Palabra de Editor es la columna de opinión de Pedro F. Medina (@Studio_Kat), Editor Jefe, responsable de licencias y redes sociales de Fandogamia y periodista con una faceta nada oculta de showman en los eventos de cómic y manga |
La “palabra del año” que representa al 2022, según la Fundación del Español Urgente, ha sido INTELIGENCIA ARTIFICIAL. Amigo, eso son dos palabras, qué me estás contando. Pero aceptaremos IA como acrónimo y animal de compañía: de todos modos, el lenguaje es cosa de las personas y no de libros de texto, autocorrectores ni veintitantos rancios sentados a una mesa cuadrada, así que pronto lo convertiremos tanto en verbo (“he IEADO la redacción para mañana, espero que el profe no me pille”) como en adjetivo (“estaba cansada y el dibujo me ha quedado un poco IA”), formando parte de todo tipo de frases hechas (“tienes una IAS de bombero”). El futuro ya está aquí. Hay IAS que redactan textos coherentes y que fabrican ilustraciones potables. Y están adquiriendo conocimientos, sin tener que sacar sacarse un máster. Vuelve el clamor de que pronto seremos sustituidos por robots, y la creación artística será una mera cadena de montaje y producción masiva. Vamos, como ayer los autores de Bruguera, hoy los autores de webtoons, y mañana Guionista_BDjuvenil_64pag y #Dibujante6930.
Para quien no sepa de qué hablamos: las IAS de generación de imágenes son programas que procesan los parámetros insertados (“arte digital con estilo grafitero/urbano, una chica -20 años, afroamericana- encestando en escorzo una pelota de baloncesto, explosión de colores, fondo espacial”) y te crean una ilustración en base a lo que has solicitado… y a las bases de datos, valga la redundancia, que tienen a su disposición. Gracias al entrenamiento de la IA (porque hay muchas personas demandando y seleccionando dibujitos, consiguiendo cada vez resultados más certeros y menos rotos) y a que TODO está en Internet (porque, además de que las redes sociales son una herramienta de promoción esencial para quienes se dedican a los tebeos, todo el mundo se limpia el culo con chorradas como las cláusulas de protección de datos y las autorizaciones de uso), nada te impide pedir una ilustración de Spiderman, Marsupilami o Motoko Kusanagi dibujada con el trazo de Eiichiro Oda, Mike Mignola o Quino. Bueno, por ahora te lo impide que la mayoría de las veces estas copIAS son un poco/muy patata y no pasarían un test de Voight-Kampff, pero… están aprendiendo a abrir puertas.
https://twitter.com/franklingraves/status/1628468012515827718
Los artistas están señalando a estas IAS por muchas razones: sienten que sus obras están siendo plagiadas y sus derechos de propiedad intelectual vulnerados, ya que se producen ilustraciones similares a las suyas sin su consentimiento, que además podrían reducir el valor de las originales; por otra parte, amenazan a la creatividad y la experiencia como factores cruciales en la elaboración de una ilustración; y, por último, llevan a una pérdida del control sobre sus estilos gráficos y cómo se muestran sus trabajos, lo que representa un problema ético.
La cosa es peliaguda. Como lo es que el párrafo anterior lo haya escrito una IA. Quizá lo hayáis notado, porque mete muchas menos palabrotas que yo.
“Una vez las características que consideramos personales y únicas -nuestras estructuras faciales, nuestra escritura a mano, la manera en la que dibujamos- pueden ser programadas y reproducidas haciendo click con un ratón, las posibilidades de violación (de derechos de autor) son infinitas”. (Sarah Andersen, autora, ha presentado una demanda judicial conjunta contra una plataforma de generación de imágenes por IA).
https://twitter.com/apc_comic/status/1612436299142823942
Cuando descubrí estos mecanismos no me imaginaba a una editorial algoritmeando nuevos tebeos y saltándose a autores y autoras, porque bastante trajín llevamos con lo nuestro y porque nos dedicamos a comprar IDEAS (y a explotarlas comercialmente), siempre en busca de nuevos argumentos y giros de guion. Pero entonces pensé que quizá alguien que quisiera saturar el mercado, acelerando los tiempos de producción sin pasar por el engorroso trámite de esperar a que alguien los dibuje… o quizá otro alguien que ya esté usando aplicaciones similares para traducir sin tener que pagar IRPF… y mira, yo ya no pongo la mano en el fuego por nadie. También podría suceder que un equipo creativo (y digo equipo, pero con una sola persona se bastaría si tiene la suficiente formación/ganas/caradura) decida presentar proyectos y portfolios en los que la mano humana ha intervenido lo justito. Por ahora le está funcionando a alguno que se presenta a concursos especulativos de, por ejemplo, carteles de fiestas de Carnaval municipales y otras pachangas de barrio. Con las mejoras aceleradas que están experimentando las IAS, podríamos estar a dos pasos de que nos colaran algún tebeo. Yo no soy historiador del arte, y muchos test de “¿esto lo ha hecho una persona o un ordenador?” me dejan fatal, sed testigos: soy un editor mediocre. Creo que todavía puedo distinguir el trabajo profesional de un ser sintiente en los acabados y muchos otros detalles, pero no respondo si las IAS se hacen demasiado listas. Alguna incluso es capaz de montar otra editorial por su cuenta.
