Little Monsters, los niños vampiros de un mundo en ruinas

Otra historia post-apocalíptica, sí. Puede que se haya llegado a un punto en el que el lector termine saturado, pero la cosa es que se está en un momento en el que no se puede decir que estén a un nivel mediocre. Por el contrario, mucho del material que tiende a producirse dentro de esos marcos estéticos y temáticos, suelen estar entre las mejores piezas que se producen en la actualidad.

Las fantasías de la caída definitiva de la sociedad y de la humanidad son algo que ha calado en un público cada vez más desencantado y crispado. Y eso ha abierto a explorarlo desde mil y una sensibilidades. Aunque pueda haber puntos de partida y estructuras más o menos estandarizadas, siempre hay espacio para obras que busquen darle una vuelta de tuerca.

Litlle Monsters irrumpe con la pretensión de aportar frescura tomando una serie de decisiones arriesgadas que son verdaderamente imaginativas y meritorias. La primera de ellas y su seña de identidad es la de contraponer la inmortalidad proporcionada por el vampirismo frente a la fragilidad y los peligros que suponen un mundo destruido.

La premisa parte de unos niños solitarios de distintos periodos temporales que se han terminado uniendo a través de lo que tienen en común: el vampirismo. Han pasado juntos tanto tiempo que el mundo ha quedado en ruinas y solo han quedado ellos. Toda esta situación cambia en el momento en el que descubren que no están solos. ¿Cómo afecta al grupo este hallazgo?

Cabe destacar que se consigue sacar mucho partido a la idea de que estos seres, por muy eternos que sean, siguen siendo unos niños, con sus necesidades e inquietudes. Sumado al concepto de que ellos son seres monstruosos, se establece un juego de contrastes en todos los sentidos. Son decisiones que se exploran y que consiguen enriquecer la lectura, dándole capas de subtexto la mar de interesantes.

Estas cuestiones, sobre el papel, no deberían funcionar, pero lo hacen. Y eso se debe al talento de Jeff Lemire de imprimir verdad en todo lo que hace. Los personajes, por muy extremados que puedan ser, transmiten mucho carisma y humanidad. Con muy poco, consigues entender todo lo que ha pasado y cuáles son sus conflictos internos. El ejercicio de caracterización es magistral, como viene siendo habitual, y en un proyecto como este es crucial.

Como también lo es el que se conjugue bien los distintos géneros y subgéneros que aquí se plantean. Para ello se han roto (consciente o inconscientemente) muchas de las convenciones narrativas y formales de estos. Hábilmente, se ha adaptado todo a la historia que se ha buscado contar poniendo aquellas dosis necesarias de terror y/o de coming an age en un entorno peligroso.

Además, el tema principal es la soledad y si es posible salir de ella, aun incluso en las circunstancias más adversas e desfavorables para ello. Las reflexiones que aquí se hacen no podrían estar más en consonancia con un mundo que parece haber superado el shock del COVID bloqueando esos recuerdos.

Todo ello es interesante por sí mismo, pero es que Lemire ha conseguido redondearlo todo con una narrativa muy sólida y emocional que promete al lector un viaje verdaderamente memorable. El guion es sólido y se nota la maestría del autor en todos los aspectos: desde el manejo del ritmo dramático, a saber, cuándo se debe sorprender o no. Little Monsters es un cómic que, sin grandes aspavientos, se queda contigo con muy poco. Y, como si fueras tú al que han mordido, te deja con una insaciable sed de más.

El arte de Dustin Nguyen siempre es algo digno de ver. Y este tomo está muy lejos de ser una excepción. Aunque se aleja de las imaginativas imágenes futuristas y de fantasías con las que deleitaba la vista del espectador en Descender/Ascender, para aproximarse a un territorio más lúgubre. Los ambientes tienen una clara y acertadísima inspiración en el expresionismo alemán, con esos lugares retorcidos y extraños, y esa iluminación contrastada en la que las sombras y lo que no se ve tiene tanta importancia como las figuras.

Pero, es que, además, lo hace sin sacrificar su estilo cartoon e, incluso, simpático e icónico a la hora de diseñar sus personajes. Al fin y al cabo, la historia está contada desde el punto de vista de unos niños, lo cual hace que la atmósfera del tomo sea todavía más perturbadora en sus momentos más crudos. Esta serie es todo un paso más allá en sus habilidades narrativas y consigue ofrecer algo muy diferente sin sacrificar una sola de sus señas de identidad.

Tan o más interesante que lo anterior es un tratamiento del color en escala de grises, aunque con explosiones (con particular fijación, como es lógico, en el rojo). Le da a la historia, un aire de decadencia y tristeza bastante marcado y no deja de recordar a rompedoras aproximaciones al terror como Ella Vuelve a Casa Sola de Noche. Esa contención enrarece y hace que el ambiente sea más denso, lo cual juega a favor de la narrativa. 

El tomo de Astiberri, como viene siendo habitual con la obra de estos autores, incluyen las portadas originales y alternativas y unas breves biografías. Tiene un precio accesible, aunque se echa en falta algún extra más que enriquezca el contenido del tomo.

Little Monsters tiene la cualidad de conjugar muchos elementos en un cómic que sorprenderá a propios y extraños. Y haciéndolo de una manera en la que el lector de se ve atrapado en su atmósfera y en su tono. Terror apocalíptico con mucho corazón, si es que esta frase tiene sentido.