Siempre ha simbolizado el colorido de la Edad de Plata dentro del género superheroico. Por muchas calamidades que le puedan ocurrir, Flash es uno de los héroes más positivos del universo DC, una nota de optimismo. A diferencia del otro gran detective de su editorial, Batman, el velocista se las termina ingeniando para no perder la sonrisa durante sus aventuras. Tras años escribiendo sus historias, el guionista Cary Bates se dio cuenta de que estaba aplicando los esquemas clásicos de Gardner Fox y John Broome sin apenas variaciones, dejando un puñado de cómics más que interesantes, aunque sin un sello distintivo.
El bueno de Barry Allen no podía saberlo, pero su trayectoria iba a sufrir un giro radical donde el tono más adulto iba a permitir toques de oscuridad en su Central City. Hoy nos embarcamos en La muerte de Iris West, una extensa saga sin la que no podríamos entender a uno de los personajes capitales en la industria. Como en los grandes eventos, no se ocultaron durante mucho tiempo las cartas sobre quién iba a fallecer, lo apasionante radicaría en la carrera contrarreloj del héroe para buscar y hallar al responsable.
¿Quién mató a Iris West?
Siguiendo la pauta de los relatos de misterio clásicos, no está completamente esclarecida la cuestión sobre quién dio la luz verde editorial para privar al héroe de su pareja. Según palabras del propio Cary Bates: “Esta línea argumental fue introducida cuando Ross Andru era el editor de Flash. Definitivamente, fue una decisión editorial para agitar la coctelera porque las ventajas estaban cayendo, aunque no estoy seguro de si fue idea de Ross o alguien superior”.
Lejos de cortarle las alas, aquella directriz quizás era justo lo que estaba buscando. Una pérdida tan devastadora permitiría explorar nuevos territorios en la colección, además de mantener expectante al público por la investigación. Asimismo, a diferencia de lo que suele suceder con cierto cruzado de Gotham, los sospechosos no serían los clásicos criminales y hombres de negocios, Bates compartían un denominador común con su superior: una profunda fascinación por aquello que no se encuentra a simple vista: “Ross y yo teníamos interés en todas las cuestiones sobre parapsicologías y sucesos paranormales, así que no llama la atención que eso se reflejase en las historias”.
La transición tiene un Rubicón claro: The Flash # 269 (enero de 1979), último número de Cates bajo la supervisión de Julius Schwartz. La llegada de Andru marcará la exploración de algunos problemas del matrimonio formado por Iris West y Barry Allen. Bajo el arte de Irv Novick, podemos observar que muchas de estas diferencias son los típicos malentendidos de culebrón o folletín.
El conflicto anidaba en las dificultades que entrañaba durante aquella época el sacar del clásico noviazgo al protagonista para consolidar una unión conyugal. Acompañaba a los lápices Alex Saviuk, quien también estaba notando la llegada de Andru al título: “Lo mejor de esto era que mi editor era Ross Andru, que había venido de Marvel y era otro de mis héroes”. El dibujante estaba muy volcado en narrar las vicisitudes de Barry Allen, hasta el punto de que abandonó a otro de sus héroes favoritos, Green Lantern, para focalizar toda su atención en el policía forense.
Sin embargo, los compromisos que iba adquiriendo Saviuk en el negocio de la publicidad le alejarían paulatinamente de esta saga, pudiendo encontrarse a artistas como Rich Buckler, quien brinda en The Flash #271 una portada que escenifica el encanto y la ingenuidad de la época: una engalanada Iris espera a que su marido salga del baño, mientras Barry sufre una increíble transformación. Lejos de preocuparle volver a la normalidad, el héroe está aterrado de cómo explicarle a su pareja la situación.
The Last Dance
Todavía disfrutaremos bastante de Saivuk en la serie, puesto que tarda poco en regresar para demostrar que Flash no tiene ni un merecido descanso tras derrotar al pintoresco Payaso (sin relación alguna con la némesis de Batman). Justo cuando el matrimonio Allen va a sacar un respiro para reconciliarse, estallará un motín en la prisión. Es meritorio ver aquí cómo Bates introduce sin rubor el tema del tráfico de drogas. Hacía unos años, Stan Lee había dado luz verde para que Spiderman tocase ese tema tan tabú y delicado para el severo Comics Code Authority.
