La revolución francesa es un marco histórico del que, por tópico que suene, se pueden sustraer muchas lecciones. La Historia es cíclica y se repite constantemente, pero hay momentos en los que parece que todo es posible. Un momento en el que un pueblo unido se levantó contra un sistema insostenible. Un momento en el que se produjo un profundo debate entre la razón y la sinrazón que marcaría un punto de inflexión tanto dentro como fuera de las fronteras del país vecino.
Es la etapa del fin de la monarquía, de la Ilustración, de Delacroix… Una conjunción de factores que dieron lugar a una de las mayores hazañas populares jamás ocurridas en un país Occidental. En cualquier caso, es un periodo histórico que da para contar muchas historias y que no siempre se ha conseguido hacer. Ahí queda Los Miserables como la obra más representativa de aquellos acontecimientos, pero tampoco se pueden encontrar tantas narrativas apasionantes enmarcadas ahí.
Todo irá Bien es un nuevo intento de acercar la Historia al lector que logra sus objetivos, aunque es imposible salir indemne a la hora de plasmar todas las capas que tuvo ese momento del bagaje cultural de la humanidad. Es una pieza que toma muchas decisiones adecuadas, pero se echa en falta que se hubiera puesto un mayor foco a la hora de aproximarse a determinados eventos. Se entiende las motivaciones de ello, pero un mayor ejercicio de contextualización y de indagación de algunos de los acontecimientos hubiese venido bien.
Con ello, no se quiere decir que no se pueda aprender de esta pieza creativa ni que se haya llevado un magnífico ejercicio de documentación y de síntesis. De hecho, es un cómic muy honesto con sus intenciones que es capaz de ser bastante directo, a pesar de tener esa ambición. De hecho, eso se materializa a través de la ligereza del ritmo de lectura.
Todo irá Bien es la historia de dos personas normales en medio del conflicto. Lisandro, el co-protagonista, es un mercenario que vuelve a casa tras luchar en la guerra de independencia americana. Vuelve a París en busca de su hermana Églantine, una mujer que lucha por sus derechos y los de su colectivo. Son dos puntos de vista inusuales y mundanos, alejados de todo lo grandilocuente. Son dos gotas de agua que se ven movidas por el oleaje de un océano. Y ese tipo de perspectivas aparte de ser muy frescas, consiguen que el lector se vea representado por ellas.
El guion de J.D. Morvan es muy habilidoso en su construcción de personajes y a la hora de implicarte emocionalmente. Además, sabe contar la historia de una forma coherente y con un ritmo verdaderamente ágil, aun a pesar de que tiene muchos impedimentos formales para conseguirlo.
Cabe destacar que es un veterano en este negocio y resulta bastante diestro a la hora de ser satisfactorio con ciertos desarrollos argumentales. Aunque se sigue una estructura más propia del BD francés que del paradigma de los tres actos convencionales, consigue mantener tu atención porque todas las escenas parecen o resultan ser importantes, en un sentido u otro. También consigue crear ese in crescendo constante que la narrativa demandaba.
Todo irá Bien es la promesa de un futuro mejor, de que hay que luchar. Es la historia de dos hermanos que podrían perfectamente ser tus antepasados. Pero, por encima de todo, es un ejemplo de cómo la fuerza narrativa puede ser tan avasalladora como el aliento enfurecido de un país que dice basta.
El arte de Julen Rivas alcanza un alto nivel de detalle. Es impresionante el esfuerzo a la hora de conseguir una recreación histórica en el que se aprecia un alto grado de documentación (al igual que sucede con una obra hermana como puede ser Revolución). Dicho esto, se consigue llevar eso a cabo pasándolo por un filtro personal, lo cual hace que este trabajo tenga una personalidad estética tan clásica como propia.
El arte es limpio, con algunos elementos cartoon, pero buscando cierto realismo en la expresividad de los personajes. Esa cuestión era crucial a la hora de que el lector empatizase y acepte invertir tiempo en este cómic y se ha logrado con creces. El arte va acorde con la intencionalidad de la obra y es muy certero a la hora de ser accesible y amable la densidad de este proyecto.
El color, por su parte, es creación de Álex Sanvi y de Sedyas. Y lo cierto es que han conseguido mimetizarse con el dibujo de tal manera en que se percibe como un todo orgánico. Sus aportaciones responden a un naturalismo, aunque con algunas licencias más emocionales. Emplean una paleta bastante completa y de colores que, aunque vivos, se han tratado de tal manera en que se saca a relucir el aspecto histórico.
El tomo de Dolmen incluye una extensa entrevista de Koldo Azpitarte a Julen Rivas donde se detalla todo el proceso, analizando todos y cada uno de los aspectos posibles. Además, se incluyen bocetos y otros elementos que enriquecen enormemente la lectura.
Todo irá Bien es mucho más que un cómic divulgativo. Es una pieza emocional que consigue despertar la empatía y el interés en el lector. Porque las historias de dos personas que nacieron hace siglos en un país distinto pueden tener más que ver contigo de lo que puedas imaginar. Y porque sigue habiendo mil y un motivos por los que levantarse. Aunque no parece que el espíritu combativo siga ahí.