado. Es uno de los grandes debates que han causado más ríos de tinta y, por desgracia, de sangre, a lo largo y ancho del planeta. No hablo de otra cosa que intentar dar con una respuesta razonable a la pregunta: ¿Es legítima la violencia como herramienta política? De nuevo, la respuesta más clara y evidente es que no, pero el mundo hace que no sea tan sencillo.

Es conflictivo puesto que se mueve en zona donde reinan los grises y donde no hay soluciones, solo acciones que, en circunstancias de libertad y, podrían decirse, normales ni se deberían concebir. Pero se vive en un mundo en que nadie parece estar al mando y no hay explicaciones a las atrocidades que la humanidad se ha hecho a sí misma a lo largo de siglos de Historia.

Es una cuestión tanto de ley como de moral. Pero si las leyes las dictan monstruos que ni se cuestionan la moral,  la población, ¿qué opciones tiene de defenderse ante esta fuerza incontestable? Cualquier mínimo acto de protesta queda reprimido y se vive aislado de la comunidad internacional. En un caso extremo como el que se da en esta obra premonitoria, ¿Es legítimo un acto terrorista?

Acciones como matar está objetivamente mal. La vida de cualquier ser humano, por despreciable que sea, tiene un valor intrínseco y si es de las cosas más graves y penadas es porque nadie debería tener el derecho de arrebatar otra vida. Ahora bien, quienes dictan esa ley, predican con el ejemplo muy laxamente.

La narrativa de cualquier movimiento terrorista es uno bélico. Principalmente, porque está socialmente aceptado que en la guerra el asesinato indiscriminado está justificado porque ambos bandos se creen como portadores de la verdad y su obligación es imponerla en favor del bien común.

En estos grupos, se está siempre en guerra contra un poder superior inmoral e injusto llamado Estado. Aunque puedan tener razón en algunos de sus diagnósticos, sus acciones siempre son reprobables, como lo son las de cualquier persona que mate a otra por motivos que sean. Para matar a alguien se precisa de cierta deshumanización del “enemigo” porque es muy duro tener que hacerlo si piensas que el otro es un igual.

 

La plana existencia del lider Adam Susan..

Alan Moore ha condenado una y mil veces los métodos de V. Eso se evidencia formalmente, sin necesidad de ninguna declaración posterior, en cómo trata a los dos bandos en conflicto en esta obra.  Al contrario que la película que lo adaptó, Moore humaniza absolutamente tanto a V como al temeroso, cobarde, pusilánime e incapaz de amar Adam Susan, líder con unos zapatos que le van como veinte tallas grandes.

Si bien es difícil empatizar con Susan, fácil hacerlo con V, si uno se aleja, comprende que, al final, no deja de ser una lucha de dos fuerzas igualadas que no se preguntan si hacen bien o no. Y, viéndolo, de este modo, V no deja de ser tan condenable, por distintos motivos, que Susan.

Esa equidistancia también se puede ver en el trágico diario de Delia. Permite comprender a quien acceda a leerlo que, definitivamente, no existe el mal per se. Todos son seres humanos grises confusos, aunque crean tener claras las cosas. ¿A quién responde el fascismo en esta obra? Nadie sabe nada, pero todos creen llevar a cabo las acciones necesarias para un bien superior que no se concreta nunca y que justifica cualquier acción.

Ahí entra en juego la empatía del espectador. Tal y como he dicho, estos son personajes alegóricos. La obra se posiciona en una postura medidamente neutral, aunque se comparta punto de vista durante mayor parte de la historia con Evey y V. Es una guerra intelectualizada a través de las ideologías. Y, partiendo de esa base, una de las cosas que más estimulan del arte es la capacidad de ponerte la piel de personajes que llevan a cabo acciones que nunca serías capaz de hacer. V es un terrorista vengativo y sanguinario y, el lector, dependiendo de su nivel de amplitud de miras, puede llegar a sentir cierto placer pasando páginas viendo como V recobra la dignidad del pueblo británico a través de cuchilladas a poderosos.

