X-Ray Robot, Mike Allred en el multiverso de la lisergia pop

La ciencia ficción está tan presente como en crisis. En la medida en que el mundo ya se ha vuelto un entorno absolutamente distópico, las narrativas han ido volviéndose progresivamente hondas, trágicas y pesimistas. Es difícil ver un futuro en el que las cosas vayan a ir bien en un contexto de crisis constante alimentada por una guerra sin que haya dado tiempo de asimilar del todo una pandemia… De hecho, el mundo ha preferido olvidarla y hacer como si jamás hubiese sucedido, como si fuese un recuerdo reprimido freudiano. Se vive la vida como se puede, pero ya no hay una capacidad de maravillarse por lo extraordinario. ¿Qué espacio le queda el optimismo en la ciencia ficción?

Pues es difícil verlo plasmado sin una capa de cinismo. De hecho, aquellas historias que son pensadas para dejar con la boca abierta con las proezas futuras, tienden a tener un fondo aún más terrible que aquellas que plantean un futuro duro desde el principio. Al parecer, tan solo cabe retornos nostálgicos a tiempos más sencillos en los que parecía que todo estaba por descubrir. Y solo se puede quedar a la espera de que venga una historia que revolucione las cosas (con permiso Todo a la vez en Todas Partes, que no se aleja demasiado de ese objetivo, todo sea dicho.).

Mientras tanto, hay que disfrutar de proyectos enfocados a despertar la imaginación del lector como es este X-Ray Robot. Este cómic podría haber salido en una época lisérgica como es los finales de los sesenta si no fuera porque se introducen algunos temas que responden más a la actualidad: el aspecto multiversal. En cualquier caso, se logra alcanzar un punto de equilibrio en el que todo suma y se complementa.

La premisa parte de que un científico con una vida tan segura como aburrida busca vivir sus propias aventuras y vuelca todo ello en sus experimentos. Hasta que inventa un artilugio y, al emplearlo, sale mal y entra en contacto con un robot que le indica que es él mismo dentro de 277 y que ambos son claves para impedir la destrucción de todos los universos. Y es que una entidad nihilista quiere conducir todo a una era previa al big bang. Y solo ellos pueden y deben impedirlo.

Este punto de partida ya indica el contenido de toda la narrativa y no deja de ser una excusa para plantear distintos ambientes con todas las filias e inquietudes de su creador. Eso hace que, en parte, se deteriore la historia al buscar que la forma predomine.

Eso no quita que se incluyan algunas ideas vibrantes que evoquen a las historias más lisérgicas de Grant Morrison (sin llegar a sus extremos de reflexión mitológica). El lector queda sorprendido más por determinadas imágenes, personajes y ambientes por encima de la propia narrativa, lo cual hace que el conjunto quede algo descompensado.

El arte de este autor es traducción a imágenes de todo a lo que debería el arte popular. Por no hablar de que es uno de sus máximos exponentes. Con una línea muy clara y definida, es capaz de hacer que todas y cada una de las viñetas sean iconos en sí mismos.

Esta obra, como viene siendo habitual, posee un nivel detalle completa y absolutamente apabullante en su sencillez. Además, es una fábrica de soluciones verdaderamente ingeniosas y originales para plasmas conceptos extremos, abstractos y complejos. Todo ello sin perder el foco en una narrativa impecable.

Se le nota la veteranía con un trabajo totalmente consistente e inteligente en cuanto al tratamiento gráfico. Eso significa que se logra llegar a un nivel en el que todo el detallismo y la narrativa se ejecuta de una manera verdaderamente fina y orgánica. Se aprecia una mayor concreción y maestría que en otros trabajos. Y eso sin que sea su mayor despliegue y exhibición.

A pesar de todo ello, este es un cómic típicamente Allred y hecho a su medida. Está algo encorsetados en sus dejes y no parece muy predispuesto a salir de ellos. Por muchos desafíos que pueda haber, lo cierto es que se echa en falta que se embarque en proyectos distintos y que le exijan más en un futuro.

El color, como de costumbre, es de Laura Allred. Eso significa que ya se sabe lo que se puede esperar. Todo encaja como un guante y es exactamente la parte restante que faltaba para redondear el trabajo: colores muy vivos, variados y saturados. Es un tratamiento de color tan inusual, llamativa y espectacular como particular y exclusiva para su trazo e intransferible hacia otros artistas. El color y el dibujo se fusionan y, como siempre, el resultado es muy vistoso.

El tomo de Planeta Cómic está cuidado e incluye ilustraciones de grandes autores del medio como son David Rubín, Greg Smallwood, Tradd Moore o Paul Pope entre otros. Se nota que los trabajos de este artista son uno de sus activos principales y han puesto mimo en este tomo.

X-Ray Robot es una nueva exhibición de porque Allred es un autor único. Una carta de amor a un tipo de ciencia ficción que ya no se estila, aunque con cierta sensibilidad formal contemporánea. El matrimonio perfecto entre distintas influencias y, aunque no se aleja de la línea marcada por lo que cabe esperar de este artista, abraza el poder infinito que tiene la imaginación. Es tan simple y tan difícil como eso.