Puesto que no es bueno que el investigador esté solo, a finales de la década de los setenta tendremos al veloz héroe compartiendo pesquisas con el detective Frank Curtis, quien será un aporte imprescindible en el rastro sobre la heroína que llega a Star City. Confrontaciones incluidas con el Doctor Nephron, se van sembrando semillas de discordia entre Iris y su esposo. Un elemento capital para esa desconfianza lo tendremos en Melanie, co-creación de Bates y John Calnan. Se trata de una mujer obsesionada con Flash hasta límites enfermizos que pondrá al bueno de Barry Allen en aprietos más severos de los que ha soportado ante algunos supervillanos.
Como en tantas otras ocasiones, el leal marido conseguirá esclarecer los entuertos, además de tener la oportunidad de limar asperezas con una invitación a un baile de disfraces con compañeros del trabajo. Esto permite a Dick Giordano aprovechar la situación para jugar con la sorpresa del público en la cubierta de The Flash # 275 (julio de 1979), donde pensamos que el protagonista está bailando con Batgirl, si bien descubriremos en el interior que las apariencias engañan.
Bates ha mostrado mucha paciencia para llegar a un punto de no retorno. Es consciente de que cualquier fan de DC conocía a Iris desde 1956. Barry Allen y ella encajaron desde el principio, además de ser la tía de Kid Flash, la versión juvenil del velocista. En varias escenas intimistas, nos adentramos en la mente de la periodista, quien piensa que es un buen momento para tener un bebé e ir haciendo crecer a la familia. Hoy no nos llama la atención este hecho, pero pensemos que iconos como Superman o Batman mantenían todavía su soltería y no solían confiar su identidad secreta a sus parejas sentimentales.
Todo se traduce en que el guionista ha conseguido que Iris nos importe, puesto que conocemos sus sueños de futuro. También sus inseguridades que la llevan a colocar pequeños rastreadores en los anillos de su heroico marido. Saviuk firma un trabajo sobrio y sin efectismos para mostrar al primero de los sospechosos, con el gigantesco villano Clive Yorkin, alterado por las maquinaciones de Nephron, acechando tras la ventana para descubrir que el policía forense Barry Allen es su gran adversario.
Esos son los ingredientes que presiden la célebre fiesta que veíamos en la portada de Giordano. Con sentido del humor, Barry disfrutará disfrazándose de Flash sin temor a que nadie lo desenmascare. Todo parece ir color de rosas, si bien la mansión donde se celebra la gala podría ser la típica casa que haría las delicias de Agatha Christie. Algo parece sentar mal a un Flash que, mientras intenta recuperar el sentido, ve a su mujer tendida en el suelo frente al salvaje Yorkin. No podrá capturarle, puesto que él mismo sufre algo que le hará desmayarse. Sin rubor, se lanza un cliffhanger tan de manual como efectivo: una persona del matrimonio ha muerto.
La teoría de Kübler-Ross
Alex Saviuk se reserva esta oportunidad de pasar a la historia del Hermes del universo DC. Descubriremos durante el evento que el último baile no fue inventado por Michael Jordan y Netflix, previamente Iris y su amado Barry danzaron sin ser conscientes de que no tendrían más oportunidades. Siguiendo las bases de la novela romántica, Bates ha tenido buen cuidado en reconciliar a la pareja justo a tiempo para que sea más doloroso este golpe bajo.
Al igual que Barry Allen, casi nos negamos a aceptar un incidente tan terrible, imaginando que es fruto de una pesadilla surgida de los alucinógenos. Bates aprovecha la ocasión para llevar a uno de los héroes más queridos de la Liga de la Justicia a las fases más duras de la teoría de Kübler-Ross para gestionar eventos traumáticos: negación e ira. Asolado, acudirá a camaradas como Wonder Woman, Superman, Batman y Green Lantern para conseguir alguna forma de resucitar a Irisi. The Flash # 276-277 permite la situación sin precedentes de ver al velocista escarlata intentando golpear sin miramientos a sus antiguos compañeros, si bien el posterior examen médico revelará que actuaba bajo el efecto de algunos productos dañinos.
