Si se dice asesino a sueldo, los mayores exponentes que se le pasan a uno por la cabeza son masculinos. Y muchos personajes de ese tipo se han escrito como objetos de deseo y con una mirada eminentemente masculina. Afortunadamente, ha habido algunos ejemplos como Kill Bill que contradicen lo anterior, pero está muy lejos de ser la norma.
Y aún más si se ambientan las historias en décadas anteriores a los años ochenta y setenta. Por tanto, había un hueco la mar de potente que merecía ser explorado. Y Lady Killer sirve, precisamente, para eso y para muchas cosas más.
Si algo es Lady Killer es una oda a esas mujeres de la época que podían con todo y que trataban de tener mil funciones alrededor del patriarca de la familia. Y siempre con una sonrisa y buenos modales. Ese es el estereotipo y la imagen idílica tan propia de las familias de barrio residencial. Esta obra pone el foco sobre ella y lo hace de una manera tan fresca, como disruptiva e innovadora.
Del mismo modo que ya lo hizo Mad Men o La Visión, el cómic es una mordaz crítica hacia esos planteamientos patriarcales que causaron más esqueletos en el armario que satisfacciones. Mientras que ambas ofrecen una visión deconstructiva de ese modelo familiar, Lady Killer va un paso más allá al poner su punto de vista en la mujer y hacerlo desde una perspectiva completamente ácida e, incluso, antipática.
La protagonista, Josie Schuller, es una madre de familia y ama de casa que, en apariencia, no podría ser más ideal. Sin embargo, esto lo compagina con su trabajo de asesina en serie. Las vicisitudes entre lo cotidiano y lo extraordinario están en el corazón de la obra. Y se consigue desarrollar con mucho tino y cuidado.
Por tanto, como en cualquier narrativa de identidad secreta, buena parte de los conflictos provienen de intentar que una vida no toque a la otra. Se plantea que si ya, de por sí, es cuidar de una familia, lo es todavía más teniendo un trabajo de este tipo. De hecho, las secuencias más memorables del cómic tienen que ver con esa cuestión.
El tono de este cómic es complicado, por las propias circunstancias dramáticas de este proyecto. Y, aunque no termine de encajar del todo en más de una ocasión, lo cierto es que se consigue compensar con unos personajes muy bien definido y con complejidades. Por increíble que pueda resultar algunas cosas, el lector se termina queriendo quedar en este microcosmos porque ha conectado con Josie.
Gran parte del mérito de todo ello reside en que hay cierta sensibilidad a la hora de crear esta obra que hace de ella algo única. Obviando el artificio que posee, lo cierto es que aquí reside mucha verdad y eso se materializa en una manera de entender y plasmar la violencia inusual dentro del cómic estadounidense. Es inevitable percibir que en los muchos momentos de sacudida que tiene esta pieza, se materializa, de alguna manera, rabia femenina por la represión existente.
Se trata de una pieza en la que el subtexto es más importante que el propio texto. El humor negro que tiene todo el rato, es un vehículo para liberar mucha indignación acumulada por determinadas dicotomías de poder. En el retrato de una mujer despiadada pero compasiva, hay una necesidad de dar una representación a quien no la ha tenido. Y hacerlo en este medio ya es, de por sí, una declaración de intenciones. El proyecto de Joëlle Jones y de Jamie S. Rich tiene más fondo que el que pueda parecer en un principio.
Pero, además, se ha conseguido llevar a cabo con una narrativa de un ritmo acorde con lo que se ha buscado contar, con una construcción sólida y cuidada y una estructura clasicista, aunque libre en muchos aspectos. Da mucho más de lo que su premisa vende y no son tantos los cómics que puedan decir eso.
El arte de Joëlle Jones está lejos de la depuración de trabajos más recientes como pueden ser su etapa en Catwoman o Wonder Girl, pero ese elemento más primerizo da a la serie una frescura la mar de estimulante. Tiene un trazo más sucio y caricaturesco, lo cual contribuye a generar la atmosfera malsana y peligrosa que se respira en todo momento. En cualquier caso, la recreación estética de la época no solo es perfecta, si no que cumple con la aspiración icónica.
A pesar de que pueda chocar con el arte que posee en la actualidad, esta obra es una muestra perfecta de su evolución. Es un cómic personal y muy ambicioso que le permitió acceder a trabajos de mayor presencia en el mercado. Ese esfuerzo se aprecia en la manera en la que trata la violencia, la tensión y, particularmente, el muy tenso tempo dramático. Este es un proyecto de una artista de primer orden con el que marcó, y con razón, un punto de inflexión en su carrera.
El tomo de Panini Cómic edita ahora la serie original en su totalidad junto a sus portadas y un cuaderno de bocetos. Además, se edita a un precio relativamente accesible.
Lady Killer es un entretenimiento violento-festivo que da una imagen rompedora del papel de la mujer en los masculinos años cincuenta/principios de los sesenta. Pero también es una historia de violencia desacomplejada y divertida que es muy disfrutable e imaginativa.