Mark Millar, de enfant terrible del cómic a estrella cotizada en Hollywood

Hay autores sin los cuáles no comprenderíamos un cambio de época. Son nombres que, de un modo u otro, hicieron progresar el medio y revolucionaron las formas de lo que debe ser o no una narración gráfica. Al menos, en el caso del mainstream. El siglo no comenzó cuando la fecha cambió, si no con el cambio de fecha, si no con un hecho traumático para la conciencia de Occidente: el 11S.

El público por el que pasó por eso, ya no buscaban aventuras excesivas y superfluas de tipos duros apretando las mandíbulas. No tenía sentido publicar ese tipo de historias. Más cuando, probablemente, ese carácter violento y testosterónico fue lo que les condujeron a recibir ese golpe, que a día de hoy sigue amoratado.

Igual los nombres de Mark Millar o Brian Michael Bendis han perdido relevancia respecto al punch y al peso que tuvieron en los primeros dosmiles, en la Marvel de Joe Quesada, pero lo cierto es que su importancia histórica y el eficiente modo que apelaron a una nueva audiencia (entre la cual, servidor se incluye) es innegable. No es osado afirmar que, si los cómics han persistido a lo largo de estos últimos años, es gracias a sus ideas.

Por no hablar de las transmutaciones que han tenido estas cuando se han adaptado al cine. Sin Ultimates, no tendríamos Los Vengadores. Sin Civil War, no existiría la película homónima. Logan sería una película completamente diferente si no se hubiese transportado al personaje en terrenos crepusculares en El Viejo Logan. Las películas de Spider-Man tendrían muy complicado dar con un enfoque adecuado de no haberse publicado Ultimate Spider-man. O Jessica Jones no habría existido jamás. Y es un personaje que hacía falta.  

Resulta curioso que, precisamente, estos nuevos cómics bebieran, precisamente de las narrativas cinematográficas y televisivas. Eso provocó unas fuertes discusiones respecto a si se estaba traicionando la esencia de las historias de los superhéroes en pro de una legitimización a través de una hibridación con otros medios. Sea como fuere, es una retroalimentación constante que ha marcado el devenir de los superhéroes hasta el día de hoy.  

Centrándonos en el bueno del escritor escocés, con un aura de enfant terrible deudora de Garth Ennis y último gran exponente de la invasión británica, lo cierto es que antes de sus años de gloria, ya llevaba trabajando a pico y pala haciendo cómics. Pero no lo tuvo claro.

Sí que sintió interés por los cómics siendo muy joven. De hecho, aprendió a leer con los míticos números en los que se relata la muerte de Gwen Stacy (Amazing Spider-Man 121/122). También era un asiduo de las convenciones. Aunque ya hiciera sus primeros cómics durante la adolescencia, titubeó a la hora de decidir a que dedicar su vida. En un principio, quiso acudir a una escuela de artes, pero sus padres se negaron. Se le daba bien la ciencia y las matemáticas, así que acudió a la Universidad de Glasgow a estudiar economía y políticas. Sin embargo, se quedó huérfano siendo muy joven y, con ello, se le acabaron los ingresos y manutención.

 

Portada del Juez Dredd de Mark Millar.

No tardaría en desarrollar una carrera dentro del mercado británico, en la cual pasaría por el punto de partida de todos los autores que han terminado en Estados Unidos: 2000AD. El salto definitivo se daría en 1994 cuando DC Comics se sintió atraído por su trabajo y la editorial lo destinó a (¿Cómo no?) La Cosa del Pantano para que diera su primer paso en el sistema americano.

Hizo aportaciones interesantes a la editorial en su paso por The Flash o la JLA o Superman Adventures, pero no dio el gran paso adelante hasta que no pudo acceder heredar el The Authority de Warren Ellis. Fue su primera obra puramente polémica y punky. Era el momento de hacerlo y Millar, que no tiene un pelo de tonto, supo aprovechar la oportunidad y tocar las teclas adecuadas.

Por su paso por DC, también es muy recordada su miniserie Superman: Hijo Rojo, en la que nos plantea una metaficción especulativa que altera el origen del gran icono heroico estadounidense. Y lo hace posicionándolo en el bando al que el público al que dirige la obra lo interpreta como enemigo directo: la URRS. Una vez más, el escocés intentando causar revuelo con sus obras.

Pero no solo eso, desde sus primeros trabajos más autorales, vemos una de las señas de identidad de este autor y por lo que ha ganado un hueco más que generoso en la industria: logra dar con unos high concepts potentísimos y muy refrescantes. Ahora bien, es igual de cierto y conocida sus dificultades de llevarlas a puertos que estén a la altura de la promesa inicial.