Los funerales en el cementerio de Central Lawn suponen unas viñetas decisivas en la historia de uno de los héroes más animados que se recuerdan de la Edad de Plata. El paso de la aceptación de un Barry Allen que volverá a su casa andando solo, dispuesto a esclarecer lo ocurrido. Previamente, tendremos un momento de considerar incluso la retirada de su carrera heroica, de una forma que tiene reminiscencias al juego planteado por Stan Lee y John Romita Senior en Spiderman # 50 (julio de 1967), con la caprichosa Melanie olvidando su narcicismo para espolear al héroe a regresar como protector de Central City tras mostrar su valía ante el Amo de los Espejos. Fruto de la afición de Bates por lo paranormal, Melanie tiene poderes psíquicos que, ahora sí, usará para buenas causas.
Con su antigua acosadora convertida en aliada, Barry acepta al fin el reto que Bates quería plantear: el hombre más veloz llegando tarde a una conjura que se va enrevesando conforme avanzan los números. Así, The Flash # 278 revela que en la fiesta de disfraces hubo supervillanos que aprovecharon la ocasión para pasar desapercibidos y tratar de sacar tajada; entre ellos, un Capitán Boomerang que volverá a sufrir los puños de su némesis. No obstante, a estas alturas el público empieza a convencerse de que Yorkin es un sospechoso demasiado perfecto del asesinato y que realmente conocemos poco acerca de un invitado disfrazado de Sandman que portaba una pistola aparentemente inofensiva.
El discreto encanto de Don Heck
Todas las piezas encajaban a la perfección, hasta el punto de resultar molestos. The Flash # 280 acababa con Melanie y Flash satisfecho tras sobrevivir a Yorkin. “¡Por fin he vengado la muerte de Iris!”. Un alivio que durará poco, puesto que la aventura se cierra con la llamada telefónica del inspector Frank Curtis con nuevas pesquisas que orientan la investigación hacia otros sospechosos.
A estas alturas de la colección, Bates cuenta con otro dibujante. No uno de los más espectaculares de aquellos años, pero un artesano que siempre estuvo allí en jornadas clave para la industria del cómic de superhéroes. Careciendo de la explosividad de Jack Kirby, fue un más que digno sucesor para el monarca del género en las páginas de Los Vengadores, acompañando los guiones de Stan Lee con su lápiz en los días gloriosos de aquel cuarteto alocado y liderado por el Capitán América. Don Heck era un valor fiable, el artesano competente que narraba las historias correctamente y sin excesivos alardes. Con Flash, volvió a cumplir su preceptiva, firmar con sobriedad. Quizás Saviuk es el primer ilustrador que nos viene a la mente cuando hablamos de La muerte de Iris West, aunque conviene recordar que sería Heck quien cerraría el circulo.
El proceso de adaptación no resultó fácil, pese a ello. “Todo fue bien después de un tiempo, pero empecé un poco paralizado. Me decían que debía hacer múltiples imágenes en las viñetas”. Para Heck supuso un verdadero reto ser capaz de transmitir al público la sensación de velocidad y vértigo que debían transmitir Barry Allen. ¡Y en menudo momento desembarcaba en el título! Nada menos que con la irrupción del Profesor Zoom, uno de los contrincantes más escurridizos de Flash, procedente del siglo XXV y dotado de sus mismos poderes, pero con adelantos tecnológicos a su disposición que le hacen manejar el año 1979 como si fuese la Prehistoria para él. Bates mantiene sus anzuelos con descaro y gracia, incluyendo al malvado reverso tenebroso del héroe diciéndole que él sí sabe quién asesinó a Iris.