“La generación de imágenes AI no consiste en hacer arte: consiste en EVITAR hacer arte. Deja que lo haga el ordenador. Soy demasiado perezoso para soportar largas horas de desgaste emocional. Soy demasiado impaciente y no quiero escuchar a los maestros. Estoy demasiado absorto en mí mismo para perder mi tiempo con un trabajo que requiere de mí un pensamiento crítico sofisticado. Que lo haga una máquina”. (James L. Cook)
A few weeks ago having digested the implications of image creation AI, I decided I could either retire or respond. Here's my response; a 96-page book of graphic shorts stories created in 12 days. Available at the end of July. pic.twitter.com/lDqVw3zx9M
— Dave McKean (@DaveMcKean) July 20, 2022
Quizá la barrera de este despliegue tecnológico del mínimo esfuerzo salga del campo de lo estrictamente artístico (jaja, moral; jaja, integridad) y se adentre en el ámbito jurídico. ¿A quién pertenece la propiedad intelectual de una obra producida por un programa informático? Está claro que quien haya introducido los parámetros tiene parte de responsabilidad en el proceso: lo gracioso sería que ese alguien también fuera una IA. Y, como ya se ha señalado por ahí, nadie que no sea humano puede gozar de protección respecto a sus creaciones (de ahí lo del mono aquel que robó una cámara y se hizo un selfie que se viralizó, el propietario de la máquina dijo que el copyright de la foto era suyo, pero la justicia dijo que tururú, que en todo caso sería del macaco y que los derechos pasaban a formar parte del dominio público). De hecho, en septiembre de 2022 se autorizó el registro en la Oficina de Derechos de Autor (USA) de un cómic generado por IA (Zarya of the Dawn), aunque para finales de año ya había visto revocados sus privilegios “por no tratarse de una obra humana”. Buen intento, siga jugando. Esta cláusula vendría bien en otras circunstancias, por ejemplo, ¿podemos desclasificar a un autor si consideramos que está más cerca de los primates que de la humanidad por sus convicciones propias de la prehistoria, y apropiarnos de sus creaciones impunemente?
Así que parece que la única limitación real a un uso extensivo y parásito de IAS para producir tebeos podría venir por parte de leguleyas que quiten las ganas a quienes se sientan tentados de lucrase mediante estilos gráficos ajenos en los que han invertido cero tiempo, esfuerzo y perras. También te digo que, con el ultracapitalismo al que nos quieren someter todo el rato y la demanda de mercados no regulados por parte de soplagaitas que quieren hacer mucho dinero a costa de otra gente que también pretende hacer mucho dinero (con irónico resultado), está complicao que los grandes hijos de mil puteros inversores se pongan de parte del bando de los profesionales artísticos. No es como si no tuvieran formas de someter al poder judicial y moldear un sistema a su antojo. Qué va, cómo podría ocurrir eso. Tampoco ayuda que las plataformas online que siempre han usado artistas de todo el mundo comiencen a activar por defecto la opción de “sí, mis ilustraciones pueden ser empleadas para formar parte de bases de datos de las que jamás veré un céntimo, y cualquier cosa que diga podrá ser empleada en mi contra”. Y espérate a que los bots de CEASE AND DESIST alcancen conciencia propia: estaremos sumergidos en la mierda, artificialmente hablando.
Siempre he considerado que la inteligencia es el reconocimiento de patrones, y ante cerebros electrónicos que no tienen necesidades fisiológicas llevamos las de perder. Una IA no es un pincel del Photoshop o un portaminas Pentel, es una cosa que “piensa” más rápido que tú. Tienen miríadas de datos a los que recurrir para determinar patrones. ¿Podría una IA crear la obra de arte perfecta? ¿Qué es la perfección? ¿La belleza estética, establecer un canon, el deseo de consumo y, por tanto, la rentabilidad? Si ya se crean productos que atienden necesidades reales (superfluas o no) atendiendo a los metadatos recogidos en redes sociales, ¿se puede crear el cómic idóneo para el momento adecuado, que se lleve toda la gloria (durante los cinco minutos de rigor, hasta la siguiente pantalla)? ¿El viñetista de actualidad podría competir contra la inmediatez de un vigilante perpetuo? ¿Necesita revalidarse a sí mismo, o ante el editor que le quiera dar la patada para sustituirlo por imágenes de stock 2.0? ¿Son las IAS un mal en sí mismo, o solo una herramienta con la que perpetrarlo? Demasiados árboles que no nos dejan ver la Matrix: las creaciones humanas deberían requerir de consentimiento expreso para formar parte de bases de datos que nutran a plataformas de terceros y, si yo fuera tú, solo a cambio de una cantidad obscena de dineros. Game over.
“01001101 01010101 01000101 01010010 01010100 01000101 00100000 01000001 00100000 01001100 01001111 01010011 00100000 01001000 01010101 01001101 01000001 01001110 01001111 01010011” (B. Rodríguez).