No tardaría en fichar para Marvel, en la que se valió de su experiencia en The Authority para acometer una tarea de gran envergadura: llevar a Los Vengadores a la actualidad del momento. The Ultimates se convertiría en una de los cómics más icónicos y renovadores que jamás ha generado la editorial. Un clásico instantáneo. Su crítica a la administración Bush sería más que explícita y le daría más de un dolor de cabeza a la editorial. Ese espíritu combativo contra las leyes que quitaban libertades al pueblo americano seguiría estando presente en su proyecto de mayores proporciones dentro de la editorial: Civil War.

Dentro de la línea Ultimate, también tuvo una etapa trascendental dentro de Los 4 Fantásticos en la que trajo al mundo a los Marvel Zombies, un reconocimiento paródico al modo al que se referían despectivamente a los fans de la editorial.

En cuanto a sus trabajos dentro de la continuidad convencional, arrasó con Spider-Man, Los Cuatro Fantásticos y Lobezno principalmente. En Lobezno tuvo su primer encuentro con Romita JR. en la frenética Enemigo del Estado. Tardaría unos años en volver con El Viejo Logan, un cómic en el que deconstruye al personaje transportándolo a un futuro que sabe a western crepuscular a lo Sin Perdón. Con Spider-Man Trouble, jugó con la imagen de ancianita venerable que tenemos de Tía May para ver que todos tuvimos juventudes alocadas. También ella. En Marvel Knights: Spider-Man vimos algunos cambios que se mantuvieron durante años, como el paso de Venom a Mac Gargan. Respecto a Los Cuatro Fantásticos, firmó una estimable etapa que, sin embargo, está condenada al olvido por preceder al histórico paso de Jonathan Hickman.

Página de Old Man Logan, de uno de los más célebres trabajos del guionista escocés.

Paralelamente, en 2004, fundó Millaworld: un sello editorial muy personalista que recogería bajo su paraguas todas aquellas obras independientes del autor. Tal fue el caso de Wanted, publicado en el mismo año para Top Cow y que contaría con el honor de ser la primera adaptación de material de este guionista, y The Chosen, publicado originalmente por Dark Horse, del dibujante Peter Gross. En esta miniserie, se plantearían la posibilidad de que el Mesías cristiano renaciera en Estados Unidos.

El último trabajo de Millar para Marvel fue 1984, una miniserie nostálgica, emotiva, autobiográfica y metalingüística en la que especula qué sucedería si los personajes de la major vinieran a visitar nuestro mundo.

Millar hizo acopio de material y dejó ambas editoriales en 2011 para centrarse Millaworld y dedicarse exclusivamente a la producción de proyectos personales. Desde 2011, su casa y gran aliada ha sido Image Comics. Gracias a los pertinentes acuerdos.

Pero nunca ha dejado de poner la vista en cine. Tan solo un año más tarde, en 2012, Fox, con muchos de sus proyectos opcionados, lo contrató como asesor creativo respecto a las adaptaciones cinematográficas de sus licencias de cómic.  Desarrollaría esta labor hasta que Netflix le terminaría haciendo una oferta más ambiciosa.

En 2017 la compañía de Reed Hastings, compró la empresa Millaworld. Mark Millar aceptó esa transacción ya que, gracias a ese acuerdo, le permitiría al fin no tener más complicaciones a la hora de afrontar las adaptaciones de sus cómics. Además, desde The Magic Order, la plataforma de streaming se ha pasado al mercado editorial. Todos los cómics de Millaworld incluyen el sello de la gran N.

¿Qué ha estado lanzando Mark Millar desde que dejó el mainstream?

  • Kick Ass

Kick Ass es el proyecto más prolongado de toda la carrera de Mark Millar. Comenzó en 2008 su primera etapa.  Y en 2018 se tanteó un reboot que ha durado 18 números, con una serie regular capitaneada por Steve Niles y dibujada por Marcelo Frusin. Sin embargo, el relanzamiento lo realizó el guionista original, junto con John Romita Jr., artista con el permaneció durante los 6 primeros números de este retorno.

 

La nueva identidad tras la máscara es la gran baza del relanzamiento de Kick-Ass.

El cambio de paradigma está claro: el manto ha pasado de un chaval friki quijotesco de instituto, en favor de una veterana de guerra, madre de familia y racializada que decide actuar como justiciera porque es lo que mejor se le da. En una historia que guarda ecos con la original, pero que tiene una estructura y un tono totalmente diferente, volvió a publicar la que es su serie independiente más emblemática.