A pesar de que, por parte de los autores, puede ser entendido como una fantasía de poder, hasta cierto punto, juvenil, no deja de ser una obra que coloca al lector en una posición en la que comprende que, a lo mejor, el terrorismo es una opción viable de lucha por parte de la población. Que, si los ciudadanos fuesen más combativos, igual el fascismo no sería más que un chiste.

Ante un gobierno de esta índole que ejerce constantemente la violencia de Estado, ¿hay alguna vía pacífica para obtener un cambio? La principal herramienta de la geopolítica es una violencia basada en una masculinidad un tanto infantil. Si no estallan más guerras es por miedo a que el adversario pueda devolverla por mil veces. Pero, como bien se ha demostrado, no se duda en conquistar a quien es más débil.

Alan Moore plantea un universo en el que ha estallado una guerra nuclear que ha hundido toda Europa y, como es el lema del partido gobernante de la pérfida Albión, “Inglaterra prevalece”. Ahí hay un claro rasgo de psicopatía y de un revanchismo colonialista muy nocivo. Es un país que ha salido victoriosa de dicha guerra y, al no haber vecinos a los que atacar, hace lo propio con su población.

Campos de concentración, discriminación y exterminio de minorías, toques de queda, corrupción imperante, policías violadores, eliminación del arte, unificación de la opinión pública y la idiosincrasia del poder a través de la propaganda… Si se cae frente a un Estado totalitario de estas características será demasiado tarde para andarse a medias tintas. Ante ese nivel de asfixia, los autores están acertados.  

Lo que sí está fuera de toda discusión es, en palabras de Moore en la introducción de la primera recopilación de V de Vendetta:fui ingenuo al creer que haría falta una guerra nuclear para que el fascismo se hiciese con el poder en Inglaterra. Esta forma de entender la sociedad se basa en una ideología que ha conseguido resistir al paso del tiempo, a pesar de los atroces crímenes que han llevado en contra de la humanidad.

Un peligro que ha cambiado la chaqueta (de una gris, a una colorida de populismo que roza el humorismo) y de maneras de comunicar sus mensajes. Pero el calado de sus ideas sigue siendo el mismo. Viendo lo visto, el choque ideológico, lo parezca o no, es el mismo. Y mejor que será prepararse antes de que sea tarde para tener la libertad de tener la más ligera idea de hacerlo.

Valor simbólico

Este asunto se puede estudiar desde distintos prismas. Por motivos más que evidentes, será mejor ceñirse a las dos cosas principales que distinguen a este personaje y lo han llevado a convertirse en un icono: su máscara y la letra V.

A su vez, en el hecho de que no se vea los rasgos del personaje, es un arma a su favor en un estado fascista con campos de concentración y segregación como el de esta distopía. Como en The Wall, de la célebre banda Pink Floyd, hay un proceso de deshumanización y, por ende, de eliminación de la identidad. V dinamita ese gris ideal fascista. A la vez que puede representar a cualquier sexo, género, raza. Nadie es V. Tú eres V. V es un fantasma. V está muy vivo. La identidad integradora definitiva a través, precisamente, la destrucción de la misma.

La letra V en apariencia es una letra como cualquier otra. Y, por tanto, no tiene por qué tener mayor valor simbólico que el que pueden tener el resto. Pero para el Reino Unido, no es así. Alan Moore es bien conocedor de los significados ocultos detrás de los símbolos.

Puesto que, si se desmenuzase la obra símbolo a símbolo, sería necesario un número infinito de hojas. Un ejemplo paradigmático,  precisamente, en esta obra, es que el fascismo se simbolice como un ramo de rosas ardiendo. Y que los cultivase Delia, cuyo nombre se asemeja sospechosamente al de una flor. La rosa tradicionalmente es una flor asociada a la viveza, al amor, a la belleza y al socialismo. Pero las flores que cultiva Delia son pálidas, sin apenas color. Como si tuviesen remanente de una grandeza perdida. Sus creadores, expresan, con ello como el fascismo ha vencido a costa de sacrificar todo lo bello y como V, no pretende recuperarlo, si no que tan solo quiere que arda. Rabia destructiva. Es todo lo que hay. Tan solo con una simple flor, transformada en un objeto que tiene mayor calado. Moore, metafóricamente, destruye los pétalos para dejar solo las espinas para que, con suerte, el lector se pinche.

