Uno de los atractivos del género bélico (en su vertiente más cuestionable y discutida) es proporcionar historias repletas de espectacularidad, exotismo y testosterona. Tiene una vertiente de evasión innegable que puede resultar peligrosa en cuanto se reflexiona a las intenciones de determinadas historias de guerra.
¿Dónde acaba el homenaje a los caídos y empieza la propaganda militarista? ¿Hasta qué punto es lícito frivolizar de la tragedia humana? Nadie tiene una respuesta categórica y es un debate abierto. Lo que no es tan debatible es que el contexto afecta a la percepción de estos asuntos. Y es que cuando el enemigo a batir es el fascismo, es más fácil disfrutar de las heroicidades de los soldados.
Y es que son pocos los conflictos que aceptan una aproximación pulp como la Segunda Guerra Mundial. Battle Action fue una revista británica que publicó entre 1975 y 1988 que buscó lanzar narrativas bélicas de ese estilo. Por sus páginas pasaron nombres de la altura de John Wagner, Pat Mills o Carlos Ezquerra. No es difícil imaginarse a un adolescente Garth Ennis fascinado por la violencia de las páginas.
Y ahora es a él a quien le toca revivir el espíritu de la fallecida revista, manejando a sus personajes a través de un formato antológico. Esto va más allá de un trabajo de encargo, se trata de uno de los proyectos más claramente emocionales del autor. Puede ser leída como una obra menor, pero, como el mundo sabe o debería saber, los grandes no tienen proyectos pequeños.
Se nota que una de las pasiones de este guionista son las historias de guerra, tanto reales como ficticias. Siente una fuerte pulsión por este género y es alguien capaz de abordarlo desde todos los prismas posibles. Es un autor maduro que destila absolutamente toda la esencia de lo bélico, con todos los momentos gloriosos, así como los aspectos más desgarradores. No en vano, es su género predilecto y donde él cree que puede aportar más.
Con ello se quiere indicar que en las páginas de esta resurrección de Battle Action uno se puede encontrar con un Ennis encapsulando y conteniendo en unas pocas páginas todas sus filias. Además, lo hace poniendo en valor los matices humanistas que pueden llegar a tener estas narrativas.
Para ello opta por una sobriedad alejada de los excesos grotescos que suelen caracterizar su estilo. Ha intentado asemejarse lo máximo posible a cómo eran las series originales, sin que por ello sacrifique su propia personalidad. Su nostalgia por este tipo de contenido y el cariño es más que evidente.
Eso no significa que los resultados sean un tanto irregulares. Pero cada vez que se produce un valle, siempre consigue sorprender con una nueva historia impactante. A pesar de ello, es comprensible que uno pueda terminar saturado puesto que, para bien o para mal, es bastante lineal en su contenido y le falta algo de punch en algunas de estas historias. Eso sí, las que funcionan, lo hacen de una manera impresionante.
Y es que en las mejores propuestas se ha impreso un nervio frenético en el que se ha conseguido trasladar al lector la experiencia de lo que puede ser estar en el frente, o al menos una versión estilizada de ello. La pólvora, la violencia, la deshumanización, están presentes, sí. Pero también la camaradería y las acciones humanas que desafían lo que es o no es posible. Todo ello sin olvidar las pertinentes dosis de crítica social.
Este cómic es un Ennis comedido revisando y tratando de entender qué es lo que tuvo la cabecera y las guerras que tanto le interesan, a la vez que se quita el sombrero hacia todos los que vinieron antes que él. Una pieza imprescindible para los seguidores del británico, los amantes de las revistas pulp (y de Battle Action en particular), así como para los que tengan interés por el género.
Para este cómic se ha rodeado de los mejores artistas británicos, teniendo leyendas como talentos más o menos consolidados. La gran estrella es Kevin O’Neill (tristemente fallecido hace escasas horas), quien lanza la historia más inspirada formalmente. Una historia sobre el paso del tiempo desde una perspectiva vibrante y punzante.
Pero también viene acompañado de nombres de la altura de Chris Burnham o de John Higgins. El resto de artistas implicado son Mike Dorey, Patrick Goddard, PJ Holden y Keith Burns. Todos muestran un nivel altísimo de implicación y de detalle. Comprendieron la magnitud emocional que podía tener este pequeño proyecto y, con diversos estilos, todos consiguen dar un sabor muy diferenciado y personal a sus fragmentos. El arte es un argumento de compra que sostiene fuertemente la calidad de esta obra.
Dolmen Editorial trae esta obra en un formato idéntico al original. Se trata de una edición correcta y adecuada, pero se echa en faltar algún extra más o material exclusivo, como viene siendo habitual con esta editorial.
Battle Action es una oda a aquellos cómics que, en buena medida, formó el carácter e intereses de Ennis. Un homenaje al cómic británico bélico y de acción como solo puede hacer el irlandés. Lo mejor es ponerse el casco, porque, cuando este cómic te sacude, lo hace con la fuerza de un misil.