La carrera espacial es un agujero negro. Una vez uno se pone a ahondar en las historias que se generaron en aquellos momentos en los que lo imposible fue real, se queda absorto por la cantidad de historias que se dieron a raíz de todo ello. Y cada una de esas historias es muy diferente depende de quien lo cuente y qué enfoque emplee.
Secretos, espionaje, competición nacionalista entre dos bloques, innovaciones tecnológicas adelantas a su era, conspiraciones, operaciones arriesgadas, héroes, villanos, tragedias, sacrificios, mentiras… Todo ello concentrado en un periodo escasísimo de tiempo. Todo un terremoto cuyas resonancias siguen aún vigentes.
La gran diferencia con el presente es que ahora este tipo de desafíos han sido privatizados. En lugar de acontecimientos de los que todo el mundo es partícipe, ha pasado a ser una cuestión de viajes espaciales entre magnates. Y, con ello, la mayor parte de las personas ha perdido (lógicamente) el interés con lo que pueda haber ahí arriba.
Pero lo cierto es que, con cada pequeño descubrimiento científico, queda más patente que se está todavía muy lejos de tener claras las cosas. Y por ese motivo, debería seguir despertando curiosidad.
Primordial viene a despertar en el lector esa llama perdida. Y lo hace de una manera verdaderamente contundente. Salvando las distancias, de alguna manera, recuerda a todo aquello que reivindica la exitosa For All Mankind…
Años sesenta, un hombre del Gobierno es destinado a la NASA para esclarecer que pasó en una misión sin retorno de dos macacos que han sido enviados al espacio. En paralelo, Rusia perdió a Laika. Y este personaje se verá envuelto en una red de misterios que le vienen grande y que tienen en el centro la pregunta: ¿Es posible traerles de vuelta?
El componente de ciencia ficción pura y dura que imprime a la obra es verdaderamente interesante. Plantea una serie de nociones interesantísimas sin que la obra se resienta o pase a ser un ensayo. El objetivo es entretener y siempre se tiene eso en mente, pero poniendo encima de la mesa una imaginativa oda a los impresionantes progresos que se dieron en esa época.
En parte, recuerda a la estructura empleada en 2001: Una Odísea en el Espacio, incluyendo viajes lisérgicos que ponen en cuestionamiento todo lo que la ciencia cree saber. Se nota claramente que esta pieza está hecha por unos espíritus aventureros que no dejan de preguntarse cosas.
Lemire se sirve de obras como We3 o Los Leones de Bagdad para hacer su cómic más volcado en reivindicar la relación los animales con respecto a las personas. Es una obra profundamente animalista, puesto que pone en valor las presencias de los animales, como un apéndice fundamental. Y como poseedores de una serie de valores y capacidades con las que la humanidad solo es capaz de soñar. Al igual que el celebrado trabajo de Morrison y Quitely, este cómic hará que no veas igual a los compañeros de los humanos.
Con Jeff Lemire a bordo, cabría esperar que habría un fuerte componente emocional y lecciones alrededor de los vínculos familiares. Y así es. En el centro de la historia, no deja de contar la historia de la búsqueda de unos dueños por recuperar a sus mascotas y sobre los vínculos que estos se crean.
Su visión es sorprendentemente optimista, en comparación con otras obras suyas. Se deja de lado parte del cinismo y consigue trasladar al lector al zeitgeist de esa época. No se desprende del todo del aspecto trágico que tiende a imprimir en su trabajo, pero aquí pone toda la carne en el asador en un tema que se trata de hacer tangible aquello que no lo es. Por ese motivo, el guion es sorpresivo y no se parece a nada de la prolífica obra de Lemire.
El arte de Andrea Sorrentino consigue, como viene siendo habitual, imprimir una atmosfera de extrañeza e irrealidad de la que se aprovecha este cómic. Era el autor adecuado para contar esta historia, dado su aspecto experimental y a que aquí exprime todos sus recursos habituales.
Lo cual lleva, por desgracia, a que todos los trucos de este italiano parecen que ya se han visto. Esta obra parece algo acomodada con lo que tiende a hacer, sin tratar de volver a probar cosas nuevas. Hay ligerísimos atisbos de ello en algunas escenas, pero no sorprende como en otros casos. Eso no quiere decir que siga siendo unas imágenes y composiciones interesantísimas. Pero, como uno ya está habituado a que este artista lo dé todo, cabría exigirle más de lo que ha proporcionado.
El tomo de Astiberri viene acompañado de todas las portadas de la miniserie, bocetos de Sorrentino y una breve biografía del equipo creativo al completo.
Primordial viene a poner en relieve la capacidad del equipo Lemire/Sorrentino para reimaginar todo aquello que se cree saber. Un cómic impactante que especula, una ferviente llamada a cuestionar los mitos y a imaginar posibles respuestas… A mirar más allá de donde alcanza la vista, en definitiva. Creatividad sin límites.
Y es que si algo se ha buscado es que volvamos a mirar al cielo con fascinación. Este cómic, como el espacio, no tiene límites.