Los símbolos en cualquier trabajo del autor anglosajón están para ser pervertidos. Alan Moore es un iconoclasta, como buen británico. Pero se ha topado con la paradoja de desarrollarla para un mercado con una idiosincrasia muy distante. Por ese motivo, su obra ha tenido el efecto contrario al deseado, por fortuna o por desgracia.  Tras la película, ha habido una oleada de personas que han descubierto al personaje y se han quedado con su mensaje edulcorado y digerible. Han querido hacer su revolución comprando máscaras de V y, por tanto, dando beneficios a Warner, parte significativa del sistema que pretenden derrocar. No hubo que esperar mucho hasta que el grupo hacktivista Anounymous nacido de los tenebrosos foros de 4Chan, ha empleado la máscara, precisamente, para ahondar en la idea del anonimato de sus acciones.

Y, posteriormente, este grupo ha servido de inspiración a la notable serie de Sam Esmaill, Mr. Robot, en la que una banda de hackers pretende derrocar el sistema a través de hackeos usando unas máscaras que son un hibrido de la máscara de V y de Rich Uncle Pennybags, la reconocible mascota de Monopoly. Curioso que Elliot, su protagonista, tenga conflictos identitarios, al contrario de V que sabe perfectamente en todo momento lo que es.

La máscara de Mr. Robot, con unos referentes muy definidos.

Y, hablando de series, algunas de las ideas que se dan en esta pieza siguen siendo más que vigentes. ¿Campos de concentración en Inglaterra? ¿El fascismo gobernando con puños de acero? ¿Segregación contra los homosexuales y los inmigrantes? Son algunas de las ideas más terroríficas de una serie que tampoco muestra un futuro muy halagüeño ni lejano como es Years and Years.

Más respetuosos son, sin duda, los miembros de Occupy que sí que han reconocido que sin el trabajo de Moore y Lloyd no habría existido nunca este movimiento. Tal y como explico Matt Pizzolo, fundador del movimiento: Creo que lo justo es decir que Alan Moore y David Lloyd son los padrinos no oficiales de este movimiento de protestas. Es asombroso como dos creativos cuyo trabajo se hizo para inspirar a manifestantes se unan a un proyecto creativo que está inspirado por manifestantes. Es un círculo de virtuosismo”.

Moore, por su parte, ha mostrado su apoyo al movimiento, aunque ha pedido que, si están dispuestos a usar la máscara, que se la fabriquen ellos mismos en lugar de comprar la oficial. David Lloyd, por su parte, ha expresado en más de una ocasión su orgullo porque el símbolo que él ha creado se haya convertido en una herramienta de protesta política que sigue estando presente en la agenda.

Respecto a la V, significa mucho más que la denominación de un personaje que estuvo retenida en una celda con ese número en romano. El número cinco y la dichosa letra (que ocupa el quinto puesto del abecedario si se cuenta inversamente) son omnipresentes. Eso le da un aire de misticismo metatextual al personaje. Se erige con el control y la presencia absoluta dentro del texto como fuera de él. Y teniendo en cuenta cómo se ha logrado adentrar dentro de las mentes de todo aquel que se ha acercado a él. Eso hace que sea imposible matarle, como bien sabe y le otorga la capacidad de salir de las viñetas. Y aquí hay unas líneas que hablan de su figura fuera de su propia narrativa, ¿no?

¿Qué es para Inglaterra esto? V se entiende de forma positiva desde que Winston Churchill lo empleó como gesto y eslogan de campaña durante las contiendas de la Segunda Guerra Mundial que tenía como finalidad derrocar al fascismo que finalmente ha conquistado los corazones ingleses en esta historia.V de Victoria”. Moore, de nuevo, coge algo grabado en el acervo cultural y en la memoria colectiva y lo convierte en otra cosa mucho menos idealizada.