  • Hit Girl

Un personaje secundario de Kick Ass que no tardó en convertirse en una estrella que brilla con luz propia. Esta niña cafre y malhablada ha sido un personaje que le ha robado el protagonismo de Kick-Ass en no pocas ocasiones. Incluso llegó a protagonizar su propia miniserie.

Hit Girl, dibujada por Eduardo Risso, repartiendo leña.

Debido a ello, también en 2018, optó porque el personaje volviera. De nuevo, Millar solo escribiría el primer arco. Y este conjunto de miniseries tiene la particularidad de que cada arco tiene un equipo creativo distinto y una ambientación en distintas partes del mundo. Los resultados tienen una calidad muy desigual, pero han pasado nombres de la talla de Jeff Lemire o Kevin Smith.

  • Nemesis

¿Qué pasaría si Batman fuese el Joker? Esta frase promocional le ocasionó una demanda por parte de DC. Pero logró llegar a publicarse esta revisión del arquetipo antiheroico en una trepidante historia bien dibujara por Steve McNiven que, sin embargo, no decepcionó a propios y extraños al no ser más que mucho ruido y pocas nueces.

La imagen promocional de Nemesis no dejaba espacio a las dudas.

Este es un proyecto del que Millar siempre ha soñado con adaptar, especulando con nombres como Brad Pitt y Johnny Depp. Aunque lo cierto es que nunca llegó a pasar de la opción de compra por parte de Fox.

  • Superior

Este cómic, dibujado por el filipino Leinil Francis Yu, es una traslación contemporánea de Shazam, en la que recupera personajes heroicos de corazón puro. No es de extrañar que sea una de las historias más queridas por determinados lectores, ya que apela a una autoconsciencia muy emotiva de la figura superhéroica.

El superhéroe diseñado por Leinil Yu.
  • Kingsman

Para esta miniserie, contó con Dave Gibbons. En un principio, nació con dos convicciones: criticar al estereotipo de James Bond y refrescar una mitología muy cimentada en el Reino Unido. ¿Se podría hacer de un kinki de barrio un agente elegante y refinado en servicio de la corona británica? La respuesta es una estimulante lectura que se ha visto fortalecida por las enérgicas películas que adaptan esta miniserie.

El clasicismo de Gibbons casa muy bien con el tono de la historia.

Después del éxito del filme, el cómic ha contado con una continuación firmada por Rob Williams.

  • MPH

Una droga concede los poderes de Flash/Mercurio a todos los que la consumen. Como es de esperar solo puede traer consecuencias desastrosas en una, ya de por sí, deprimida Detroit. Millar opta por analizar la vertiente sociopolítica de esta propuesta, además de los efectos psicológicos que tendría esta droga.

 

La velocidad, el elemento temático crucial.

Cuenta con el apoyo gráfico de un Duncan Fegredo que es una buena muestra de su veteranía dentro de la industria. Es muy preciso a la hora de generar una atmosfera muy propia que no tendría cabida en ninguna editorial especializada en la publicación de historias de superhéroes.

  • Supercrooks

Una banda de supervillanos decide venirse a Europa a delinquir, ya que aquí no tenemos superhéroes para equilibrar la balanza. Millar y Lenil Francis Yu, curiosamente, llevan a estos superhéroes a España concretamente y nos muestra una divertida y ligera historia atípica de héroes y villanos.

La banda disfrutando del caluroso clima de islas Canarias.

Como no podía ser de otra manera, se oyó durante mucho tiempo, llegando a haber storyboards con una adaptación dirigida por Nacho Vigalondo, con quien entabló una amistad durante esos años. El director terminaría desquitándose dirigiendo El Vecino, su primera obra audiovisual superheróica.

  • Reborn

Reborn es una de las historias más emotivas a la par que metafísicas de todas las que ha hecho el escocés. ¿Qué pasaría si una anciana pudiera acceder, mientras ella está en una experiencia cercana a la muerte, a otra realidad en la que busca a su marido, fallecido poco antes? Esa premisa le permite a Millar hacer una mezcla de contenido bélico moderno y de fantasía medieval muy curiosa.

Una de las mejores páginas de esta obra.

En este caso, ha contado con un Greg Capullo que venía del Batman de Scott Snyder, gozando de un momento dulce de su carrera. Eso le da un aire muy dinámico y denso a la propuesta.