Gráficamente, la saga tiene un denominador común: las tintas de Frank Chiaramonte, quien se mantuvo al pie del cañón durante este misterioso evento, adaptándose a las diferentes características de cada uno de sus dibujantes. Aunque Saviuk se marchó de la serie, pronto intentaría volver a ella, aunque no lo lograría, cuestión para que la que Sala de Peligro da todo lujo de detalles (Entrevista).
Spoiler Escarlata (en este apartado se revela la resolución del caso)
Zoom surgió de la imaginación de Carmine Infantino y John Broome. Desde su debut en 1963, esta versión malvada y futurista del velocista tuvo peso para el gran público, algo que hemos podido constatar en la reciente serie de Warner Bros sobre Barry Allen. De cualquier modo, nadie podía imaginar el uso tan siniestro que Bates iba a hacer del Flash amarillo en aquella ocasión.
Es aquí donde vemos la transición que lleva perpetrándose meses en la serie. Ross Andru lo advierte con la portada de The Flash # 282, donde usa su talento gráfico para mostrar cómo Barry Allen golpea a su camarada en la Liga de la Justicia: Green Lantern. Recordemos que son los días donde Hal Jordan y Barry Allen compartían una fuerte amistad, lo cual convierte esta cubierta en un aviso a navegantes donde se incluye la resolución de otra de las subtramas acerca del trágico de heroína en Central City: el comisario Paulson. Que sea una fuerza de la autoridad quien haya estado detrás de un negocio tan turbio e incluso haya usado a sus agentes es un certero reflejo de que nos hemos ido de la inocente y encantadora Edad de Plata para una época donde las viñetas permiten más tonos grises.
La elegante mansión Whitlock había albergado una feliz mascarada fue testigo de una tragedia, si bien no será hasta estos idus de marzo de 1980 que comprenderemos la magnitud de los hilos tirados por Zoom en las sombras. Como recordaría Hannibal Lecter a Clarice Starling, en los antiguos textos del emperador Marco Aurelio están muchas de las claves para entender la naturaleza humana de los crímenes. Así, Adrian Zoom había envidiado lo más cercano, a la encantadora pareja de su vecino de otra época. El villano lanzó un ultimátum a Iris para aceptar irse con él o sufrir aterradoras consecuencias.
Los conocimientos de sus propios poderes permitirán a Barry deducir que Adrian asesinó a su esposa utilizando la capacidad de vibrar y moverse sin ser captado por las cámaras de la mansión. El arco argumental se cierra definitivamente en The Flash # 284, en un giro rocambolesco de ciencia ficción que podemos atribuir enteramente a Bates, puesto que el propio Don Heck admitía que no era precisamente uno de sus géneros favoritos. Barry Allen conseguiría regresar de un viaje imposible que incluye al peculiar Señor del Limbo, auténtico déspota que maltrata a los extraviados viajeros temporales que halla durante su camino.
Dicho instante supondrá otra transición. En ese sentido, dentro de la materia editorial. Andru cedía el testigo a otro histórico, Len Wein. La aventura concluía con un hermoso y discreto epílogo done Barry se despedía ante la tumba de su esposa, orgulloso del amor que han compartido y seguro de que el hermoso espíritu de su amada seguirá con él allá donde vaya. En resumen, una de esas escenas que marcan a un personaje y lo convierten en icónico para toda una generación.
Aquello no podía ocurrir sin pagar un peaje. Bates habría podido preguntar a Gerry Conway sobre la emotividad de los lectores de una serie cuando se elimina a uno de los personajes más queridos. El guionista de Flash se ahorró las sugerencias de que le arrojasen por el puente de Brooklyn para ver si sobrevivía a la experiencia, pero sí recibió severas críticas por algunos de sus giros argumentales. La controversia incluso aumentó cuando el velocista acabó accidentalmente con la vida del asesino de Iris en The Flash # 324 (agosto de 1983), una hábil maniobra del guionista para iniciar otra saga recordada: “El Juicio de Barry Allen”.
Actualmente, en España disfrutamos de dos tomos recopilatorios de ambos puntos de inflexión, lanzados por ECC Ediciones, oportunidad inmejorable para comprender las causas que hacen a Barry Allen, incluso en sus días más oscuros, un héroe de profundo optimismo.