Referencias

V de Vendetta es una obra deudora de tantas otras. Pero, como sucede en los mejores casos, no oculta su deuda con todos los creadores que los han precedido. Ya desde su misma presentación se define a sí misma como una obra referencial, aunque de una forma a la que no estamos acostumbrados “Acapara sobre sí todo un enjambre de infamia. Y la fortuna, sonriendo a su ruin causa, parecía la puta de un rebelde. Más todo en vano: el bravo es Macbeth, pues es digno de tal nombre. Despreciando a la fortuna y blandiendo un acero cual favorito del valor se abrió camino hasta hacer frente al infame y sin mediar adiós, ni despedida”. Las primeras palabras de V en su obra son una cita directa de Macbeth.

Y eso no es baladí, puesto que no hay que ser muy sagaz para ver los paralelismos con la obra de Shakespeare que, curiosamente, finaliza en el acto V, como suele ser habitual en el dramaturgo, por otra parte. Ya desde este momento, ya tenemos la idea de un final alejado de la felicidad para el protagonista que queda predestinado a ello. Macbeth comienza con unas brujas que no le dan buenos augurios a un futuro usurpador del trono. Y no se equivocan, por mucho que Macbeth intente evitarlo a toda costa.

 

Portada de Beggars Banquet, donde se incluye Sympathy for the Devil.

Como se puede apreciar, ninguna de las constantes referencias es gratuita (como se pueden encontrar en tantos productos de consumo rápido que nos llegan hoy en día), si no que fundamentan mejor un marco teórico sobre el que se empastan las páginas.  Son detalles que, quien para quien quiera ahondar, enriquecen en las lecturas infinitas que tiene este cómic. Van desde William Blake hasta los Rolling Stones, pasando por Cole Porter.

V de Vendetta es también, una puesta en valor de la cultura como única vía de salvación. Si no tuviese la misión de archivista de la cultura que el sistema no ha podido erradicar, probablemente, no estaríamos hablando de V como este liberador quijotesco, refinado e inspirador de lo mejor, sí, pero también de lo peor. No hubiese llevado a cabo ninguna cruzada, puesto que no sabría distinguir lo correcto de lo que no lo es. Viviría como uno más del vulgo, engañado. Afortunadamente las enciclopédicas y abundantes referencias culturales, en el sentido más amplio e inclusivo del término, forma parte innegociable del personaje y de la obra.

Película

Para explicar de dónde surge este filme hay que sacar a relucir el éxito de Matrix. Joel Silver adquiere los derechos de rodaje de V de Vendetta y de Watchmen. Las hermanas Wachowsky, fans declaradas del trabajo de Moore y Lloyd, comienzan a trabajar desempolvan una primera versión que escribieron en 1990. Terminaron de ajustar durante el rodaje de las secuelas de su insigne e influyente película. Su principal preocupación es condensar toda la densidad de una obra de estas características y darle una forma fílmica. Evidentemente, no son pocos los sacrificios que han tuvieron que hacer para adaptar algo que es inadaptable.

La responsabilidad recayó en James McTiegue, con créditos de director de segunda unidad o de asistente de director. Estaba más que dispuesto a debutar con esta película. Las hermanas se quedarían en el papel de productora. No tardó en cerrarse el casting con nombres V sería James Purefoy, Natalie Portman en el papel de Evey o John Hurt como Adam Sutler, en el papel refrectario al que hizo en la traslación al cine de 1984, la novela de George Orwell. El mayor contratiempo que se dio fue con el abandono de Purefoy a las cuatro semanas de rodar. No estaba cómodo con el hecho de que tuviera que mantenerse detrás de la máscara a lo largo de todo el metraje. Para sustituirle, contrataron a Hugo Weaving, quien daría, finalmente, vida a V. Mantuvieron las escenas de Purefoy y las dobló Weaving.

Se contó con un holgado presupuesto de 54 millones de dólares y obtuvo una taquilla de 132.5 millones de recaudación. Fue un éxito moderado, pero lejos de cómo el tiempo la trataría. Tuvo una segunda vida y funcionó el boca a oreja a largo plazo. La bola de nieve se fue haciendo más y más grande hasta convertirse en una película de culto y una de las películas más influyentes en la cultura pop. Si bien es deudora de los hallazgos audiovisuales de Matrix, logra tener su propia identidad. Ante un público cada vez más acostumbrado a obras dóciles y de consumo fácil, un filme comercial con un mínimo de discurso antisistema sorprendiese a más de un espectador.