  • Empress

Si tuviese un cómic que se enmarca y gana si se entiende en el contexto feminista, es este. Una mujer, esposa del mayor déspota tirano integaláctico, trata de emanciparse y huir de esta figura opresora en favor de proteger a sus hijos, tratando de darles un ambiente sano. Es un cómic que narra sobre la huida contra viento y marea y con un gran componente de acción.

No se puede discutir que Immonem es uno de los grandes artistas de nuestra era.

Millar llamó a un Stuart Immonem que dejó tan buen sabor de boca como nos tiene acostumbrados. Sin sus aportaciones, la obra no tendría ni la mitad de los méritos.

  • Chrononauts

¿Qué pasaría si unos macarrillas descubrieran una máquina del tiempo y la usaran por puro divertimento? Chrononauts, de nuevo, tiene un punto de partida interesantísimo que juega en su contra. Aun así, nos plantea conflictos morales y consecuencias interesantes en las siempre complejas historias de viajes en el tiempo.

Chrononauts luce más espectacular de lo que lo es.

La primera serie está ilustrada por Sean Gordon Murphy, mientras que la segunda parte se contó con la presencia de Eric Canete.  

  • Jupiter’s Legacy/Circle

El choque generacional desde una perspectiva superheroica, entendiendo a los superhéroes como personajes de la farandula. Esto es lo más cercano que ha estado Millar a hacer su Watchmen, su obra reflexiva de lo que supondría la existencia de superhéroes en un mundo como el nuestro. Seguramente, el trabajo más pretencioso del autor.

El antagonista de la historia preparando su revolución.

Estas miniseries están ilustradas por un siempre ejemplar Frank Quitelly.

  • Starlight

De nuevo, recupera algunos de los temas de Superior, pero los lleva más allá. Es una obra en la que busca celebrar personajes pulp Flash Gordon o John Carter de Marte. Además, guarda unos paralelismos clarísimos con Los Increíbles de Pixar. Sin duda, su obra independiente más completa.

Con perdón de Frank Castle, la obra donde Parlov mejor luce su talento.

Para esta miniserie solo podía contar con un artista europeo y este es el caso de Goran Parlov. Hábilmente, adaptó su estilo para acercarlo al de Moebius en Metal Hurlant.

  • Huck

Huck es algo así como una versión de Superman si este nunca hubiera escapado de la granja de sus padres. Un superhéroe rural y bonachón en una historia sin mayor interés, pero que es de las más sencillas y entretenidas de las que haya escrito jamás.

Cómic que nos recuerda que lo extraordinario puede residir en el sitio menos esperado.

Esta es la primera colaboración con Rafael Alburquerque y de los pocos artistas con los que ha repetido en su etapa indie.

  • The Magic Order

Primera colaboración de Millar con Netflix en el mercado del cómic. Esta historia mezcla la magia en un contexto urbano y adulto, con historias de mafias y de familias compitiendo unas contra otras en busca del poder. Sin embargo, todas deben hacer frente a un enemigo común.

El grupo de protagonistas que se verá forzado a aunar fuerzas.

Oliver Coipel es el dibujante escogido para esta ambiciosa empresa. Y, sin lugar a dudas, está a la altura de las expectativas. Es una apuesta segura.

  • Prodigy

Un empresario de éxito, que es un Reed Richards, mezclado con un Ethan Hunt, y con la clase de James Bond, es requerido por su gobierno para una misión de alto riesgo. Millar trata de alterar su registro para crear un universo que entra en dialogo con las sagas que han sido mencionadas.

La banda homónima no le sentaría nada mal como banda sonora.

De nuevo, vuelve a contar con el brasileño Rafael Alburquerque, que da la impresión de que está igual de acomodado con un estilo que Millar.

  • Sharkey, the Bounty Hounter

Desventuras de un cazarrecompensas intergaláctico oportunista que, curiosamente, tiene mucho que ver con la recientemente estrenada The Mandalorian.

El protagonista en una escena de acción.

Simone Bianchi logra tener un componente gráfico un tanto recargado muy personal y logra crear un personaje icónico que nos retrotrae al aspecto de Lemmy de Motorhead.  Pero como si estuviese en horas bajas.

  • Space Bandits

Esto se comprende viendo a su artista: Matteo Scalera. Aquí lo que se ha buscado es hacer una versión perversa de Ciencia Oscura. Sin embargo, resulta fallida ya que no aporta absolutamente nada, ni tiene el poso que tiene la serie de Remender. Eso sí, Scalera brilla como de costumbre.