Fotograma de la adaptación.

Tal vez, tiene que ver, también, el hecho de que cuando se estrenó, en 2006, todavía no estalló la crisis financiera que tanto daño ha causado. Era una época de menor conflictividad social. Se ha pasado a un panorama totalmente distinto en el que la gente ya no tenía nadie en quien creer y esta película sirvió como canalizador de la rabia. La película, a pesar de todo, elimina cualquier rastro de agresividad, reflexión o tragedia que exuda la novela gráfica. Al igual que sucede con la adaptación de Watchmen, se empeña incansablemente en dotar de una grandilocuencia opuesta al espíritu de la obra original.

Para llegar a un público mayor, no solo crearon un final espectacular y feliz, si no que hicieron desaparecer el diario de Delia Surridge, las palabras fascismo y anarquía y convirtieron a los miembros de la dictadura inglesa en poco más que bufones caricaturescos. Son cambios que pueden ser acertados. Al fin y al cabo, esta película ha tenido un calado mayor en el gran público del que ha tenido el cómic en menos tiempo. Pero no dejan de ser traiciones premeditadas a una obra a la que, supuestamente, estás adaptando. 

Moore no tardó en desentenderse de la película. De todos es sabido de su sonada ruptura con DC a lo que hay que añadir las malas experiencias previas nefastas con sus adaptaciones. El filme de McTeigue no cambió esa tendencia. El cocreador del material original criticó sin mesura a la película. Moore interpretó que no había nada de su trabajo ahí y que se ha denigrado y edulcorado hasta convertirla en un enfrentamiento entre el neoconservadurismo y el liberalismo estadounidense. Solicitó expresamente no cobrar por los derechos de la película y no constar como creador en los créditos.  Por su parte, Lloyd, por el contrario, se muestra satisfecho con el resultado y se sintió molesto por las declaraciones y posturas de su antiguo compañero. El dibujante ha tenido una mayor implicación con el desarrollo del filme.

Conclusión

Los calificativos de obra maestra se emplean con tanta frecuencia que ya no tienen el más mínimo significado. Así que calificar así a V de Vendetta es de Perogrullo. Lo que sí se puede indicar que si el arte verdadero, las expresiones verdaderamente trascendentales son las que sobreviven el paso del tiempo e inspiran a los autores que lo sucederán, esta pieza ha cumplido los dos condicionantes con creces.

Es más innovadora que la mayor parte de los cómics publicados a día de hoy. Si Scorsese, con toda la humildad comparativa que puede llegar a tener, dijo que una película de Kubrick equivale a tres suyas, mucho me temo que esta regla se puede aplicar a Alan Moore.

Si Watchmen es la perfección formal, V de Vendetta es la rabia emocional que te hace querer ver el mundo arder. Moore no está tan preocupado por hacer la obra más geométrica posible, si no en demostrar su talento y echar su bilis ante los retrocesos sociales inexplicables que vivió. Porque sí, por mucho que el fascismo impere, la burlona sonrisa congelada a través de los siglos de Guy Fawkes recordará que se puede permitir. Por mucho que la espada corte, tal como legó Edward Bulwer-Lytton nunca hará tanto daño como una pluma.

Y si, después de todo, terminamos perdiendo, consuela saber que seremos unos asistentes a ese cabaret vicioso que llamamos sociedad.

[1] Seguramente sean estos dos primeros versos del poema The Fifth of November lo que más suene a todos los lectores, pero… ¡oh, sorpresa! Hay más. De hecho, hay varios versos más de los aquí representados, aunque la tradición oral ha hecho que diverjan en distintas versiones desde su concepción alrededor de 1870. No está de más recordarlos.


[2] Como curiosidad, en la edición original inglesa, todos los capítulos de V de Vendetta están titulados por palabras que empiezan por la letra V (Villain, Voice, Victims, Versions, Vanishing, Vengeance…). Esta decisión de Moore, adorador y practicante de estos guiños estéticos, se pierde en la versión española ya que la traducción impide esta secuencia.