Muestra del lisérgico y fresco arte de Scalera.
  • American Jesus: The New Messiah

El trabajo más reciente del guionista, y el regalo navideño que nos tenía preparados era su retorno a American Jesus, una de sus primeras obras en el mercado indie americano. Vuelve a contar con Peter Gross en una historia diferenciada de la que le precede en la que se analiza los funcionamientos de las sectas religiosas en Estados Unidos.  

Otra portada que sirve como una clara declaración de intenciones.

Producciones en desarrollo

  • Marv

  • The King’s Man

La productora de Matthew Vaughn atesora los derechos cinematográficos de Kick-Ass y de Kingsman. Curiosamente, ha sucedido lo mismo con las dos franquicias: tuvieron el estreno muy exitoso de las respectivas primeras películas y problemas con las segundas. Ambas se estrenaron bajo el paraguas de la 20th Century Fox.

Matthew Vaughn ha realizado una precuela de Kingsman con un reparto completamente diferente. Ubica los orígenes de la organización en la Primera Guerra Mundial y sería la primera vez que se tratarían estas cuestiones. Ya sea en el cómic o en la saga fílmica. Tenía previsto su estreno para este año. Sin embargo, veremos cómo avanza la crisis del Coronavirus.

Imagen de Rasputín. Por si no teníais suficientes ganas de ver The King’s Man.
  • Netflix

  • American Jesus

Millar anunció estas navidades que este es su segundo gran proyecto de adaptación para Netflix. Ha confiado en Everardo y Leopoldo Gout para que den vida a la segunda encarnación de Cristo.

  • Jupiter’s Legacy

Esta es la producción de la etapa de Netflix que tiene un aspecto más avanzado. Si bien, comenzó a desarrollarla junto a Steven S. DeKnight, quien se mantuvo en labores de producción hasta que en septiembre del año pasado dejó su cargo de showrunner por diferencias creativas. La serie ya ha comenzado su rodaje y tiene previsto su estreno este año. Cuenta con un reparto sin grandes estrellas.

  • Supercooks

En este caso, Netflix ha contratado a la productora Bones de animación, para lanzar una serie de anime con esta historia.

También se ha está tanteando la posibilidad de adaptaciones cinematográficas de Sharkey, the Bounty Hunter, Huck y Empress.

Con este cuerpo de su obra se puede decir que es irregular, tirando al lado negativo. Lo que sí se puede decir es que es difícil que decepcione a un público que conoce a la perfección y sabe qué es lo que busca. Además, logra maquillar ciertas carencias sabiéndose rodear de los mejores dibujantes existentes en la industria.

Mark Millar es el Spielberg del cómic. Un autor con una clarísima vocación comercial, aunque buscando que sea su nombre lo que venda, y no tanto la marca de las majors. Millaworld, al fin y al cabo, contiene su apellido, indicativo que su ego no debe caber en un camión.

Ahora bien, al igual que sucede con sus cómics sucede exactamente lo mismo: están cargados de buenas ideas e intenciones que no logra materializar como debiera. Y creo que, detrás de todas las capas de marketing y de autobombo que siempre se ha otorgado a sí mismo, esto es la prueba definitiva de que, en primer lugar, es un artista muy personal. Sus creaciones son reflejo de su personalidad y de su gusto, para bien o para mal.

Cuando el creador se vuelve estrella.

Cuando uno abre un cómic de Mark Millar conoce perfectamente su contenido, a dónde le va a llevar y cómo va a hacerlo. Tenemos un escritor que intenta conseguir un público como máximo objetivo, aun sacrificando la profundidad que pueden tener sus conceptos. Y que sus tiempos estelares de disrupción macarra sorpresiva han pasado. Se ha aburguesado y no tiene tampoco otro motivo para intentar renovarse.

Ahora estamos presenciando un momento temporal igual (o más) trágico que ese 11 de septiembre de 2001.  Desde luego, sí que es más global. Y las implicaciones y consecuencias sociales están por ser determinadas. Las económicas, ya las estamos sufriendo. Y, de prolongarse, peor será el panorama.

Siendo optimistas, terminaremos saliendo de este intrincado embrollo. Pero los locos años veinte a los que nos adentramos serán completamente diferentes a los ’10. Es algo que nadie discute.

Las editoriales que sobrevivan al naufragio, deberán reconvertirse. Y, cómo siempre, deberán conseguir apelar y tener algo que decir a un público con unas preocupaciones completamente diferentes.

¿Cuál será la nueva voz que haga que las historias de tipos en mallas sigan siendo relevantes? ¿Afrontará el cómic un nuevo cambio de paradigma? ¿Cuánto tardan los mecanismos dramáticos en envejecer en este siglo tan volátil, flexible e inestable? Solo el tiempo lo dirá.